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Extractos - Michael Oren Fitzgerald

Frithjof Schuon

Mensajero de la Sophia Perennis

Por Michael Oren Fitzgerald Extracto de la Introducción

La Sophia Perennis trata de lo siguiente: hay verdades inherentes al Espíritu humano, que de hecho están como enterradas en el «fondo del corazón» —en el Intelecto puro— y que sólo resultan accesibles al espiritualmente contemplativo; y estas verdades son las verdades metafísicas fundamentales.
—Frithjof Schuon

La verdad metafísica

Frithjof Schuon

El punto de partida de Schuon es la metafísica pura en el sentido en el que la expresaron, por ejemplo, Platón en Occidente y Shankara en Oriente. Sin embargo, hay que decir claramente que la exposición de Schuon de la verdad metafísica no puede reducirse al estatus de una interpretación histórica de un autor o de una escuela en particular. Como afirma en el Prefacio a uno de sus libros, «se observará que no buscamos tanto la información tradicional pura y simple como la explicación doctrinal intrínseca, es decir, la enunciación de las verdades cuyos revestimientos son las dialécticas tradicionales; por consiguiente, no es como historiador de las ideas, sino en cuanto portavoz de la philosophia perennis, como exponemos diversas formulaciones de la verdad de todas partes y de siempre».

«La clave de la sophia eterna», declara Schuon, «es la intelección pura o, en otras palabras, el discernimiento metafísico». La máxima védica atribuida a Shankara anuncia adecuadamente la naturaleza de este discernimiento: «Dios es real, el mundo es apariencia; el alma no es distinta de Dios» (Brahma satyam, jagan mithyâ; jivo brahmaiva nâparah)?. «Brahma satyam ―no puedo decir nada mejor». Schuon despliega lo que está implícito en el discernimiento de la verdad metafísica:

Al hablar del discernimiento, entendemos ante todo el discernimiento entre lo Real y lo ilusorio, Âtmâ y Mâyâ, lo Absoluto y lo relativo, el Ser necesario y el ser posible; lo que implica, por una parte, la prefiguración de lo relativo en lo Absoluto y, por otra, la proyección de éste en aquél, o sea todos los grados y modos de la Realidad universal. La «prefiguración» de que se trata es el Ser creador con todas las potencialidades que contiene; y la «proyección», por su lado, es el «Espíritu de Dios», el mundo celestial, el Intelecto universal, el Avatâra, la Revelación. Sin olvidar el microcosmo teomorfo, el Intelecto humano, el prodigio «naturalmente sobrenatural» de la intelección; el órgano de la Sophia perennis, precisamente”. (1)

Estas formulaciones se prolongan aún más en un pasaje, magistral como de costumbre, que cubre prácticamente todo el campo de la metafísica y la cosmología:

El contenido fundamental de la Verdad es lo Incondicionado, el Absoluto metafísico, el Uno Supremo, que es también el Absolutamente Bueno, el Agathon platónico. Pero en la naturaleza de lo Absoluto está el ser Infinitud y Omniposibilidad, y en este sentido dijo san Agustín que está en la naturaleza del Bien el comunicarse; si hay un sol, también hay irradiación: y en esto reside la necesidad del cosmos, que proclama a Dios.

Sin embargo, decir irradiación es decir también separación de la fuente de luz. Dado que Dios es el Bien absoluto e infinito, todo lo que no es Dios ―es decir, el mundo como tal ― no puede ser absolutamente bueno; la no-divinidad del cosmos trae consigo, en sus limitaciones, el fenómeno del mal o de la maldad, que, por ser un contraste, hace resaltar tanto más la naturaleza del Bien. Como dijo Eckhart, «cuanto más blasfema, más alaba a Dios».

Lo esencial aquí es la discriminación entre Âtmâ y Mâyâ, entre la Realidad vista como «Sí» y la relatividad vista como «juego cósmico»: puesto que lo Absoluto es infinito ―sin lo cual no sería lo Absoluto―, debe dar origen a Mâyâ, una «menor realidad» y en cierto sentido una «ilusión». Âtmâ es el Principio ―el Principio Primordial, podríamos decir― y Mâyâ es manifestación o efecto. En rigor, Mâyâ en cierto sentido es también Âtmâ, puesto que en último término sólo existe Âtmâ; por consiguiente, ambos polos deben imbricarse mutuamente y deben estar ligados uno al otro, en el sentido de que, en Âtmâ, Mâyâ está prefigurada en cierto modo, mientras que, por el contrario, Mâyâ, a su manera, representa o refleja a Âtmâ. En Âtmâ, Máyá es el Ser, el Creador del mundo, el Dios personal, que Se revela al mundo en todas Sus posibilidades de Manifestación; en Mâyâ, Âtmâ es cualquier reflejo de lo Divino, tal como el Avatara, las Sagradas Escrituras o el símbolo que transmite a Dios. En la esfera de Mâyâ o de la relatividad, no sólo existe el «espacio», sino también el «tiempo», por hablar comparativa o metafóricamente: no sólo hay simultaneidad y gradación, sino también cambio y sucesión; no sólo hay mundos, sino también «edades» o «ciclos». Todo esto pertenece al «juego» de Mâyâ, al despliegue casi «mágico» de las posibilidades ocultas en el Uno Primordial. (2)

