Ruta de Sección: Inicio > Artículos > Entrevistas> Artículo

Artículos - Jeff Foster

La Aceptación Profunda

(Segunda Parte)
Insights at the Edge, con Tami Simon

TS: Ahora Jeff, por alguna razón estoy pensando en alguien que pudiera tener mucho temor, digamos acerca de una limitación financiera de cualquier tipo como "no voy a lograr tener el dinero que necesito". Y que te diga que todo esto es muy hermoso, "esta charla espiritual que Jeff nos está dando acerca de recordar la naturaleza oceánica de nuestra conciencia, pero yo ahora realmente necesito resolver este miedo centrado en no contar con el dinero suficiente y lograr conseguirlo y movilizarme y si me pongo a descansar en este sitio oceánico y dejo de preocuparme exactamente acerca de este miedo, no voy a manifestar prácticamente aquello que necesito". ¿Cómo responderías a esto?

JF: Esta es una de las preguntas que más me hacen. Me preguntan mucho "Jeff, todo esto suena muy bien, ¿sabes?, reconocerme como el océano y vivir en el presente y permitir completamente, pero, ¿cómo me ayuda eso para hacer dinero y para pagar mis facturas? ¿Y qué piensas acerca de esto, acerca de aquello?"

TS: Te hice una pregunta que te han hecho demasiadas veces, eso está bien. Está bien. Me parece bien que la haya hecho.

JF: (Risas) Tami, esa no es una pregunta original.

TS: Está bien, puedo con eso.

JF: ¡Puedes con eso! (Risas) Está muy bien. Es interesante. La semana pasada estaba hablando con una mujer y estábamos teniendo esta misma conversación y me comentaba que había la posibilidad de que perdiera su casa en unas cuantas semanas y que no tuviera en donde vivir. Cuando se acercó a mí, obviamente estaba muy ansiosa y estresada. Hablaba, hablaba, hablaba muy, muy rápido. "¿Qué pasa con todo esto? Esto puede llegar a pasarme. Podría sucederme. Tal vez no tenga ni dónde vivir. Podría quedarme sin dinero. Podría quedarme sin casa." Y ¿sabes? hay una relativa realidad en todo eso.

Eso puede suceder. En unas semanas ella podría tener una casa o no, tener dinero o no, pero el punto era que en ese momento, ella estaba tratando de resolver absolutamente todo. Estaba queriendo contar con todas las respuestas en ese mismo momento. Se estaba agotando a sí misma, tratando de componer su vida en un sólo momento. Entonces lo que hice fue que simplemente la invité por un momento a detenerse, en lugar de tratar de arreglar su vida y encontrar toda la solución en ese momento ―Yo no estaba diciendo que la solución nunca llegaría. No estaba tratando de decir que nunca tendría dinero. El punto es que en ese momento, ella no lo sabía. En ese momento, ella no contaba aún con las respuestas, todavía no encontraba la solución. Y estas podrían llegar.

Esto es lo curioso del asunto, el detalle curioso que encontré y mucha gente con la que hablo acerca de esto también se ha dado cuenta ―es que cuando simplemente se apartan de esa historia tan complicada, tan estresante que pretende resolver el futuro― eso es lo que hacemos. Nos sentamos, en este momento, tratando de componer el resto de nuestras vidas. A veces se vuelve demasiado agotador. A veces puede ser maravilloso, justo en este momento, admitir que aún no sabemos nada, que aún no tenemos ninguna respuesta. Por tan sólo un momento relajarnos y sumergirnos en ese sitio de no saber nada, sumergirnos en ese sitio en donde aún no contamos con las respuestas, quedarnos en ese sitio lleno de misterio. Y después, como dijiste, lo que sucede es que la gente dice "Si, pero si me dejo sumergir en el misterio, las cuentas por pagar seguirán ahí. Si me sumerjo en la vida, perderé mi casa. Si me sumerjo en la vida terminaré sin resolver nada. Terminaré convirtiéndome en un parásito. Mi vida quedará destrozada".

