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Extractos - Swami Madhavatirth

Encuentros con Ramana Maharshi (I)

Por Swami Madhavatirth
El poder de la Presencia (I)

Me gustaría empezar haciendo referencia a una experiencia ―llamémosla "mística"― que tuve durante mi estancia en Sri Ramanashramam. Aunque resulte difícil describirla, intentaré transmitir alguna idea al respecto basándome en una analogía del Srimad Bhagavatam. Se dice que, un tiempo antes de que naciera Sri Krishna, el Señor entró en el corazón de Sri Vasudev, que, entonces, resplandeció como el sol. A continuación, aquella luz se trasladó a Devaki mediante una simple mirada de Vasudev, después de lo cual ella quedó resplandeciente como la luna. Con aquel primer darshan de Ramana Maharshi que tuve en el comedor nada más llegar, descubrí el cegador resplandor del sol en una mirada; unos días más tarde, sentado en su compañía en la sala, reconocí ese mismo resplandor en la mirada de Sri Maharshi: fue como si, con ella, me atravesara lo más profundo de mi ser, de la misma manera que la luz del Señor se transmitió a Devaki a través de la mirada de Vasudev. Se me paró la respiración durante un tiempo y la mente ascendió a un ámbito espiritual de una paz y una felicidad inefables.

Mediante el desapego y el discernimiento se puede aspirar a alcanzar el estado de sakshibhava o estado del testigo, pero existe un estado más elevado en el que uno toma conciencia de su denominador común con todo lo que existe, que, en sánscrito, se denomina abhinnabhava. Aunque ese estado, que era el que había alcanzado el Maharshi, supera cualquier posible forma de comprensión por parte de la mente del buscador, hasta cierto punto se puede entender la naturaleza y la relevancia del abhinnabhava cuando uno se queda, aunque sólo sea durante un rato, en la bondadosa presencia de un gran sabio como el Maharshi.

Mientras estaba sentado en la sala, observé al Maharshi, que descansaba en el sofá y se mostraba completamente indiferente a todo lo que sucedía en su presencia (por ejemplo, el ir y venir constante de los visitantes que, uno tras otro, se postraban ante él) y, aun así, pude discernir en él, de forma muy evidente, esa actitud de unidad con todo llamada abhinnabhava. Puedo afirmar, con total confianza, que tocaba el ser interior de todos los visitantes con aquel abhinnabhava que trascendía los pensamientos y, entonces, los visitantes se veían capacitados para sentir en su interior la presencia del espíritu universal. Al percatarme de que era así como el Maharshi irradiaba la energía del Ser, decidí preguntarle cuál era la mejor forma de prepararme, mientras estaba sentado en su presencia, para recibir aquella transmisión de gracia.

Pregunta.―Cuando estamos sentados cerca de ti, ¿qué estado mental debemos mantener para recibir la transmisión de tu Ser?

Maharshi.―Mantén la mente en silencio, con eso basta. Si te mantienes en silencio, recibirás la ayuda espiritual que necesites en esta sala. El objetivo de cualquier práctica es acabar con la mente. Cuando la mente se aquieta, se experimenta la energía del Ser. Las olas del Ser están por todas partes y uno las empieza a experimentar cuando tiene la mente en paz.

Pregunta.―¿Qué es mejor para mí, mirarte a los ojos o a la cara?, ¿o es mejor que me quede sentado con los ojos cerrados y dirija la mente hacia algo determinado?

Maharshi.―Fija tu mirada en tu propia naturaleza. Es indiferente que tengas los ojos abiertos o cerrados. Lo único que existe por todas partes es la Unidad, así que da completamente igual que tengas los ojos abiertos o cerrados. Si quieres ponerte a meditar, hazlo en el "yo" que llevas dentro. Eso es el atman y, como no tiene ojos, no hay necesidad de abrirlos o de cerrarlos. Cuando alcances el conocimiento de tu propio Ser, ya no quedará ningún concepto sobre el mundo. Cuando estás sentado en una habitación, tanto si las ventanas están abiertas como si están cerradas, tú sigues siendo la misma persona, en el mismo estado. De esa misma forma, cuando estás establecido en el estado de la realidad, da igual que tengas los ojos abiertos o cerrados: las cosas que se hagan externamente tienen escasa importancia.

La reciprocidad que existe entre el Maharshi y su abhinnabhava, y el buscador que está sentado en su presencia, es análoga a la del radiotransmisor y el radiorreceptor, cuando el visitante está verdaderamente ansioso por obtener el máximo beneficio de la energía de bondad que irradia la presencia silenciosa del sabio, debe sintonizar su mente ―receptora― con la longitud adecuada de onda.

El silencio del sabio es constante y ejerce su influencia positiva sin interrupción, tanto si da la sensación de que el sabio es consciente del mundo como si no. Volviendo a la analogía del transmisor, puedo afirmar que, en lo referente al sabio, su influencia espiritual se transmite sin cesar pero, desde el punto de vista del buscador, que aún es presa del poder de maia, el efecto permanentemente beneficioso del sabio no tendrá efecto aparente a menos que el buscador esté preparado para recibirlo. En una conversación que mantuve con otro devoto durante mi estancia en el ashram, el propio Maharshi comparó la irradiación de su gracia con la de un radiotransmisor.

Pregunta.―Según algunas personas, es de egoístas dedicarse a alcanzar la liberación y, en su lugar, habría que dedicarse a ayudar a los demás realizando algún tipo de servicio altruista.

