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Espiritualidad: más allá de religión, teísmo y ateísmo
Por José Arregi Versión PDFConferencia pronunciada en la Biblioteca de Navarra el 24 de marzo del 2020, dentro del ciclo:
«ESPIRITUALIDAD, LA PROFUNDIDAD HUMANA»
Este título puede parecer desorientador por diversos motivos. A algunos les puede parecer desorientador el hecho de que se hable de una espiritualidad más allá de la religión, pero a otros muchos les puede despistar más si digo espiritualidad más allá del ateísmo.
¿En qué quedamos? Si es más allá de la religión, y el teísmo es un elemento constitutivo de la religión ―a grandes rasgos―, entonces ha de ser también una espiritualidad atea. De acuerdo; pero yo digo, también, una espiritualidad más allá del ateísmo.
1. Voy a empezar aclarando estos términos.
Esto sería un primer punto, aclarando estos términos de espiritualidad, religión, ateísmo.
a. Qué entiendo por religión:
Un sistema de creencias, de ritos y de normas morales ―siempre individuales y colectivas a la vez―, un sistema de creencias, ritos, y normas referidas a una realidad última, se le dé el nombre que se le dé, o no se le dé ningún nombre.
Hay muchas realidades, muchas dimensiones humanas, se suele decir, que funcionan o desempeñan la función de una religión. Para muchos el fútbol, o la ciencia, el humanismo, o la patria, o el partido político, el dinero para algunos, o la revolución socialista para otros... pueden funcionar como la religión, pero no las llamo religión.
Me resisto a llamar religión a todas esas manifestaciones humanas. No creo que se pueda decir, como ha dicho alguien, que quienes no creen en una religión tradicional es porque creen en otra. ¡No! Creo que no hay que confundir términos.
Eso en cuanto a religión: llamo religión a un sistema de creencias referidas a una realidad última, creencias, ritos, normas. (1)
b. Qué entiendo por ateísmo:
Aquí es más complicado, porque ateísmo es un término con un significado negativo. Ateísmo es negación del teísmo, y es muy difícil saber lo que se quiere decir a través de una definición negativa.
El término significa negación del teísmo, es decir, de la creencia en un sistema de dogmas referidos a una realidad, a un ente supremo, supra mundano que crea el mundo de la nada y lo rige todo según su voluntad.
c. Y por fin espiritualidad:
Espiritualidad es simplemente la vida con alma, con espíritu o con aliento vital, o la vida de acuerdo a los frutos de ese aliento vital o del espíritu, que el famoso texto de Pablo en Gálatas dice: «el espíritu da frutos de amor, alegría y paz, de paciencia, amabilidad y bondad, de fidelidad, humildad y dominio propio», y no habla de creer en Dios, ni de ritos, ni de normas morales, de modo que quien da los frutos mencionados vive en espiritualidad, son manifestaciones del espíritu con religión o sin religión.
¿Vamos hacia el fin de la religión? Pero no quiero decir de ninguna manera que eso vaya a significar la desaparición de la espiritualidad. Creo que la espiritualidad va a ser cada vez menos teísta, pero no quiero decir, sin embargo, que vaya a ser atea como una mera postura de negación del teísmo, ha de ir al fondo, ser sensible al Misterio Último, al Fondo Último de la realidad «de donde venimos, en el que somos», le llamemos o no Dios, en ese sentido, diré luego, más allá del ateísmo.
En este sentido creo que la espiritualidad ha de ser, la espiritualidad del futuro que preveo y está siendo para mucha gente, es atea, no es teísta (los cristianos fueron llamados ateos porque negaban la divinidad convencional de la religión greco-romana, y también de alguna forma habían roto con el sistema teísta judío).
Sin embargo, la espiritualidad, siendo atea en cuanto negación del teísmo, ha de ir más allá de la mera negación del teísmo.
Lo que no se puede decir es que los ateos son creyentes que creen no serlo, como se ha dicho, o que los ateos son «cristianos anónimos», como dijo la famosa fórmula de K. Rahner, o menos aún que los ateos son personas con alguna carencia ética, humana, espiritual. No acepto ninguna de esas formulaciones, y sin embargo digo que aspiro o veo en el horizonte una espiritualidad más allá del mero ateísmo como negación.
2. Nos hallamos ante el fin o la mutación de las religiones.
Estamos siendo testigos de una mutación cultural que sacude entera e irresistiblemente el andamiaje doctrinal e institucional de las religiones tradicionales, religión cristiana incluida (hay un corte e inicia de nuevo).
En este 2º punto, me detengo un poco a poner ante vuestros ojos y a proponeros que nos hallamos ante el fin o la mutación de las religiones, el fin o mutación, profunda, radical, de las religiones.
Hay muchos datos que lo corroboran, y estoy convencido de que es así. Estamos asistiendo al desmoronamiento de todo andamiaje conceptual, imaginario e institucional que han sostenido a las religiones tradicionales durante milenios, es un desmontaje que viene de lejos, como luego diré, pero que se está acentuando y radicalizando en nuestros días. En los últimos 50 años se ha concentrado esta mutación y este proceso.
