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Extractos - Leo Hartong

Santos, pecadores, buscadores e iluminados

Por Leo Hartong

Sólo existe un gurú, siempre presente. Todo el universo es su ashram.
No hace falta ningún camino que conduzca hasta aquí.
No hace falta meditar porque todo es sagrado. No hace falta encontrar aquello que nunca se ha perdido.

Leo Hartong

Si has llegado hasta aquí y sigues leyendo, existen buenas posibilidades de que seas un buscador. Muchos buscadores creen realmente querer encontrar la verdad y que esta verdad los hará libres. El hecho es que la mayor parte de las veces ya han decidido cómo debe ser esta verdad. Para comenzar, existe a menudo la creencia de que es algo objetivo y alcanzable. Luego viene la presunción de que existe un camino que lleva a la verdad, a la libertad, a la iluminación o a la Autorrealización, y que este camino puede serle mostrado al buscador por un maestro iluminado.

La iluminación se alcanza siguiendo ese camino, o al menos uno así lo espera.

En el mercado espiritual encontramos múltiples caminos para elegir, y el buscador normalmente va de compras hasta que encuentra uno que le agrade. El Maestro Eckhart, místico cristiano alemán que vivió de 1260 a 1328, tiene esto que decir sobre este tipo de caminos:

Todo aquel que busque a Dios siguiendo un camino en particular acabará dominando el camino y perdiendo a Dios, que está escondido en el camino. Sin embargo, todo aquel que busque a Dios sin seguir ningún camino en particular lo encontrará tal como Él es... y Él es la vida misma.

La mayoría de estos caminos tienen que ver con restricciones, disciplinas y, de una manera o de otra, con ser buenos. No está muy claro cómo es posible que restricciones y disciplinas puedan llevar a la libertad, pero, de cualquier manera, el buscador cree que, al seguir con diligencia el camino elegido, sus esfuerzos le están haciendo acumular méritos. Méritos que deberían calificarlo para una promoción cósmica. Se espera que Dios, o cualquiera que sea el nombre que uno tenga para referirse al absoluto, recompense todos esos esfuerzos, sea apareciendo ante el buscador o concediéndole un grandioso "acontecimiento" final en el que la verdad le es revelada. Esta revelación es, o tendrá como resultado, la iluminación. La iluminación, en este escenario, es considerada el más deseable de los estados. Ella debería liberar al buscador de todos sus problemas vitales y transformar su personalidad, produciendo pensamientos puros, buenas acciones, amor resplandeciente y un estado de dicha eterna.

Normalmente el buscador quiere encontrar un maestro que pueda proporcionarle esa experiencia. Este "ser iluminado" debe ser no sólo un maestro sino también un santo. La lista de características que los buscadores desearían encontrar en un gurú refleja este hecho, ya que incluye todo tipo de cualidades tales como bondadoso, compasivo, paciente, ascético, vegetariano, carismático, etc. Preferiblemente, el maestro tiene el pelo blanco, viene de Oriente, se viste con ropas exóticas y tiene una presencia que transmite una cierta vibración mágica.

A aquellos buscadores que aún no han cerrado este libro bastante disgustados, debo admitirles que el cuadro que he pintado es unidimensional. El buscador sincero parece poner toda su energía y dedicación en su búsqueda. Digo "parece poner", porque en el momento en que se "encuentra" lo que se busca se descubre que nunca hubo realmente un buscador, que aquello que parecía ser el buscador era lo que de hecho se estaba buscando. Es como jugar al escondite con uno mismo. El buscador y el descubridor, el maestro y el discípulo son todos apariencias de un único Ser, de un único Yo.

Al encontrar tu verdadero maestro, es posible que te sientas emocionalmente sobrecogido; pero, en realidad, es el Yo que encuentra al Yo. Cuando se produce una conexión de este tipo, la fuerza que se transmite está tanto en el buscador como en el maestro. Es como dos llamas reconociendo que son el mismo y único fuego. La manifestación de esta energía que se da en la interacción de discípulo y maestro es algo que —como enamorarse— ocurre espontáneamente, y no es algo que suceda después de haber estado persiguiendo ciertas ideas fijas que uno considera verdaderas.

Esto no quiere decir que tienes que esperar un acontecimiento así. El verdadero maestro es la vida misma. La invitación para ver el Ser se está realizando en este preciso instante, y la guía de un maestro formal, aunque pueda servir de ayuda a muchos, no es necesaria. No hay reglas fijas con respecto a cómo debería producirse la Iluminación. El problema con las nociones preconcebidas sobre el tan deseado santo grial de la verdad y sobre el envoltorio en el que este grial debe ser entregado es que estas nociones impiden que el buscador vea que la liberación que busca está siempre totalmente presente e instantáneamente disponible. Dice Ramana Maharshi:

No hagas ningún esfuerzo por avanzar o por renunciar; el propio esfuerzo es una esclavitud.

