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Artículos - Victorino Pérez Prieto

Los tres ojos del conocimiento

Los tres ojos del conocimiento:
Ciencia, Filosofía y Teología

Por Victorino Pérez Prieto Versión PDF

Introducción

Se ha dicho que los seres humanos nos diferenciamos de los animales, además de otros aspectos, por la mirada.

La mayor parte de los animales tienen los ojos a ambos lados de la cabeza, lo que les proporciona una visión periférica que les facilita estar alerta ante el posible peligro; con un ángulo de visión más amplio, pueden sobrevivir y perseguir mejor a sus presas. Los seres humanos tenemos los ojos situados frontalmente; así podemos mirar más lejos: hemos nacido para contemplar y ser contemplados. Lo que ocurre es que, con el transcurso de los siglos hemos perdido visión.

El teólogo medieval Hugo de San Víctor afirmaba que Dios creó al ser humano con tres ojos: uno corporal, otro racional, y un tercero que es el ojo de la contemplación. Al salir del paraíso, por el pecado, el ojo corporal quedó debilitado, el racional perturbado y el de la contemplación, quedó ciego. Ha sido tarea de toda la historia humana ir mejorando la visión del primer ojo, y recuperar la visión del segundo (la razón) y del tercer ojo (el espíritu).

Ana María Schlüter, monja católica y maestra zen, escribe:

Si no se cultiva el tercer ojo, éste permanecerá ciego. Estar fuera del paraíso es no percibir ya la Presencia, carecer del órgano capaz de experimentar, de ver al que-es, al que-está-con ... La cultura occidental, que ha desarrollado preponderantemente el ojo de la ciencia y la razón, sufre ahora esta ceguera de un modo especial. (1)

Se tratará aquí de descubrir que el conocimiento no es solo una cuestión de la ciencia empírica; siendo esta importante, se debe tener también en cuenta la perspectiva racional (filosofía) y la perspectiva contemplativa (teología y espiritualidad), pues la realidad es más amplia de la que nos descubre el conocimiento empírico. Reducir el conocimiento y la ciencia a sólo lo empírico/material, supone un grave reduccionismo: el cientifismo, la reducción del conocimiento al conocimiento empírico/tecnocientífico; un cientifismo que ha sido duramente cuestionado en nuestros días.

Un conocido texto de Carl Jung dice:

«Sólo se volverá clara tu visión cuando puedas mirar en tu propio corazón. Porque quien mira hacia afuera sueña, y quien mira hacia dentro despierta». Mientras que los ojos de la cara ven hacia afuera, ven solo lo material, hay un ojo interior, la percepción espiritual, que mira hacia adentro y ve la realidad en profundidad: el tercer ojo. El tercer ojo es un concepto asociado al despertar del conocimiento profundo y la consciencia desde las culturas más antiguas a la actualidad. El secreto está en equilibrar la dualidad y la unidad de nuestro ser para despertar el tercer ojo, y así vislumbrar el potencial de cada uno, alcanzando una visión total. No podemos ubicar el tercer ojo en un plano fuera de la realidad natural; la experiencia mística a la que abre el tercer ojo es la plenitud del vivir, el vivir auténtico. Por eso, Raimon Panikkar define la mística como «la plenitud de la vida». (2)

1. El «tercer ojo», sabiduría de Oriente y de Occidente

El tercer ojo es un concepto místico ancestral que hace referencia al ojo que proporciona una percepción más allá de lo que se puede ver sólo con el ojo corporal. Es el ojo interno, el ojo de la mente, el ojo del corazón, el ojo de la fe/de la contemplación, el ojo del espíritu y de lo espiritual, el «órgano del alma». El tercer ojo es la entrada al reino interior y la profundidad del Ser; un estado de consciencia superior. Está asociado con experiencias místicas y espirituales, con el encuentro con el Misterio y con lo que somos, con la clarividencia de la visión.

Aunque muchos lo consideran asociado sólo al hinduismo y el budismo, el tercer ojo está presente en una gran cantidad de culturas; desde Egipto a la India, las culturas americanas precolombinas y el Occidente cristiano. Los egipcios se servían de él para ver el futuro, los hindúes lo consideraban la llave de la iluminación y los aztecas (el que aparece en la pirámide de los Tayos, Ecuador) intentaban obtener con él una visión directa de lo invisible.

a) El tercer ojo en culturas ancestrales

En Egipto encontramos la referencia más antigua del tercer ojo. Para los egipcios sólo los faraones poseían este órgano de visión extrasensorial, al que llamaron «el ojo de Horus». Aparece en sus pinturas sagradas, sarcófagos, estatuas y relatos. En el Libro oculto de la morada, el tercer ojo aparece asociado a una serpiente; este animal, enrollado en espiral sobre la frente de un iniciado, permitía leer el destino.

En la tradición hindú, el tercer ojo está vinculado con el ajna o sexto chakra (3), situado en la frente, ligeramente por encima de la unión de las cejas. Shiva (4) tiene un tercer ojo ubicado en su frente, representando el ojo de la sabiduría, el ojo que ve más allá de lo evidente; se le conoce como Tri-netri-îshwara («el señor de los tres ojos»).

Chakras

En el hinduismo, aparece sobre todo en el Kundalini Yoga; la energía kundalini puede ser estimulada para elevar la conciencia a través del sistema natural de chakras.

