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Extractos - Mónica Esgueva

La importancia crucial de la sabiduría

Por Mónica Esgueva

«Tal y como los tesoros se descubren en la tierra, así la virtud aparece de las buenas semillas, y la sabiduría aparece gracias a una mente pura y pacífica. Para caminar con seguridad por el laberinto de la vida humana, uno necesita la luz de la sabiduría y la guía de la virtud».
―Buda

A lo largo de los siglos, la sabiduría ha sido considerada como el pináculo de la visión del desarrollo humano, así como la manera de disfrutar de una buena vida. En Occidente, la visión más completa de la sabiduría proviene principalmente de la filosofía. Para tener una idea más clara, veamos lo que representa:

  1. Un nivel verdaderamente superior de conocimiento, juicio y consejo.
  2. Aborda cuestiones y estrategias fundamentales y difíciles sobre la conducta y el significado de la vida.
  3. Incluye consciencia sobre los límites del conocimiento y las incertidumbres del mundo.
  4. Conlleva un conocimiento de extraordinario alcance, profundidad y equilibrio.
  5. Implica una sinergia perfecta de mente y carácter, teniendo en cuenta todas las virtudes.
  6. Representa el conocimiento utilizado para el bien o el bienestar de uno mismo y de los demás.

Para los primeros filósofos, la sabiduría significaba conocimiento del mundo en su conjunto, así como de la verdad y de lo Divino. En realidad, por ese entonces, esforzarse por alcanzar la sabiduría era la mayor ambición humana. Y el objetivo que se hizo explícito era orquestar la mente y la virtud hacia la excelencia humana y el bien común. En psicología, Jung y Erikson lo definieron como la etapa final del desarrollo de la personalidad, logrado solo por algunas personas al final de la edad adulta. Es decir, la sabiduría se lograba como resultado de un proceso de desarrollo de la personalidad a largo plazo en la tercera parte de la vida. Estaba relacionada con una inquietud desapegada por la vida al enfrentarse a la muerte. También estaba relacionada con la aceptación de nuestra existencia, lo cual es una consecuencia de un equilibrio positivo y la búsqueda de un propósito vital.

Por lo general, las teorías occidentales tienden a centrarse más en el conocimiento y la capacidad analítica. Sin embargo, la sabiduría solamente aparece cuando el conocimiento se alcanza a través de la reflexión sobre las experiencias personales, cuando transforma a la persona y contribuye a un cambio positivo en el mundo. El conocimiento intelectual y teórico en sí mismo que no beneficia a la sociedad en su conjunto no tiene nada que ver con la sabiduría. También implica necesariamente un desarrollo de la perspectiva cósmica, la que abarca toda la realidad.

Las personas sabias son capaces de equilibrar los intereses personales e interpersonales a corto y largo plazo, el conocimiento intelectual e intuitivo, la experiencia personal y una sólida base de valores para guiar sus acciones hacia el bien común.

Hay estudios recientes que han demostrado que mucha gente en nuestra sociedad piensa que la sabiduría es equivalente a la inteligencia y la lógica, y la mayoría de la gente ni siquiera considera que el significado de la vida sea una de sus partes esenciales. Condicionados por nuestra cultura materialista, tendemos a creer que la consecución de los propios objetivos (sin tener en cuenta a los demás) es crucial para la sabiduría, así como dejar de lado la consideración del bien común como objetivo.

Por lo tanto, parece que hay una gran confusión entre conocimiento y sabiduría, pues se cree que el primero puede ser un sustituto de la segunda. Nos falta la conciencia con que está asociada la sabiduría: actuar por el bienestar global, la reflexión profunda y consciente sobre los valores y cómo materializarla con acciones coherentes, la apreciación de los límites del conocimiento lógico y analítico para crecer como individuos, y el interés por construir un mundo mejor. Por eso considero que (urgentemente) necesitamos concienciar a la sociedad de la importancia de la sabiduría, así como de los métodos para su desarrollo. Con el estado de nuestro planeta y civilización, hemos de actuar de manera diferente antes de que el egoísmo, el egocentrismo y el hedonismo terminen por destruir la Tierra y nuestra humanidad.

Para hacerlo más comprensible, vamos a distinguir tres dimensiones básicas de la sabiduría:

Una sería la «cognitiva», e implica ser capaz de entender profundamente las situaciones, así como los aspectos positivos y negativos de la naturaleza humana; ser conscientes de la incertidumbre inherente en la vida y tener la capacidad de tomar la decisión más beneficiosa gracias a las experiencias, a la tolerancia de la ambigüedad, al reconocimiento de los propios límites y a poder ver la realidad más allá de las propias proyecciones. Por lo tanto, ser inteligente es necesario, pero no suficiente.

La segunda es tomarse el tiempo para «reflexionar» con serenidad, poder adoptar múltiples perspectivas, aprender de las experiencias pasadas, tener un buen juicio sobre temas difíciles, respetar las diferencias, albergar un sentido de la justicia, tomar responsabilidad por la propia vida y los propios sentimientos, así como tener empatía, apertura a nuevas experiencias, sentido del humor, resiliencia y voluntad de cooperación social.

La tercera tiene que ver con lo que en gran medida podríamos llamar «espiritualidad»: altruismo, centrarnos más en los otros, disposición a perdonar, bondad y compasión por otros seres... además de poseer características autotrascendentes como la integridad, la paz interior, la humildad, la gratitud, la autocompasión, la atención plena, el respeto a la naturaleza, la no violencia, la conducta ética, la aceptación profunda de la muerte... Y, por último, pero no menos importante, albergar una sensación general de bienestar psicológico sin heridas latentes, sentir satisfacción y tener un propósito en la vida.

Parece que el proceso de ir cumpliendo años en sí mismo facilita muchas de las condiciones en las que la sabiduría puede florecer: un buen número de experiencias sobre las que reflexionar, una tendencia a buscar sentido en el interior en lugar de lo externo, una mayor apertura a la contradicción y una desaceleración física general que hace que la persona sea más consciente de sus límites y de la mortalidad, así como más tiempo para ser filosóficos. Sin embargo, ¿tenemos que esperar a jubilarnos para llegar a este punto? ¿No deberíamos empezar esta tarea exactamente donde estamos? ¿No mejoraríamos la calidad de nuestra vida y las elecciones que tomamos... así como nuestra profundidad interior y serenidad al hacerlo? ¿No empezaríamos a cambiar el mundo si cada uno de nosotros se hiciera responsable de su contribución ahora mismo y comenzara a modificar la perspectiva egocéntrica y de pura supervivencia para incluir a los demás y la forma en que todos estamos interrelacionados?