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Artículos - Arnaud Desjardins

La Enseñanza Última

(Primera Parte)
Por Arnaud Desjardins
Arnaud Desjardins

En el transcurso de nuestra reunión de hoy, me veré obligado a tomar algunos datos y ejemplos ya utilizados en la "Danza de Shiva", aunque los situaremos en un contexto distinto.

La "Consciencia Testigo" es un tema esencial, pero también es un tema no habitual y, por consiguiente, por lo que yo sé, la psicología moderna hace poco caso, aun cuando se encuentra en el centro de todo el camino vedántico.

Yo querría reagrupar hoy elementos ya expresados en diferentes reuniones relativos a esa "Consciencia Testigo" y a la Enseñanza última, al aspecto metafísico de la Enseñanza. Metafísico debe comprenderse no como una elaboración filosófica intelectual, sino como la expresión de una Realización posible, de un Despertar.

Por ello vais a volver a escuchar algunas verdades que ya conocéis, pero me gustaría ayudaros a realizar la síntesis, principalmente la síntesis de lo que nos proporcionan varias imágenes bastante conocidas, muy interesantes, totalmente imperfectas y que no adquieren valor si no se completan unas a otras.

Mejor que la palabra "Liberación", hoy emplearé la palabra "Despertar". Me apoyaré en una forma de expresarse afirmando que una existencia, incluso una existencia triunfal, se ha vivido dentro de cierto estado de consciencia llamado "sueño", y que unos pocos seres, por su comprensión, sus esfuerzos y su vigilancia, pueden despertarse.

Y, desde este punto de vista, despertarse no significa solamente estar más vigilante, dejarse llevar menos por la corriente de la vida. Despertarse quiere decir pasar de un plano de consciencia a otro. Uno que sueña se despierta bruscamente y se da cuenta de que lo que estaba soñando mientras dormía era de fabricación propia y que no tenía realidad.

El estado de consciencia normal se compara pues con un sueño. No vais a captar inmediatamente todo lo que esta expresión implica, pero podéis recibirla con la autoridad que le dan dos mil quinientos años de Budismo y de Vedanta hindú.

Ese sueño es comprensible si, en primer lugar, sois conscientes de lo que llamamos "identificación", "absorción", falta de vigilancia, es decir, ausencia total de cualquier cosa que merezca llamarse "Testigo", el Testigo inmutable siempre idéntico a sí mismo, nunca afectado, y que es una pura visión del fenómeno; es la condición normal, en la que somos conscientes, por ejemplo, de que hablamos, de la persona con la que hablamos, pero no somos conscientes, al mismo tiempo, de que nosotros somos. Esa consciencia de ser, esa consciencia de sí, esa presencia en sí mismo es el camino de la Consciencia del Sí, de la Realidad última.

Para los maestros del Vedanta, la parte psicológica del Camino es generalmente más reducida de lo que era junto a Swami Prajnanpad, y el énfasis se pone en esa posición central, axial, de la Consciencia, esa posición de Testigo. Alrededor de ese Centro es donde se despliegan la acción y la reacción, o el juego de los opuestos: triunfo-fracaso, felicidad-desgracia, lo que generalmente se coloca bajo la denominación atracción y repulsión, que lo incluye todo.

Eso ya lo habéis empezado a entrever, es posible disociarse un poco de lo que uno siente, de sus estados de ánimo, de sus emociones, de sus sensaciones, de sus pensamientos para ver, constatar que esos fenómenos se producen. Esos fenómenos cambian sin cesar, están todo el tiempo en movimiento, como la corriente de un río que no para de correr, pero la propia visión del cambio no varía. Lo que es la visión pura permanece inmutable, idéntica a través de las situaciones, de las condiciones y de las circunstancias. Y la capacidad de ver crece con el ejercicio, con la práctica de la vigilancia. Es una lucha contra la identificación por la que estamos cogidos, atrapados, absorbidos.

Cuando digo posición de testigo, estoy traduciendo una expresión inglesa corriente en la India, witness consciousness, o witness position, que traduce a una palabra sánscrita, muy precisa también, sakshin, testigo.

Como ya os he enseñado a menudo, el Vedanta insiste también en una verificación que podéis realizar fácilmente, y es que la realidad se reduce siempre a formas de consciencia interiores a nosotros. Nosotros tenemos cierta concepción del mundo que es la coordinación de nuestros cinco sentidos, de las experiencias que llevarnos a cabo a través de nuestro cuerpo, y normalmente yo considero que mi tristeza es interior y que todos vosotros sois exteriores a mí. Pero, en realidad, vosotros no tenéis realidad para mí más que si soy consciente de vosotros. Si de pronto estuviera distraído y me pusiera a pensar en otra cosa, vosotros desapareceríais para mí y ni siquiera sería consciente de vuestra presencia porque estaría absorto en mis pensamientos y demasiado proyectado en el pasado, en el futuro y en otro sitio distinto.