En el Taoísmo y en el budismo, sobre todo en el budismo tibetano y las escuelas Zen, el tercer ojo es el lugar donde se encuentra nuestra conciencia y el punto de unión con el mundo espiritual. Es uno de los principales centros de energía del cuerpo situado en el sexto chakra, el meridiano principal de la línea que separa a los hemisferios derecho e izquierdo del cuerpo; está situado entre los dos ojos físicos y se extiende hasta el centro de la frente. Lo exteriorizan con un punto rojo en medio de las cejas. El tercer ojo es el ojo de la verdad, el centro de la clarividencia y la intuición.

b) El tercer ojo en el cristianismo y la teosofía (la glándula pineal)

En el cristianismo, desde el pensamiento místico no-dualista, el concepto del tercer ojo representa la manera como los místicos ven. Aparece con claridad desde los inicios, con Dionisio Areopagita, a san Juan de la Cruz. El primer ojo se emplea para la información sensorial, el segundo ojo para la reflexión, como ojo de la razón, y el tercer ojo para ir más allá, hasta un nivel de visión y conciencia superior: «tener la mente de Cristo». Los gnósticos ya veían una referencia simbólica al tercer ojo en un conocido texto del Apocalipsis; el mensaje del ángel a la sexta de las siete iglesias de Asia (Filadelfia): «Mira que he dejado ante ti una puerta abierta que nadie puede cerrar» (Ap 3,8).

La meditación es el camino para la apertura del tercer ojo. La mayor parte de las técnicas que hoy se utilizan para abrir el tercer ojo son herencia de los monjes budistas; pero tenemos una herencia en la tradición de los grandes místicos cristianos. Esta meditación es el camino para la armonía entre cuerpo, mente y espíritu; el camino para la armonía de los tres ojos: carne-razón-espíritu; el camino para la armonía de todo lo que somos. El objetivo de la meditación es permitir sintonizar con lo que somos y con la correcta «vibración» del universo, con la Realidad, con lo que es ... con Dios.

En la Teosofía, el tercer ojo tiene conexión con la glándula pineal. Los seres humanos poseerían en tiempos antiguos un tercer ojo real en la parte posterior de la cabeza con funcionalidad física y espiritual. Con el tiempo, este ojo atrofiado y hundido sería lo que se conoce hoy como glándula pineal. Helena Blavatsky (1831-1891) sugirió que el tercer ojo es en realidad la parcialmente inactiva glándula pineal, que se encuentra entre los dos hemisferios del cerebro. Durante años, este ojo fue incluido en el terreno de lo mítico, pero en la actualidad la ciencia cree haber establecido una conexión entre el tercer ojo y la glándula pineal; un órgano de función desconocida que todos los seres humanos poseemos, casi oculto en la masa encefálica.

Glándula Pineal

La glándula pineal tiene forma de «piña» (pineal: fruto del pino) y se encuentra físicamente en el centro de nuestro cerebro. Es el órgano de mayor concentración de energía en el organismo, y el de mayor flujo de sangre. Su función es generar una hormona importante: la melatonina, que a su vez se sintetiza a partir de la serotonina. Hoy es bastante aceptada por los neurólogos.

Algunos maestros espirituales hacen coincidir la glándula pineal con el séptimo chacra. Es el caso de Micao Usui, fundador del reiki (1865-1926).

2. Los tres ojos del conocimiento en el pensamiento cristiano:
Hugo de San Víctor y San Buenaventura

a) Hugo de San Víctor (1096-1141)

Filósofo, teólogo y escritor místico medieval, fue profesor y prior de la escuela de San Víctor de París (los Victorinos). Su obra más destaca es el Didascalicon (5). Es muy citado en la Edad Media, particularmente por San Buenaventura; y en nuestros días marcó el pensamiento de Iván Illich y Ken Wilber. (6)

La filosofía de Hugo de San Víctor (Hugo alter Augustinus) se apoya sobre todo en Platón y Plotino, Agustín y Dionisio Areopagita. La tradición griega hablaba de tres realidades en el conocimiento: ta aisthêta (lo sensible), ta noêta (lo mental) y ta mystika (lo místico). Y Agustín de Hipona decía que nuestra única tarea en esta vida es «curar el ojo del corazón», que nos permite ver a Dios.

El pensamiento místico de Hugo está dominado por la triple progresión en el conocimiento: a) cogitatio, conocimiento de las nociones sensuales a través del ojo de la carne; b) meditatio, búsqueda del sentido escondido de las verdades psíquicas y espirituales con el ojo de la mente; c) contemplatio, percepción final en el interior de las cosas, el conocimiento mediante el cual el alma se unifica instantáneamente con la Divinidad, revelada por el ojo de la contemplación.

A estas etapas corresponden tres órganos de percepción: el ojo físico, el de la razón especulativa y el de la visión contemplativa. Dios habría creado al ser humano con tres ojos: a) el corporal (oculus carnis, ojo empírico, con el que vemos la realidad sensible); b) el racional (oculus rationis, ojo de la mente, con el que percibimos la realidad que revela la razón); c) el de la contemplación (oculus fidei, ojo del espíritu o de la fe, que lleva a la visión mística).