A menudo los poemas de Schuon se dirigen al lector en un lenguaje a la vez simple y profundo. Varios de ellos se refieren al discernimiento fundamental entre la Realidad y la ilusión, incluyendo el siguiente, que expresa «en pocas palabras» la doctrina de la escuela advaita (o no dualista) del Vedânta asociada con el gran Shankara:

Advaita

Mâyâ es irradiación de Âtmâ
pues Âtmâ resplandece: es la Luz Suprema.
En Mâyâ se hallan los mundos con sus ciclos;
Pero son ilusiones, no afecta al Âtmâ.

Mundos y ciclos surgen y desaparecen
Ante la Realidad de Âtmâ nada persiste.
Vuestra experiencia de cosas, tiempos y lugares
es tan sólo sueño. Esta es la doctrina en pocas palabras.
Sin embargo, ¡Oh hombre! de Âtmâ cayó una chispa
misteriosamente en el río de tu corazón.
Lo más profundo de tu interior no está cegado por Mâyâ;
No es distinto de Âtmâ.
Shanti Om. (3)

La unidad transcendente de las religiones

También hay que mencionar la estrecha relación de Schuon con la expresión que acuñó, «la unidad transcendente de las religiones», la tesis metafísica de que existe una unidad subyacente a las diversa religiones. En el prefacio de su libro De la unidad transcendente de las religiones, Schuon escribe: «Si hablamos de “unidad transcendente”, queremos decir con ello que la unidad de las formas religiosas debe realizarse de un modo puramente interior y espiritual, y sin traicionar a ninguna forma particular. Los antagonismos de estas formas no atentan contra la Verdad una y universal, del mismo modo que los antagonismos entre los colores opuestos no atentan contra la transmisión de la luz una e incolora».

El punto de partida de este concepto es el reconocimiento de que existen diversas religiones que aparentemente se excluyen unas a otras (4). Algunos piensan que esto significa que una religión es verdadera y que todas las demás son falsas; otros concluyen que todas son falsas. «Es como si, ante el descubrimiento de otros sistemas solares, unos mantuviesen que no hay más que un sol, el nuestro, mientras que otros, al ver que nuestro sol no es el único, negaran que es un sol y concluyeran que no hay ningún sol, puesto que ninguno es único» (5). Las obras de Schuon demuestran una tercera posibilidad: que todas las religiones son verdaderas, no en su exclusivismo dogmático, sino en su significado interior unánime.

Muchos escritores modernos que proponen la creencia en una Verdad universal concluyen que uno puede ignorar o eliminar las diferencias externas de las religiones, para centrarse únicamente en sus similitudes internas. Schuon rechaza esta noción y en su lugar demuestra que la diferencia externa de las formas es necesaria y providencial. En una carta, escribe sobre la Voluntad divina que subyace a las divergencias entre las religiones:

Debo llamar su atención sobre un aspecto importante de la universalidad, o de la unidad: la divergencia entre las religiones no se debe tan solo a la incomprensión de los hombres; está también en las Revelaciones, y por consiguiente en la Voluntad divina, y esta es la razón por la que hay diferencia entre el exoterismo y el esoterismo; los diversos dogmas se contradicen unos a otros, no sólo en la mente de los teólogos, sino también ―y a priori― en las Escrituras sagradas; pero Dios, al dar las Escrituras, da al propio tiempo las claves para comprender su unidad subyacente. Si todos los hombres fueran metafísicos y contemplativos, una sola Revelación podría bastar; pero, como no es así, lo Absoluto debe revelarse de diferentes maneras, y los puntos de vista metafísicos de los que derivan estas Revelaciones ―conforme a las le diferentes necesidades de causalidad y a los diferentes temperamentos espirituales― no pueden dejar de contradecirse unas a otras en el plano de las formas, un poco como se contradicen las figuras geométricas mientras no se ha captado su homogeneidad espacial y simbólica. (6)

La dimensión exotérica, o externa, de cada forma religiosa tiene sus propios aspectos únicos que corresponden a la colectividad humana a la que se dirige. La necesidad de la diversidad de formas religiosas corresponde a la diversidad de tipos humanos, como ha explicado uno de los comentaristas de Schuon:

[Schuon] no percibe la humanidad ni como una entidad psíquica monolítica ni como un aglomerado amorfo, sino como si estuviera desde hace mucho tiempo dividida en varias ramas distintas, cada una con sus propios rasgos peculiares que determinan su receptividad a la verdad y dan forma a sus percepciones de la realidad. Ni que decir tiene que no se trata de ningún tipo de racismo o etnocentrismo que atribuya una superioridad o una inferioridad a tal o cual colectividad étnica. Sin embargo, tampoco hay ningún prejuicio sentimental a favor de la idea de que los pueblos del mundo son sólo «superficialmente» y «accidentalmente» diferentes: «Observamos en la tierra la existencia de diversas razas, cuyas diferencias son “válidas” ya que no hay razas “falsas” en oposición a las “verdaderas”». Cada rama de la humanidad da muestras de una homogeneidad psíquica y espiritual que puede ir más allá de las barreras de la geografía y la biología...