Todos los credos, ritos y normas morales, y las divinidades, y el dios único como ente supremo, todo ello responde a una cultura agrícola pastoril del Neolítico:
- Un mundo, una cosmovisión dualista (alma-cuerpo, cielo-tierra, más acá-más allá, esta vida-la vida eterna).
- Un mundo, una cosmovisión geocéntrica: la Tierra está en el centro, por tanto dios geocéntrico, todo mira a la Tierra.
- Una cosmovisión antropocéntrica: el ser humano es la cúspide de la creación, es el centro, es el valor supremo, y todo tiende, mira y está en función del bien humano.
- Una cosmovisión teísta: donde los dioses o una divinidad suprema rige los destinos de la Tierra.
Todas las religiones tradicionales, tanto de la India, el budismo, el judaísmo, como el cristianismo, el islam ―quedarían aparte el confucionismo y el taoísmo, en lo que tienen de filosofías―, pero incluso esas tradiciones filosóficas, éticas, místicas, hunden sus raíces en culturas propias de hace milenios, y no sólo ellas, sino también lo que se suele llamar nuevos movimientos religiosos (nueva era, new age...), también estos nuevos movimientos religiosos implican creencias propias de otras épocas.
En general las religiones tradicionales hablan de divinidades, o de un único dios, de un dios personal que elige a un pueblo en vez de a otro, que se revela a unos, que habla cuando quiere, que responde cuando quiere, que interviene cuando quiere, que cura a unos y no cura a otros, que se encarna en este mundo como si fuese un dios desencarnado exterior, creencias del karma, creencias de la reencarnación, del ciclo de reencarnaciones sin fin, la revelación del Corán a través del ángel Gabriel a Mojama, la vida eterna, acumulación de méritos, juicio final, cielo-infierno, recitación de mantras... ¡Todo eso pertenece a otro mundo! No estamos en ese mundo.
De modo que estamos asistiendo, y en los últimos 50 años se ha concentrado esta mutación y este proceso, estamos asistiendo al paso desde el mundo agrario, que hemos conocido en la niñez y juventud, hasta un mundo postindustrial de la información, y además en proceso de cambio acelerado. Un mundo del conocimiento, del cambio cada vez más rápido, una cultura que ha cambiado más en los últimos 50 años que en los últimos 5.000, incluso que en los últimos 10.000, desde aquella época en la que en Mesopotamia y luego en China, y en Egipto, y en el centro y sur de América, en la India, nació la agricultura y el pastoreo.
En 50 años ha habido más cambio cultural. Y el cambio cultural siempre lleva consigo un cambio a todos los niveles, pero para lo que nos interesa aquí, también a nivel religioso. Un cambio más importante que el que ha tenido la humanidad en 5.000 e incluso 10.000 años.
Nos encontramos, pues, en una época de profunda mutación cultural que conlleva una mutación religiosa profunda.
En esta cultura en la que vivimos y que se está extendiendo por todas partes, las religiones con sus dogmas, creencias, imágenes milenarias tocan a su fin.
No es el fin de la espiritualidad, o de la sabiduría, o de la cualidad humana profunda, pero sí estamos asistiendo al comienzo del fin de los sistemas religiosos con sus dogmas e instituciones.
La difusión de la ciencia a través de la universidad está siendo un factor decisivo para la difusión y para el socavamiento generalizado de estas creencias de las religiones y tradiciones milenarias.
No podemos pensar ya que una divinidad preexistente ha creado el mundo de la nada en un pasado remoto, o que interviene en él cuando quiere, ni que somos el centro del cosmos, ni que habrá un fin del mundo con un juicio final, y un cielo y un infierno, y tantas y tantas cosas que hemos creído y que mucha gente todavía sigue creyendo.
Todo eso tiene ya los días contados para la gran mayoría de quienes pueblan nuestra sociedad, e incluso de quienes han pertenecido y siguen perteneciendo como miembros activos de esas tradiciones religiosas, pero lo harán sin esas creencias.
No sólo es que esas creencias ya no son creíbles... es decir, aquello que es creíble en un determinado marco de credibilidad que nos da la cosmovisión, las ciencias, etc. No sólo es que esas creencias no son sostenibles, sino que esas creencias no son esenciales; hoy lo sabemos y lo sentimos intensamente: no son esenciales en ninguna religión, no lo han sido y hoy lo son aún menos.
Los que han ahondado en la experiencia religiosa en todos los tiempos y en todas las tradiciones han entrado siempre en conflicto, más o menos explícitamente, con esos sistemas, esas instituciones y esas creencias, ritos, normas. Las creencias cesan cuando ya no son creíbles según la cosmovisión de la mayoría de una sociedad, según la cosmovisión cultural vigente.
Pues bien, creo que este fenómeno de la crisis del marco de credibilidad, de todo el soporte de creencias de las religiones, se va a extender a todo el planeta, tarde o temprano; lo que está pasando en el occidente europeo y en otras muchas regiones del mundo, países que llamamos desarrollados, donde está plenamente vigente esta cultura del «conocimiento y del cambio acelerado», se va a ir extendiendo al planeta entero.