Creo que esta es realmente la raíz del miedo. Si me siento aquí, por un momento, y no hago nada, mi vida terminará desmoronándose. Creo que es fascinante que tengamos ese temor: si me siento aquí y no hago nada, sólo por un momento ―porque eso es todo lo que se te pide― mi vida entera se destrozará. Fue muy interesante con esta mujer con la que estaba yo hablando. Simplemente la invité a regresar a ese momento, a respirar y a empezar a sentir las sensaciones de su cuerpo y simplemente sentir el miedo, realmente. Le pregunté en qué parte de su cuerpo lo sentía. Apuntó a su estómago, a su cuello y garganta. Le pedí que prestara algo de su atención a la vida, a la vida que ella era, la vida que realmente se movía dentro de ella, a esa sensación de vivo hormigueo que sentía moverse dentro en este momento, la invité a que de algún modo se saliera de esa historia acerca de MÍ vida. Mi vida y mis problemas, y mis soluciones y que en el lapso de unas tres semanas se quedaría sin casa. Le pedí que se saliera tan sólo por un momento de eso, de la historia de su vida y que regresara de algún modo a la vida, que recordara esa vida que ella era. Y después, resultó muy interesante ya que se permitió sentir las sensaciones en su cuerpo y realmente sentir el miedo, en lugar de salir huyendo de él y tratar de resolver el temor ―porque de alguna manera eso era lo que ella estaba intentando hacer. Ella estaba tratando de arreglar ese miedo presente. Estaba tratando de deshacerse del miedo que sentía resolviendo la historia de su vida, arreglando la historia de su vida, como si se estuviera saliendo de la "vida" y entrando a la historia de "Mi vida". El punto es que eso no estaba funcionando, simplemente estaba resultando muy agotador y estresante y las respuestas no venían. Las respuestas aún no llegaban.

Lo importante fue que simplemente relajó su cuerpo y empezó a honrar el miedo, en lugar de huir de él, empezó a reconocerlo y honrarlo y a compartirlo conmigo, enfrentó el miedo, realmente ―no trató de arreglarlo o de evitarlo, más bien se reunió con él. Ahí fue cuando ella empezó a relajarse y de repente, su vida no parecía ser ese desastre y ya no fue más una catástrofe. Lo más gracioso es que, desde esa posición, desde ese lugar creativo, desde el misterio de ese momento, es desde donde surge la fuente de toda creatividad. Si las respuestas van a llegar, es justo de aquí de donde vienen ―del misterio de cada momento. No vienen contenidas dentro de la historia temporal de tres semanas. Las respuestas que estamos buscando, emergen dentro de su propio y dulce tiempo desde este misterio y es como si la mente ―esto es muy hermoso― como si la mente estuviera tratando de resolver la vida para nosotros. La mente es una hermosa herramienta y por supuesto que no desearíamos deshacernos de ella y tampoco queremos convertirla en nuestro enemigo, sin embargo, la vida simplemente nos está invitando a salir de esa historia de "mi vida" y de "resolver mi vida" y "componer todo" y simplemente recordar el misterio que ya somos.

TS: Ahora Jeff, en esta historia donde tú guiaste a esta persona, ayudaste a que se sentara con el sentimiento de miedo que estaba en su cuerpo, y tal parece que éste es un paso muy importante y uno que puede resultar ciertamente difícil para las personas, especialmente si no están entrenadas ―por lo menos en mi experiencia― en alguna clase de enfoque o atención incorporada. ¿Cómo ayudas a que la gente lo entienda y que se quede con la fisiología de lo que está sucediendo dentro de ellos?

JF: Creo que lo que hago, si pudiera resumir lo que hago con la gente, es que no hago demasiado, realmente. No me experimento como haciendo mucho con la gente. Para mí, se trata de estar con ellos, ¿sabes? A menudo pienso, cuando nos sentamos junto a alguien, cuando conocemos a alguien, cuando estamos conversando con alguien y esa persona expresa su miedo, o dolor o siente duda o confusión, rápidamente intentamos arreglarlos o solucionar sus problemas. Si alguien está sintiendo mucho temor, tratamos, quizás por amor o compasión que ya no se sienta de esa manera o intentamos ofrecerle algunas soluciones o pretendemos tener una especie de respuesta.

