Artículos - Francis Lucille
Diálogos con Francis Lucille
Francis Lucille Encuentro en Barcelona, 2012 (Selección IV)
Interlocutor: Muchas veces te escuché decir que no se pueden escoger los pensamientos, y que controlamos muy poco lo que hacemos o lo que pensamos. Hoy me parecía que había un dominio en el cual teníamos una verdadera elección; tiene que ver con la ética, entre lo que pensamos que está bien, está mal, es verdadero o falso, bello o no. Me parece que estas entidades que somos tenemos elecciones muy distintas y tenemos la elección en cada momento o al menos es esto lo que he aprendido porque he crecido con esta filosofía.
Francis Lucille: La respuesta general al respecto es que para tener elección, en tanto que entidad separada, primero sería necesario que fuéramos una entidad separada. La pregunta contiene una afirmación implícita según la cual somos una entidad separada.
Lo que somos es la consciencia y no es evidente que esta consciencia sea limitada, separada o personal.
De hecho, las decisiones, todas las decisiones que son tomadas conscientemente en el conocimiento de la universalidad de la consciencia son unas decisiones éticas. Esta sería una definición perfecta de la ética. En general para definir la ética en filosofía tenemos una filosofía de valores; por ejemplo, no matar, los diez mandamientos... Pero, de hecho sabemos a un nivel mucho más profundo, que debería haber una unidad en todo esto, que debería haber una fuente única de los valores, una unificación de la filosofía, de la misma manera que en física intentamos unificar las teorías. No solamente una unificación de los diversos valores éticos sino también una unificación de la ética y de la estética y, de hecho, eso se encuentra en la universalidad de la consciencia.
Toda acción que ha sido tomada desde el conocimiento de la universalidad de la consciencia, sabiendo que la consciencia es universal, es a la vez ética y estética. Por ejemplo, si actúo hacia una persona en el conocimiento profundo de que yo estoy también al otro lado de la barrera del cuerpo y la mente mi comportamiento hacia esa persona será perfectamente justo y perfectamente ético. No habrá un desequilibrio hacia un lado u otro, no seré ni egoísta ni altruista porque soy yo también en los dos lados, el péndulo no irá hacia un lado u otro sino que estará perfectamente estable.
Así que las preocupaciones que podríamos tener vinculadas al hecho de que si nosotros no somos los dueños de nuestras decisiones en tanto que entidades personales podrían desaparecer los valores éticos y estéticos, esta preocupación no tiene fundamento. La razón por la cual he hecho este paréntesis es para tranquilizar.
Pero queda el hecho de que como entidades separadas no escogemos nuestras acciones por la buena razón de que nuestras acciones, pensamientos y decisiones son eventos cósmicos. Son la convergencia en un punto del espacio-tiempo de un conjunto de causas, y no hay una causa única.
Si alguien se comporta mal con otra persona, por ejemplo porque está borracho, tal vez está borracho porque sus padres eran alcohólicos o puede ser porque el día era muy caluroso y ha tomado demasiada cerveza, y hacía mucho calor porque el cielo estaba despejado; hay todo un conjunto de causas que al final convergen en este evento particular, para mí es tan evidente...
Tan evidente que en tanto que entidad personal no actuamos, no pensamos, no decidimos; y cuando comprendemos que en tanto que entidad personal no actuamos, no pensamos, no decidimos una pregunta legítima que se plantea es: si no pensamos de manera personal, si no decidimos de manera personal, si no actuamos en tanto que persona, ¿por qué seríamos conscientes en tanto que personas? ¿Por qué la consciencia sería esta excepción extraordinaria? Ya que nada es personal en nuestra experiencia, ¿por qué la consciencia jugaría una excepción tan notable? Si nuestros pensamientos son, de hecho, un producto universal, si nuestras acciones son un producto universal, si nuestras decisiones son un producto universal, ¿por qué la consciencia no sería también universal? Y desde el momento en que estamos abiertos a la posibilidad de que la consciencia es universal, en ese momento en tanto que consciencia universal: sí, yo decido, yo pienso, yo actúo, pero en tanto que consciencia universal. Así vuelvo a encontrar la libertad, vuelvo a encontrar el libre albedrío pero no a nivel personal.