Hay estudios que apuntan a que ya está desapareciendo y estamos conociendo los últimos tiempos de las religiones en los países llamados desarrollados.
La «Comisión teológica de la Asociación de teólogos y teólogas del tercer mundo», publicó un trabajo que merece atención con un título provocador; dice: «Para un paradigma post religional», y son teólogas y teólogos los que así hablan. Su tesis es provocadora también. Dice: «el cristianismo es como un Titanic que se está hundiendo, que está en pleno naufragio, y es incapaz de flotar en las aguas profundas de la sociedad del saber actual, porque está construido sobre un paradigma, una visión del mundo, un imaginario de un mundo pasado».
No significa esto que las religiones, el cristianismo, vayan a desaparecer inmediatamente pero el proceso es imparable, y debemos prepararnos para esta nueva espiritualidad que el tiempo nos reclama y que nuestro propio interior o el espíritu dentro de nosotros nos reclama.
No somos los primeros; en los años 50, 60, 70 del s. XX hubo teólogos de la secularización, o teólogos de la muerte de Dios, grandes teólogos, protestantes todos ellos, como D. Bonhoeffer, J. Robinson, el gran P. Tillich...
Propusieron lenguajes nuevos, posibles para este nuevo tiempo, y propusieron una teología post religiosa, incluso una teología post teísta, pero no fueron seguidos ni por las propias Iglesias protestantes, tampoco por los teólogos de esas iglesias, y tanto menos por la Iglesia católica; pero me parece que es una cuestión o tarea pendiente tanto para los teólogos en general como para la diversas Iglesias.
Bien, entonces nos hallamos ante un tiempo de fin o de mutación de las religiones.
* Antepongo aquí una pregunta realizada al finalizar la conferencia, que tiene relación con este punto:
― Nos has dicho que estamos en una época post religiosa. ¿Crees que el cristianismo, las Iglesias cristianas tienen algún futuro? ¿Prevés que haya algún cambio fuerte en ellas? ¿Alguien se atreverá a dar un giro a los dogmas?
Ya he dicho que preveo un futuro incierto; el futuro nadie lo conoce de antemano, pero por los datos que tenemos y por la evolución que lleva la cultura se puede pensar que el paradigma tradicional de las religiones no tiene futuro, y tiendo a pensar que a medida que se extienda la Universidad espontáneamente irá decayendo el paradigma religioso.
¿Está la Iglesia dispuesta a tomar las decisiones pertinentes para esta nueva época? Diría que no mucho. Me parece que el Papa Francisco da muestras de un nuevo modelo no dogmático de Iglesia, pero al mismo tiempo con todas sus contradicciones.
No insiste tanto en la doctrina, pero su doctrina sigue siendo tradicional, y creo que habría que ir mucho más allá. En cualquier caso me parece que la Iglesia, por responsabilidad, debería fomentar esta espiritualidad desligándola al menos por principio de las creencias y dogmas tradicionales; la alternativa es la que he señalado antes, o aceptamos de buena gana hacer esta transición o, si no, se acabará desmantelando todo, pero otra cosa nacerá...
3. Voy a referirme a lo que pueda significar el fin del teísmo.
Decir post religioso es básicamente también decir post teísta, porque dios-theos (2) es un elemento que ha sido el eje vertebrador de las diversas creencias, ritos y normas morales vigentes en las diversas tradiciones religiosas en general, con excepciones como pueda ser el confucionismo, el taoísmo, el budismo más antiguo, el originario, que no pueden tal vez correctamente ser calificadas de religiones sino de filosofías o sabidurías
El fin del teísmo:
La palabra teísmo viene de dios, theos, y theos viene de una raíz indo-europea, theiz, que significa luz, resplandor, brillo. Sin embargo, esta palabra que significa resplandor y brillo es la palabra más equívoca y oscura de todas las que componen nuestros diccionarios. Su historia es tan compleja y contradictoria como la propia historia humana y como nuestro propio cerebro tan complejo. Comprendo muy bien que tanta gente diga no creer en dios tal como se lo han enseñado, o tal como lo siguen entendiendo, y tal como lo siguen entendiendo todavía la gran mayoría de los que se llaman creyentes:
Un señor omnipotente, bueno y justo, anterior y superior al universo, creador y regidor del cosmos, un ente supremo, distinto de todos los entes, de modo que dios y mundo serían dos, tú y yo.
Esta imagen tiene fecha de nacimiento. El teísmo, es decir, esa imagen de dios, se puede decir tiene fecha de nacimiento y es de creación humana.
Esas imágenes (está documentado por los últimos estudios de las ciencias, de las ciencias de la historia) se establecieron, surgieron en la cultura hace unos 5.000 años en Mesopotamia, el Oriente Medio, concretamente Irak. El Irak de hace 5.000 años, con sus templos, su numeroso clero, con sus divinidades, que explican la existencia del mundo y sirven para mantener el orden, para promover la bondad y para evitar el daño, el mal de unos contra otros, ese dios nació hace 5.000 años. Y ese dios hoy está en eclipse o está dejando de ser creíble, incluso para una buena parte de los creyentes tradicionales.