En lugar de ver directamente aquello que es, el buscador continúa esperando un acontecimiento de iluminación futura, sin admitir que él ya está —y siempre ha estado— en su verdadero hogar. Muchas veces intenta imaginar cómo debe ser alcanzar esa comprensión final en la que Dios y el universo le revelan sus secretos. Al hacerlo, pasa por alto el hecho de que su mente es también una manifestación de este universo y, como tal, no está capacitada para comprenderlo.

Como muestran las siguientes citas, incluso los mejores entre nosotros pueden enredarse en suposiciones sobre el absoluto:

Einstein: Dios no juega a los dados.
Einstein: Dios no es malicioso.
Bohr:* Einstein, ¡deja de decirle a Dios lo que tiene que hacer!

El abandono de nuestras expectativas en beneficio de una disponibilidad para aceptar simplemente aquello que es puede crear un vacío que podría llenarse con alternativas sorprendentes. Por ejemplo, podríamos reconocer que el encontrar no proviene de la búsqueda sino que se trata de algo que es revelado cuando se abandona la búsqueda; que nuestras queridas creencias pueden ser desenmascaradas y reconocidas como obstáculos conceptuales; que las prácticas espirituales pueden resultar ser una manera de evitar una visión directa del centro mismo de todas las cosas. Esta visión directa pondrá en evidencia la existencia de un buscador separado que piensa llegar a su "destino-iluminación" en algún momento futuro. Por consiguiente, la búsqueda y el buscador son ambos aniquilados cuando se produce el descubrimiento de que uno ya está en casa.

Al buscador exhausto le diría: "Abandona tu búsqueda y abandona tus conceptos. Deja de buscar tu propio trasero. Siéntate y relájate".

Dejar de aferrarte a tus ideas preconcebidas puede hacer que de repente tu atención abandone el horizonte lejano que observas a la espera de un gran acontecimiento, y pueda revelarte la maravilla que existe delante —y detrás— de tus propios ojos. Al dejar de aferrarte puede que te abras al más improbable de los maestros, e incluso que te encuentres ante su presencia.

Que quede claro que la Conciencia Pura es todo lo que existe, y que cualquier idea de un maestro "fuera" sólo existe desde la perspectiva de un buscador ilusorio. Por consiguiente, los verdaderos maestros no se consideran a sí mismos maestros en absoluto, pero saben que tú sí te consideras discípulo. Te dirán que eres Eso; y cuando respondas "sí, pero ... ", te repetirán la misma verdad o te dirán que te relajes, que barras el suelo o que te quedes en silencio; o, quizá, serán ellos los que se queden en silencio. Digan lo que digan, hagan lo que hagan, lo más probable es que no sean como tú los habías imaginado.

¿Puedes imaginar a un maestro dueño de un estanco, fumador y viviendo en una gran ciudad, al borde del barrio de las prostitutas? Pues bien, ha existido un maestro así. Este dueño de estanco, que por lo visto tenía un temperamento de mucho cuidado, cuidaba a sus hijos y recibía buscadores de todo el mundo. Se comunicaba con ellos a través de intérpretes y traductores aunque parece que podía hablar inglés. El lector puede que ya haya reconocido a Sri Nisargadatta Maharaj, uno de los maestros espirituales más respetados del siglo XX. Éste es un diálogo entre un buscador y Sri Nisargadatta Maharaj:

Buscador: Me han dicho que una persona iluminada nunca hará nada impropio. Que siempre se comportará deforma ejemplar.

Sri Nisargadatta Maharaj: ¿Quién es el que da el ejemplo? ¿Por qué un iluminado debería necesariamente seguir las convenciones? Cuando uno se vuelve previsible, ya no puede ser libre. (1)

¿Y qué decir de su discípulo Ramesh Balselkar? Es un tranquilo padre de familia que recibe en su propia casa de Mumbai (no en un ashram) a los buscadores que vienen a verlo de todos los rincones del planeta. Ramesh es gerente de banco jubilado [ya fallecido] y es un maestro iluminado que escribe sobre el tema de la no-dualidad y el Advaita. Esto es lo que dijo un día sobre sus enseñanzas:

Si has aprendido algo aquí, estupendo. Si no, estupendo. Si algún tipo de cambio se va a producir a causa de ello, deja que ocurra. Si la comprensión, sea del nivel que sea, tiene algún valor, alguna importancia, se desarrollará por sí misma. "Nadie" puede hacerlo en su lugar. (2)

Otro maestro que me gustaría mencionar es el británico Tony Parsons. Es una persona accesible, (extra)ordinaria y amistosa que prefiere compartir lo que él llama "La Presencia" a impartir enseñanzas desde una posición de autoridad.

