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Extractos - Kabir Helminski

El poder del ser

Por Kabir Helminski
Kabir Helminski

Hay algo no existente, que no puede ser tocado ni visto, en lo que ni siquiera se puede pensar, y sin embargo esa nada es más importante que cualquier otra cosa, la fuente insondable de todas las cualidades y posibilidades.

Buscamos la felicidad, la belleza o el placer en las cosas existentes, en la creencia de que esas cosas nos satisfarán o nos proporcionarán las condiciones de vida que deseamos. Esperamos que un coche nuevo, una nueva casa o una nueva relación nos proporcionen bienestar. Pero no podemos contar con que la felicidad que nos producen esas cosas dure mucho, y deberemos continuar buscando otros objetos que nos estimulen.

Proyectamos hacia el exterior lo que tenemos dentro de nosotros mismos, y pensamos que son las cosas las responsables de las circunstancias que nos rodean. Pero todo está dentro de nosotros. Si de verdad conseguimos conocernos a nosotros mismos y lo que llevamos dentro, si podemos entrar en contacto con nosotros directamente, seremos menos dependientes de las cosas. El bienestar, la belleza y el amor que buscamos fuera están realmente dentro. La paradoja es que a medida que descubrimos lo que está dentro, las cosas exteriores despiertan cada vez más estas cualidades internas. Vamos a responder más fácilmente; vamos a valorar más, a amar más, y a conocer un mayor grado de independencia y de bienestar.

Todo lo que parece existir, tanto en el mundo material como psicológico, deriva sus cualidades de una sola fuente de ser. Todo lo que deseamos, todo lo que nos motiva carece en realidad de existencia propia y depende de una sola fuente de ser. Todas las cosas reciben sus cualidades y su razón de ser a partir de esta única fuente de vida y solo son el reflejo de esa esencia única.

Además, lo que nos atrae del mundo exterior solo nos acerca más al tesoro escondido dentro de nosotros. Al encontrarlo dentro de nosotros mismos retornamos al ser que reflejamos. No somos los creadores, sino los reflectores de las cualidades infinitas del ser.

La unidad fundamental subyace a toda la existencia. La existencia es un don de la misericordia divina, del ser mismo, lo que permite que todas las cosas existan en su interacción infinita. Sin embargo, todas estas cosas absorben y monopolizan nuestra atención y preocupación. Nos engañan y seducen. Como parecen ser muchas y variadas, te rompen el corazón y minan la voluntad. Si no encontramos la forma de mantenernos en la unidad, solo conoceremos el caos y la confusión.

Paradójicamente, se requiere cierta habilidad para reservar alguna atención para el ser, para lo no existente en el mundo tangible. Debemos prestar atención a esa dimensión que permite existir a todas las cosas. En medio de todo lo que llama nuestra atención, no debemos olvidar un núcleo que no está en ninguna parte y está en todas a la vez, que es la fuente y el fundamento de todo lo que parece existir y ser, y que tiene un punto de contacto que nos es accesible. En el corazón de cada ser humano existe un punto de contacto de dimensiones inconmensurables ajeno a todo lo existente. Dios, el absoluto, no es algo que existe entre otras muchas cosas, sino la dimensión que posibilita toda existencia y de quien ésta deriva su ser. Por esta razón se dice que Dios está más próximo a nosotros que nuestra yugular.

El camino recto y angosto es el camino del recuerdo meticuloso del ser. Cualquier vía será insuficiente si no reconoce y hace hincapié en la necesidad de la conciencia del ser en cada momento―de la presencia que no se deja influir por la parcialidad, los conceptos restrictivos, las comparaciones, el rechazo y el sentimentalismo. En cualquier momento podemos darnos cuenta de que nuestra presencia está absorta en un suceso o cosa intrascendente. Si olvidamos esta fuente del ser puede que finalmente lleguemos a olvidarnos de nosotros mismos. ¿Qué es lo que perdemos, nos preguntamos, si estamos absortos en las cosas, en los sentimientos, en los pensamientos―en toda esa agitación?

Al ignorar el ser nuestra actividad se vuelve caótica, transgresora, inútil y excesiva. Cualquier acto que carezca del aroma del ser no tiene relevancia. El ser integra todo. Es como una energía muy sutil que tiene el poder de organizar energías más bastas; dispone de más energía que cualquier otra actividad o función y es más grande que la vida. Es una energía creativa detrás de nuestras acciones. El ser es la ausencia del esfuerzo, de la actividad, la atracción o la satisfacción en sí. Nos habla desde otra dimensión, desde el mundo de la posibilidad más allá de nuestra conciencia.

El ser abarca la esfera de la calidad. Todo lo que hagamos con el ser expresa cualidades y atributos más pura e intensamente. Si recordamos ser y actuar con precisión podemos dar calidad a los detalles de la vida. Si conseguimos estar en el punto donde se cruza la fuerza horizontal de la elección activa con la fuerza vertical del ser, se activará "algo" más grande que la vida. Este "algo" se puede sentir en todo lo que produzcan las manos y el corazón de un ser humano―en obras de arte, en jardines bien cuidados y en los alimentos preparados con amor.

"Aunque poseas doscientas existencias, vuélvete no-existente en Su ser―es justo volverse inexistente para ese ser", escribe Rumi en su Divan. El despertar al ser implica vaciarse. Pero éste vacío da una nueva calidad a las relaciones y ofrece una transformación alquímica de las energías.

[...] Cada relación puede tener esta calidad si nos ofrecemos de buena voluntad, si aceptamos que somos canales y si aceptamos estar vacíos y conscientes. Esto es carisma, o la capacidad de poner en acción los atributos divinos de la mente subconsciente.

En su generosidad y compasión ilimitadas el Uno activa dentro de nosotros la capacidad de recordar e inicia el proceso de consumación. Al ofrecernos su ser nos muestra su misericordia. Este ser, esta misericordia ―cualquiera que sea el nombre que le demos― nos precedió. Surgimos de él, no él de nosotros. O como se suele decir: "El amor de Dios por nosotros fue anterior a nuestro amor por Él". En la medida que seamos los siervos del espíritu, éste será nuestro sirviente cuando conectemos con él. Esta conexión se realiza a través de la presencia, que es receptiva a las energías de la posibilidad.