Esa palabra, Dios, con todas sus variantes, más o menos equivalentes, es la palabra más equívoca. Nadie lo ha dicho mejor que M. Buber (profundo creyente, filósofo, teólogo judío). En su libro «Eclipse de Dios» escribió:
«Si esta palabra Dios es, de entre todas las palabras humanas, la que soporta una carga más pesada, ninguna ha sido tan manoseada ni tan quebrantada. Por eso mismo no puedo renunciar a ella. Las diferentes generaciones humanas han destrozado esta palabra con sus divisiones religiosas, por ella han matado y han muerto, en ella están todas y cada una de las huellas de sus dedos, todas y cada una de las gotas de su sangre. Debemos estimar a los que no la admiten porque se rebelan contra la injusticia y el abuso que tan de buen grado se justifican con la palabra Dios, pero no podemos abandonar esta palabra y debemos redimir la palabra del abuso».
Pues bien, tampoco querría renunciar a esta palabra Dios, también me gustaría redimirla; personalmente es lo que trato de hacer, o incluso de enseñar. Pero no podemos redimir esta palabra con parches y remiendos. Hoy más que nunca debemos llegar en cuanto podamos hasta el fin de esa llamada bíblica que dice «no te harás ninguna imagen de Dios», y seguir radicalmente el principio radical formulado por san Agustín: «Si comprendes no es Dios, aquello que comprendes no es Dios, aquello que imaginas no es Dios».
Y esto en el fondo lo han dicho los grandes místicos. Por ejemplo, san Juan de la Cruz, que al final se queda para decir Dios con el término «nada». Antes de él, el gran místico el Maestro Eckhart (1260-1328).
En ese sentido los ateos nos ayudan. Escuchemos a los ateos, a los grandes ateos de siempre, a los grandes «maestros de la sospecha». Los ateos tienen razón cuando niegan lo que niegan acerca de Dios, o tienen razón al menos cuando niegan el dios que niegan.
Tiene razón Feuerbach cuando niega a dios en cuanto proyección de los atributos y de las carencias humanas, de la grandeza y la impotencia, de la dignidad y la miseria humana...
Tiene razón Marx cuando denuncia a dios como legitimación del poder y de las desigualdades, como justificación de la injusticia, como consuelo inhibidor de la energía revolucionaria, como esperanza alienadora de la acción, como opio alienador...
Tiene razón Freud cuando desenmascara a dios como deseo infantil narcisista, como ilusión de omnipotencia, como super yo neurotizante...
Tiene razón Nietzsche cuando anuncia la muerte de dios como constructo humano, como fundamento exterior de nuestro ser, como ley moral opresora, como creación humana que somete y que cercena nuestra libertad de ser y de crecer...
Ese dios-theos, teísta, no existe, el dios a imagen humana no existe, el dios que sabe, puede y posee todo, un dios que piensa, proyecta, prevé, ordena y prohíbe, juzga, premia y castiga, se ofende y perdona, un dios que revela sus designios a quien quiere y cuando quiere, se oculta, que interviene y deja de intervenir, no existe. Un dios que se habría encarnado hace justo 2.000 años solamente en un judío en nuestra especie homo sapiens, en una historia de 13.700 millones de años, de este universo, ¡quién sabe cuántos haya! Ese dios que se ha encarnado en esta Tierra, en un pueblo, en una cultura, en una especie humana en evolución, porque todo sigue en evolución, nosotros hoy no lo podemos entender.
Ese dios se comprende. Luego, como decía san Agustín, no existe: «El dios que comprendes no existe».
De hecho, está desapareciendo la creencia en este dios.
4. Voy a desarrollar que esta crisis de la religión y del teísmo viene de lejos.
En realidad, no estamos inventando nada, no nos creamos el ombligo de la historia.
Pero antes de decir eso me gustaría apuntar también, a modo de inciso, porque puede prestarse a malentendidos el afirmar que estamos al final de la religión, que los tiempos religiosos eran cosas del pasado, que la espiritualidad es post religiosa. ¡De acuerdo! Pero no podemos olvidar que si las religiones surgieron y perduraron es porque tenían alguna función en la evolución humana y en la evolución cultural. Es la ley de la evolución de la vida: cualquier forma que surge y prospera y pervive responde a una necesidad. Si la religión ha surgido y ha pervivido durante 5.000 años, digamos, es porque respondía a una necesidad humana profunda. Por esto no se puede minusvalorar la historia de las religiones con sus enormes sombras, ¡sí!, como todo, pero han respondido a una necesidad humana profunda. Y el hecho de que todo su soporte imaginario y conceptual esté en crisis no significa que podamos olvidar.
