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Extractos - Sri Nisargadatta Maharaj

El Conocimiento y la Realización del Sí Mismo

( Segunda Parte )
Por Sri Nisargadatta Maharaj Editado por Jean Dunn Versión PDF

El Lila de Dios

Nisargadatta Maharaj

El juego es natural a Dios, y nuestras experiencias son conocidas como el Lila (el juego) de Dios. Sin previo aviso, repentinamente tenemos un sabor de nuestro propio ser; salvo esta única experiencia, no tenemos conocimiento de la naturaleza del Sí mismo. Pero incluso esta pequeña experiencia nos está oculta. Nos vemos obligados a realizar una serie de actividades y experiencias: que soy un homo sapiens, que soy un cuerpo, que mi nombre es tal y cual, esta es mi religión, este es mi deber, etc. Una acción sigue a otra, y no hay descanso, ni escapatoria; tenemos que ver a través de ellas, trascenderlas. Esto continúa inevitablemente, hasta que, por casualidad, pierde todo su encanto y buscamos el tesoro espiritual.

Si se indaga sobre el propósito de todo esto, obtenemos diferentes respuestas de diferentes personas. Algunos afirman que se debe a las acciones de millones de vidas anteriores ― pero nadie tiene la experiencia directa de esas vidas pasadas; es obvio que se trata de una ficción.

Deslumbrados por los ingeniosos inventos y descubrimientos de los científicos, algunos basan su interpretación en hechos empíricos y los ofrecen como explicaciones, pero el sabor repentino de nuestro propio ser no puede interpretarse de esta manera. Cuando al mundo se le llama Maya o ilusión, se le condena a ser miserable; cuando se le llama «juego de Dios», ¡se vuelve grandioso! En realidad, los hechos son lo que son. ¿Quién es el receptor de la elevada designación, que confirma la inutilidad de la condena? ¿Quién es Él? ¿Qué nombre debemos dar-Le según la experiencia de primera mano?

Que tenemos experiencias es un hecho; otros nos cuentan sus experiencias, recibimos información sobre relaciones e instrucciones para la realización de actividades, y organizamos nuestro comportamiento acordemente. Alguno de estos guías nos inicia en lo que se dice que es el núcleo del Espíritu interior, pero eso también resulta ser algo transitorio. Porque el conocimiento así obtenido no posee el núcleo experiencial del sabor, y el propio iniciador resulta ser parte integrante de ese fragmento; así, tanto él como su conocimiento se pierden para nosotros. Ahora somos libres de seguir nuestro propio camino, pero, al carecer del sabor necesario, esta auto-ayuda es igualmente inútil. Estamos donde estábamos.

¿Qué es lo que llamamos el Lila de Dios? ¿Cómo nos relacionamos con este Dios que juega, al que vimos, con el que hablamos, con el que tuvimos amistad y por el que sentimos un amor intenso? A pesar de toda esta intimidad y afectuosidad, ¿cuál es nuestra relación con Él? Todas las experiencias anteriores, con sus peculiaridades, se han desvanecido. El Lila de Dios desaparece junto con la pseudo-experiencia, con la llegada de la experiencia presente.

El Aspirante Espiritual, el Primer Momento de Felicidad y su Crecimiento Continuo

El primer momento tan esperado fue aquel en el que me convencí de que no era un individuo en absoluto. La idea de mi individualidad me había consumido hasta entonces. El dolor abrasador superaba mi capacidad de soportarlo, pero ahora no queda ni rastro de él, ya no soy un individuo. Ahora no hay nada que limite mi ser. La ansiedad y la melancolía siempre presentes han desaparecido y ahora soy todo beatitud, puro conocimiento, pura consciencia.

Los tumores de innumerables deseos y pasiones eran simplemente insoportables, pero afortunadamente para mí, me agarré al himno «Salve, Preceptor», y al recitarlo constantemente, ¡todos los tumores de las pasiones se marchitaron como por arte de magia!

Ahora soy libre para siempre. Soy todo felicidad, sin rencor, sin miedo. Esta forma consciente y beatífica mía ahora no conoce límites. Pertenezco a todos y todos son míos. El «todo» no es más que mis propias individuaciones, y estas juntas conforman mi ser beatífico. No hay nada como bueno o malo, ganancia o pérdida, alto o bajo, mío o no mío para mí. Nadie se opone a mí y yo no me opongo a nadie, porque no hay nadie más que yo mismo. La felicidad descansa en el lecho de la felicidad. El reposo mismo se ha convertido en felicidad.

No hay nada que deba o no deba hacer, pero mi actividad continúa por todas partes, a cada minuto. El amor y la ira se dividen por igual entre todos, al igual que el trabajo y el esparcimiento. Mis características de inmensidad y majestuosidad, mi energía pura y mi todo, habiendo alcanzado el núcleo dorado, reposan en la felicidad como el átomo de los átomos. Mi consciencia pura brilla con majestuoso esplendor.