Lo que trato de hacer con la gente, es no hacer tanto. Busco aquello que realmente sana, es decir, esta es mi particular experiencia con la gente ―lo que realmente sana en este encuentro, este estar con ellos. Me siento con alguien que está experimentando mucho miedo, y entonces se meten en su historia tenebrosa de "Esto es lo que pasará, eso pasará, no tendré qué comer, perderé mi hogar, moriré, terminaré viviendo en un agujero." Yo no les ofrezco respuestas. No trato de componerlos. No pretendo tener la solución. Soy muy honesto en ese sentido. No pretendo saber más que ellos. Lo que creo que hago ―y no te diría que es realmente un hacer― es que les ofrezco un espacio para que ellos mismos se encuentren con su propio miedo. Si me es posible me siento con ellos en el estado en que se encuentren, no evito nada, no trato de arreglarlos y no les ofrezco respuestas fáciles con el fin de comprobarles lo maravilloso que soy como maestro porque sé mucho ―eso no me interesa. ¿Sabes? no me interesa. Lo que realmente me interesa es realmente estar ahí con ellos.

Como te decía antes, creo que eso es lo que hemos olvidado como especie. Hemos olvidado básicamente cómo estar con nosotros mismos. Ahí es en donde comienza todo nuestro sufrimiento, en el olvido de lo que somos, que es básicamente el olvido acerca de cómo sentarnos con nosotros mismos, cómo sentarnos con nuestros miedos. Nadie nos enseñó cómo sentarnos con el miedo. La gente nos ha enseñado a lo largo de nuestras vidas cómo deshacernos del miedo, cómo escaparnos de él, cómo transformarlo en algo diferente, pero ¿quién nos ha enseñado cómo convivir con el miedo cuando es momento del miedo? ―enfrentando el hecho del miedo, sentarnos ahí, encarando el hecho del miedo en el momento presente. ¿Quién nos enseñó a simplemente quedarnos quietos ahí? Nos han dado muchas técnicas y soluciones y métodos para deshacernos de todas esas cosas.

Siento bastante confianza cuando hago esto con las personas, quizás debido a mi propia experiencia en estos años soy ahora más capaz de sentarme con mi propia experiencia. Soy ahora más capaz de sentarme con mis propios temores, de sentarme con la tristeza, de sentarme con la confusión, de sentarme con la duda dentro de mí porque aprendí, a través de los años, a no darles la espalda. Aprendí que huir de este momento realmente no nos ofrece aquello que tanto estamos buscando. Por muy paradójico que suene, sabes, este enfrentar la situación, quedarse ahí, quedarse ahí, quedarse ahí. Pienso que esa es la constante invitación de la vida diciendo, quédate ahí, quédate, quédate. Aunque en este momento, puedas llegar a sentir que no puedes quedarte, ¡quédate ahí! ¡Quédate con eso!

Creo, por el motivo que sea, que desde estos días en que soy más capaz de convivir con mi propia experiencia, soy mucho más capaz de mantenerme también con la experiencia de los demás y no huir ni tratar de componer las cosas.

TS: Me parece que estás ahora apuntando a algo realmente importante, que es el poder de estar con otra persona aceptando de manera incondicional todo aquello por lo que está pasando. Me parece que nos señalas algo de suma importancia acerca de cómo poder estar ahí para los demás.

JF: Creo que esa es la esencia misma de la curación y el verdadero significado de la palabra. Lo que yo diría es que para mí, el sanar no tiene nada que ver con el hecho de huir. No tiene nada que ver con arreglar las cosas. La sanación no tiene nada que ver con componerte. No tiene que ver con tratar de componer a los demás. Sino más bien con ese quedarte ahí con tu experiencia, incluso si en ese momento nos dan ganas de salir corriendo, incluso si se siente sumamente incómodo quedarse ahí, incluso si estamos junto a alguien que está experimentando mucha tristeza, duda, confusión o ira.

