Extractos - Dokushô Villalba
Breve historia del zen
Por Dokushô VillalbaEl zen en la India: el brote
La historia del Zen comienza en India. En la época del Buda, el yoga en tanto que práctica de la concentración del espíritu estaba ampliamente extendido. En su naturaleza, el yoga va destinado a concentrar el espíritu en un solo punto: la realización de la serenidad a través de la meditación en posición sedente.
El Buda practicó este yoga durante doce años desde el momento en el que decidió renunciar al mundo. Visitó a los santos y sabios y se entrevistó con grandes eruditos, recorriendo los cuatro rincones del país. Pero, en definitiva, el Buda no consiguió, a través del yoga, encontrar respuesta a dos preguntas esenciales: ¿Qué es el ser humano? ¿Cuál es el sentido de la existencia?
Buda abandonó el ascetismo, se sentó tranquilamente, cruzó las piernas y controló su respiración. Durante el amanecer del octavo día de zazen alcanzó un nivel superior de conciencia al ver el resplandor de una estrella. Se convirtió en Buda, “aquél que se ha iluminado”, “el que se ha despertado”. Buda encontró su verdadera naturaleza en el universo y una forma de vida para todos los seres humanos.
El zen en China: el florecimiento
El Zen fue introducido en China por Bodhidharma. Este representaba la 28ª generación de discípulos del Buda. China estaba dividida en esta época en estados rivales. El desorden reinaba por todas partes. El país se encontraba sometido a los tiranos y ensangrentado por las rebeliones. La dinastía de los Liang reinaba sobre uno de estos estados, y el emperador Wu-Ti, jefe de esta dinastía, budista ardiente, oyó hablar de Bodhidharma y lo recibió en su palacio. A la pregunta de Wu-Ti “¿Cuál es el principio fundamental del Budismo?” Bodhidharma respondió: “Un vacío inmenso. Un cielo claro. Un cielo en el que no se distinguen los iluminados de los ignorantes. El mundo mismo tal y como es”. Wu-Ti, pese a ser un budista ferviente, no comprendió el mensaje de Bodhidharma y éste supo que la hora de difundir el Zen en China no había llegado aún, por lo cual cruzó el río Yang-Tsé y se retiró en las montañas septentrionales, en el Templo Shorin. Allí practicó zazen frente a un muro durante nueve años [algunos afirman que sin interrupción].
El Zen se extendería rápidamente por China seis generaciones después, gracias a Eno [Hui-Neng) considerado como uno de los más grandes Patriarcas Zen chino. A partir de Eno nació “una flor con cinco pétalos”. Esta frase zen quiere decir que el Zen se abrió como una flor de cinco pétalos y se extendió por todo el país a través de las cinco escuelas que surgieron del linaje del maestro Eno. Estas escuelas fueron: Igyo, Hôngen, Sôto, Unmon, Rinzai. Por las montañas y los bosques de China se comenzaron a construir millares de Templos en los que vivían miles de personas entregadas al estudio y a la práctica del Dharma del Buda. Con el tiempo, el Zen impregnaría la civilización china elevando su pensamiento, cultura y arte de vivir a cotas sublimes. De estas cinco escuelas chinas, sólo tres llegaron a Japón: Sôto, Rinzai y Obaku [esta última es considerada como una rama de la escuela Rinzai]. Las otras dos se extinguirían en China.
El zen en Japón: la maduración
En Japón sólo las escuelas Rinzai y Sôto alcanzaron una implantación importante, la primera debido a Eisai y la segunda a Dôgen y Keizan. La tradición Rinzai está basada en una relación maestro-discípulo y en una disciplina estricta destinada a desarticular las creaciones mentales. El koan o pregunta enigmática de difícil resolución adquiere una gran importancia y su resolución, más allá del intelecto, conduce a la experiencia del satori o despertar.
La tradición Sôto quiere, antes que nada, concentrarse sobre la Vía del Buda, es decir, seguir la vida cotidiana del Buda, avanzando continuamente en la realización gracias a la práctica diaria, sin esperar nada especial. La esencia del Sôto es shikantaza, “sentarse, solamente sentarse”.
