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Medardo Rivera

Satsang

Advaita para principiantes

(Segunda Parte)
Por Medardo Rivera 28 de abril de 2025 Versión PDF

2. Mitos que hay que trascender

2.1. El libre albedrío

“Libre albedrío” no es sinónimo de voluntad ni de libertad. Por definición, “albedrío” es la facultad de obrar por reflexión, mientras que “voluntad” es la potestad de hacer o dejar de hacer algo. Por lo tanto, para que haya “libre albedrío” deben darse estas dos condiciones: a) pleno conocimiento de las causas que originan la acción, así como de sus consecuencias, y; b) la posibilidad de poder escoger entre varias (al menos dos) opciones con transcendencias similares o equivalentes (los pros y los contras). Si tomamos en cuenta ciertos factores tales como: 1) lo dicho en 1.6. respecto a nuestros supuestos actos “voluntarios”; 2) que tanto el reflexionar como el conocimiento están limitados por la cultura, la educación recibida, las experiencias, la edad, etc.; 3) que no es posible conocer o tener en cuenta todas las causas y consecuencias de nuestros actos; 4) que no siempre tenemos posibilidad de otras opciones de trascendencia similar o equivalente; y, finalmente, 5) que casi siempre nuestro actuar está condicionado por circunstancias que están fuera de nuestro control; vemos claramente que la idea de “libre albedrío” es en sí mismo una ilusión, un mito. De lo que sí parece que somos libres es de manifestar y procesar el grado o la intensidad de nuestras reacciones o emociones ante los hechos; así, por ejemplo, ante un mismo acontecimiento, unos sentirán mayor o menor alegría; otros, mayor o menor rabia; unos, mayor o menor orgullo; otros, mayor o menor vergüenza, etc.

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2.2. Las divinidades

A nuestra mente le es muy difícil tratar con lo abstracto; por eso, por ejemplo, cuando queremos pensar en “lo blanco” pensamos en un objeto de color blanco; o cuando queremos pensar en “la tristeza” pensamos en el rostro de una persona triste, etc. Igual sucede con las relaciones causa-efecto; a nuestra mente le es muy difícil, si no imposible, concebir lo espontáneo; esto nos lleva a la idea de que debe haber un “hacedor” para la creación y un juez supremo para nuestros actos (justicia divina), lo que da pie al mito de las divinidades e ideas similares tales como: Dios, seres o encarnaciones divinos, enviados o mensajeros, maestros o gurús, representantes de Dios, amigos o enemigos de Dios, santos o pecadores, diablos y sacerdotes, etc. Y, consecuentemente, florecen también las ideas de rituales, ceremonias, dogmas, mandamientos, actos meritorios, “gracia divina”, bendiciones, maldiciones, cielos, infiernos, milagros, etc. con las cuales los humanos asociamos a esas divinidades con el devenir de nuestra vida, lo que claramente se opone al libre albedrío. Todas estas ideas se convierten en distractores u obstáculos para la meditación, cuando lo que se busca es reconocer e identificarnos con nuestra verdadera esencia, la acción de SER. (Ver Anexo 2)

«¿Qué es el razonamiento relativo? Este es el proceso de razonamiento por el que un sujeto crea en su consciencia objetos con cualidades o características opuestas que pueden ser comparadas. En otras palabras, el proceso no puede funcionar si no es sobre la base de una dualidad sujeto-objeto. Este razonamiento relativo puede ser eficaz, e incluso necesario, para describir objetos por comparación»

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2.3. El destino

Por lo general tenemos la idea de “destino” como algo inevitable y opuesto al libre albedrío, llegando a la conclusión de que, si nuestras decisiones no son libres, los acontecimientos deben haber sido definidos en algún tiempo y por un “alguien” sumamente poderoso. Esta idea la heredamos de las tragedias griegas con las cuales los filósofos de esa época trataban de tener alguna explicación que calme nuestra zozobra ante lo frágil de nuestras decisiones y lo limitado de nuestras acciones, frente al azar y al infinito poder de la naturaleza.