Cuando estamos sentados al lado de alguien que en ese momento esté expresando enojo hacia nosotros, que se dirige a nosotros, que nos insulta y nos culpa de haber hecho ciertas cosas. Nos está juzgando. Normalmente lo que pasa en esta situación es que comenzamos a sentirnos incómodos. Nos empezamos a sentir lastimados. Incluso empezamos a sentir la urgencia de irnos, ya sea literalmente o psicológicamente a través de retirar nuestra atención o de ignorarlo, lo evadimos psicológicamente, o podríamos incluso sentir la urgencia de atacarlo porque nos sentimos atacados. Nos sentimos lastimados.

No sabemos cómo estar con nuestro propio dolor. Nos sentimos heridos y no sabemos cómo quedarnos con eso. No sabemos cómo lidiar con eso. Así que arremetemos contra ellos ―hay cierto impulso de arremeter contra ellos. Así que aquí está la invitación que nos hace la vida, y esa es la invitación que yo les ofrezco y esa es la invitación de la que hablo en mi libro. ¿Podríamos simplemente quedarnos en ese sitio, incluso si en el momento se dé mucha incomodidad, aunque sintamos mucho dolor? ¿Podríamos mantenernos con nuestra propia experiencia, aunque haya dolor, aunque nos esté doliendo?

¿Podríamos encontrar ese sitio en ese momento, en donde esa ola, esa intensa ola de dolor que se mueve en nosotros, sea bienvenida? ¿Podríamos encontrar nuestra vastedad inherente? En ese momento, ¿podríamos simplemente pararnos y notar que eso que somos es suficientemente vasto? Lo que somos es oceánico. Lo que somos es lo suficientemente grande como para contener ese dolor, aunque queme, aunque sea demasiado intenso, aunque haya la urgencia de huir o de expulsar a alguna persona o atacarla o arreglarla, o manipularla o tratar de cambiar su experiencia. ¿Podríamos quedarnos ahí, con todo eso? ¿Podríamos encontrar ese lugar en donde realmente todas esas olas que se mueven por dentro, sólo por ese momento, tienen permiso de estar? ¿Podríamos recordar que lo que somos es tan inmensamente grande como para alojar ese dolor y después encontrarnos con esa misma persona en ese sitio de profunda aceptación?

He tenido mucha experiencia con esto durante los últimos años, sobretodo siendo maestro. Una cosa es hacer todas esas reflexiones y tener una experiencia de despertar y otra muy diferente es salir y enseñarla, ya que uno se expone a toda clase de situaciones y a todo tipo de gente. Uno se expone al ataque ante la gente que no está de acuerdo o que no le gusta cómo enseñas o cómo estás diciendo las cosas y es realmente difícil. Muchos de los aspectos sobre los que hablo pueden resultar bastante difíciles para la gente y eso es muy comprensible.

Me he visto en situaciones a través de estos años, en donde estoy sentado con alguien que ha estado muy enojado conmigo, o que está en total desacuerdo conmigo y me dice tal o cual cosa. No me ha pasado demasiado, sin embargo, si ha llegado a suceder. Para mí eso representa siempre una invitación para permitirlo profundamente, en ese momento, permitir cualquier ola que surja. Porque no soy inmune. No hay tal cosa como alguien que sea inmune a la vida. Y pienso que a veces tenemos esa loca idea acerca del despertar, o algunas personas tienen esa loca idea acerca del despertar o de la iluminación, como si fuera una especie de entumecimiento, o un lugar en donde no se sienten ese tipo de olas, en donde no vuelve uno a sentir tristeza, o donde ya no se siente dolor o en donde las olas se han vuelto bastante más leves.

En mi propia experiencia resulta justamente al revés. Porque las olas tienen permiso de moverse, incluso las olas se vuelven bastante más intensas. Las olas son más intensas porque uno pierde el interés de ahuyentarlas. Uno pierde el interés de adormecerse ante la vida porque quieres vivir.

