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Extractos - David R. Loy

El sentido de todo esto

Por David R. Loy 7 de julio de 2015
David R. Loy

Cuanto más comprensible parece el universo, más absurdo parece también.
Steven Weinberg, premio Nobel de física.

La más importante de las cosas que crea el ser humano es sentido. A causa de nuestros modos característicos de valorar y tener intenciones, nos acompaña (o, para expresarlo de manera menos dualista, nos resulta inherente, nos es propio) el que el cosmos tenga significado de una manera nueva. Investigar el universo objetivamente y concluir que es absurdo significa no entender nada. ¿Quién comprende que el universo carece de sentido? ¿Alguien separado de él, o alguien que constituye parte inextricable de él? Si los cosmólogos son también una manifestación del mismo universo que ellos estudian, con ellos el universo se está comprendiendo a sí mismo. ¿Cambia eso el universo? Cuando llegamos a ver el universo de una manera nueva, es el propio universo el que está llegando a verse a sí mismo de una manera nueva.

La sombría conclusión científica de Weinberg es muy distinta de las mitologías tradicionales de quizás todas las sociedades premodernas. Para ellas, el mundo resulta objetivamente significativo en el sentido de que los humanos formamos parte de un patrón mayor y tenemos un importante papel que desempeñar en él para el mantenimiento del orden cósmico. Los mesopotámicos creían que los humanos habían sido creados por los dioses como esclavos suyos, para proveer los templos y realizar el trabajo necesario a fin de apaciguarlos y respaldarlos. En el antiguo Egipto, los rituales eran necesarios para mantener a la diosa del firmamento, Nut, separada del dios de la tierra, Geb; de otro modo, el caos caería sobre la tierra. Muchas sociedades mesoamericanas precolombinas creían que los sacrificios humanos eran necesarios para mantener el cosmos, siendo el ejemplo más famoso la práctica azteca de extraer el corazón todavía latiendo de las víctimas de la guerra como ofrecimiento a Huitzilopochtli, el dios del sol.

La mayoría no cree ya en tales problemáticas mitologías sin embargo, la creencia de que el universo es, en última instancia, absurdo, resulta onerosa de una manera distinta. En cierto modo, el sentido es inevitable; forma parte de nuestras prioridades. Si el centro de mi atención está en «estar obsesionado en ser el número uno», el sentido de mi vida pasa a ser la promoción de mis mejores intereses. Si mi propio bienestar no puede separarse del bienestar de los demás, entonces aquella orientación básica puede basarse en una ilusión, y si esa ilusión está extendida, el sentido dado al funcionamiento de toda una sociedad puede ser embrutecedor e incluso autodestructivo. A pesar de ello, tal orientación puede parecer apropiada si el universo carece de sentido y nuestra especie no es más que un accidente de la evolución. Pero si somos un modo a través del Cual el cosmos generativo se vuelve auto-consciente, entonces hay posibilidades más interesantes.

Cuanto más sabemos de nuestro universo, más difícil resulta creer en el determinismo.
Ilya Prigogine, El fin de la certeza

Una característica humana, al parecer exclusivamente nuestra, es que podemos desarrollar la capacidad de «des-identificarnos» de cualquier cosa y abandonar no solo el sentido individual de yo separado, sino también de yoes colectivos: disociarnos del patriarcado (soy un hombre, no una mujer), del nacionalismo (soy americano, no chino), del racismo (soy blanco, no negro), incluso del especismo (soy humano, no un «animal inferior»). La meditación estimula ese desapego, que es necesario para realizar la propia mente-sin-morada. Ahora bien, la gracia de tal abandono no está en disociarse de todo. Es justo lo contrario: al no ponernos de un lado más que de otro, nos volvemos receptivos a ambos. Al no identificarnos con ninguna, podemos identificarnos con todas las cosas.

Que una especie lamente la muerte de otra es algo nuevo bajo el sol [...]. Nosotros, que hemos perdido nuestras palomas [migratorias], lloramos su pérdida. El funeral ha sido nuestro las palomas difícilmente nos hubieran llorado.
Aldo Leopold

Que los seres humanos seamos la única especie (que nosotros sepamos) que pueda saber que es una manifestación del cosmos entero abre una posibilidad que quizás haya que abrazar si hemos de sobrevivir a la crisis a la que nos enfrentamos. Podemos elegir trabajar para el bienestar de la totalidad, hacer de eso el sentido de nuestras vidas. «El bienestar de la totalidad» en este caso, puede significar no solo el bienestar de la biosfera, sino (si se diese la ocasión) el bienestar del universo entero. Que seamos la autoconciencia del cosmos hace que todo el cosmos sea nuestro cuerpo, en efecto, lo cual implica no solo una comprensión especial, sino también un papel especial como respuesta a tal descubrimiento. ¿Es esa la respuesta al mayor problema de todos: el sentido de la vida humana, tanto individual como colectiva? ¿Y es ese el modo como debería entenderse hoy el camino del bodhisattva?

¡Que todos los seres sean felices, sean débiles o fuertes, pequeños o grandes, conocidos o desconocidos! Igual que una madre protegería a su hijo incluso con riesgo para su propia vida, del mismo modo cultivemos un corazón ilimitado hacia todos los seres. Que nuestros pensamientos de amor ilimitado impregnen el mundo entero —arriba, abajo y en todas direcciones— sin obstrucción alguna, sin odio, sin enemistad.
Metta Sutta

Si lo que el budismo describe como «despertar» consiste en ver cómo el universo se vuelve consciente de sí mismo, nosotros somos la especie mediante la cual el universo cobra sentido como totalidad. Entonces, preguntar si el universo tiene sentido objetivamente o carece de él es malentender la cuestión: como si el universo estuviera fuera de nosotros, o simplemente ahí sin nosotros. Cuando no nos borramos del cuadro, podemos ver que somos hacedores de sentido, los seres mediante los cuales el universo introduce una nueva escala de sentido y valor.

"Nosotros ―todas las criaturas inteligentes y autoconsciente; que puedan existir en cualquier galaxia― somos el único medio que posee el universo para reflejarse y comprenderse a sí mismo. Unidos, somos la autoconciencia del universo. El universo entero es absurdo sin nosotros
Nancy Ellen Abrams y Joel E. Primack

David R. Loy es un prolífico autor, profesor de filosofía budista y comparativa, escritor y maestro zen en la tradición de Sanbo Kyodan del budismo zen japonés. Lo anterior es un extracto del nuevo libro de David A New Buddhist Path: enlightenment, evolution, and ethics in the modern world.. / Más info

Texto extraído de: Un nuevo sendero budista (Kier, 2016)
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