Incluso ahora, mientras escribo estas palabras, puedo escucharlo decir: "No hay aquí ninguna persona que comparta algo. Lo único que hay es Presencia. Ella es de lo que se trata; Ella es Eso, Ella es La Amada". Tony nos despoja de todas esas creencias acerca de la existencia de un acontecimiento futuro llamado Iluminación que uno debiera perseguir, y nos invita a ver directamente aquello que es. En su libro As It Is dice:

Esto es de lo que se trata, y eso es todo. Abandona la búsqueda de algo que está por venir y enamórate, enamórate profundamente de la Presencia de Aquello que Es. Aquí, aquí mismo, se encuentra todo lo que siempre has deseado. Es simple, común y corriente, y majestuoso. Ves, ya estás en tu hogar. (3)

El último maestro que quiero presentar aquí, y uno que definitivamente no encaja en el estereotipo de maestro-santo, es Wayne Liquorman, autor y editor americano discípulo de Ramesh Balsekar. Wayne nunca ha intentado ocultar su pasado de alcohólico. Incluso se refiere a sí mismo en esa época como un cerdo que siempre quería más —más bebida, más drogas, más sexo— más, más. Y más nunca fue suficiente. Un día despertó y la sobriedad le vino de golpe. En sus propias palabras:

Después de una borrachera de cuatro días me vino un momento en el que tuve la certeza absoluta de que esa fase de mi vida había terminado. Es como si se hubiese accionado el interruptor. La obsesión había desaparecido. No hacía falta ofrecer resistencia o hacer algo. Se había ido. Y lo que había quedado asombrosamente claro es que no había sido yo el que lo había logrado. Y si no había sido yo el que lo había hecho, la pregunta pasó a ser: "¿Qué es lo que me ha hecho esto?". Si yo no soy el dueño de mi destino, ¿quién o qué lo es? Ése fue el momento en el que metí la cabeza en la boca del tigre, las mandíbulas se cerraron, y ya no había por donde escaparse. Me convertí en buscador. (4)

Si vieras a Wayne hoy en día, te encontrarías con un hombre de gran tamaño, con una gran sonrisa y un gran sentido del humor. En su libro Acceptance of What Is nos dice lo siguiente sobre los buscadores que acuden a él:

Muchos vienen a verme y si lo que digo encaja con lo que ya saben y creen que es verdad, dicen: "Este tipo realmente sabe de lo que está hablando, ¡es un gran tipo!" (risas). Y si lo que digo no encaja con lo que ya saben o creen que es verdad, dicen: "Este tipo no tiene ni idea", y siguen su camino. (5)

Estos maestros poco convencionales no son exclusivos de nuestros tiempos. Como señala un poema atribuido a Shankara, filósofo hindú del siglo VIII considerado el padre del Advaita Vedanta:

A veces desnudos, a veces locos,
a veces como eruditos, a veces como ignorantes,
así aparecen sobre la tierra
¡los hombres libres!

Cuando leemos acerca de los antiguos maestros del zen y del taoísmo nos podemos encontrar con algunos tipos bastantes rudos. Algunos de ellos abofeteaban a los discípulos, se emborrachaban, blandían el bastón e incluso eran capaces de sacar del templo una estatua de madera del Buda para hacer una fogata con ella en una noche fría. Esto no quiere decir que los maestros más bribones sean los únicos maestros verdaderos, ya que esto no sería más que otro intento por crear un estereotipo que los maestros deberían seguir. Tampoco quiere esto decir que un maestro no pueda ser un santo, sino más bien que no necesita serlo —un maestro puede ser un soldado, un ama de casa o un hombre de negocios. Si se abandonan las expectativas con respecto a la verdad que uno busca y acerca de los maestros que "saben", uno puede encontrar un inesperado tesoro en el propio patio trasero de casa. Aceptar que los maestros son simples seres humanos y no superhombres hace que te sea más fácil aceptarte tal como eres. Ayuda a reducir las expectativas poco realistas que tienes acerca de los maestros y acerca de aquello en lo que crees que debes convertirte. Tu verdad y tu libertad se encuentran en el camino por el que vas ahora mismo, se encuentran en la aceptación de aquello que es. Rumi dijo:

No te fijes en mi forma externa, simplemente toma lo que está en mi mano.

Así pues, ¿qué es lo que te estamos ofreciendo aquí? ¿Qué es exactamente lo que hay en esta mano? ¿Es algo que podamos percibir, recibir y agarrar o, al menos, algo que podamos comprender?