Artículos - Francis Lucille
Diálogos con Francis Lucille
Francis Lucille Encuentro en Barcelona, 2012 (Selección III)
Interlocutor: Me gustaría hacer una pregunta que concierne a la comprensión intelectual. La comprensión intelectual todavía pertenece a la ignorancia, incluso aunque intelectualmente sea una visión del acceso a la consciencia. Mi pregunta es, ¿qué utilidad tiene la comprensión intelectual sabiendo que todavía pertenece a la ignorancia?
Francis Lucille: ¿Por qué la comprensión que tiene que ver con la verdad y con la evidencia pertenecería a la ignorancia?
La comprensión es precisamente aquello que pone fin a la ignorancia, sea una ignorancia relativa o absoluta. Una ignorancia relativa sería, por ejemplo, si creo que dos más dos hacen cinco. Entonces, empiezo a contar con los dedos y digo "uno, dos, tres, cuatro, ¡ah!" la luz surge y ¡puf!: comprensión relativa.
Y la comprensión absoluta se refiere a la consciencia. Y hay algo que hay que comprender acerca de esto, y es que para comprender algo acerca de la consciencia hay que tener la experiencia de la consciencia. Ese es el motivo por el que toda comprensión verdadera al respecto de la consciencia no es ignorante. No se despliega en la ignorancia sino todo lo contrario.
En cambio, supongamos que un especialista en lenguas orientales ―oficial de la legión de honor y miembro de una gran academia y muy orgulloso de sí mismo― dé una conferencia, puesto que pertenece a su dominio de conocimiento, sobre filosofía india y sobre el concepto de consciencia en los distintos sistemas filosóficos indios. Para hablar de ello necesita una cierta comprensión, pero esta comprensión es una comprensión puramente formal, es una comprensión de palabras y conceptos, no lleva a la experiencia de la consciencia ―y es por eso por lo que he señalado que este profesor está muy orgulloso de sí mismo―. Así que uno puede dar una lección magistral sobre la no-dualidad sin conectarla con su experiencia; podríamos llamar a esto una comprensión intelectual ―yo más bien la llamaría una "incomprensión intelectual"―. Habría que hacer entonces una diferencia entre la incomprensión intelectual que proviene de la ignorancia y la comprensión intelectual que proviene de la experiencia de la consciencia. La primera, por supuesto, es totalmente inútil y no tiene nada que ver con lo que hablamos aquí, y en cambio no habría que confundirse acerca de la segunda; como dice la expresión inglesa "no habría que dejar que el bebé se vaya junto con el agua de la bañera".
Hay algo importante aquí, y es que a menudo nos podemos encontrar en una situación donde parece que, el pensamiento en general y en particular el pensamiento filosófico, no puede llevar a nada sustancial. Que el pensamiento se despliega en su propio dominio de conceptos, que permanece es ese dominio conceptual y no llega jamás a contactar con la realidad. Esta visión de las cosas es particularmente cierta bajo una óptica materialista, en la cual se atribuye la realidad al plano grosero de la fisicalidad y, por supuesto, el universo del pensamiento, el universo conceptual parece un plano paralelo que flota por encima del plano real, que jamás contacta con él y que jamás podría llegar a una conclusión real. Entonces puede que la filosofía en su conjunto nos aparezca como un puro constructo intelectual y gratuito, que no lleva a ningún lado y al final de este gran proceso de pensamiento uno encuentra lo mismo que había puesto al principio; como se dice en la informática "basura dentro, basura fuera".
Por ejemplo en mi caso, cuando tenía dieciocho años y me interesé un poco por la filosofía, es la conclusión a la que llegué. Y tengo que decir que la filosofía moderna, la filosofía actual como ha perdido, en la mayoría de los casos, el contacto real con la filosofía, la llamada "filosofía perenne", la filosofía moderna justifica esa desconfianza y ese rechazo de la aproximación conceptual que parecería inoperante. Más tarde, tuve que revisar, cambiar esta conclusión. Me di cuenta, tras haberme interesado por la experiencia espiritual, que había palabras y conceptos que lejos de estar desconectados de la realidad estaban, de hecho, en contacto íntimo con ella, y que se podían utilizar como vehículos que llevan a la experiencia de la realidad.
Pero para llegar a eso todavía hacía falta que me liberase de mi visión materialista que afirmaba que el universo era el universo físico, y que me hiciese profundamente las preguntas: ¿Cuál es mi realidad? ¿Qué es la consciencia? ¿Es la consciencia real? ¿La experiencia consciente es real o es que me la invento? Incluso si me la invento, esa invención aparece a algo que es real. Y si la consciencia por la que todo es percibido no fuese real entonces nada sería real, porque algo que no fuera real no podría percibir lo real. Un personaje de mi imaginación en una novela, no puede percibir realmente. Solo una consciencia real puede percibir lo real. En otras palabras, la consciencia es al menos tan real ―igual o más real― que aquello que sea que pretende percibir. Y una vez que se ha visto la realidad de la consciencia, en ese momento, se produce una transferencia de realidad desde el plano físico hacia la consciencia. En ese momento lo que denominamos realidad se ha vuelto otra cosa.
Si tomamos una palabra o un concepto como la palabra "consciencia" o la palabra "yo", ¿dónde aparece? En la consciencia; aparece en la consciencia y, al mismo tiempo, apunta a la consciencia. Como una isla en el océano donde en todos los postes indicadores estuviese escrito "océano", porque sea cual sea la dirección que se tome uno va a llegar a la playa. El concepto consciencia sería como una isla apareciendo en el océano consciente, y cuando uno empieza a jugar con ese concepto, es decir, cuando uno empieza a caminar sobre esta isla antes o después uno llega al océano, antes o después uno llega a la consciencia.
Así que palabras como "consciencia", como "yo", como "realidad", todas esas palabras tienen un poder, el de llevarnos a la realidad y no intelectualmente o conceptualmente sino de manera experimental. Es la única categoría de palabras que tienen ese poder, todos los sinónimos de "yo" o "consciencia", son las únicas palabras que tienen el poder siguiente: que cuando desaparecen nos dejan en la experiencia de aquello a lo que se refieren.
Si, por ejemplo, tomo la palabra "flor" cuando el concepto flor desaparece no me deja una flor sino que lo que permanece es la consciencia y no una flor. La palabra "flor" no me da una flor; al igual que la palabra silla, mesa, papá, mamá, no importa que palabra, me dejan en la consciencia, me dejan con la consciencia pero sin desvelarla. En cambio la palabra "yo", la palabra "consciencia" me dejan con la experiencia de la consciencia.
Es por ello que la comprensión intelectual a partir del pensamiento es una de las vías de acceso al conocimiento de lo que somos. Y es por eso por lo que Jesús dijo "nadie llega al Padre sino a través de Mí" ―a través del Yo, a través de la consciencia―. En ese caso Jesús no era pretencioso, no estaba diciendo "no solo a través de mí se llega al padre". Nadie llega al padre si no es a través de esa puerta de acceso que es el Yo. Es por eso por lo que dijo "el Yo es la puerta de acceso, el Yo es el camino, la verdad y la vida".
Y esto que acabo de decir explica también, en parte, la magia en los diálogos espirituales. Porque en los diálogos espirituales hablamos sin cesar del yo, de la consciencia y las palabras, que tienen ese poder, nos llevan, a pesar de la mente, hacia la experiencia de la paz. Eso explica, en parte, este perfume que existe en los diálogos espirituales, porque los conceptos utilizados nos llevan hacia el perfume de la experiencia del Ser.
Barcelona, 18 de julio de 2012