Y para aquellos que son nuevos aquí pienso que hay algo importante que explicar: ¿por qué digo que no escogemos nuestros pensamientos? Una elección significa una multiplicidad de posibilidades y la determinación de una de esas posibilidades; por ejemplo, escojo entre tres restaurantes, una posibilidad de entre las tres posibilidades. Pero cuando un pensamiento nos viene no tenemos elección entre tres pensamientos. No tenemos la posibilidad de decir sí o no, el pensamiento viene y eso es todo. Si lo miramos de cerca no hay diferencia real entre la manera en que nos llega un pensamiento o la manera como la lluvia o el sol nos llega. La naturaleza no nos pregunta: "¿qué quieres hoy lluvia o buen tiempo?" La naturaleza no nos pregunta con antelación, el universo tampoco: "¿qué quieres hoy un pensamiento amable o un pensamiento menos amable?, ¿un pensamiento feliz o un pensamiento menos feliz?" No, no es a la carta, es un menú fijo. No hay elección, es como en una pensión, como en un internado, como en los monjes.
I: ¿Tenemos elección de seguir este pensamiento o no seguirlo?
FL: Esa es una teoría que es el resultado de un esfuerzo desesperado de los filósofos de restituir el libre albedrío donde no lo hay. Es la teoría de la decisión en dos tiempos. Hay un primer tiempo que nos es impuesto –el pensamiento nos es impuesto y no se puede escoger– pero después tenemos la elección de rechazarlo: tenemos la elección de decir sí o no, tenemos la elección entre el pensamiento "sí" o el pensamiento "no".
Pero supongamos que es el pensamiento "no" el que nos viene, ¿hemos elegido el pensamiento "no"? Viene, eso es todo. No hay diferencia de naturaleza, el pensamiento viene y "puf".
I: Y cuando el menú es amargo, ¿qué hacer?
FL: El pensamiento que juzga a otro pensamiento tampoco lo escogemos. Pero lo que podemos hacer es comprender... Comprender porque la comprensión misma no es un pensamiento, la comprensión está por encima del pensamiento. Veremos, quizá más tarde, que la comprensión es también impersonal, y la comprensión ejerce un control sobre el pensamiento.
Así que, por ejemplo, la comprensión de que no somos dueños de nuestros pensamientos –en tanto que entidad separada– va a introducir un cambio en la reacción que tenemos frente a nuestros pensamientos. El pensamiento reactivo, que reacciona al pensamiento precedente –es el caso al que usted hacía alusión– para juzgarlo, para decir: "¡Oh!, este pensamiento era malo, este pensamiento es depresivo, soy una mala persona, soy incapaz, soy insuficiente...", este pensamiento va a venir mucho menos a partir del momento en el que comprendo que yo no estoy en tanto que persona en el origen del pensamiento precedente. Si comprendo que todos los pensamientos vienen de Dios, incluso los más ridículos, incluso los más malos, en ese momento tengo menos tendencia a juzgar a Dios que a mí mismo. El pensamiento reactivo, y en particular el pensamiento que culpabiliza, por efecto de esta comprensión, se va a empequeñecer y gradualmente va a desaparecer.
Y lo maravilloso en este caso es que si no me culpabilizo a mí mismo tampoco culpabilizaré al otro, si no veo a un culpable en mí tampoco voy a ver a un culpable en el otro. Y eso armoniza enormemente las relaciones humanas. Si no me juzgo a mí mismo tampoco juzgo al otro porque en el fondo el otro no es diferente de mí, lo que vale para el otro vale para mí, lo que vale para mí vale para el otro. Así que esta comprensión que parecía al principio hacer explotar los valores éticos, de hecho, es el centro mismo, la fuente misma de los valores éticos.
Y eso no quiere decir que la sociedad no tiene el derecho y el deber de protegerse y llevar a la cárcel a un asesino o un ladrón, pero no hay nadie a quien juzgar. Igual que un médico no juzga los virus o los microbios de los cuales intenta defender a su paciente, solamente son mecanismos naturales que entiende y frente a los cuales toma medidas.