Por lo tanto, la concepción del Vedanta se basa en esta comprobación: todo ocurre, en mi interior. Si duermo, se puede hablar a mi alrededor, me pueden amenazar con un revólver, que yo no me doy cuenta.

Los fenómenos, las revoluciones, las guerras, los dramas, las tragedias o las situaciones maravillosamente felices, no existen más que porque soy consciente de ellas. Por lo tanto, con lo que os identificáis en realidad es con vuestras formas sucesivas de consciencia, con las que os confundís. Si estáis apasionados por la conversación que mantenéis con uno u otro y mecánicamente estáis embelesados, no es con el otro con quien estáis identificados ni con vosotros mismos, es con la forma que adopta momentáneamente vuestra consciencia, la forma de aquel al que miráis, al que reconocéis, al que percibís y concebís corno Suzanne o como Claudine.

Estas formas de consciencia, que reúnen generalmente una sensación, una emoción o un sentimiento y un aspecto intelectual, una idea, al mismo tiempo, son siempre relativas, es decir, están en relación con el pasado, con el futuro, con la multiplicidad, con el tiempo, con el espacio, con la causalidad. Ninguna de esas formas de consciencia es autógena, producida por sí misma. Siempre es fruto de algo distinto.

El Testigo, en cambio, no es fruto de nada. Es justamente visión, visión de lo que está condicionado, de lo que está determinado, de lo que es relativo, pero la propia visión no está ni condicionada, ni determinada, ni es relativa. Y ese Testigo podemos considerar que somos nosotros mismos en estado puro, no mezclado con la alegría, la tristeza, el miedo, el deseo y otros elementos que, con relación a esa consciencia central son adventicios, suplementarios. A veces se utiliza la expresión "el puro Yo soy". Y si se emplea la expresión "Testigo", es porque hay algo que se ve. El Testigo ve. El Testigo es el sujeto, el Sujeto último, y ve, es consciente de objetos que son nuestros pensamientos, nuestras emociones, nuestras sensaciones, nuestras formas de consciencia pasajeras.

 

Conocéis algunas imágenes que se han utilizado tradicionalmente. Una, que yo utilizo mucho y que Ramana Maharshi también utilizaba, es la de la película de cine y la pantalla. Es fácil comprender que la pantalla no tiene ninguna forma especial, que es blanca, vacía.

Al leer el grueso libro de las Conversaciones (talks) de Ramana Maharshi, me sorprendió encontrar y ver en los propios labios del Maharshi una comparación que yo también había utilizado a menudo. El Maharshi decía: "al final de una película de incendio, la pantalla no se ha quemado y al final de una película de naufragio, la pantalla no se ha mojado". Pero esta comparación, que tiene su valor puesto que el célebre Ramana Maharshi la utilizaba, es, como todas las comparaciones, incompleta o imperfecta.

Ella muestra un aspecto solamente de lo que es preciso descubrir, puesto que la película no es una expresión de la pantalla. El espectáculo cinematográfico no ha salido de la pantalla, no es la pantalla la que se convierte en el espectáculo sin ser afectada por él. Por lo tanto, existe una pequeña dualidad entre la pantalla, por un lado, y el espectáculo cinematográfico, lo que nosotros llamamos corrientemente "película". Esa dualidad no es realmente una, en la medida en que la pantalla, al no tener ninguna forma particular no es algo distinto a la película. Lo repito: la pantalla es plenamente película de amor, o plenamente película de guerra, o plenamente película pornográfica.

Hay una segunda imagen, incompleta, y que debe considerarse a la vez que la comparación de la película y la pantalla, es la que todos conocemos también, la de las olas y el océano. El océano se expresa o se manifiesta a través de las olas, en las olas. Y esa imagen tiene como objetivo mostrarnos que un océano que fundamentalmente es siempre el mismo, parece cambiado en la superficie: las olas suben, bajan, aparecen, desaparecen, se desplazan, o mejor, parecen desplazarse en la superficie del océano como una onda, como una ondulación. La ola no es nada más que el océano. El océano no es más que la ola. Podéis concebir un océano sin olas, perfectamente tranquilo, pero no podéis concebir olas sin océano. Esta imagen nos muestra cierta realidad que es el océano o, si lo preferís, el agua, manifestándose a través de formas efímeras y que, como podrían desaparecer ―y de hecho lo hacen― sin que eso cambie nada respecto al océano, son llamadas, en el lenguaje hindú "irreales", que no tienen realidad en sí mismas. Lo que tiene la realidad en sí, es el océano.

