Artículos - José Arregi

De “Dios” a Dios
Primera parte
Por José Arregi Original PDFEsta es la Segunda Parte de un artículo del autor titulado “Dios más allá de Dios, o del teísmo” publicado el 30 de marzo de 2021 en el Libro digital: Después de Dios. Otro modelo es posible.
En las páginas anteriores* he esbozado la génesis del «Dios» teísta** en la imaginación humana y su evolución a partir de lo Sagrado sin forma percibido en la naturaleza más cercana y en el cosmos inmenso. Invito ahora al lector a seguir el itinerario inverso recorrido por el sentimiento místico y por la elaboración filosófica de los seres humanos dentro o fuera de las religiones teístas. El camino ―existencial, social, político― que va desde el «Dios» teísta hacia el reconocimiento y el culto vital transteísta y transreligioso del Misterio sin forma que habita en todas las formas y que necesita formarse, expresarse, crearse en el mundo también a través de esta especie viviente, la humanidad que somos.
Este camino de vuelta al Misterio o al Silencio se inició en el seno mismo de las religiones teístas (politeístas y monoteístas) desde su origen. La espiritualidad (ética, ecológica, política y mística) transteísta es el destino de nuestro tiempo, tanto para quienes aún siguen alguna religión como para quienes abandonaron definitivamente toda religión y todo «Dios» fabricado. Vamos de «Dios» a Dios, y la utilización o no de este término es lo de menos.
*Se refiere a la Primera parte del artículo titulada «De lo Sagrado a Dios», que puede leerse en la versión completa del artículo: Dios más allá de Dios, o del teísmo.
**Cuando el autor escribe «Dios» entre comillas, se refiere al significado convencional teísta del término, y Dios, sin comillas, cuando se refiere a la Realidad más allá de toda imagen y significado.
Una revolución espiritual más allá del teísmo: el Tiempo Eje
La espiritualidad transteísta es tan antigua como el teísmo, mejor, muy anterior, tan antigua como eso que llamamos «espiritualidad» y que no podemos datar en el tiempo.
Pero hay una época extraordinaria en la historia de la cultura universal, entre los años 800 y 200 antes de nuestra era, en la que el teísmo estalló. En regiones muy distintas y distantes, desde China hasta Europa, se produjo una profunda revolución cultural y, por consiguiente, religiosa, que sigue teniendo plena vigencia. Karl Jaspers, médico psiquiatra y filósofo (1883-1969), denominó a esa época Tiempo Eje o Tiempo Axial. (1)
En esa Época Axial ―cuya relevancia en el pensamiento se ha vuelto universal―, el ser humano dio un salto en la toma de conciencia de sí, del valor singular del ser humano en el cosmos y de cada individuo en la colectividad, pero también, al mismo tiempo, de la unidad de todos los seres humanos y de la unidad profunda del ser humano con todos los seres. Se reivindicó la razón crítica frente al mito. Nació el anhelo democrático frente a todo autoritarismo.
En el seno de muchas religiones, brotaron poderosos movimientos espirituales de reforma: una espiritualidad mística más allá de las creencias, una espiritualidad ética frente al culto y la doctrina, una espiritualidad mística frente al dogma y el templo, una espiritualidad profético-política del Dios Único más allá de toda imagen humana particular, frente a toda alianza entre la corte y el clero. En el seno de diversas filosofías y religiones, emergió una intensa aspiración hacia el Uno sin nombre. En el corazón del viejo teísmo en todas sus formas se produjo una crisis radical, una fisura definitiva: el politeísmo dio paso al monoteísmo estricto ―ético y mesiánico― en Persia y en Israel, y al monismo transteísta en las Upanishad y en la filosofía griega; la religión devino ética política en Confucio, ética mística en Laozi, camino de liberación personal del sufrimiento en Buda y Mahavira, camino de compasión más allá de toda divinidad, dogma y violencia. En ello estamos todavía.
Mencionaré algunas figuras descollantes que llevaron a cabo el profundo cambio de paradigmas cuyo eco persiste y se extiende por doquier. Resulta chocante y dolorosa la ausencia de mujeres en este elenco de nombres. Es el reflejo de una cultura patriarcal que calló, ocultó y sometió a la mujer, una cultura que todas las religiones han legitimado y que los dos monoteísmos más importantes (cristianismo católico e islam) se resisten a derogar en sus teologías e instituciones.