Adán y Eva tenían perfectamente abiertos los tres ojos; pero, con el «pecado» quedó debilitado el primero, perturbado el segundo y ciego el tercero; por eso, ya no pueden permanecer en el paraíso. Estar «fuera del paraíso» es no percibir ya la Presencia, carecer del órgano capaz de experimentar la realidad en profundidad, de «ver» a Dios. Si no se cultiva el tercer ojo, éste permanecerá ciego. Jesús de Nazaret y los Evangelios manifiestan esta sabiduría bíblica: «Felices los limpios de corazón [los de corazón puro, transparente] porque ellos verán a Dios» (Mt 5,8). «La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará luminoso; pero si tu ojo está malo, todo estará a oscuras. Y si la luz que hay ti es oscuridad ¡cuánta oscuridad habrá!» (Mt 6,22-23).

b) San Buenaventura (1218/1221-1274)

Filósofo, teólogo y místico franciscano, el Doctor Seraphicus enseñó en la Universidad de París entre 1248 a 1257. Representa a la escuela platónica-agustiniana-franciscana, que se opone a la aristotélica-dominica de su contemporáneo Tomás de Aquino. Tomás de Aquino le ganó la partida durante siglos, pero en los últimos tiempos parece que se han vuelto las tornas. Así lo reconocía un especialista en Buenaventura:

El siglo XIII exterioriza con la llegada del pensamiento aristotélico un choque de perspectivas filosóficas, que curiosamente han ido invirtiendo la modernidad ... En el siglo XIII lo moderno es encarnado por el Filósofo ... Este movimiento sísmico nace en la ciencia, en la lectura que se realiza del método epistemológico de Aristóteles. Su modelo explicativo resultaba atractivo porque se mostraba más claro y eficaz a la hora de abordar la realidad desde el análisis lógico y la lectura de los datos ...

San Buenaventura propondrá un entendimiento de la realidad desde un esquema integrador, que huya de las simplificaciones de una lectura de la ciencia naturalista, que se mostraba efectiva en una descripción lineal de la realidad y la naturaleza, pero totalmente limitada y frustrada a cualquier ensayo estructural de la realidad que naciera de un abordaje más amplio del ejercicio de la razón y de la especulación. El horizonte del hombre desde la perspectiva explicativa lineal se muestra insuficiente para comprender la total realidad, que exige de nosotros un ejercicio de búsqueda integrador de enfoques multidisciplinares. (7)

De este modo, podríamos decir que el pensamiento de San Buenaventura, como esquema integrador que huye de las simplificaciones de las lecturas de la ciencia naturalista, insuficiente para comprender la realidad total, sería un predecesor del pensamiento complejo de Edgard Morin. Sobre todo, por su método relacional de la reductio; éste es un modelo de comprensión de la complejidad de la realidad en un sentido más metafísico que dialéctico, desde la perspectiva de la integración. No busca una comprensión reductiva de las cosas, sino un procedimiento resolutivo sobre las realidades diversas; un modelo para pensar las cosas físicas, metafísicas, teológicas y epistemológicas conjuntamente. La reductio va de lo concreto a lo abstracto, de lo incompleto a lo completo, de lo imperfecto a lo perfecto, de lo general a lo particular, de lo múltiple a la unidad.

Buenaventura propone una triple vía hacia la plenitud, que se hará clásica en la mística cristiana: la vía purgativa, que regula los sentidos para llegar a la paz interior; la vía iluminativa, que disciplina la actividad racional; y la vía unitiva, que lleva al ser humano a la consumación en Dios). A esta triple vía corresponden los tres ojos del conocimiento: a) el ojo de la carne (experiencia sensorial para percibir el mundo externo); b) el ojo de la razón (permite alcanzar el conocimiento de las ideas, la lógica y los conceptos); c) el ojo de la contemplación (da acceso a las realidades trascendentes). Todo conocimiento es una illuminatio: iluminación exterior (lumen exterius / lumen inferius), iluminación interior por la razón (lumen interius), e iluminación superior por la contemplación (lumen superius).

Buenaventura habla de los tres ojos del conocimiento en el Breviloquium, citando a Hugo de san Victor (II pars, cap. XII, 4-5), y sobre todo en el Itinerarium mentis in Deo (caps. I, III y V) (8). «Nada entendemos por la inteligencia que no esté presente en nuestra memoria, y con esto adviertes ya, no con el ojo de la carne, sino con el ojo de la razón» (Itinerarium, cap. III, n. 1). Estos dos ojos no son suficientes para alcanzar la vera sapientia. Es imprescindible la apertura del tercer ojo: «Otra luz que brilla de modo inmutable, que es imposible sea criatura sujeta a mudanzas ... Por donde se ve cuán unido está nuestro entendimiento a la verdad eterna, pues nada verdadero puede conocer sino enseñado por ella» (cap. III, n. 3).

3. Los tres ojos del conocimiento y la perennis philosophiae: Aldous Huxley

El concepto de philosophia perennis es muy antiguo. Desde el sanatana dharma del hinduismo (la verdad eterna, orden que rige el mundo) a la ley eterna de los Santos Padres de la Iglesia (Clemente de Alejandría, Orígenes, Gregorio de Nisa o Agustín de Hipona), hasta la filosofía musulmana y la del Renacimiento (Pico della Mirándola). Este concepto fue manipulado en la historia de la Iglesia católica, y utilizado como sinónimo de la escolástica cristiana; dentro de ella el tomismo, llamado «filosofía perenne» de la Iglesia. Así lo afirma el monje Agostino Steuco en su libro De perenni philosophia libri X (1540), el primero en usar modernamente este término.