Barcelona, 26 de diciembre de 2012Interlocutor: Volviendo a la conversación de ayer; en tanto que yo separado, ¿qué podemos hacer? Aparte de comprender ¿hay otra cosa que podamos hacer? Entiendo que cuando actuamos no es realmente el yo separado el que actúa, pero a pesar de esto parece que el yo separado está haciendo algo. Es una imitación del hacer y hay unas imitaciones mejores que otras.
Francis Lucille: Vamos a tu primera pregunta que es...
I: ¿Qué puede hacer el yo separado aparte de comprender?
FL: La respuesta es muy simple: nada. El yo separado ni siquiera puede comprender por la sencilla razón de que el yo separado no existe. Es como preguntar... ¿qué puede hacer un unicornio? o ¿qué puede hacer el hijo de una mujer estéril? Este último es un ejemplo utilizado muchas veces en la India.
I: Pero la ignorancia existe...
FL: La ignorancia existe, pero no es lo mismo que el yo separado. La ignorancia es la creencia en un yo separado y no es lo mismo. La creencia de que Papá Noel existe no es prueba de la existencia de Papá Noel. La creencia de ser un yo separado existe, pero el yo separado no existe; únicamente existe en el seno de esta creencia.
Todo lo que hacemos, ya sea bajo la influencia de la ignorancia o en ausencia de ignorancia o con el fin de liberarnos de la ignorancia, no es una entidad separada la que lo hace; todo esto es la acción universal, es el principio de la acción universal. Basta con ver que hay un único agente, una sola fuerza –la fuerza universal–; no hay dualidad. Incluso la separación entre el observador y lo observado, entre el sujeto y el objeto, también es un concepto.
La mala noticia es que en tanto que entidad separada no podemos hacer nada y la buena noticia es que nosotros no somos una entidad separada. Si comprendemos, en el seno mismo de la acción, que no somos una entidad separada, automáticamente la acción deviene justa, es recta. De la misma manera, si en el momento del pensar comprendemos que nosotros no somos un pensador separado, el pensamiento deviene justo. Si en el momento de la percepción, comprendemos que no somos un perceptor separado, la percepción devine justa.
En el trabajo corporal que realizamos tratamos de restablecer la percepción justa, la sensación justa. Y aquí en los diálogos intentamos restablecer el pensamiento justo.
Si la sensación, la percepción y el pensamiento son justos, en ese momento la acción resultante también es justa. En general la sensación, la percepción y el pensamiento preceden a la acción.
Incluso si la sensación y la percepción son justas, la acción que surge de forma espontánea y sin deliberación será justa también.
Sin embargo, la acción que es deliberada solamente será justa en la misma medida en que sea un pensamiento justo quien nos conduzca a ella. La buena noticia, en este caso, es que no tenemos necesidad de estar en la percepción y la sensación justa, si el pensamiento es justo la acción que seguirá al pensamiento justo será justa.
Hay dos formas de acción justa: una que proviene de la inteligencia, que proviene del pensamiento justo, y otra que es más intuitiva y que proviene de la percepción y de la sensación justa, se dice que es la acción que proviene del corazón pero sin reflexionar, es una acción que viene de una percepción justa. Decimos que viene del corazón pero no viene del corazón viene de un sentimiento y una percepción justos.
La definición de justo es: no separado. Viene de una percepción, una sensación y de un pensamiento no-duales.
Por ejemplo, hay una forma de pensamiento que es justo. Es una forma de pensamiento que está abierto al Ser, que busca el Ser, que se interroga sobre el Ser, sobre la naturaleza de la consciencia, la naturaleza de la realidad, etc. Es un pensamiento que viene directamente del Ser, no viene de la ignorancia. Es importante comprender esto, porque acaba con toda una serie de dudas. Cuando somos buscadores de la verdad podemos decir: "todo lo que pienso, todo lo que hago, todo lo que siento; hasta que no haya realizado el Ser es erróneo, no es justo está manchado con el pecado original de la ignorancia". Pero esto no es verdad. Es necesario aprender a reconocer las acciones y los pensamientos justos que surgen de nosotros y ponerlos en relieve, exaltarlos.
Barcelona, 27 de diciembre de 2012