Todavía hay una imagen de la que podéis acordaros, imagen que ya he utilizado, es la del bailarín que se expresa bailando. Los hindúes nos enseñan que Dios es claramente un creador, un artista, pero que Él no es exterior a su creación. Él se manifiesta por medio de esa creación, lo mismo que el bailarín se expresa mediante el baile. Vosotros podéis concebir la escultura mucho tiempo después de la muerte del escultor, pero no podéis concebir el espectáculo del baile mucho tiempo después de la muerte del bailarín ―a no ser que lo hayáis grabado en película, pero esa es una cuestión totalmente distinta.

Las cosmogonías hindúes consideran que, de miles de millones de años en miles de millones de años, Dios deja de bailar y la Manifestación, o sea, el Mundo, desaparece con ello. Y después Dios vuelve a empezar a bailar. Es como una respiración de Brahma. Pero esto no es directamente vuestro problema de hoy. El vuestro es descubrir lo que es preciso descubrir, es despertar a vuestra verdadera realidad, que supera, y con mucho, aquello con lo que os habéis confundido hasta hoy.

Volvamos ahora a esa enseñanza de la postura de Testigo. Si hacéis que la vigilancia aumente dentro de vosotros, si no os olvidáis de practicar, veréis crecer una estabilidad desconocida hasta entonces y la posibilidad de permanecer idénticos a vosotros mismos, inmutables, a través del cambio de vuestras percepciones y de vuestras concepciones, a través de la sucesión de situaciones dichosas y desgraciadas que componen una vida. También veréis de paso disminuir y desaparecer las emociones. Pero, al practicar, sentiréis que existe una distinción entre los fenómenos con los que hasta entonces estabais identificados, con los que hasta entonces os confundíais sencillamente, y esa Consciencia inmutable. Existe la visión del cambio y la de lo que cambia, como una dualidad sutil, como la dualidad de la pantalla y de la película, aunque el Testigo no sea nunca distinto de lo que ve. El Testigo ya no es tal si tiene una forma particular. Si juzga, si aprecia, si deplora, si se alegra, él mismo es forma de consciencia cuyo verdadero Testigo podría concienciarse.

En el silencio de la meditación, el Testigo subsiste solo. Las formas de consciencia, los pensamientos, las ideas, las emociones, incluso las sensaciones desaparecen. Si el Testigo deja pues de ser testigo de lo que sea, ya no se le puede dar ese nombre. Para que exista testigo hace falta que haya una situación, un espectáculo, un objeto del que se pueda ser sujeto. En el silencio de la meditación el testigo no puede ya ser testigo, puesto que ya no es testigo de nada. Entonces se le llamará pura consciencia de sí o pura consciencia de ser.

Pero, dentro de la corriente de la existencia, cuando habéis conseguido disociar ese Testigo de la sucesión de formas con las que os habéis confundido hasta entonces, todavía queda una última etapa y, por el momento una última comprensión intelectual, antes de que se convierta en vuestro propio descubrimiento. Eso significa que todas esas formas de consciencia son la expresión del Testigo. De igual forma que el bailarín se expresa o se manifiesta a través del baile, así lo que descubrimos en principio dentro de nosotros como Testigo se revela un día como el motor inmóvil de toda la vida múltiple, cambiante, contradictoria. Aquello de lo que somos conscientes, todo lo que ocurre en nuestro interior ―y eso es la Enseñanza suprema― es en realidad una manifestación del propio Testigo. Y solo tendréis los elementos de la verdad si podéis comprender también esta afirmación.

Las distintas charlas que se han grabado sobre el aspecto metafísico de la Enseñanza enfocan la verdad desde diferentes puntos de vista. Utilizan imágenes interesantes, aunque todas ellas imperfectas, y habría que poder sentir al mismo tiempo todas esas comparaciones, la de la película y la pantalla, la del océano y las olas y la del bailarín y el baile. Dentro de la "Realización", lo que parece subsistir de una dualidad muy sutil entre el Testigo y aquello de lo que es testigo o, tomando otras dos palabras sánscritas bastante conocidas también, entre el Espectador y el Espectáculo, desaparece. En realidad el Espectáculo es la expresión del Espectador. Si comprendéis esta verdad suprema, podéis entrever lo que es la verdadera no dualidad. UNO ―de cualquier forma que lo consideréis―, o como dicen las Upanishads: "En realidad, Uno sin un segundo". Uno solamente. La Realidad es una. Lo mismo que las olas son el océano y que, en todo y para todo, existe el océano único. Las olas aparecen y desaparecen, pero no son distintas al océano. Pues bien, el "Espectáculo", todo cuanto pensamos, sentimos, experimentamos, todo cuanto consideramos, en el momento de vivirlo, como feliz o desdichado, es siempre la manifestación de la gran Realidad inmutable. Los hindúes denominan Brahman a esa Realidad, cuando la designan desde un punto de vista universal, y Atman cuando lo consideran desde un punto de vista personal. Y esa Realidad inmutable es la base de la consciencia de ser de cada hombre y de cada mujer.