La idea fue posteriormente asumida en un sentido más amplio por Leibniz (1646-1716), que habla de la perennial philosophy o eternal philosophy para designar la filosofía común y eterna que subyace tras las corrientes místicas de todas las religiones (9). El concepto fue difundido luego por Aldous Huxley en una obra del mismo título, en la que considera que la perennial philosophy es «inmemorial y universal» (10). La philosophia perennis es también un concepto central de conocidos autores modernos de Oriente y Occidente: Los hindúes Ramakrishna (1834-1886) y su discípulo Vivekananda, Coomaraswamy (1877-1947) etc. Los occidentales René Guénon (1886-1951), Alan Watts (1915-1973), Ken Wilber o Raimon Panikkar (1918-2010), para quien: «Perennis no indica inmovilidad, sino aparición regular per annos». (11)

Adous Huxley (1894-1963), pensador, novelista, ensayista, crítico y poeta inglés, soñaba con dar un nuevo giro espiritual al curso de la Humanidad. Sus lecturas y meditaciones lo llevaron a escribir una antología comentada de textos místicos de todos los tiempos: La filosofía perenne. La perennis philosophiae es una búsqueda de la verdad que tiene unos elementos comunes en la mayor parte de las culturas:

  1. El mundo físico/fenoménico no es la única realidad; existe otra realidad no-física que no se puede abarcar por los sentidos (primer ojo), pero de la que el intelecto humano (segundo ojo) y el espíritu (tercer ojo) dan testimonio.
  2. El ser humano refleja la naturaleza de esta realidad, que está en el núcleo del alma humana.
  3. Todos los seres humanos poseen una capacidad para ver esta realidad que no usan habitualmente, pero esta percepción es su meta final.

¿Qué es la philosophia perennis? Con palabras de Huxley:

La philosophia perennis es la metafísica que reconoce una divina Realidad en el mundo de las cosas, vidas y mentes; la psicología que encuentra en el alma algo similar a la divina Realidad, o aún idéntico con ella; la ética que pone la última finalidad del hombre en el conocimiento de la Base inmanente y trascendente de todo el ser. (12)

En nuestra experiencia diaria nada parece dar razón para suponer que la mente del ser humano, limitada, posea algo que se parezca a la Realidad Divina, ilimitada, o idéntico a ella. Sin embargo, cuando esa mente es sometida a cierto tratamiento (meditación), la realidad divina que está en su interior «se pone de manifiesto, no sólo para la mente misma sino también, por su reflejo en la conducta externa, para otras mentes». Hay pocas personas que cumplieran las condiciones necesarias para el conocimiento espiritual directo; pero en cada época ha habido algunas que sí lo han hecho, y nos han enseñado que puede lograrse tal conocimiento inmediato. A éstos, se les ha dado el nombre de santo, profeta, sabio o iluminado. «Ellos sabían de lo que hablaban ... Porque la Realidad última no es clara e inmediatamente aprehendida sino por aquellos que se hicieron amantes, puros de corazón y pobres de espíritu». (13)

4. La actualidad de los tres ojos: Ken Wilber y el ojo del espíritu, «visión integral para un mundo que está enloqueciendo»

Ken Wilber (1949) es un escritor estadounidense cuyos intereses versan principalmente sobre filosofía, psicología, religiones comparadas, historia, ecología y misticismo. Doctor en bioquímica y biofísica, pronto se decantaría más por la filosofía y la psicoterapia. Aunque con frecuencia se lo describe como un escritor new age, su obra es severamente crítica con este movimiento. Su trabajo se ha centrado en el interés por promover una integración de la ciencia y la religión, según las experiencias de meditadores y místicos, analizando los elementos comunes a las tradiciones místicas de Oriente y Occidente. Su pensamiento está influido por pensadores orientales como Nagarjuna (150-250) y el budismo, Ramana Maharshi (1879-1950) y el vedanta advaita. Pero también pensadores occidentales como Platón, Hegel, Teilhard de Chardin o Jürgen Habermas. Entre sus libros hay títulos tan expresivos como: Cuestiones cuánticas. Escritos místicos de los físicos más famosos del mundo (1987), El Proyecto Atman (1989), Ciencia y religión. El matrimonio entre el alma y los sentidos (1998), El ojo del espíritu. Una visión integral para un mundo que está enloqueciendo poco a poco (1998) y sobre todo Los tres ojos del conocimiento (1994). Escribe en este último:

Hoy en día se habla de muchos paradigmas «nuevos y superiores» que abarcan las ciencias físicas y que incorporan el conocimiento superior que nos aportan la filosofía, la psicología y la religión ...
Este es el paradigma trascendente ... un conocimiento global que no solo incluye el hardware de las ciencias físicas, sino también el software de la filosofía y la psicología y el trascendentalware de la religión místico-espiritual ... El principal problema que deberá afrontar este es el de su relación con la ciencia empírica. (14)

Refiriéndose a San Buenaventura dice:

Aunque la terminología que nos habla del ojo de la carne, el ojo de la mente y el ojo de la contemplación sea cristiana, en todas las tradiciones psicológicas, filosóficas y religiosas principales nos encontramos con conceptos similares. Los tres ojos del ser humano se corresponden a los tres principales dominios del ser descritos por la filosofía perenne: el ordinario (carnal y material), el sutil (mental y anímico) y el causal (trascendente y contemplativo). (15)

El conflicto entre ciencia y religión es un pseudo-conflicto, nacido del cientifismo reductor: «El conflicto existente entre ciencia empírica y religión es, siempre ha sido, un conflicto entre los aspectos pseudo-científicos de la religión y los aspectos pseudo-religiosos de la ciencia ... En esto, todo conflicto se reduce a un error categorial» (16). En el error categorial, uno de los dominios pretende sustituir a otro o un ojo se erige en único válido. Es el problema de los -ismos: positivismo/empirismo, racionalismo, espiritualismo ... Es el caso de Descartes; un racionalista que cree que el único elemento válido de conocimiento «claro» es el ojo de la razón y descarta los otros dos, lo que termina mutilando el conocimiento. Este error categorial también ha sido muchas veces el caso de las religiones, desoyendo a sus grandes sabios, que habían abierto los tres ojos; de este modo, han cometido el error de confundir Revelación divina con un hecho empírico y una verdad racional.