Dicho esto, el paso a una espiritualidad post religiosa no lo estamos dando nosotros por primera vez, no somos los primeros protagonistas de la crisis y del desmontaje de la religión; eso viene de antes. Y eso viene en especial porque ese proceso se ha dado en cada una de las religiones. Por eso todas las religiones prácticamente han nacido como reforma de formas anteriores, es decir, como producto de una crisis de un sistema o de una institución previa.
Escribe W. Pannenberg (1928-2014): «Las religiones colapsan cuando pierden su poder de inspirar», y esta pérdida del poder de inspirar se da en el seno de todas las religiones, igual que en el seno de todas las ideologías y en el seno de todas las instituciones y estructuras humanas. Pues en el seno de las religiones, que son un fenómeno cultural fundamental, también. Llega un momento en que algunas de sus formas ya dejan de inspirar; entonces esa religión colapsa y nace otra religión, o nace una espiritualidad, como creo que se está dando hoy, trans o post religiosa.
Y esto está sucediendo desde la modernidad. Y antes, desde el renacimiento. Y antes, desde todas las alianzas que las instituciones religiosas han llevado a cabo con el poder. Y antes, en nuestra tradición cristiana, Jesús. ¡Qué fue Jesús sino un profeta que puso en tela de juicio la institución religiosa de la que él se había nutrido y estaba empapado! Pero sin embargo no le bastaba, como institución, como sistema de poder.
Y antes de Jesús hay una época, que K. Jaspers ―(1883-1969) psiquiatra y filósofo alemán― a mediados del siglo XX denominó «tiempo axial o tiempo eje», que se extiende aproximadamente desde el siglo VIII al siglo V a. c. En ese tiempo se dio un fenómeno muy extendido geográfica y culturalmente en que entraron en crisis, se pusieron en tela de juicio las sistematizaciones, configuraciones de creencias y de normas morales de las tradiciones antiguas:
Miremos a China. Encontramos en esa época, siglo VI a. c., a Confucio y a Lao-Tse o Laozi. Confucio se aleja de la religión, deja las divinidades y se inclina por una ética política humanista. Laozi deja de lado las creencias y ritos religiosos y se dedica a la búsqueda de una armonía mística personal y cósmica.
Miremos a la India. Buda y Mahavira entran en conflicto personal con el sistema de creencias y de hábitos hindúes, pierden el interés por las creencias y los dioses, y abren el camino hacia la liberación interior: para superar el sufrimiento Buda, para superar toda violencia Mahavira.
Miremos a Persia. Zoroastro es el primero en buscar profundamente una fe ética en un solo Dios más allá de cualquier representación de las diferentes divinidades, e incluso del único Dios. La única representación de la divinidad para Zoroastro es el fuego, que es la constante transformación de todas las formas.
Miremos a Israel. Es la época de los profetas: Amos, Isaías, Jeremías... que se levantan contra una religión hecha de ritos y de palabras, y que gritan en voz alta contra el templo y el palacio, y que dicen: «Libera a los oprimidos, comparte tu pan con los hambrientos, y acoge en tu casa a los desafortunados sin asilo; entonces tu luz brillará como el amanecer y la gloria del Señor te acompañará».
O miremos a Grecia. Una gran cantidad de filósofos combinan racionalidad científica y la perspectiva mística: Tales, Heráclito, Pitágoras, luego Sócrates, Platón, Aristóteles... Al mismo tiempo aspiran a un ideal democrático en una polís secular.
Mística, democracia, espiritualidad laica: son los grandes cambios o grandes aspiraciones que toman forma en ese «tiempo eje». Se puede decir que lo que se anunció y prefiguró en esa época, de alguna manera todavía local, hoy se está extendiendo. La superación de la antigua religión hacia una ética y hacia una mística es lo que está teniendo lugar hoy; 2.500 años después nos encontramos plenamente inmersos en esa corriente, y esta vez es a nivel planetario global.
El futuro no está escrito, pero todo sugiere que la difusión de una misma cultura científica y universitaria tendrá los mismos efectos básicos en todas partes. No olvidemos que en nuestro occidente solamente un 50%, aproximadamente, de la población tiene un grado universitario y que en el resto del planeta es sólo en torno al 7% quienes tienen un grado universitario; imaginemos lo que pueda pasar cuando la mayoría de la población pase por la universidad y se les cambie la imagen del universo, del mundo y de la evolución de la vida.
Bien, en este punto quería señalar esta espiritualidad trans o post religiosa y post teísta; no la estamos inventando nosotros por primera vez, que se da en el seno de toda religión y que se dio de una manera muy especial en esa época crucial de la civilización, en la historia de la civilización y la cultura que es el llamado «tiempo eje o axial», hace unos 2.500 años.
5. Paso ahora a apuntar en este punto la necesidad que tenemos en esta época de rescatar lo esencial, pero no exclusivo, de las religiones. Lo esencial y no exclusivo.
Pero ¿qué es una religión? (3)
Las definiciones son múltiples y se pueden seguir proponiendo nuevas, no entro en eso.