En China, Confucio (s. VI aec), cuyas enseñanzas se recogen en las Analectas, se alejó de la religión y de las divinidades y se centró en una ética política profundamente humanista; Laozi (s. VI aec), legendario autor del Dao De Jing, ignoró las creencias y los ritos religiosos y se aplicó a la búsqueda de la armonía mística consigo mismo y con todo lo que es, el Dao (o Tao) indecible y sin forma en todas las formas, no fuera de ellas.
En la India, algunos sabios Brahmanes, a través de la práctica meditativa y el pensamiento, descubrieron (entre el s. IX y III aec) que todos los dioses no eran sino formas de Brahman o Absoluto sin forma. Buda y Mahavira, por su parte, desinteresándose de todas las creencias y divinidades, enseñaron la vía de la liberación interior del sufrimiento (Buda, s. VI aec) y de toda violencia (Mahavira, fundador del jainismo en el s. VI aec).
En Persia, Zoroastro (entre 1.500 y 1000 aec, un verdadero adelantado) inició la transición hacia una fe ética en un Dios único más allá de las representaciones de dioses, incluso de la representación del Dios único. En Israel, profetas como Oseas y Amós (s. VIII aec), el Segundo y Tercer Isaías (VI y V aec respectivamente) y Jeremías (s. VI aec) se levantaron contra una religión de ritos y palabras, y clamaron a voz en grito: «Abre las prisiones injustas, desata las correas del yugo, deja libres a los oprimidos, acaba con todas las tiranías, comparte tu pan con el hambriento, alberga a los pobres sin techo, proporciona vestidos al desnudo y no te desentiendas de tus semejantes. Entonces brillará tu luz como la aurora y tus heridas sanarán en seguida, y te acompañará la gloria de YHWH» (Is 58,6-8).
En Grecia, toda una pléyade de sabios combinó la racionalidad científica y la mirada mística: Tales (s. VII aec), Heráclito (s. VI-V aec), Parménides (s. VI aec), Pitágoras (s. VI-V aec), Sócrates (s. IV aec), Platón (s. V-IV aec), Aristóteles (s. IV aec). A la vez, el ideal político democrático avanzaba en la polis laica.
En el Tiempo o Era Axial se esboza aquí y allá, de manera todavía local, la superación de la religión hacia la ética y la mística de la bondad universal. Hay quienes dicen que vivimos un nuevo Tiempo Eje análogo a aquel que conoció la extensa franja que va desde China hasta Grecia. Pienso más bien que la humanidad está culminando la transformación cultural y religiosa iniciada hace más de 2.500 años, esta vez a nivel planetario. Y ya no son las antiguas caravanas comerciales de camellos entre China y Grecia ―auténticas ágoras culturales ―, documentadas ya desde el 1.250 aec, las que provocan la transformación de las ideas y las instituciones a través del encuentro y la relación, sino las rapidísimas tecnologías de la información, con sus indudables ventajas y sus enormes amenazas. (2)
La transmisión global instantánea de la información está produciendo una cultura planetaria del conocimiento científico y del cambio acelerado. Ninguna convicción ni institución tradicional queda indemne en esta planetarización momentánea de la información, la tecnología, la producción y el consumo. La universidad, también ella cada vez más interuniversitaria y universal, desempeña ya un papel de primer orden en este proceso cultural, a pesar de que solo un 7% de la población mundial ―y solo un 50% de la población «occidental moderna»― posee todavía un grado universitario. ¿Qué pasará cuando toda o casi toda la población ―esperemos que pronto― pueda acceder a la Universidad y a todas las tecnologías de la información? Todo lleva a pensar que la crisis global o el fin de las creencias, de las religiones e instituciones tradicionales, de los Dioses y de las religiones teístas es imparable e irreversible.
No tendrá por qué significar de ningún modo que la humanidad abandone la llama de la vida que la ha animado hasta hoy. Podrá significar, bien al contrario, que el Espíritu, el Aliento vital, la espiritualidad, la hondura humana y humanizadora se habrá liberado de dogmas, instituciones y formas que ahogan la Vida. El futuro no está escrito, pero todo sugiere que la difusión de una misma cultura científica tendrá en todas partes el mismo efecto: el fin de la religión teísta. ¿Qué seguirá? En nuestras manos está que se realice aquella profunda aspiración a la armonía universal que movió a Confucio, Mencio y Laozi, a Buda y Mahavira, a Zoroastro, Amós y Oseas, Isaías y Jeremías, a Parménides, Heráclito y Pitágoras, a Sócrates, Platón y Aristóteles, y a tantos hombres y tantas mujeres ocultadas por la historia.