Hay una confusión entre racionalismo y empirismo. Racionalismo no es lo mismo que empirismo: mientras el racionalismo se basa en el ojo de la razón, el empirismo lo hace en el ojo de la carne. La ciencia se originó como un movimiento anti-racional, una repulsa del racionalismo característico del escolasticismo medieval. Galileo se preguntaba cómo sucedían las cosas («los hechos tercos e irreductibles»), mientras que sus adversarios se basaban solo en teorías de cómo sucedían las cosas. Whithead llega a decir: «Es un gran error concebir esta rebelión histórica [de la ciencia] como una llamada a la razón. Por el contrario, se trataba de un retorno a la contemplación de los hechos puros (al ojo de la carne)». (17)

«La ciencia empírico-analítica no es más que el cuerpo organizado de conocimiento verificable que nos ofrece el ojo de la carne ... Sin embargo», escribe Wilber, «ocurrió algo casi siniestro, que convirtió a la ciencia en cientifismo» (18). La verificación del método científico de Kepler y Galileo, Bacon y Newton, no es racional ni deductiva, sino empírica e inductiva; es experimento empírico-deductivo a partir de unos hechos repetidos y medidos. Por eso: «La quintaesencia de la verdad carnal es el hecho empírico», escribe Wilber, «la quintaesencia de la verdad mental es la intuición filosófica y psicológica, la quintaesencia de la verdad contemplativa es la sabiduría espiritual» (19). Al confundir en el pasado el campo de los tres ojos, la religión intentaba ser científica, la filosofía trataba de ser religiosa y la ciencia se ocupaba de la filosofía.

La falacia del nuevo cientifismo está en que la ciencia pasó de decir «lo que no puede ser visto con el ojo de la carne no puede ser verificado empíricamente», a decir «lo que no puede ser visto con el ojo de la carne no existe». En lugar de decir que lo que no se ve físicamente no puede verse físicamente, llega a afirmar que lo que no se ve físicamente no existe. El problema no está en la ciencia, sino en el cientifismo, al que se le subió el éxito a la cabeza y se llenó de soberbia; su impacto derrotó a teólogos y filósofos, y estos se decantaron finalmente por el ojo de la carne y por la religión newtoniana. Los tres ojos del conocimiento se redujeron al inferior; de esta manera, el ojo de la mente terminó cerrándose, como había ocurrido antes con el de la contemplación. Esto supuso «la ruina de la filosofía moderna» (Whithead y Husserl).

5. Ciencias empíricas y ciencias del espíritu: experiencia y empirismo
Raimon Panikkar: ontonomía frente a heteronomía y autonomía y perspectiva cosmoteándrica

Contrariamente a lo que se ha dicho muchas veces en ambientes populares y académicos, la ciencia no es solo las ciencias empíricas, existen también las ciencias del espíritu. Las ciencias empíricas tienen su objeto en la realidad material, lo cuantificable, ven la realidad con el ojo de la carne y utilizan el método experimental: las ciencias naturales (física, química, biología ...) y las ciencias sociales (sociología). Pero existen también las ciencias del espíritu, que tienen su objeto en la realidad racional y espiritual, que ven la realidad con el ojo de la razón y el ojo de la contemplación u ojo del espíritu y de la fe: la filosofía, la psicología, la teología, la espiritualidad, la mística ...

En unas y otras ciencias podemos hablar de experiencia; tanto en el ámbito de la carne, como en el de la mente y el espíritu. Es lo que Wilber llama en sus obras: sensibilia, intelligibilia y transcendelia. Unas ciencias y otras nos ofrecen datos legítimos y reales para una experiencia de la realidad; más aún, las ciencias del espíritu nos permiten una aprehensión directa de la experiencia, una captación o un tomar conciencia de la realidad que no nos permiten las ciencias empíricas.

Tenemos la experiencia sensorial simple o compleja (un fotón o una puesta de sol), la experiencia mental simple o compleja (un pensamiento fugaz o una idea compleja), y la experiencia trascendental (una intuición espiritual o la iluminación) ya sea simple o compleja, más siempre directa. Pero experiencia y empirismo se han utilizado equívocamente. Experiencia no puede referirse solo a experiencia sensorial, sino que también debe designar todas las modalidades de conciencia y conocimiento: sensaciones y percepciones sensibles, pero también ideas, pensamientos y conceptos. Con la mente puedo experimentar el discurrir de mis pensamientos e ideas percibidos por el ojo de la mente; también puedo experimentar realidades del dominio del espíritu con el ojo de la contemplación. Así, todo conocimiento está basado en la experiencia, pero no necesariamente en la sensorial: las verdades racionales superan el ámbito de lo sensorial, y las verdades espirituales superan lo sensorial y lo mental.