El porqué y el cómo la consciencia devino consciente de sí misma es evidente ahora. La experiencia del mundo ya no es del mundo como tal, sino el florecimiento del mismo principio consciente, Dios, ¿y qué es eso? Es conocimiento puro y primigenio, forma consciente, la consciencia «yo» primordial que es capaz de asumir cualquier forma que desee. Se la denomina Dios. El mundo, como expresión divina, no es para ningún beneficio ni pérdida; es el flujo puro, simple y natural de la consciencia beatífica. No hay distinciones entre Dios y el devoto, ni entre Brahman y Maya. El que ha meditado sobre la felicidad y la paz es, él mismo, el océano de paz y dicha. Gloria a la verdad eterna, al Sad-Guru, el Sí mismo Supremo.

El Devoto y las Bendiciones de Dios

El Bhakta (devoto) vierte su devoción y moldea su comportamiento en todos los aspectos de acuerdo con la voluntad de Dios. A su vez, descubre que Dios está complacido con él, y esta convicción lo acerca más a Dios, y su amor y amistad con Él se enriquecen cada vez más. El proceso de rendirse a la voluntad de Dios en todos los aspectos da como resultado Sus bendiciones.

El que es bendecido por Dios es un alma dichosa. Estando en paz consigo mismo, mira los objetos de disfrute con perfecta indiferencia. Está contento con lo que tiene y se alegra de ver felices a los demás. Si una persona cree que está bendecida por Dios y sigue siendo infeliz, es mejor que renuncie a esta ilusión y se esfuerce por alcanzar la anhelada Gracia con sinceridad y honestidad.

La plenitud y el favor divinos no se juzgan por los objetos de los sentidos, sino por la satisfacción interna. Esta es verdaderamente la bendición de Dios.

La Vida Unitiva

Sri Dattatreya
Sri Dattatreya
Gurú Primordial del Navnath Sampradaya
(Linaje de Sri Nisargadatta Maharaj)

Ahora he visto a aquel a quien tanto deseaba ver, me he encontrado a mí mismo. El encuentro requiere una preparación extremadamente difícil y elaborada.

Anhelaba ver al más amado. Era imposible prescindir de ello, estaba seguro de que moriría si no lo hacía. Ni siquiera con la sinceridad más profunda de todo mi ser fui capaz de conseguirlo, y la situación era insoportable. Sin embargo, con amor y determinación, entusiasmo y coraje, emprendí mi viaje. Tuve que pasar por diferentes etapas y lugares en el proceso.

Aunque era bastante hábil, al principio no me permitía reconocerlo. Pero he aquí que hoy lo vi, estaba seguro, pero al momento siguiente sentí que tal vez no era eso. Cada vez que lo veía, me proponía observarlo con atención, pero al no conocer su naturaleza con certeza, no podía decidirme en ningún sentido. No podía estar seguro de que fuera mi Amado, el centro de mi ser. Siendo un experto en el arte del maquillaje, me eludía con un rápido cambio de forma antes de que pudiera llegar a una conclusión. Estas eran las visiones de varias encarnaciones de Rishis y Santos, visiones internas en el proceso de Dhyana y Dharana, y visiones externas del estado de vigilia que conducían a los siddhis, como el poder de la profecía, la clarividencia, la clariaudiencia y el poder de curar enfermedades normalmente incurables, etc. Algunos estaban anhelantes de servirme, tener fe en mí y honrarme, lo que me llevó a creer que lo había visto con certeza; ahí radica su habilidad en el arte del maquillaje. Es tan hábil en el arte de cambiar la forma, la cualidad y el conocimiento, que el intelecto no sabe dónde se encuentra, y mucho menos penetrar en su naturaleza.

Pero, ¿qué es este milagro? ¡Maravilla de maravillas! ¡El destello, curiosamente brillante, majestuoso esplendor! Pero ¿dónde está? Desapareció en un instante antes de que pudiera captarlo. No, no podía saberse nada sobre lo que me había sucedido a mí o al relámpago. No podía decir si el destello extremadamente rápido y el medio de mi reconocimiento eran uno y lo mismo o diferentes. En el resplandor del milagro fugaz, se experimenta directamente todo el orden cósmico. El contacto es inmensamente interesante. La experiencia fugaz hace que uno sienta que debería ser siempre así de emocionante; esta es la sensación característica de la experiencia cósmica. Pero en el mismo intento de detener el destello resplandeciente para comprenderlo en lo básico, uno lo pierde.

Es extremadamente difícil llegar a la raíz de la energía cósmica, ese perfecto adepto en asumir una infinita variedad de formas. La consciencia que hay que aprehender y el poder de concentración son uno y lo mismo. Al ser polimórfica por naturaleza, no puede reducirse a ninguna forma, nombre o lugar definidos, como por ejemplo, las experiencias internas del Dhyana yogui. En primer lugar, la atención del meditador es silencio in excelsis, que se transforma en luz, la luz adopta la forma del espacio, el espacio a su vez se convierte en movimiento. Esto se transmite al aire, y del aire al fuego, el fuego se convierte en agua y el agua en tierra. Por último, la tierra evoluciona hacia el mundo de las cosas orgánicas e inorgánicas. El agua de la lluvia toma la forma de los jugos de los granos y las verduras, cuyas esencias proporcionan nutrición y energía. Esta energía toma la forma de conocimiento, coraje, valor, astucia, etc. El proceso sin extremidades continúa. Ni la forma, ni el nombre, ni la calidad son duraderos. Nada es permanente ni determinado.

