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Extractos - Willigis Jäger

"Dios quiere ser vivido, no adorado"

Contemplación, un camino espiritual

Por Willigis Jäger
Contemplación, un camino espiritual

El teólogo y místico Juan Taulero, nacido hacia 1300, alude constantemente en sus conocidos sermones a este camino, a veces duro, hacia la contemplación. Como el Maestro Eckhart, está convencido de que Dios está presente en el "fondo" del alma humana, aunque escondido, y que puede ser alcanzado allí cuando el hombre se vuelve hacia su interior y se mantiene alejado de distracciones.

Taulero se refiere a ese fondo primordial del ser o fondo originario que le dice a la persona que no es lo que cree ser. El fondo primordial del ser, o vaciedad, divinidad, fundamento, o como se le quiera llamar, se manifiesta como esta forma humana. La forma va a desaparecer; sin embargo, la vida que crea esa forma continúa, como el agua cuando la ola vuelve al océano.

Nosotros, como especie humana, somos solamente un pestañeo en este universo intemporal, un corto episodio en este acontecer potente, cósmico, de la evolución. Pero este pestañeo es una expresión singular del fondo originario, de forma que el Maestro Eckart puede decir: “Si yo no existiera, no existiría Dios". De ese universo intemporal nada se puede caer. Por eso mi existencia tiene un significado irrenunciable. Por eso cada existencia es única. “Dios quiere ser vivido, no adorado".

Nuestra presencia en este cuerpo se parece a un gran acertijo. Solemos considerar natural que, en este vasto universo intemporal, surja de repente algo así como un ser dotado de espíritu. Para nuestro entendimiento no es comprensible la evolución. Lo que nosotros investigamos no nos deja descubrir más que una parte de la totalidad de nuestro universo, comparable con la mirada a través de una delgada caña con la que quisiéramos escudriñar la inmensidad del cielo.

En todos nosotros vive un anhelo insaciable de comprender qué sentido tiene nuestra existencia en este nuestro planeta. Pero ¿dónde debemos buscar?

No hay ningún sentido real de nuestro ser humano en el ámbito puramente intelectual. Nuestra “conciencia normal" no puede captar el fondo de nuestra existencia. Nosotros nos hemos construido un sistema de coordenadas a partir de genes, familia, escuela, religión y sociedad, que tenemos por verdadero y con el cual queremos dar un sentido a nuestra vida. Nuestro sistema de coordenadas nos proporciona algo así como un hogar, aunque solo es un modelo que nos concede un lugar en el inmenso espacio cósmico. También la religión pertenece a este sistema de coordenadas. Es un intento de encontrar significado a nuestra existencia. Desgraciadamente absolutizamos este sistema y lo tenemos por una verdadera realidad.

Con este libro deseo mostrar el camino místico-cristiano de la contemplación, un camino que conduce a un nivel de experiencia que está más allá de nuestra razón. Cuando en este camino hablo de Dios no me refiero a un ser personal, sino al fondo originario transpersonal del ser, hacia el que nos da acceso el camino de la contemplación.

Nuestro objetivo debe ser experimentar nuestro ser y nuestro actuar como manifestación de este fondo originario, momento a momento. Hacer y no hacer en cada momento como si el objetivo fuera comprender la realidad. Quien realmente desee conocer su verdadera naturaleza debe entregarse sin condiciones al Ser puro, lo cual no es sencillo. Para ello es importante la compañía de un verdadero maestro, no la de un profesor que no distinga entre meditación y contemplación, sino la de alguien que haya trascendido las religiones y haya llegado a la experiencia del Uno. Por tanto, no tengo que abandonar mi religión, pero la debo interpretar de otra manera.

Las diferentes confesiones religiosas tienen un nivel instituional; tienen iglesias, comunidades y credos. También tienen un nivel intelectual, una teología, una teodicea, una metafísica y una filosofía. Sin embargo su auténtica tarea debería ser conducirnos al tercer nivel, al nivel de la experiencia transracional y transpersonal. Esta experiencia supera todas nuestras representaciones de la realidad, pero todos tenemos un talento innato para este nivel.