Es muy importante no confundir “determinismo” con “destino”. El determinismo es la filosofía que se establece ante el hecho de que todos y cada uno de los eventos, incluyendo las acciones humanas, están determinados por una o varias causas previas (todo efecto tiene una o varias causas); mientras que el destino es la creencia de que hay un plan o un propósito predeterminado por un(os) dios(es) para la vida de un individuo o una comunidad. El mito del destino se apoya en la “falacia por ignorancia”, “falsa dicotomía” o “falso dilema” que consiste en concluir lo contrario por no tener pruebas de lo otro; en este caso el error se produce al creer que solo puede ser verdad una de las posiciones extremas; ejemplos:

  • “Si no puede probar su inocencia, tiene que ser culpable”;
  • “Si no estás conmigo, estás en mi contra”;
  • “Si no hay libre albedrío, nuestro destino tiene que estar previamente determinado”

«No hay un creador con un gran intelecto, toda esta “obra” sucede espontáneamente y sin esfuerzo; no hay intelecto detrás de ella»

«Los eventos ocurren, las acciones se realizan. No hay un hacedor individual de éstas»

2.4. El mundo que percibimos

Este mito es más sutil que los anteriores. Tiene su base en el hecho de que damos por sentado que somos un cuerpo-mente, y que todos percibimos el mismo mundo como una única realidad exterior separada (independiente) de nosotros mismo, olvidándonos que somos nuestra propia “burbuja de percepción” que tiene por perceptor a un efímero e inconstante “yo”, y que nuestro cuerpo-mente solo es una minúscula parte de la misma. (Ver 1.4.)

«Hay cinco elementos y el sexto es el Sí Mismo (Atman). Los cinco elementos son en sí mismos los órganos de los sentidos en el cuerpo, y el Sí Mismo es el sexto. No hay “yo” en ninguna parte en esto»

Se debe tener presente que hay muchos factores que condicionan nuestra percepción del mundo tales como la salud mental (sobre todo la memoria), la edad, la cultura, las experiencias personales, etc., por eso cada uno percibe “su propio mundo” el cual es mutable y transitorio como lo son nuestras percepciones. (Ver 1.5.)

«En la paz de nuestro propio ser interior, la consciencia se estremece imperceptiblemente y este mundo surge ante un yo tan condicionado e ilusorio como él. Si la consciencia no experimenta esta vibración, no se produce ninguna visión del mundo objetivo»

Para comprender lo dicho sobre el mundo, se puede establecer esta analogía:

Cuando soñamos nuestra consciencia forma una especie de “burbuja de percepción” en la cual aparece el mundo onírico que incluye un paisaje, unos personajes, un guion y un protagonista (un “yo” mismo) el cual es también una creación de la consciencia como todo lo demás del sueño. Todo nos parece tan real al punto que lo que le ocurre al protagonista (al “yo” onírico que creo ser) ¡lo asumimos como que nos ocurre a nosotros mismos! Lo interesante de esto es que, en el sueño, no nos damos cuenta de que no somos solo el protagonista sino también toda la burbuja de percepción y todo lo que en esta aparece.

Lo mismo ocurre en el estado de vigilia. No somos solo el cuerpo-mente que creemos ser y que aparece dentro de la burbuja de percepción a la que llamamos mundo, sino que también somos toda la burbuja y su contenido. La comprensión de este punto será vital para entender el último paso de la meditación, el Samadhi.

«Cada átomo de consciencia, cuando alcanza el estado de desarrollo de un cuerpo, experimenta sus propias facultades. A veces percibimos los objetos manifestados como si fueran exteriores, porque la consciencia infinita está en todas partes»

«Usted se ve a usted mismo en el mundo, mientras que yo veo al mundo en mí mismo. Para usted, usted nace y muere, mientras que, para mí, el mundo aparece y desaparece. No hay nada malo en nuestros sentidos, es su imaginación la que a usted le extravía; ella cubre al mundo tal cual es con lo que usted supone que el mundo es, haciéndole ver como algo que existe independiente de usted, a pesar de que se ajusta estrechamente a los patrones heredados o adquiridos por usted mismo»

«Cada uno crea un mundo para sí mismo y vive en él, aprisionado por su propia ignorancia. Todo lo que tenemos que hacer es negar la realidad a nuestra prisión»

Si recordamos que lo único real es aquello que es absoluto e inmutable, es decir, aquello que no depende de nada y que no cambia con el tiempo, se puede afirmar que el mundo que cada uno de nosotros percibimos no es la realidad. (Ver 1.5.)