Mística transteísta en la sabiduría oriental: Upanishads
Tras esta presentación general del giro místico transteísta que se dio en el seno de diversas tradiciones culturales desde China hasta Grecia durante el Tiempo Eje, voy a referirme a algunos de los testigos más significativos de dicho giro en diferentes cosmovisiones y mundos religiosos. Mencionaré algunas Upanishads de la religión védica de la India, al Maestro Eckhart en la mística cristiana medieval, y a algunos teólogos cristianos de los siglos XX y XXI.
Trasladémonos primero a las ciudades del Norte de la India de entre 800 y 300 aec [aec = antes de la era común]. Entre la casta de los vaisyas (comerciantes y artesanos), se respira un anhelo de espiritualidad más honda y menos anquilosada que la religión tradicional brahmánica con su excesivo ritualismo, a la vez que rechazan el clericalismo autoritario de los Brahmanes o sacerdotes. No pocos de los Brahmanes más sabios comparten esas mismas aspiraciones. Muchos se retiran a meditar a los bosques y se sientan a los pies de los sabios místicos, empapándose del fruto de su experiencia y su reflexión.
En ese clima y en esa época ―en los que se abrirán nuevos caminos de espiritualidad transreligiosa y transteísta como el budismo y el jainismo― surgen, primero como tradición oral, luego como textos literarios (en prosa o en verso), las más antiguas e importantes de las llamadas Upanishads. Son obra de sabios brahmanes anónimos, si bien se atribuyen a figuras legendarias de la sabiduría espiritual como Yajnavalkya, Uddalaka Aruni, Yanaka, Pravahana... (entre ellas, cosa singular, se mencionan por lo menos dos mujeres: Maitreyi, esposa de Yajnavalkya, y Gargi Vachaknavi). En su experiencia meditativa y su reflexión conceptual, llegaron a donde nadie había llegado todavía: la conciencia y la conceptualización de que toda divinidad, incluso eso que llamamos el «Dios único», no es más que una forma pensada, de que el Absoluto o Brahman impensable e irrepresentable es el Ser verdadero de todo ente, y de que, cuando el ser humano, mirando más al fondo, se libera de las formas ilusorias de su propio pensamiento y de las emociones perturbadas de su ego alienado, se descubre como uno con el Absoluto y, por lo tanto, con el Ser profundo de todo cuanto es.
Trece o catorce de esas Upanishads más antiguas y reconocidas, cima del pensamiento filosófico universal, forman parte del canon literario védico que recoge la «revelación» (shruti) originaria (3). Constituyen el Vedanta, que significa a la vez culminación y fin de la antigua religión de los Vedas o sabios.
Leamos algunos párrafos que siguen despertándonos o convocándonos a la conciencia de lo que ES, de lo que SOMOS.
«Por la mañana, a primera hora, vemos salir la luz de la semilla primordial / y subir rutilante por el cielo. / Y desde la oscuridad que nos rodea, / resplandeciente desde la cumbre de los cielos, / llegamos al Sol, el Dios de los Dioses, / la Luz suprema, la Luz suprema». (4)
«Hay una Luz que brilla sobre este cielo, sobre todos los mundos, sobre todo lo que existe en los mundos superiores, más allá de los cuales no hay otros ―es la Luz que brilla en el interior del ser humano». (5)
Primero es la Luz, la energía originaria que hace que surjan todas las formas. Dios más allá de todos los «Dioses» y del «Dios único». La luz del alba es la imagen de la Luz que nos hace ser y que somos o podemos ser.
¿Cómo llegaremos a serlo? Las Upanishads lo dicen de diversas maneras: «haciendo cesar los pensamientos» (¿pero es posible?), o «liberándose del pensamiento» ―de nuestra identificación con el pensamiento― o «sumergiéndonos en el Ser», en nuestro verdadero Ser, el Atman, que es idéntico a Brahman, mediante la meditación o la plena atención que conlleva el desapego pleno. «Cuando la mente de un ser humano se sumerge en el Ser, aquel ser humano se libera completamente, [y no se distingue del Ser] , como el agua no se distingue en el Agua, o el fuego en el Fuego, o el aire en el Aire». (6)
La No-dualidad o advaita es la doctrina filosófica preponderante en las Upanishads. Pero ha de evitarse un malentendido corriente: la No-dualidad entre el mundo y Brahman (Absoluto o Dios más allá de «Dios») no significa lo que se entiende normalmente por «unidad». El Absoluto no es contable, luego no se puede decir que Brahman (o Dios) y los entes del mundo visible son ni uno ni dos. Son no-dos, pero también no-uno en la medida en que se entiende «uno» como un número contrapuesto a otros números, una cantidad frente a otras cantidades.