Una pista de lo que pueda ser lo esencial de las religiones nos lo da la etimología. ¿Qué es lo esencial de las religiones según la etimología? Se han propuesto tres etimologías diversas sobre el término religión, que no es un término griego; no es un término, menos aún, hebreo; es un término latino, cuya etimología también es discutida.
Tres etimologías:
La primera propuesta sobre este término es la de Cicerón (cien años aproximadamente antes de Jesús); para él religio vendría de re-legere, es decir, de re-leer o re-coger, agrupar, observar algo, prestar atención, mirar de cerca algo. De modo que, según eso, la religión sería ese sentido último y unitario de la realidad mirada de cerca en actitud de respeto y de atención.
Segunda etimología de un pensador, teólogo, filósofo cristiano, san Agustín (s. IV-V): para él religio viene de re-eligere, es decir de re-elegir; en resumen, se puede decir que para san Agustín la religión es cuestión del deseo profundo que a uno le mueve, es lo que eliges, qué es lo importante para ti, qué es lo valioso para ti. La religión tendría que ver pues, según esta etimología, con tu opción profunda, con tu opción última.
Y tercera etimología, la propuesta por el filósofo cristiano pagano, convertido al cristianismo, Lactancio (s. III-IV), que es la etimología que se ha difundido como convencional y general, religare, religio, vendría de religare, religar. ¿Qué es religión? Se suele decir, religación. Religación con uno mismo, religación con todo lo que es, religación con la realidad última o Dios.
En resumen, según la etimología lo esencial del fenómeno religioso, de toda religión, sería una atención profunda a la realidad, la opción última y deseo último donde tu razón te lleva al final, y la religación o la comunión con todo lo que es.
Es decir, se podría decir que lo esencial, no exclusivo, de las manifestaciones religiosas diversas es el aliento, el respiro, la atención, el silencio, el desapego, la comunión con todo lo que es, re-legere, re-eligere, re-ligar. Eso es lo esencial. Y que todo lo demás es secundario. Y eso no es exclusivo. Eso esencial de las religiones no es exclusivo de las religiones. Y lo exclusivo de las religiones, como pueden ser las creencias, los ritos, las normas morales características, no son lo esencial en las religiones.
De modo que lo esencial de las religiones es trans religioso. Creo que es decisivo este punto de vista. Y eso esencial no exclusivo de las religiones es lo que no desaparecerá, creo que no desaparecerá. El Espíritu que nos habita, el Espíritu que habita y que late en el corazón de todo, desde el átomo, el trocito de piedra, o la planta, o el pájaro, o cualquier animal, o cualquiera de nosotros, eso sigue latiendo, eso vive. Esa aspiración última al infinito, o esa sabiduría de vida, esa admiración hecha de respeto, eso pervive; esa sensación de comunión con todo lo que es, eso ha de pervivir.
De modo que lo esencial y no exclusivo de las religiones, podríamos decir, es la espiritualidad, una espiritualidad más allá de las religiones.
6. Volviendo al principio, para afirmar por qué esta época nueva de espiritualidad post religiosa la califico también de post atea, más allá de la religión y del ateísmo.
Puede ser discutible esta forma de hablar, pero me explico:
Vivir y decir Dios más allá de dios, más allá de dios como constructo y como concepto, como significado (más allá de theos, del teísmo).
El Espíritu nos llama, el Espíritu que nos habita en lo más hondo nos llama a una espiritualidad trans teísta, liberada de toda representación de dios como entidad distinta del mundo.
¿Significa eso que hemos de renunciar al término Dios? Hemos visto que Buber optaba por redimir la palabra.
Bonhoeffer, que a los 37 años, en 1943, por haber participado en un complot contra Hitler fue detenido y ejecutado en la cárcel, en sus reflexiones en la cárcel, tiene esta formulación que me parece decisiva, que después no ha sido seguida por la teología y por las Iglesias, pero que me parece que es urgente. Dice: «Vivir ante Dios sin dios». Me identifico con eso: «vivir ante Dios sin dios». Pero qué quiero decir al decir Dios, ante Dios, es lo que voy a apuntar:
Creo que necesitamos redescubrir a Dios ―quien sienta necesidad de seguir utilizando esta palabra; yo, de alguna forma y profundamente, siento esa necesidad―, pero redescubrir el nombre y la palabra de acuerdo con la realidad, más allá de todo nombre y de toda palabra. Dios no para explicar nada, ni para fundar nada, ni para legitimar nada, sino simplemente el nombre del Misterio donde se puede descansar y respirar sin fondo.
Y podemos, a mí me parece importante, reinventar nuevas metáforas para decir lo Indecible, el nombre del Misterio donde se puede descansar y respirar sin fondo.
