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Extractos - John Levy

La Naturaleza del Hombre según el Vedanta

por John Levy

Segunda Parte:  La Experiencia Objetiva

XIV. Tiempo y Espacio

1. La relación del espacio y el tiempo

Si concedemos realidad al espacio cuando también concedemos realidad al cuerpo del perceptor, se requieren varias percepciones para que se forme la noción de extensión (XI, 2) Estas diferentes percepciones toman tiempo; es decir, que son sucesivas. El espacio está, por tanto, inseparablemente unido al tiempo, y el tiempo a la memoria de las percepciones sucesivas, concediendo también la existencia real de una facultad retentiva.

2. El concepto del tiempo

"... Muchos pensadores... creen que el concepto del tiempo no puede tenerse plenamente en cuenta, a menos que distingamos entre el tiempo perceptual o subjetivo, que está confinado en el 'ahora' del presente perpetuamente cambiante, y el tiempo conceptual u objetivo, que incluye todos los períodos de tiempo y en el que los eventos que llamamos pasado, presente y futuro pueden estar relacionados mutua y fijamente." (1) ​​Pero no se puede establecer una clara distinción entre el tiempo perceptual y el conceptual, porque no puede postularse uno sin el otro. Sin embargo, si tenemos en cuenta el "ahora" del presente en su totalidad por sí mismo, tal como ocurre en la experiencia, el tiempo no necesita ser postulado en absoluto. Y si examinamos detenidamente nuestras ideas de pasado, presente y futuro, encontramos que son gratuitas, y así de nuevo no podemos postular el tiempo. Ambos puntos se explicarán a continuación.

 

XV. Tiempo y Atemporalidad

1. Duración y noción del tiempo

Como ya he observado (III,2,a), el sueño profundo es un estado de ser incondicionado, cuando se ve desde su propio punto de vista y en realidad. Decimos, sin embargo, que hemos dormido durante muchas horas, al igual que describimos como breve el intervalo entre dos pensamientos. En ambos casos, le atribuimos al ser incondicionado una existencia en el tiempo. Pero si tenemos en cuenta cuidadosamente la experiencia real, veremos que la duración no tiene parte en ello: experimentamos la duración sólo en estados caracterizados por la sucesión de pensamientos. Por lo tanto, el tiempo es el objeto de la consciencia: el tiempo, en otras palabras, no tiene existencia a menos que estemos pensando en él; y nuestro concepto del tiempo se basa en las ideas del pasado, presente y futuro.

Ahora bien, esta división del tiempo, como demostraré en el capítulo siguiente, no tiene un significado real. La idea de un pasado o un futuro acontecimiento ocurre siempre como un objeto actual de consciencia; y el acontecimiento que supuestamente recordamos o esperamos debe haber sido, o será, una experiencia presente. Por otra parte, en sentido estricto, un acontecimiento pasado como tal ya ha desaparecido por completo y un acontecimiento futuro, como tal, es totalmente inexistente. De ello se desprende que al pensar en sucesos pasados ​​y futuros, lo hacemos sólo con referencia a un tiempo presente. Pero sin un pasado y un futuro subsistentes no podríamos formar ninguna noción del presente. No puede haber de hecho un presente, sin que haya un tiempo pasado ni futuro. La Consciencia subsiste y está siempre presente por sí sola.

2. El tiempo

Desde un punto de vista que todavía está en la dualidad, el pensamiento aparece como el principio de la consciencia objetivada, objetivada por lo que no digo, porque a fin de que la consciencia pueda parecer que está objetivada, se necesita un agente independiente: y nada puede existir independientemente de la consciencia. (2) Permíteme entonces repetir, en los únicos términos disponibles, que el pensamiento es la objetivación aparente de la consciencia. Permíteme añadir, además, que cada pensamiento como tal, tiene un objeto y que los dos son inseparables. Ahora bien, el tiempo, o la noción de sucesión, es uno de estos objetos: y el tiempo también es consciencia objetivada.

3. El paso del tiempo y el Ser puro

Medimos el paso del tiempo observando los movimientos de objetos naturales como el sol. La observación implica el recuerdo de las sucesivas percepciones sensoriales. Si no fuera por estos recuerdos, nuestra noción del tiempo, si pudiéramos alguna vez haberla adquirido, se desvanecería en la experiencia del ser puro, como lo hace cada vez que cesa la actividad mental.

4. La aprehensión de la Atemporalidad

La ausencia de actividad mental no puede llamarse propiamente un estado, ya que trasciende el tiempo. Si queremos comprender lo-que-es, tenemos que abstraer toda idea de duración de nuestra mente. Esto no es imposible, porque un pensamiento como tal, es siempre uno con su objeto. Si hacemos de la atemporalidad el objeto del pensamiento, todo lo que es objetivo se desvanece y realizamos la atemporalidad como el ser puro inmutable.