Ya sabes, pasé los primeros 25 años de mi vida ―yo estaba prácticamente muerto. Estaba adormecido. Estaba completamente dormido, tanto para mí mismo como para los demás. Así que hoy en día ya no me interesa mantener ese estado. No me interesa pretender que soy el iluminado que no siente nada. Eso, ni parece posible ni tampoco humano. Lo que realmente me interesa en estos días es convivir con otros seres humanos en este lugar de profunda aceptación, dándome cuenta del movimiento de todas estas olas dentro de mí y encontrando ese lugar en donde tienen permiso a surgir, en donde surgen.

Así fue como en realidad empecé a dejar de darle la espalda a lo que tenía que enfrentar. Así es como podemos romper el ciclo de violencia y conflicto porque estamos permitiéndonos sentirnos heridos justo en el momento y recordando que somos ese vasto, ilimitado y abierto espacio de consciencia que permite esta ola de dolor. No se rechaza el dolor. Simplemente le dice "Si" al dolor, por muy extraño que parezca. Uno le dice "Si" al dolor. De un modo extraño, eso es lo que permite que no salgamos lastimados, a través de descubrir este "Si" interno hacia aquello que duele. Así es como terminamos con la identificación de "Yo soy el que está lastimado. Soy el afectado, tú me lastimaste. Yo soy el que está sufriendo. Yo soy tu víctima." Me parece que es aquí en donde todo tipo de violencia, en donde todo conflicto comienza; en esta identificación como víctima. "Tú me lastimaste. Tú me lastimaste".

Así que el hecho de recordarnos como ese vasto océano en donde el dolor está permitido ―ese dejar de pretender que el dolor no está ahí. No se trata de pretender que el dolor no está ahí. Es reconocerlo. Es sentirlo profundamente, pero es permitir que ese dolor se mueva en tí para que no se quede estancado. Fluye y se mueve. Y recuerdas, desde lo más profundo, que eso no tiene la capacidad de lastimarte, que lo que tú eres, como océano, no podría ser nunca lastimado por eso. Podría doler, pero no te va a hacer daño.

Creo que comprender esto es fundamental, y así fue como, en mi propia experiencia, fui capaz de acompañar a la gente ―incluso cuando estaban en un estado violento o muy nerviosos o muy enojados. Quedarme con ellos. Detrás de todo esto, por supuesto, verás su dolor. Conoces su dolor ―y es ahí en donde puede haber compasión, es cuando recuerdas que toda esa conducta destructiva viene de ese dolor, de ese dolor que no ha salido a la superficie. Ellos simplemente no son capaces, en este momento, de estar consigo mismos. Así que tal vez yo si pueda hacerlo.

Y eso, para mi, es de lo que finalmente se trata. La vida se trata de esa convivencia ―la convivencia con nosotros mismos, con nuestro dolor, con nuestros miedos, con nuestras bendiciones y alegrías― reunirnos con todas esas olas en nosotros y reunirnos con los demás de la misma manera. Porque, al final del camino, se trata de una misma reunión ―esa que es con nosotros mismos. Esto se ha convertido últimamente en un cliché pero es cierto. Siempre estamos reuniéndonos con nosotros mismos con diferentes disfraces. No somos tan diferentes como nos gustaría creer.

TS: Ahora Jeff, hay tantas cosas de qué hablar que pronto tendremos otra conversación pero, mientras tanto, tengo la sensación de que nuestro público quiere saber más acerca de ti. Es decir, aquí estás, con tu hermoso acento británico.

JF: (Risas)

TS: ...y tal vez no se den cuenta que eres una persona muy joven, apenas pasando los 30 años. ¿Es correcto?

JF: Es cierto. Si, tengo treinta... ¿cuántos tengo? 32, creo.

TS: Si, algo así.