Apunto unas cuantas metáforas: «llama de la vida»; «todo y nada»; «hondo, alma, conciencia íntima y transpersonal de todo lo que es». Por lo tanto, más allá del teísmo corriente y más allá también del mero ateísmo que lo niega con razón, pero que sólo lo niega. «Así Dios podría ser un simple nombre común, por lo tanto creado de la creatividad increada»; «una torpe manera de decir el Infinito»; «o el Misterio Innombrable»; «el Aliento o el Espírito que crea y mueve todo»; «el Fondo de lo real»; «el Ser y el poder Ser de todo cuanto es»; «el presente, en su doble acepción: el presente del hoy aquí, y el presente regalo, donación, don, todo es don, el mundo es, y todos venimos de más allá de nosotros, nadie se ha hecho a sí mismo/a, donación»; «fuente, mansedumbre, poder-ternura, el poder de la ternura, vacío, plenitud, nada, todo, el ser o el corazón indiviso de todos los seres, que se revela y es en todo lo que es»; «Dios como Misterio oscuro y sensible»; «Dios como una entraña materna que engendra y da luz a todas las formas»; «llama de la conciencia universal, de la que todos los seres son chispas, chispitas del mismo fuego sin forma»; «el Misterio sin nombre»; «el Fondo sin fondo de que, de lo que todo viene»; «en el que somos, en la que somos, en lo que somos, nos movemos y vivimos».
Decir Dios sería decir lo que es, lo que hace ser y lo que somos, y lo que en nosotros nos hace ser unidos a todo lo que es, y uniéndonos a todo lo que es, para recrearlo todo.
7. Un mero apunte para decir que esta espiritualidad para hoy, libre de todo aquello que como forma ya no sirve porque ya no inspira, creo que es urgente.
Es urgente que la Iglesia, las Iglesias dejen sus formas, sus doctrinas religiosas tradicionales, para convertirse en Iglesia profética y mística para unos tiempos post religiosos, que son también tiempos post seculares. Y para ser la fraternidad que soñaba Jesús, aunque nunca pensó en ninguna forma de iglesia futura.
Y es urgente que nuestra sociedad post religiosa recupere su aliento, es urgente que nuestra sociedad redescubra la espiritualidad, la espiritualidad de la hondura humana, la espiritualidad de la cualidad humana profunda, la espiritualidad de la sabiduría vital, la espiritualidad de la mística de la comunión, del inter-ser de todo y de cada uno y cada una de nosotras con todo-lo-que-es.
La espiritualidad de eso que ...Hartmut Rosa, en un reciente libro, llama resonancia, la espiritualidad de la resonancia. ¡Porque todo habla, todo! Todo lo que es desde el fondo de nosotros y de todo lo que nos rodea habla, suena, resuena, vibra. Algo nos dice: escucha, acoge, resuena a lo que te dice, a lo que es, a lo que te llama.
Espiritualidad de la resonancia que el autor propone como única alternativa hoy a la aceleración desmesurada y asfixiante que nos arrastra, que estos días ante nuestros ojos inquietos está entrando una crisis radical a tal sistema a causa de un minúsculo virus submicroscópico, que está zarandeando todo el orden planetario.... Es urgente volver a unirnos con el aliento y respiro que nos anima. Están en juego la justicia y la paz, el futuro de la humanidad, la armonía con la comunidad de todos los vivientes de la Tierra.
En la época de enormes amenazas y de grandes oportunidades si sabemos respirar este aliento que habita en nosotros y nos mueve a todos, nos enfrentamos a una opción verdaderamente histórica, más crucial que todas las opciones hechas hasta hoy por el Homo sapiens, incluso por el género homo: o bien nos decidimos a estar a la altura, a dar un salto adelante con este pequeño cerebro hacia una conciencia mucho más amplia, a la altura de toda la comunidad y todo lo que es, o si no nos perdemos a nosotros mismos y amenazamos la convivencia de toda la comunidad, de los vivientes. Y aquí creo que la espiritualidad es esa hondura de la humanidad, de cada ser humano que nos permite respirar y ensanchar el respiro.
Preguntas:
― ¿Es importante el sentido comunitario para la espiritualidad?
Para la espiritualidad más allá de los marcos institucionales es importante, es vital algo que es constitutivo, inherente al espíritu, al aliento que es compartido... compartimos el aliento vital con todos los seres vivientes, con todos los cercanos y con todos los más lejanos. Y formas de esta dimensión comunitaria, del espíritu, del respiro o del aliento vital supongo que será en formas no tan rígidas como han sido hasta ahora, pero es importante que fomentemos este sentido de pertenencia... Nuestra manera de hacer meditación, de vivir la espiritualidad, respirar, de hacer silencio, es importante que compartamos...
― A veces nos vemos como israelitas en el desierto añorando las ollas de Egipto, a veces tomamos conciencia del alto precio de la libertad, de la emancipación de dioses, reyes y jerarcas. ¿Cómo hacer más liviana la nostalgia de la religión, la «seguridad» de la providencia divina?
Efectivamente esa sensación de atravesar un desierto donde no hay un camino trazado, «caminante no hay camino», «estelas en el mar», es característico de este tiempo, que es tiempo de transición, de éxodo, de salir y, por lo tanto, de hacer el propio camino mientras caminamos por ese desierto o atravesamos ese mar.