«Lo peor del científico es su ceguera para la totalidad, su falta de auténtica y profunda inquietud ontológica», dice Raimon Panikkar. El aislamiento entre científicos, filósofos y teólogos, en sus correspondientes disciplinas y la mutua incomprensión, resulta hoy «cultural y sociológicamente insostenible», pues «los científicos han desembocado ... en arduos problemas cosmológicos y metafísicos y los filósofos han comenzado a darse cuenta de los peligros que comporta una civilización puramente científica y técnica». (20)

Después de las discusiones de la primera mitad del siglo XX sobre la filosofía cristiana, el pensamiento occidental se vuelve a interrogar sobre la validez de una separación que a muchos ya no parece sostenible. La teología está intrínsecamente impregnada de filosofía y la filosofía se encuentra abocada a plantearse problemas teológicos ...
La filosofía actual, después de los traumas de las dos guerras mundiales, no puede contentarse con análisis lingüísticos y se enfrenta con problemas existenciales que pertenecen de lleno al ámbito de las preocupaciones teológicas ... Teólogos y filósofos se ven forzados a traspasar fronteras celosamente custodiadas por la modernidad. (21)

No se trata de olvidar la distinción entre filosofía y teología, que ya hacía la escolástica y mucho más el pensamiento moderno, ni las pugnas históricas entre fe y razón. No se olvida la distinción entre la elaboración de un pensamiento basado en la razón y otro en el que, además de éste, se tiene en cuenta la fe religiosa junto con las creencias. Pero, la separación entre filosofía y teología puede ser algo artificioso e incluso pernicioso para ambas. Teología y filosofía, junto con la ciencia y la mística, son aspectos o modos de conocimiento de la única Realidad, que tiene tres dimensiones inseparables: sensible, racional y mística. El pensamiento íntegro, total, debe tener en cuenta, necesariamente, las tres dimensiones. Por eso, la ruptura entre las ciencias de la naturaleza y las ciencias del espíritu es un error de la modernidad que hoy se está cuestionando (22). «No reconozco las ruptura entre ontología y epistemología, entre ciencias, filosofía y teología, entre las ciencias llamadas del espíritu y las de la naturaleza», dice Panikkar, «aunque sin caer en un monismo que no admita distinción. La tres dimensiones de la realidad son inseparables. La esquizofrenia puede ser también una enfermedad cultural». (23)

La distinción entre filosofía y religión es una distinción occidental, que sin embargo está integrada en la tradición oriental y que Occidente debe recuperar. Fe y razón están llamados a caminar juntos, de manera complementaria. Si la razón es «el ojo interno» que puede ver mejor que cualquier otro conocimiento, es, sin embargo, de corto alcance, pues el horizonte de visibilidad de nuestra razón coincide con sus límites; a través de ella sólo podemos alcanzar el aspecto racional de la realidad total. En cambio, la fe permite alcanzar un grado superior de conocimiento; sería «el oído interno», capaz de oír, aunque no tan claramente como la razón, y que percibe la realidad a gran distancia. (24)

Para solucionar el conflicto entre ciencia, filosofía y religión, Panikkar, contrapone el concepto de ontonomía a los de heteronomía y autonomía, que deben ser superados.

Después de una primera etapa en que la Ciencia vivía amparada y protegida, pero también sofocada y atada por la Filosofía, que dictaba heteronómicamente sus leyes a todos los demás saberes, la Ciencia se emancipó recabando para sí una autonomía completa, que le llevó al cientismo. Es ahora, cuando la euforia de la independencia ha menguado y el sentido de la responsabilidad ha crecido al ver la misma Ciencia sus propios resultados ... que el clima para la tercera etapa ontonómica está preparando ...
La autonomía que la Ciencia recababa para sí frente a la heteronomía paternalista va dando lugar a una ontonomía armónica que permite integrar a la Ciencia dentro de la cultura humana, sin totalitarismos unilaterales.
Llamo ontonomía al reconocimiento o al desarrollo de las leyes propias de cada esfera del ser o de la actividad humana, con distinción de las esferas superiores o inferiores, pero sin separación ni interferencias injustificadas. (25)

Ni toda la realidad nos viene descubierta por la ciencia, ni tampoco por la filosofía, ni el conocimiento científico es ajeno o suplanta al conocimiento filosófico. La ciencia tiene su naturaleza propia y su esfera peculiar, con relaciones internas y constitutivas con la filosofía. Ontonomía es un concepto fundamental de Raimon Panikkar: es el nómos toû óntos, el nomos interno y constitutivo de cada ser; se trata de reconocer este nomos para llegar «al mutuo entendimiento y fecundación de los distintos campos de la actividad humana y esferas del ser, permitiendo el crecimiento sin romper la armonía» (26). Es un concepto crucial tanto para el pensamiento (científico, filosófico, teológico-espiritual) como para la política, la economía y cualquier ámbito de la vida. La ontonomía trata de no excluir en el conocimiento de la realidad la independencia de las esferas particulares del ser, y excluir la dominación de unas esferas sobre otras, para llegar a una integración armoniosa de las distintas partes en el todo.