JF: Si, alrededor de 32, después te lo puedo confirmar (Risas)

TS: Gracias. Podemos revisar tu acta de nacimiento o algo por el estilo. Pero sabes lo que es interesante, creo que la gente quiere escuchar un poco más acerca de tu propio proceso. Mencionaste cómo los primeros 25 años de tu vida, en retrospectiva, habías estado "dormido". Pero tengo curiosidad, has escrito acerca de la profunda depresión en que vivías, hasta el punto casi del suicidio pero después tu situación cambió. Tuviste ciertos progresos, ciertas ideas y estás aquí ahora, ayudando a los demás. Así que cuéntanos un poco acerca de tu historia, especialmente sobre la depresión y qué fue lo que cambió todo eso.

JF: Claro. Siempre fui un niño deprimido, un adolescente con depresión. Si tuviera que resumirlo, la vida siempre resultó para mí demasiado pesada. Me levantaba por las mañanas, sabes, fueron 25 años que yo acuerde. Me levantaba cada mañana y sentía la vida pesada, pesada, pesada. Era demasiado tímido y demasiado consciente de mí mismo. No creo, es decir, casi no hablaba con la gente hasta que tuve más o menos 20 años, lo que resulta demasiado irónico, considerando que en estos días viajo alrededor del mundo hablando con gente, haciendo reuniones y talleres. Es curioso cómo la vida puede dar un vuelco así.

Yo estaba demasiado consciente de mí mismo y esto empeoraba cada vez más y me sentía con una sobre carga inmensa y odiaba como me veía yo. Simplemente me odiaba. Me sentía completamente inadecuado. Mi vida carecía de cualquier tipo de intimidad. Era incapaz de compartir algo con los demás. Me aterraba tener que expresarme desde ese temor tan grande. Si ellos hubieran sabido qué me pasaba, si realmente hubieran sabido lo que yo era, si hubieran visto más allá de mi fachada, me hubieran rechazado. Se hubieran reído de mí. O nunca hubieran querido volverme a hablar, ¿sabes?

Yo era simplemente alguien que se guardaba todo, todo, completamente. Nunca tuve realmente amigos. Nunca tuve con quién hablar, realmente. Estaba como muriéndome por dentro. Todo eso iba empeorando y ya en la universidad fue peor. Tenía 22, 23, 24 ―no lo puedo recordar― vivía en Londres y trabajaba en la BBC. Supuse en ese entonces que entraría a la televisión. Estaba trabajando en el turno de la noche. Odiaba mi trabajo. Tenía una relación demasiado obsesiva con una chica. Yo pensaba que ella era la indicada. Creía que me iba a completar. Que había encontrado a mi alma gemela. Pero ella no estaba de acuerdo. (Risas) Todo terminó y simplemente toqué fondo.

Creo que más o menos por ese tiempo también caí muy enfermo. Terminé en el hospital. Fue una especie como de crisis nerviosa. Viendo hacia atrás puedo decir que fue como una crisis nerviosa, sin embargo, yo sentía que algo tenía que cambiar, algo tenía que establecer una diferencia, las cosas no podían seguir así. Creo que un evento que realmente empezó a cambiar las cosas fue una experiencia cercana a la muerte. Es decir, fue un momento, tal vez en ese justo momento no me di cuenta. Fue una especie de experiencia cercana a la muerte.

Un día estaba yo absolutamente tocando fondo. Me tomé el día libre en el trabajo porque me sentía muy mal. De repente, tuve la necesidad de ir corriendo al baño y empecé a vomitar y vomité sangre. Me asusté mucho y empecé a perder la consciencia y me desvanecí. Desperté, no sé después de cuánto tiempo, tal vez después de 5 ó 10 minutos y estaba tirado en mi ducha y estaba todo cubierto de sangre. Me acuerdo que no podía respirar y trataba de gritar para pedir ayuda y no pasaba nada. Realmente tuve la sensación de "bueno, esto fue todo". Ya sabes, a veces escucha uno historias así, de gente que vomita sangre de la nada y después de 5 minutos, están muertos y eso verdaderamente me asustó. Me asustó verdaderamente y tirado ahí lleno de sangre por todos lados sin poder gritar, sin poder levantarme. Pensé "Este es el fin. Este es el fin. Así es como termina la historia." Creo que este fue el comienzo de algo.