Maharshi.―Esas personas creen que los gñanis son unos egoístas y que ellos no lo son, pero eso no es cierto. El gñani vive en la experiencia de Brahman y el efecto de su experiencia se extiende por todo el mundo. Aunque una transmisión de radio se realiza desde un lugar determinado, sus efectos se pueden sentir en cualquier parte del mundo y quienes se quieran beneficiar de ello pueden hacerlo. De igual modo, el estado de iluminación del gñani se extiende por todas partes y está a disposición de todo el que quiera conectar con él. Por tanto, no se trata de un servicio menor.

 

Durante mi estancia en el ashram, tomé nota de las conversaciones sobre la auto-indagación que tuvieron lugar entre el Maharshi y distintos visitantes. Escuchemos, por tanto, directamente al Maharshi mientras nos explica cómo se debe practicar la auto-indagación:

Pregunta.―"¿Quién soy yo?", ¿a quién se refiere esta pregunta?

Maharshi.―La pregunta se refiere al "yo" individual, no al atman.

Pregunta.―¿Conviene que repita "Soy Shiva" cada vez que me pregunto "¿Quién soy?" ¿No sería bueno decir: "No soy la mente, no soy el intelecto, no soy el cuerpo, etc.?".

Maharshi.―En el transcurso de la auto-indagación, no hay que dar respuestas a la mente pues hay que permitir que la respuesta surja desde dentro. La respuesta que proviene del "yo" individual no es real. Has de seguir indagando hasta obtener la respuesta con el método del gñana marga (camino del conocimiento). Esta auto-indagación se llama meditación y la experiencia inactiva, llena de paz y de conocimiento que surge de este estado, es gñana.

Pregunta.―¿Quién soy yo?, ¿de dónde [soy]? ¿Hay que hacer constantemente yapa (repetición de palabras sagradas) de ello con la mente o hay que plantearle la pregunta una o dos veces a la mente, profundizar hacia la raíz del "yo" y, entonces, detener todos los pensamientos sobre el mundo?

Maharshi.―No se trata de hacer yapa con la pregunta "¿Quién soy?, ¿quién soy?". Una vez planteada la pregunta a la mente, hay que buscar la raíz del "yo" e interrumpir los demás pensamientos. Si uno se llama Desai, no necesita repetirse: "Soy Desai, soy Desai". Por el mismo motivo, tampoco es necesario que uno se repita frases como: "Soy Brahman, soy Brahman". En todas las formas de sadhana se intenta mantener la mente quieta pero, mientras se hace yapa, la mente nunca se va a quedar quieta. En lugar de practicarlo así, lo que hay que hacer es experimentar que Brahman es el sujeto que ve la mente, es decir, el testigo; se debe experimentar que Brahman es el testigo.

Pregunta.―Según tus enseñanzas, cuando uno se embarca en la búsqueda del "yo", ¿tiene la experiencia de ser el testigo?

Maharshi.―Sí.

Pregunta.―Después, si uno borra completamente lo que ha visto, el testigo se convierte en la forma de Brahman.

Maharshi.―Así es.

Pregunta.―¿Conviene practicar pranaiama (control de la respiración) con regularidad y acompasarlo, además, con la pregunta "¿Quién soy?"?, y mientras uno se hace la pregunta, ¿conviene enfocar la atención en la entrada y en la salida del aire?

Maharshi.―No es necesario hacer pranaiama: es mucho mejor que uno intente realizar la auto-indagación "¿Quién soy yo?" sin centrar la atención en la respiración. El pranaiama existe para los que no son capaces de concentrar la mente de ninguna otra manera. A medida que la mente se fortalece, el pranaiama va dejando de ser necesario. La función principal del pranaiama es proporcionar las riendas necesarias para mantener bajo control a ese caballo que es la mente.

Pregunta.―¿Qué opinión te merecen los siddhis (poderes sobrenaturales)?

Maharshi.―La Iluminación es el mayor de los siddhis.

Pregunta.―Cuando me pregunto "¿Quién soy?", no encuentro ninguna respuesta que surja desde dentro.

Maharshi.―Eso se debe a una creencia errónea. Si buscas adecuadamente, descubrirás que ese "yo" que está intentando descubrir algo acabará, más adelante, por dejar de existir. A medida que te desprendas de pensamientos de nombres y formas, irás profundizando cada vez más en tu interior.

Pregunta.―Si consiguiera eliminar todos los pensamientos, ¿meditaría adecuadamente?

Maharshi.―Eso está bien al principio pero sólo cuando se intensifique tu atracción por el Ser comenzará la auto-indagación y, al mismo tiempo, cesará todo ese esfuerzo y aparecerá un nuevo estado.

Pregunta.―¿Se puede hacer la sadhana de la auto-indagación llevando una vida normal o hay que marcharse de casa?

Maharshi.―¿Eres tú quien está en la casa o es la casa la que está en ti? Quédate donde estás.

Pregunta.―Entonces, me puedo quedar en casa.

Maharshi.―Ese no es el significado. Lo que quiero decir es que debes vivir en tu verdadera naturaleza. Tú no eres la casa sino que esa casa, igual que el mundo, están en ti. El dueño de una casa que está convencido de que no es el dueño de nada a pesar de vivir en ella es el auténtico renunciante. Imagina a un hombre que está dormido en un tren: a ese hombre le da lo mismo que el tren se mueva, se pare o que cambien la locomotora. Bien, pues al que está adecuadamente establecido en el atman le ocurre lo mismo, porque sabe que en este mundo no sucede nada y que en él nunca se destruye nada. Sólo sentimos que sucede algo cuando estamos en el estado de pramata ―el sujeto conocedor de algo―, pero ese estado no constituye nuestra verdadera naturaleza. Para el gñani que se ha despojado del concepto del conocedor, nunca sucede nada.