Es difícil negociar con la experiencia sentida de los iluminados espiritualmente. Esto puede significar que está más allá de nuestra capacidad de alcanzarla, o que está fuera de nuestro alcance; sin embargo, hay que seguir adelante con concentración. La identidad del «yo» como el milagro en el proceso del destello deslumbrante, y el «ego» de la consciencia empírica anterior a la experiencia, deben establecerse firmemente en el Dhyana Yoga (meditación). ¿Es el alma espiritualmente saturada lo mismo que la experiencia o está incluso más allá de eso? No hay dualidad en la experiencia que se tiene en el proceso del Dhyana Yoga. En la etapa iluminada, incluso los órganos sensoriales participan en la meditación del adepto espiritual, ya que los órganos sensoriales y los cinco elementos son uno y lo mismo en esencia. Los elementos materiales, la materia sutil y la consciencia, las tres cualidades, Satva, Rajas y Tamas, y las tres fuentes de conocimiento, la percepción, la inferencia y el testimonio, fueron vistos, están siendo vistos, y ¡oh, sorpresa! No están ahí.

Las características de la originación, la preservación y la destrucción se engloban en el propio Dhyana Yoga. La actividad de Prakriti en todas sus formas, manifiestas y no manifiestas, y la consciencia de Purusha también se incluyen en él. En el proceso del Dhyana Yoga, los ocho chakras se activan simultáneamente y se experimentan como tales. Todo ello, en una única experiencia unitiva, constituye la contemplación. La meditación, la consciencia y la experiencia no son más que una sola unidad.

El Dhyana Yoga es la actividad suprema de la vida. La concentración es la cosa central de la experiencia.

La transformación del Dhyana Yoga en Mama [sic] Yoga es un proceso difícil. Solo en la consumación de este proceso se conoce el Atman con certeza. Mientras el Dhyana Yoga no se transforme completamente en Jnana Yoga, no habrá conocimiento del Sí mismo. La prueba del Dhyana es el conocimiento, luego le sigue la dualidad del conocimiento y el Atman. En el conocimiento experiencial, hay una carrera entre el conocimiento como Sí mismo y el Sí mismo como Sí mismo. Pero en el samadhi profundo hay un entendimiento entre la contemplación y el Sí mismo. Esto da como resultado la realización de la dicha. La dicha se transforma en beatitud suprema y el yo se absorbe en el Espíritu supremo. El conocimiento de sí mismo, la contemplación de sí mismo, el Maya primordial, Dios, el estado Absoluto y el latido original son todos un todo único de la experiencia del Ser. El Ser siempre apreciado y deseado se realiza aquí.

Antes de esto, en el proceso de obtención de los siddhis inherentes al Dhyana Yoga, surgen experiencias en forma de artes, amor y recuerdos de vidas pasadas en diferentes regiones como Patala, Swarga y Kailas. En algunos casos, se experimentan diferentes siddhis y Avataras, así como una serie de encuentros con otras personas en diferentes regiones. Hay experiencias de ser el Brahma de la región de Satya, el Shiva de Kailas y el Vishnu de Vaikunth desde tiempos inmemoriales. Una vez más, hay diferentes fases en las sensaciones del yogui, lo mejor y lo peor, y los panoramas interminables, ni agradables ni duraderos; y los inevitables complementos del Dhyana Yoga deben continuar hasta que se transforme en Jnana Yoga; es decir, la transición del estado de samadhi Samprajuata (mente silenciosa en meditación) al estado de samadhi Asamprajuata (estado alterado de conciencia, mente silenciosa y alerta). Hasta entonces no hay realización del Sí mismo. Pero, por otro lado, si en el proceso de esta transición se conoce la naturaleza de esta fase del Dhyana Yoga, la realización del Sí mismo es automática.

Todas las experiencias y visiones que surgen del Dhyana Yoga son transitorias. En la contemplación, hay una variedad infinita de fases y formas, y ninguna de ellas es duradera. Todo lo que se considera útil, grandioso y determinado desaparece en un instante y una nueva forma ocupa su lugar para dar paso a la siguiente. El conocimiento del que surgen todas las variedades en las experiencias, como la tierra, el agua, el fuego, el aire, el éter y sus diversas especificaciones, es en sí mismo inestable. A partir de la meditación, el alma contemplativa, habiendo experimentado un sabor de vidas anteriores, se transforma más adelante en la Maya primigenia, la energía primordial y la Divinidad, e incluso en las características del Sí mismo supremo por el poder de la meditación; y todo esto durante un instante y entonces desaparece. Aquí está lo que se llama Kala, la liquidación final de la individualidad. Es aquí donde se compensa la separación de sí misma y se encuentra con la certeza espiritual, para no volver a perderse nunca más. El Paramatman imperecedero, indisoluble y eterno brilla con perfección más allá del alcance de la experiencia empírica.