 

XVI. El Tiempo y la Eternidad Presente

1. Situar la experiencia en el tiempo

Como ya se ha indicado, cuando estamos pensando en un objeto específico, no hay nada más presente en la consciencia y no hay entonces ninguna idea de la ubicación del objeto. Se requiere un pensamiento separado, o una serie de pensamientos, para situar a ese objeto en relación con otros. Estos pensamientos determinativos permanecen casi siempre invariables (XII, 2). Del mismo modo, así como un grupo de sensaciones que formarán la idea de un objeto es seguido habitualmente por otro (grupo de sensaciones) que sitúa al objeto en el espacio, así ocurre con cualquier tipo de experiencia, que es seguida habitualmente por otra que la sitúa en el tiempo, es decir, relaciona la experiencia con la sucesión de pensamientos en general. El grupo de pensamientos así situados son entonces considerados como una ocurrencia presente, aunque ya es pasado: se considera que es una ocurrencia pasada sólo cuando surgen nuevos pensamientos. (3)

2. Pasado, presente y futuro

Yo pensé significa realmente que soy actualmente consciente del tipo de pensamiento llamado memoria (o recuerdo); Yo pensaré significa realmente que soy actualmente consciente del tipo de pensamiento llamado una expectativa (o una intención o una predicción); Yo pienso significa realmente que soy actualmente consciente del tipo de pensamiento llamado una realidad o una ocurrencia presente.

Es evidente que la ausencia de experiencia objetiva no puede ser pensada o hablada como una ocurrencia presente: en primer lugar, no hay ninguna ocurrencia; y en segundo lugar, no hay ningún individuo que piense o hable. La aparente dualidad de un sujeto consciente y su objeto sólo surge cuando surge la experiencia objetiva.

3. Dormir y no-dualidad.

Yo dormí (o yo era inconsciente) significa realmente que soy actualmente consciente de un recuerdo relacionado con la ausencia de pensamiento.

Pero no es la ausencia de pensamiento como tal lo que se recuerda. El dormir y la inconsciencia son conceptos basados ​​en la memoria de condiciones que precedieron y siguieron al cese de la experiencia individual. Digo esto desde el punto de vista del hombre común que piensa en el dormir como algo que ocurre en el tiempo, es decir, que tiene un principio y un fin, por lo que es parte de la experiencia de vigilia; mientras que el dormir desde su propio punto de vista, no puede decirse que ocurra en absoluto.

El dormir o sueño profundo en sí mismo es no-temporal y no es un estado activo ni pasivo: la duración, actividad y pasividad pertenecen exclusivamente al ámbito objetivo que en el sueño profundo es inexistente. Pero algún estado positivo, que corresponde a lo que se llama negativamente la ausencia de pensamiento, sin duda existe.

Y aunque yo lo llamo un estado, no es un estado en la acepción común de la palabra, porque los estados comienzan y terminan, pero este es no-temporal. En él nos fundimos en la no-dualidad, dispuestos de alguna forma a ser, o más bien parecer ser, el sujeto consciente, cuando se experimentan los objetos, o parecen ser experimentados.

Sin embargo, la no-dualidad permanece como el sustrato y realidad de la experiencia dualista (III, 3), aunque no podemos como individuos ser conscientes de su existencia cuando nuestra atención se dirige hacia el exterior. (4)

4. El tiempo y la eternidad presente

Al igual que el espacio, que sería inconcebible sin los objetos que se supone debe impregnar (XII, 1), el tiempo también puede no ser más que una noción. Nunca es experimentado directamente. Quiero decir con esto que nunca experimentamos un tiempo presente (actual): el momento actual no es más que nuestra manera de calificar o clasificar un grupo selecto de pensamientos que están ahora presentes en la consciencia. Sin embargo, detrás de nuestra noción de un tiempo presente, está la aprehensión inmediata del principio de la consciencia, que está siempre presente como el sí mismo (self), no en términos de sucesión, sino como eternidad presente. Y este conocimiento inmediato se manifiesta en el uso del pronombre "yo", es decir, en el egoísmo.

5. Conclusión: El ego y la no-dualidad

En el análisis final, por lo tanto, el pronombre "yo", incluso cuando supuestamente representa a la consciencia individual, representa siempre a la no-dualidad. Si hemos de realizar esta verdad, debemos abstraer de nuestra noción de consciencia todo lo que es personal, no como lo hacemos inconscientemente cuando nos quedamos dormidos y entre dos pensamientos, sino por el recuerdo en nuestra vida diaria de los principios fundamentales del Advaita, que hasta ahora han sido sólo parcialmente establecidos. (5)

Notas:
  1. R. B. Winn, en el Dictionary of Philosophy (Philosophical Library, Nueva York, 1942).
  2. La pregunta de por qué el principio de la consciencia, que es inmutable e impersonal, tiene que aparecer como la dualidad de un sujeto consciente y su objeto será considerada en el capítulo de "Preguntas absurdas".
  3. Véase XIX, 1, en relación con el uso del "pensamiento".
  4. Me refiero a la "existencia de no-dualidad" en sentido figurado. No es una presencia que podemos conocer como conocemos los objetos, puesto que es el ser o sí mismo real, es decir, el sujeto último. Una vez oí comentar a un gran sabio de la India que la no-dualidad, aunque desconocida, es de todas las cosas la más conocida, porque es siempre experimentada como el ser.
  5. Me gustaría destacar firmemente que nadie debería intentar aplicar estos principios por sí mismo: el método es diferente en cada caso individual. Es por tanto esencial una orientación personalizada de alguien que haya realizado completamente la no-dualidad. Ni este ni ningún otro libro puede ocupar su lugar. Mi objetivo aquí es indicar una posibilidad práctica, que algunos afortunados miembros de la especie humana siempre deben haber conocido y experimentado.
Fuente: John Levy. The Nature of Man according to the Vedanta