El texto más célebre y citado de la No-dualidad hindú se encuentra en Chandogya:
«Uddalaka Aruni dijo a su hijo Shvetaketu:
―Todos los seres vivos, querido, tienen su propia raíz en el Ser, tienen su propio lugar en el Ser, tienen su propio sustento en el Ser [...]. El elemento más sutil es el Ser del mundo entero. Eso es la verdad; esto es el Atman; esto eres tú, Shvetaketu. ―Oh, instruidme más, señor.
―De acuerdo, querido ― dijo él ―. Tráeme el fruto de la higuera. ―Aquí lo tienes, señor.
―Ábrelo. ―Ya está, señor. ―¿Qué ves?
―Estas semillas tan pequeñas, que son como partículas minúsculas.
―Abre una. ―Ya está, señor. ―¿Qué ves?.
―Absolutamente nada, señor, respondió Shvetaketu.
―Créeme, querido. El elemento más sutil, que tú no puedes percibir, ¡de este elemento tan sutil procede esta higuera! Eso que es el elemento más sutil, es el Ser del mundo entero. Eso es la verdad; esto es el Atman; ¡eso eres tú, Shvetaketu!.
―Oh, instruidme más, señor.
―De acuerdo, querido ―dijo él―. Pon esta sal dentro del agua y vuelve mañana por la mañana. Así lo hizo. Entonces él dijo: ―Tráeme la sal que pusiste dentro del agua ayer por la noche.
Cuando la buscó no la pudo encontrar, porque estaba completamente disuelta.
―Prueba el agua de esta parte. ¿Qué sabor tiene? ―Es salada.
―Prueba el agua de esta parte. ¿Qué sabor tiene? ―Es salada.
―Pruébala una vez más y ven a mi lado. Así lo hizo [y dijo]: ―Es la misma.
Entonces su padre le dijo: ―Del mismo modo, tú no puedes percibir el Ser aquí, aunque esté siempre presente. El elemento más sutil es el Ser del mundo entero. Eso es la verdad; esto es el Atman; ¡eso eres tú. Shvetaketu!”». (7)
En la Upanishad Kaivalya, conocida como Upanishad de la divinidad Shiva, se lee: «Aquel que es el Brahman supremo, / el Atman supremo de todo, el gran fundamento / de todo este universo, más sutil / que lo sutil, eterno, ¡tú eres este!». (8)
Shiva es una forma de Brahman. Para los sabios místicos que compusieron las Upanishads, todas las divinidades son en el fondo nombres y formas de Brahman-Atman que es el Ser de todos los entes. Eso eres también tú.
En una Upanishad anterior, tal vez la más antigua de todas, en un texto paradigmático de la No-dualidad se dice:
«Porque cuando parece que hay dualidad, entonces se ve algo, se huele algo, se saborea algo. Pero cuando para el que conoce al Absoluto todas las cosas son el Ser, entonces ¿qué habría que ver y con qué, qué habría que oler y con qué, qué habría que saborear y con qué, qué habrá que hablar y con qué, qué habría que oír y con qué, qué habría que pensar y con qué, qué habría que tocar y con qué, qué habría que conocer y con qué? ¿Con qué se podría conocer todo lo que es conocido? El Ser es aquello que se ha definido como “Ni esto, ni esto”. Es imperceptible, porque nunca se percibe, indestructible porque nunca se destruye, intocable porque nunca ha sido tocado, sin trabas, nunca siente dolor ni sufre. ¿A través de qué, Maitreyi, podría conocerse al conocedor? Ya se te ha dado la enseñanza, Maitreyi. Ésta es, en verdad, la inmortalidad, querida. Y al decir esto, Yajnavalkya la dejó». (9)
El que o lo que en nosotros ve, piensa, dice o conoce algo es también el Ser; éste no es, pues, mero objeto de nuestro ver, pensar, decir, conocer. No hay dualidad entre conocedor y conocido, pues somos el Ser que creemos ver, pensar, decir y conocer como objeto exterior. «Entonces Usasta, hijo de Cakra, le preguntó: “Yajnavalkya, explícame qué es lo Absoluto [Brahman)], el cual es una institución inmediata y una percepción directa, el ser que está dentro de todo”. Y respondió Yajnavalkya: “Aquello es tu ser que está dentro de todo”». (10) En resumen, «Tú eres Aquello». En esta Upanishad se repite: «Tú eres el Testigo que ve». No puedes ver al Testigo que eres como un objeto.