Mientras consideréis que el Testigo es testigo de un espectáculo cambiante, formado por pensamientos, emociones y sensaciones distintas a él, todavía os faltará una verdad para haber recibido la totalidad de la enseñanza y para saber que: "Ahora sólo me falta descubrirla por mí mismo, comprobarla, realizarla, vivir su experiencia".

 

Hay que comprender además otro punto. Y es que, de momento os sentís limitados, circunscritos por el cuerpo físico y por el cuerpo sutil (vuestro psiquismo), separados unos de otros. Vivís dentro de la distinción del Yo y del no yo, del Yo y del otro. A duras penas sentís que sois todos formas, emanaciones de la misma y única Realidad. Igual que cada ola es una expresión de un mismo y único océano, cada ser humano es una forma de una misma y única Consciencia, Consciencia y Energía a la vez, Consciencia cuando descansa en sí misma, y Energía cuando se manifiesta mediante esa realidad relativa siempre cambiante, siempre efímera.

Vuestro cuerpo esta envejeciendo de milésima en milésima de segundo. En cuanto a vuestros pensamientos. a vuestras emociones es todavía más evidente que cambian. La única Realidad, Consciencia y Energía, baila, si se puede utilizar esta imagen, y todo el universo ―un universo que comporta un cuerpo causal universal, un cuerpo sutil universal y un cuerpo físico universal― es la manifestación de esa única Realidad, que escapa a la medida y que nunca está afectada por su baile.

El Hombre tiene el privilegio de poder descubrir esa Realidad Única en sí mismo, como si todas las olas del océano tuvieran consciencia de sí mismas como las olas y pudieran despertarse, pero, en realidad, yo no soy esa pequeña ola efímera, que dentro de unos instantes va a romperse sobre la arena, yo soy el único ―y por necesidades de la comparación― el eterno océano.

Reflexionando, veréis cómo se aclaran y se completan esas distintas imágenes tradicionales unas a otras ―la película ha sustituido hoy a la linterna mágica. Pero, os lo ruego, no olvidéis un punto: toda esta metafísica de la que los filósofos se han apoderado enseguida para adornarla con sus propias elucubraciones, es, de hecho, el intento de los sabios de antaño de expresar su propia Realización. No son ideas verificables, que se os asignan como dogmas sin pruebas, es, en una época en la que la Sabiduría tenía mucha mayor importancia en la vida de los hombres de este planeta, la descripción por parte de estos sabios de su propia experiencia interior, de su propia certeza.

Es preciso que os recuerde una verdad, muy a menudo repetida también: los Sabios han intentado ―y yo lo intento también hoy― haceros sentir en términos comprensibles a través de la experiencia corriente, cierta realidad que la supera. Entended bien este punto: esa ha sido la dificultad de todos los maestros, gurús, iniciados, pertenezcan a la civilización que pertenezcan dentro del espacio y del tiempo: ¿cómo intentar hacer presentir un plano de consciencia que supera la experiencia normal a seres que todavía no han superado esa experiencia? ¿Cómo tener en la mente lo que se ha denominado supramental? ¿Corno hablar del despertar a seres que todavía están soñando? O, retomando una imagen fastidiosa a fuerza de ser utilizada, ¿cómo hablar de colores a los ciegos?

Todas estas imágenes, la de la pantalla y la película, la de las olas y el océano, la de un bailarín que baila, todas ellas las podéis captar en el interior de vuestra consciencia actual, pero todas ellas apuntan en la dirección de un Despertar que trascenderá vuestro plano de consciencia, y ese despertar es lo que se ha llamado muy acertadamente Liberación. No lo olvidéis. Los Sabios, contemporáneos o antiguos, han intentado, con imágenes que dan muestra de la multiplicidad y del tiempo, haceros presentir la Realidad que subyace en este mundo relativo y cambiante. "Un dedo apunta hacia la luna, peor para los que miren el dedo", en vez de mirar la luna en la dirección que señala el dedo.

La Consciencia-Energía infinita se manifiesta bajo la forma de ese mundo múltiple, del que todos formamos parte, una célula. Y esa Consciencia infinita reside dentro de nosotros mismos, donde la podemos descubrir. Es la fuente de nuestra consciencia individualizada. Y es también la fuente de todas esas formas cambiantes.

Fuente: Arnaud Desjardins. Para morir sin miedo (Ed. Sirio, 1992)