Las Revelaciones van dirigidas a las diversas colectividades humanas y vienen determinadas por sus necesidades. Así, «lo que determina la diferencia de las formas de la Verdad es la diferencia de los receptáculos humanos. Desde hace milenios, la humanidad está dividida en varias ramas profundamente distintas, que constituyen otras tantas humanidades totales, luego más o menos encerradas en sí mismas; la existencia de receptáculos espirituales tan diferentes y tan originales requiere la refracción diferenciada de la Verdad una». (7)

Schuon plantea esta consideración de manera más sucinta en uno de sus poemas:

¿Por qué hay tantas religiones?
Porque Dios habla a hombres, no a ángeles.
Si sólo hubiera una religión en el mundo,
la humanidad, precisamente, no sería humana... (8)

Esoterismo y exoterismo

Los escritos de Schuon muestran que cada religión, además de su significado literal ―exotérico―, tiene una dimensión esotérica que es esencial, primordial y universal. Describe la sutil relación entre esoterismo y exoterismo, o entre la esencia de una religión y su forma, de la siguiente manera:

La palabra «Esoterismo» sugiere en primer lugar una idea de complementariedad, de «mitad» si se quiere: el esoterismo es el complemento del exoterismo, el «espíritu» que completa la «letra»; allí donde se encuentra una verdad de revelación, luego formal y teológica, allí debe encontrarse igualmente una verdad de intelección, luego aformal y metafísica; no legalista y obligatoria, sino propia de la naturaleza de las cosas, y vocacional, puesto que no todo hombre capta esta naturaleza.

Pero, en el fondo, esa segunda verdad existe independientemente de la primera, luego no es, en su realidad intrínseca, un complemento ni una mitad; sólo lo es extrínsecamente y en cierto modo «accidentalmente». Es decir, la palabra «esoterismo» no sólo designa la verdad total en el aspecto de que se inserta, coloreándose, en un sistema de verdad parcial, sino que también designa la verdad total en sí, que es incolora. Este distingo no es un lujo teórico, implica, por el contrario, consecuencias de lo más importante.

En efecto, el esoterismo en sí es la metafísica a secas, a la que necesariamente se une un método de realización apropiado; el esoterismo de determinada religión ―de determinado exoterismo, precisamente― se adapta por el contrario a esa religión y entra con ello en rodeos teológicos, psicológicos y legalistas ajenos a su naturaleza, aunque conservando en su centro secreto su carácter auténtico y pleno, sin lo cual no sería lo que es”. (9)

La filosofía de Schuon proporciona así un marco metafísico que permite apreciar «la profunda y eterna interdependencia de todas las formas espirituales» (10), respetando y manteniendo la integridad de las formas exteriores; formas que, a su vez, siempre se han nutrido de las enseñanzas esotéricas subyacentes.

Notas:
  1. Raíces de la condición humana, «Pilares de la sabiduría», pág. 105
  2. «Sophia Perennis», Revista Sophia Perennis, 5, pág. 17.
  3. Adastra - Stella Maris, «Advaita», p. 270.
  4. «Si las Revelaciones se excluyen más o menos, ello es necesariamente así porque Dios, cuando habla, se expresa de modo absoluto...» (Senderos de Gnosis, «Diversidad de la Revelación», pág. 30).
  5. De la unidad transcendente de las religiones. «De los límites de la expansión religiosa», pág. 107.
  6. Carta de 29 de marzo de 1964. Cartas de un maestro espiritual, pág. 210.
  7. Harry Oldmeadow, Frithjof Schuon and the Perennial Philosophy, 83-84, con citas de Senderos de Gnosis, «Diversidad de la Revelación», pág. 29.
  8. Songs without Names, Tenth Collection, XLIII, 165.
  9. Resumen de metafísica integral. «La Creación como cualidad divina», pág. 65.
  10. De la unidad transcendente de las religiones. «Prefacio».
Michael O. Firzgerald

Michael Oren Fitzgerald (1949) fue amigo y vecino de Frithjof Schuon durante muchos años y es su albacea testamentario. Adoptado por Thomas Yellowtail en la tribu de los indios crow, Fitzgerald mantiene una estrecha relación con diversos grupos de indios norteamericanos y conoce profundamente su tradición espiritual. A este respecto hay que señalar su importante libro Yellowtail (Cola Amarilla), autobiografía de este célebre hombre medicina y jefe de la Danza del Sol. Michael O. Fitzgerald ha publicado más de una docena de libros y ha dado clases sobre la religión de los indios norteamericanos en la Universidad de Indiana, institución en la que se graduó en Estudios Religiosos y se doctoró en Jurisprudencia.