Con el Maestro Dôgen [1200-1254] la tradición Sôto y la esencia misma del Budismo alcanza un grado de madurez y precisión difícil de encontrar en otras épocas. Su obra maestra, el Shôbôgenzo, es una pieza imprescindible para comprender el Budismo y la esencia de toda la civilización oriental.
El Zen ha ejercido una influencia profunda en la vida cotidiana del pueblo japonés. Esta influencia puede apreciarse en cualquier aspecto de la vida japonesa: alimentación, vestidos, pintura, caligrafía, arquitectura, teatro, música, jardinería, decoración, etc.
Aún hoy día, a pesar de que muchos japoneses no saben qué es el Zen, en sus comportamientos y manifestaciones puede verse la impronta dejada en el alma japonesa por esta enseñanza.
El zen en occidente: la expansión
Hace relativamente poco tiempo que los occidentales hemos comenzado a mostrar interés por el Zen y a practicarlo con interés y constancia sinceros.
En América del Norte, el Zen fue conocido a principios de siglo, especialmente en la costa oeste, adonde junto con la importante inmigración japonesa llegaron los primeros monjes zen. Después de la II Guerra Mundial, debido a la ocupación americana del Japón, muchos americanos entraron en contacto directo con la tradición zen japonesa e importaron a su país un gran número de libros y experiencias. Por esta época, coincidiendo con la llamada “beat-generation”, D.T. Suzuki comenzó a publicar un importante trabajo de erudición sobre el Zen y sus libros se hicieron muy conocidos en Estados Unidos y en Europa, especialmente en Gran Bretaña, Alemania y Francia. Pero sólo con la llegada de verdaderos maestros zen japoneses comenzaron a asentarse en Occidente los principios básicos del budismo zen. En Estados Unidos, Shunryu Suzuki Roshi creó un importante centro en San Francisco, desde el que sus discípulos continúan desarrollando un trabajo serio de práctica y difusión basado en un modelo ampliamente abierto a los practicantes laicos. Actualmente, más de veinte centros y tres monasterios dependen de los sucesores de Suzuki Roshi.
En Los Ángeles, Maezumi Roshi hizo famoso el Centro Zen de Los Ángeles [ZCLA) y su figura ocupa un lugar destacado en la historia del Zen en América.
En Europa, Taisen Deshimaru Roshi, fallecido en 1982, es considerado unánimemente como Primer Patriarca Soto Zen de Europa. Tras quince años de misión, sus discípulos están repartidos por todo el continente, en tanto que responsables de más de cien centros Zen. En la época actual, se puede decir que todas las principales capitales europeas cuentan con un dojo [centro] destinado a la práctica de zazen.
Podríamos ver en la historia reciente del Zen en Occidente tres fases bien marcadas:
Llegada de eruditos y libros zen japoneses. Interés inicial en ciertos círculos intelectuales de Occidente.
Llegada de maestros zen japoneses. Se inicia el contacto real con la transmisión zen y con la práctica. Aparecen los primeros monjes zen occidentales.
Aparece la primera generación de maestros zen occidentales. En esta fase nos encontramos ahora.
Un punto importante que debe ser comprendido es el gran valor de la verdadera transmisión del dharma budista zen. Esta transmisión sólo puede producirse de un maestro auténtico a sus discípulos. Este es el Zen del que habla este libro. Por eso, no nos ocupamos aquí de ciertos movimientos llamados “Zen” que han surgido en Occidente, totalmente ajenos a la transmisión y que utilizan algunos aspectos prácticos, estéticos o filosóficos del budismo zen, adaptados a intereses personales, ideológicos o religiosos. A pesar del gran interés que estos movimientos tienen desde un punto de vista sociológico o cultural, es importante saber que estos movimientos no pueden transmitir la verdadera enseñanza zen.
Hoy día, los occidentales podemos saber qué es el Zen y cada vez son más las personas que integran la práctica de la meditación en zazen con sus actividades diarias. Un gran número de profesores, artistas, doctores y gente de toda condición social ven en la práctica y en el arte de vivir del Zen una bocanada de aire fresco para su vida cotidiana y una semilla de renovación integral para las civilizaciones occidentales.
La historia del Zen en Occidente no ha hecho más que comenzar.