Por eso, tampoco se puede decir ni siquiera que Brahman (o Dios) es uno ni muchos, que son categorías objetivadoras de nuestro pensamiento. En la misma Upanishad Brihadaranyaka, en otro célebre texto profusamente citado, leemos:
«Entonces Vidagha, el hijo de Sakalya, le preguntó:
―¿Cuántos dioses existen, Yajnavalkya?. Y él respondió:
―Trescientos tres y tres mil tres. ―Muy bien ―dijo Sakalya―, mas ¿cuántos dioses hay en verdad, Yajnavalkya?.
―Treinta y tres. ―Muy bien ―insistió de nuevo―, mas ¿cuántos dioses hay en verdad, Yajnavalkya?
―Seis. ―Muy bien ―repuso Sakalya―, mas ¿cuántos dioses hay en verdad?
―Tres. ―Muy bien ―dijo Sakalya―, mas ¿cuántos dioses hay en verdad?
―Dos. ―Muy bien ―contestó Sakalya, mas ¿cuántos dioses hay en verdad?
―Uno y medio. ―Muy bien ―replicó Sakalya―, pero ¿cuántos dioses hay en verdad?
―Uno. ―Muy bien ―dijo Sakalya y preguntó una vez más― (...):
―¿Y quién es el único Dios?
―La energía vital es Brahman y se le llama Aquello». (11)
El sabio Yajnavalkya habla de Dios/Dioses, pero remite al Infinito, más allá de «Dios», de todo nombre, número e imagen. Se puede decir que es uno, o uno y medio o muchos, o mejor todos, o mejor aún el Todo en cada uno de los múltiples seres.
La tradición china, desde hace milenios, le llama Dao o Cielo, y también Señor del Cielo. Las enseñanzas de Buda lo denominan Shunyata (Vacío), y también Nirvana (Extinción), lo que queda cuando se extingue toda forma pasajera (¿Qué queda cuanto se extingue la forma? Nada y Todo). Las antiguas tradiciones indoeuropeas, tanto monoteístas como politeístas, lo denominaron Dios (Luz) o God (Invocación) o Bog (Donación). El Referente, más allá de todo significado, es El (Lo, La) Indecible e Innombrable.
Se cuenta que Arnold J. Toynbee, el famoso historiador de las civilizaciones, conversaba en 1963 con su hijo, que de pronto le preguntó: «¿Crees en Dios?». Toynbee contestó: «Creo en Dios si las creencias hindúes o chinas están incluidas en la creencia en Dios. Pero me parece que los cristianos, judíos y musulmanes, en su mayoría, no admitirían esto y dirían que no es una genuina creencia en Dios».
Tenía razón, pero creo que es problema de esa mayoría menguante de cristianos, judíos y musulmanes que identifican a Dios con «Dios», sin percatarse suficientemente de que Dios es más allá y más acá de «Dios», de toda creencia, significado e imagen.
- Origen y meta de la historia, Ed. Altaya, Barcelona 1995 (original 1949).
- 14 R.A. DENEMARK, Gods, Guns, and Globalization: Religious Radicalism and International Political Economy, Routelege, Londres, 2000.
- La ciencia del Brahman. Once Upanishad antiguas, Universitat de Barcelona - Trotta, Madrid 2000. La antología no recoge tres de las principales Upanisadhs: Brihadaranyaka, Chandogya y Kaivalya.
- Chandogya Upanishad III,17,7 (hacia el s. IX-VIII aec). Cit. en R. Panikkar, Iniciación a los Vedas, Fragmenta, Barcelona 2011, p. 54.
- Chandogya Upanishad III,13,7. Cit. ib., p. 54.
- Maitrayana Upanishad VI, 34. Cit. ib., p. 58.
- Cit. ib., p. 94-95.
- V. 16, fin de la Upanishad. Cit. ib., p. 97
- Brihadaranyaka Upanishad IV,5,15. Cit. según Gran Upanishad del Bosque (con los comentarios advaita de Sankara. Edición de Consuelo Martín), Trotta, Madrid 2002, p. 414.
- Brihadaranyaka Upanishad III,4,1. Cit. ib., p. 261).
- III,1-9, cit. ib., p. 292-294.