Otro concepto fundamental de Panikkar a este respecto, columna vertebral de todo su pensamiento, es la perspectiva cosmoteándrica, el conocimiento indiviso de la totalidad: «La intuición cosmoteándrica es la intuición, totalmente integrada, del tejido sin costuras de la realidad entera ... el conocimiento indiviso de la totalidad ... Lo que cuenta es la realidad entera, la materia tanto como el espíritu, el bien tanto como el mal, la ciencia tanto como el misticismo, el alma tanto como el cuerpo». (27)

6. Ciencia y espiritualidad: el matrimonio entre el alma y los sentidos

Ayer como hoy, ciencia, filosofía y teología/espiritualidad siempre han estado llamadas a entenderse, a pesar de todos los avatares y enfrenamientos que han tenido. Es el matrimonio entre el alma y los sentidos; su divorcio es suicida para las tres. Los grandes físicos del siglo XX así lo han entendido claramente; así lo recoge Ken Wilber en uno de sus libros más queridos: Cuestiones cuánticas. Escritos místicos de los físicos más famosos del mundo. Un libro fundamental que reúne los escritos místicos de los científicos más eminentes de nuestra era, los padres fundadores de la relatividad y de la física cuántica: Planck (Nobel en 1918), Einstein (Nobel en 1921), Bohr (Nobel en 1922), Heisenberg (Nobel en 1931), Schröedinger (Nobel en 1933), Pauli (Nobel en 1945), Eddington y Jeans. Profundamente inmersos en la realidad de la materia, todos, sin excepción, tuvieron una concepción trascendente del mundo, donde la dualidad entre materia y espíritu quedaba sobrepasada en pro de la Unidad; y supieron expresar su convicción de que la física y la mística son complementarias.

Por eso, Wilber lanza en la Introducción esta pregunta a los ortodoxos de la ciencia: «¿Qué significa el hecho de que los fundadores de la ciencia moderna, los teóricos e investigadores pioneros de esos mismos conceptos que vosotros ahora veneráis ... fueran todos y cada uno de ellos místicos?» (subrayado en el original) (28). Han querido salir de la caverna porque eran conscientes, como dice Eddington, que la física se ocupa de sombras y símbolos, no de la realidad: «El descubrimiento de que la ciencia física se desenvuelve en un mundo de sombras es uno de los avances recientes más significativos», escribe (29). De este modo:

La nueva física se vio obligada a hacerse consciente de este hecho, se vio forzada a darse cuenta de que estaba ocupándose de sombras e ilusiones, no de la realidad ...
El mayor logro de la física del siglo XX ... es el reconocimiento de que todavía no estamos en contacto con la realidad última. Seguimos prisioneros de la caverna ... Ir más allá de la física es apuntar a la realidad meta-física o a la mística. (30)

Por su parte Erwin Schrödinger (1887-1961) escribe:

La imagen científica del mundo que me rodea es muy deficiente. Proporciona una gran cantidad de información sobre los hechos ... pero guarda un silencio sepulcral sobre todos los aspectos que tienen que ver con el corazón, sobre todo lo que realmente importa ... No sabe nada de lo bello y lo feo, de lo bueno y lo malo, de Dios y la eternidad. (31)

Y de nuevo, Arthur Eddington (1882-1944) escribe:

¿De qué está compuesto el Océano? ¿De agua, de olas, o de ambas cosas? ... Es en parte acuosa y en parte ondulatoria. De modo semejante, yo afirmo que toda realidad es de naturaleza espiritual, y no material, ni tampoco en parte material y en parte espiritual ... porque tal como entendemos actualmente la materia, juntar al sustantivo naturaleza el adjetivo material no tiene ningún sentido ...
Es casi como si la moderna concepción del mundo físico hubiese abierto deliberadamente el espacio a las realidades del espíritu y la consciencia. (32)

Einstein, para quien no cabe realmente conflicto entre ciencia y religión ya que ambas se complementan (Ideas and opinions, 1954), llega a escribir:

La mística es la emoción más hermosa que podemos experimentar. Es el fundamento de todo el arte y toda ciencia verdadera. Quien desconoce esta emoción está muerto. El conocimiento de que lo que nos resulta impenetrable —lo que con nuestras torpes facultades sólo podemos comprender de un modo muy rudimentario— realmente existe y se manifiesta como la más elevada de las sabidurías y la más resplandeciente de las bellezas constituye el fundamento mismo de la auténtica religiosidad. (33)

En fin, Werner Heisenberg (1901-1976) escribe hablando de su amigo Wolfgang Pauli (1900-1958) y en profunda comunión con él:

Pauli considera que la ciencia actual implica una elaboración cristiana del «lúcido misticismo» platónico, para el cual el fundamento unitario del espíritu y la materia reside en las imágenes primordiales ... hasta el conocimiento de Dios. Pauli añade: «Este misticismo es tan lúcido que es capaz de ver más allá de numerosas oscuridades, cosa que los modernos no podemos ni nos atrevemos a hacer» ... Para Pauli, la mística trata de experimentar la unidad de las cosas, intentando penetrar más allá de lo múltiple ... Dice también Pauli: «Nunca debería afirmarse que las tesis expuestas mediante formulaciones racionales son los únicos presupuestos posibles de la razón humana ... Considero que el anhelo de superación de los opuestos, en una síntesis que abarque a un tiempo la comprensión racional y la experiencia mística de la unidad, constituye el mito, confesado o no, de nuestro tiempo y de la época actual». (34)

Leyendo a estos grandes maestros de la física contemporánea, no es de extrañar el éxito que tuvo durante años el conocido libro del físico Fritjof Capra El tao de la física, donde escribe:

Cuando descubrí los paralelismos existentes entre la visión del mundo de los físicos y la de los místicos ... tuve la sensación de que simplemente estaba descubriendo algo que era totalmente obvio y que en el futuro sería del dominio público ...
La aversión de los científicos modernos a aceptar las profundas similitudes entre sus conceptos y los de los místicos no es una sorpresa, dado que el misticismo ha sido tradicionalmente relacionado con cosas vagas, misteriosas y en absoluto científicas. Afortunadamente esta actitud está cambiando. (35)

Nido del Ser
La gran cadena del ser: (desde dentro hacia fuera)
Fisiosfera, Biosfera, Noosfera, Teosfera.