Creo que es importante recuperar la capacidad para afrontar y asumir la incertidumbre. Diría que la búsqueda de seguridad sigue siendo un peligro. Es una necesidad, y hay que valorar también esa necesidad de seguridad. Tenemos necesidad de unos marcos de seguridad, tenemos necesidad de confiar, pero la enseñanza, la llamada, el desafío de la espiritualidad creo que nos exige más bien desarrollar en nosotros esa capacidad para afrontar la incertidumbre y el desierto.
Estoy pensando en Habermas. Es verdad que cuando los marcos tradicionales que han sostenido el sentido y la conducta, la ética, por ejemplo, cuando han desaparecido estos marcos, cuando están en crisis, se crea un vacío. Y ese es un gran desafío de nuestros tiempos.
Habermas, que ha sido muy crítico con la religión, se ha reorientado a una revalorización del hecho religioso como una especie de necesidad, como una especie de necesidad en este tiempo de desorientación y de perplejidad y de incertidumbre donde todos los valores y todos los sistemas caen. Entonces, ¿sobre qué nos mantenemos en pie? No hay tierra firme. ¿Y sobre qué justificamos una solidaridad y una ética y un respeto? Ese es un gran desafío al que la juventud de hoy y todos nosotros debemos hacer frente y buscar una salida, pero no podemos volver al pasado. ¡No! No podemos volver a legitimar y fundar nuestra ética y nuestra solidaridad, por ejemplo, o simplemente nuestra paz personal y colectiva, en unas instituciones, en unos sistemas religiosos.
Tendremos que desarrollar entre todos una sabiduría del silencio, lugares de silencio, aprendizajes de silencio, de respeto, de acogida, aprender a gozar con el bien del otro, aprender a descansar. Todos esos son aprendizajes que traerán consigo, sin necesidad de fundamentos y soportes exteriores, el desarrollo de una ética profundamente humana y universal...
El gran desafío es ensanchar nuestra conciencia... Nos estamos jugando en la historia del homo sapiens la imaginación para la creación de este nuevo paradigma cultural, trans religioso pero profundamente espiritual, que al mismo tiempo sea profundamente político, comprometido, que no es otra cosa sino comunitario...
Estos aprendizajes están en nuestra mano. Es importante esta búsqueda espiritual, del aliento del descanso y de la paz profunda. Y son tiempos para volver a entrar cada uno en lo hondo de su mirada, de su deseo, de su ser.
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- Llamamos técnicamente «religión» a la configuración socio-institucionalizada que la religiosidad (espiritualidad) constitutiva del ser humano adoptó en la edad agraria, configuración que ha fungido como sistema fundamental de programación y de autocontrol de las sociedades agrarias neolíticas. Derivadamente, llamaremos técnicamente «religional» a lo relativo a esta «configuración socio-religiosa propia del tiempo agrario o neolítico»
«Comisión Teológica Internacional de la Asociación de teólogos/as del tercer mundo» (EATWOT) - Definiré a dios-theos utilizando las propias frases de Arregi que surgen a lo largo de esta conferencia, para evitarme buscar otros textos de autores que en este siglo definen y ahondan en el teísmo ―en el dios-theos, teísta―:
«Las divinidades, y el dios único como ente supremo. Un señor omnipotente, bueno y justo, anterior y superior al universo, creador y regidor del cosmos, un ente supremo, distinto de todos los entes, de modo que dios y mundo serían dos, tú y yo».
«Un único dios, un dios personal que elige a un pueblo en vez de a otro, que se revela a unos, que habla cuando quiere, que responde cuando quiere, que interviene cuando quiere, que cura a unos y no cura a otros, que se encarna en este mundo como si fuese un dios desencarnado exterior, creencias del karma, creencias de la reencarnación, del ciclo de rencarnaciones sin fin, la revelación del Corán a través del ángel Gabriel a Mojama, la vida eterna, acumulación de méritos, juicio final, cielo-infierno, recitación de mantras».
«Una divinidad preexistente que ha creado el mundo de la nada en un pasado remoto, o que interviene en él cuando quiere, que realizará un fin del mundo con un juicio final, con un cielo y un infierno».
«Dios-theos, a imagen humana, el dios que sabe, puede y posee todo, un dios que piensa, proyecta, prevé, ordena y prohíbe, juzga, premia y castiga, se ofende y perdona, un dios que revela sus designios a quien quiere y cuando quiere, se oculta, que interviene y deja de intervenir. Un dios que se habría encarnado hace justo 2000 años solamente en un judío en nuestra especie homo sapiens, en una historia de 13.700 millones de años, de este universo, ¡quién sabe cuántos universos haya!, dios que se ha encarnado para redimirnos y salvarnos en esta Tierra, en un pueblo, en una cultura, en una especie humana en evolución, porque todo sigue en evolución». - * Repito lo que ha dicho en el 1º punto:
Un sistema de creencias, de ritos y de normas morales ―siempre individuales y colectivas a la vez―, un sistema de creencias, ritos y normas referidas a una realidad última, se le dé el nombre que se le dé, o no se le dé ningún nombre.
Llamo religión a un sistema de creencias referidas a una realidad última, creencias, ritos, normas.
* Leer también la Nota 1