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El nombre divino: ¿quién soy "yo" realmente?
Por Rupert Spira8 de agosto de 2023¿Quién soy «yo»?
Prácticamente todo el mundo habla de sí mismo como el protagonista de su vida, el personaje conocido como «yo». Invocan el nombre «yo» a lo largo del día en innumerables contextos, pero ¿a quién ―o quizás más exactamente, a qué― se refieren realmente?
De hecho, aquí hay un experimento intrigante: cuando cierras los ojos y buscas el «yo» dentro de tu cuerpo, ¿qué encuentras?
El nombre divino: la respuesta definitiva de la humanidad a «¿Quién soy yo?»
El concepto del «yo» en su forma más pura es un tema profundo con profundas implicaciones filosóficas.
La famosa inscripción asociada al Oráculo de Delfos, y expuesta en el Templo de Apolo, es Gnothi seauton, o «Conócete a ti mismo».
Pitágoras embelleció más tarde el tema con: «Conócete a ti mismo y conocerás el universo y los dioses».
Y si, como afirma Sócrates, «conocerse a uno mismo es el principio de la sabiduría», haríamos bien en suponer que se refiere a algo más esencial que el papel temporal de cada uno en el trabajo, en casa, en la comunidad o incluso en una relación íntima.
Cuanto más profundizamos en la comprensión del «yo», más nos abre a reconocer nuestra naturaleza divina. Arroja luz sobre la esencia más pura de nuestro ser.
Encontrarte a ti mismo: la constante en todas tus experiencias cambiantes
Ramana Maharshi, el destacado sabio y maestro espiritual hindú del siglo XX, defendía la auto-indagación, o âtma-vichâra, como la vía más directa hacia la auto-realización. Enseñaba que «el Ser es Conciencia constante e ininterrumpida. El objetivo de la indagación es encontrar la verdadera naturaleza del ser como Conciencia». (1)
Si «yo» representa auténticamente quiénes somos, entonces debe ser ese aspecto «ininterrumpido» de nuestro ser que nunca nos abandona, que siempre permanece con nosotros. El factor constante en todas las experiencias cambiantes. Permanece constantemente presente a lo largo de los estados de vigilia, sueño y sueño profundo.
Una respuesta, entonces, a «¿Quién soy yo?» es aquello en lo que aparecen todas las experiencias, pero que no es en sí mismo una experiencia. Es el trasfondo, el punto en común de todas las experiencias, siempre presente pero a menudo pasado por alto. El «yo» se refiere a nuestro yo esencial e irreducible―a nuestro ser.
Desentrañando el nombre divino: del ser finito al infinito
A pesar de invocar el nombre «yo» con regularidad, a menudo permitimos que nuestro ser esencial se enrede con el contenido de la experiencia―pensamientos, sentimientos, sensaciones, percepciones. Esta confusión conduce a una falta de comprensión de quién es realmente el «yo», velando así la paz innata y la alegría tranquila que son su verdadera naturaleza.
Cuando eliminas todas las cualidades que adquiere del contenido de la experiencia, descubres que el «yo» pierde sus aparentes limitaciones. Te revelas no como el ser finito y temporal que creías y sentías que eras, sino como un ser ilimitado. Un ser infinito. El ser de Dios.
Así, «yo» es el nombre divino, el nombre de lo divino en nosotros que es anterior a cualquier cualidad derivada del contenido de la experiencia.
La presencia constante del «yo»: aquello que experimenta
Pero, ¿cómo podemos desprendernos del contenido de nuestra experiencia?
Una forma es considerar al «yo» como el espacio de una habitación que casi siempre se pasa por alto en favor de los objetos que hay en ella. Como resultado, el espacio parece estar ausente. De la misma manera, el «yo» es casi universalmente ignorado en favor de los objetos de la experiencia (percepciones, sensaciones, pensamientos, etc.), pero siempre está ahí, brillando intensamente en medio de toda experiencia.
Y al igual que el espacio en la habitación, que no se puede ver pero siempre se experimenta, el «yo» nunca se puede encontrar como objeto de experiencia. Sin embargo, siempre se está experimentando―es decir, siempre se está experimentando a sí mismo.
«Yo»: un portal hacia la paz y la verdadera naturaleza
Si lo miramos desde un ángulo ligeramente diferente, encontramos que el nombre «yo» sirve como un portal a través del cual podemos pasar en nuestro camino de regreso del drama de la experiencia a la paz de nuestra verdadera naturaleza. Como tal, es el mantra más elevado. Y brilla como un faro en medio de toda experiencia, señalando el lugar de paz dentro de nosotros mismos.
Todo lo que se necesita es pronunciar el Nombre Divino una vez y dejarse llevar por su referencia, es decir, por aquello a lo que se refiere la palabra «yo»―el santuario del corazón, el lugar de paz en nosotros.
Esto tiene profundas implicaciones si deseamos llevar a cabo algún tipo de práctica espiritual.
Discernir el «yo»: la esencia de la oración y la meditación
La esencia de la oración o la meditación es resolver por uno mismo la pregunta «¿Quién soy yo?», es discernir claramente la naturaleza del «yo» en medio del enredo del contenido de la experiencia. Es rastrear uno mismo a través de las capas de experiencia hasta llegar al «yo» puro, al ser puro y desnudo. El ser ilimitado. El ser infinito. El ser de Dios.
Por lo tanto, «yo» no es solo el mantra más elevado, es el nombre divino, el nombre de lo divino en nosotros.
- David Godman, Sea lo que usted es: Las enseñanzas de Sri Ramana Maharshi.