Ciencia, filosofía y religión/espiritualidad, son dimensiones de la gran cadena del ser, del mundo complejo y maravilloso en que estamos. Desde los presocráticos, se sostuvo que los tres grandes dominios eran una manifestación continua e interrelacionada del Espíritu, una gran Cadena del Ser, una visión unificada y holística del mundo, que alcanzaba de manera perfecta, continua e ininterrumpida, desde la materia a la vida, la mente, el alma, el espíritu y Dios: Fisiosfera, Biosfera, Noosfera, Teosfera. Desde la nueva física, que se vuelve a la mística, ¿no estaremos recuperando esta visión orgánica del Todo y el Uno? El único dilema debe estar entre lo auténtico y lo falso, no entre estas dimensiones de conocimiento, que son otros tantos ojos de los que dispone el ser humano, hombre y mujer, para acercarse a la Realidad; siendo también conscientes de que no hay verdadero conocimiento sin amor, sin un verdadero hieros gamos entre ambos, un matrimonio sagrado entre el alma y los sentidos, entre amor y conocimiento. Como decía sabiamente el gran poeta sufí Rumí: «El astrolabio de los misterios es el amor».

Notas:
  1. A.M. Schlüter, Introducción a La nube del no-saber, Madrid 1973.
  2. R. Panikkar, De la mística. Experiencia plena de la vida, Barcelona 2005.
  3. Los chakras («rueda» en sánscrito) son los siete centros vitales del ser humano: 1º muladara, 2º svadhistana , 3º manipura, 4º anahata, 5º visuddha, 6º ajna y 7º sahasara. En el gráfico puede verse su posición en el cuerpo humano y su símbolo sánscrito.
  4. En la Trimurti hinduísta, Shiva es el dios destructor, junto con Brahma (creador) y Visnú (preservador).
  5. H. de San Víctor, Didascalicon. De studio legendi, Madrid 2011.
  6. San Buenaventura, De Reductione Artium ad Theologiam y Breviloquium, en Obras Completas, Madrid 1945; I. Illich, En el viñedo del texto. Etología de la lectura: Un comentario al «Didascalicon» de Hugo de San Víctor, México 2002; K. Wilber, Los tres ojos del conocimiento, Barcelona 1994.
  7. M. Lázaro Pulido, «Sabiduría y Reducción en san Buenaventura: un modelo medieval de comprensión frente a la complejidad», Daimon. Revista de Filosofía, supl. 2, 2008.
  8. Cf. Breviloquium II e Itinerarium mentis in Deo, en las Obras Completas, cit., tomo I.
  9. Cf. C.B. Schmitt, «Perenial Philosophy: From Agostino Steuco to Leibniz», Journal of the History of Ideas, University of Pennsylvania Press, vol. 27, n. 4 (1966), pp. 505-532.
  10. The Perennial Philosophy (1945), ed. española La filosofia perenne, Buenos Aires 1977, p. 7.
  11. R. Panikkar, Paz e interculturalidad. Una reflexión filosófica, Barcelona 2002. Wilber habla de una neo-perennial philosophy en El proyecto Atman (Barcelona 1989), El espectro de la conciencia (Barcelona 1990) y Los tres ojos del conocimiento (Barcelona 1994).
  12. Introducción a La filosofia perenne, cit., p. 7.
  13. Ibidem, pp. 10-11.
  14. K. Wilber, Los tres ojos del conocimiento, Barcelona 1994, p. 11.
  15. Ibidem, p. 14.
  16. Ibidem, p. 54.
  17. A.N. Whithead, La ciencia y mundo moderno, Buenos Aires 1949.
  18. Los tres ojos del conocimiento, p. 25.
  19. Ibidem, p. 31.
  20. R. Panikkar, Ontonomía de la ciencia. Sobre el sentido de la ciencia y sus relaciones con la filosofía, Madrid 1961, pp. 23-24, 17.
  21. R. Panikkar, La experiencia filosófica de la India, Madrid 1997, pp. 25-26.
  22. Cf. V. Pérez, Raimon Panikkar. Oltre la frammentazione del sapere e la vita, Milano 2011.
  23. R. Panikkar, Entre Dieu et le cosmos, Paris 1998, p. 17.
  24. Cf. Pérez, op. cit., pp. 143-150.
  25. Ontonomía de la ciencia, pp. 10-11.
  26. R. Panikkar, «Autobiografía intelectual. La filosofía como estilo de vida», Anthropos, 53-54, Barcelona 1985, p. 14.
  27. R. Panikkar, «La intuición cosmoteándrica», La nueva inocencia, Estella 1993, p. 54.
  28. K. Wilber, Cuestiones cuánticas. Escritos místicos de los físicos más famosos del mundo, Barcelona 1987, p. 16.
  29. A.S. Eddington, The Nature of the Physical World, Cambridge 1948.
  30. Wilber, Cuestiones cuánticas, cit., pp. 25, 26 y 27.
  31. E. Schrödinger, My View of de World, Cambridge 1964.
  32. A.S. Eddington, Sciencie and the Unsee World, New York 1929.
  33. A. Einstein, «Lo que yo creo», 1930.
  34. W. Heisenberg, «Wofgans Pauli’s Philosophical Outlook», en Across the Frontier, New York 1974.
  35. F. Capra, El tao de la física, Málaga 1983.
Fuente: Complessità 1-2, 2018 Rivista del Centro Studi Internazionale di Filosofia della Complessità “Edgar Morin”