“Solo es real lo que permanece con nosotros cuando dormimos profundamente”

«Nada de lo perceptible es real. Tu apego es tu esclavitud. No puedes controlar el futuro. No existe el libre albedrío. La voluntad es esclavitud. Te identificas con tus deseos y te conviertes en su esclavo»

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2.5. La espiritualidad, el mayor fraude

Con la espiritualidad (o la religión) se nos ofrece volver al lugar de donde nunca hemos salido (tu Sí Mismo, lo Absoluto), o recuperar un quimérico “paraíso perdido”; y también convertirnos en lo que nunca hemos dejado de ser (lo inmutable, nuestra esencia divina); y todo a cambio de una vida entera sometida a una constante sumisión y “humillación espiritual” (siempre nos están repitiendo que “eres un pecador”), bajo la tutela de un gurú o una iglesia cuyos sacerdotes se pasan la vida tramando cómo dirigir sus prédicas para mantenerte humillado, sumiso, resignado y temeroso (nos dicen: “O no estás haciendo lo suficiente para Dios, o ni te das cuenta que estás trabajando para el enemigo”). Y, como si lo anterior no fuera suficiente, tenemos que darles ofrendas y diezmos para que vivan cómoda y lujosamente, contribuyendo así a que se perpetúe el mejor negocio del mundo porque, a más de no trabajar, no rinden cuentas a nadie, ni pagan impuestos.

«No existe un camino que te lleve donde ya estás»
«Al estado supremo no se va, usted es el estado supremo»

“No te aferres a lo que nunca ha sido tuyo, ni trates de encontrar lo que nunca has perdido”.

«Abandone la locura de aferrarse a lo que jamás permanecerá con usted [su fardo existencial], y deje de pretender recuperar lo que nunca ha perdido [su divina esencia]; porque usted, Lo Absoluto, jamás ha dejado de ser lo que es»

«Soy lo que siempre he sido, soy lo que siempre seré»

Nota 1: Nuestro “Fardo existencial” es el agregado de cualidades que conforman la persona que creemos ser: el cuerpo, la raza, la nacionalidad, los títulos académicos, la profesión, el estatus social, el rol familiar, los sentimientos, las emociones, los pensamientos, etc.; en suma, es todo lo que creemos ser y que constituye nuestro mundo y da sentido a nuestra vida, pero que no está con nosotros cuando dormimos profundamente.

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2.6. Samsara: Dharma, Karma y reencarnación

Dharma es la idea de deber, moralidad y ética que cada individuo tiene que cumplir en concordancia con su edad, género, casta y credo.

Karma es la ley de causa y efecto que relaciona las acciones buenas o malas con las consecuencias que éstas traen consigo. El karma no solo se limita a las acciones físicas, sino que también abarca a las palabras, los pensamientos, las emociones, etc. Actuar de acuerdo con el dharma contribuye a acumular buen karma.

Reencarnación, según las religiones orientales, es el proceso por el cual el Atma se encarna en un nuevo cuerpo después de morir, en las condiciones que estén determinadas por el karma acumulado en la vida que ha terminado y en las anteriores.

En el budismo, se llama “Samsara” al devenir cíclico de nacimiento, muerte y reencarnación en el que están atrapados todos los seres sintientes, siendo el deseo, la ignorancia y el apego el motor y el combustible que mantiene en movimiento a esta supuesta ronda o rueda. En resumen, el Samsara representa la existencia condicionada al sufrimiento inherente de la vida.

Estos tres conceptos están muy relacionados entre sí y son el fundamento de muchas enseñanzas esotéricas o espirituales en el hinduismo y, muy particularmente, en el budismo. El fundamento de estos conceptos es la idea de que el alma de cada ser ha perdido su divinidad y tiene que purificarse e ir acumulando conocimiento hasta recuperar su divinidad original; pero esta idea está basada en el mito de las divinidades señalado en el punto 2.2. y en el mito de la espiritualidad tratado en el punto 2.5. y, por tanto, se trata de un mito sustentado en otros mitos.

«El agua de la lluvia favorece el crecimiento tanto de las buenas hierbas como de las malas. Nadie va a acusarla de pecado por haber permitido el crecimiento de las malas hierbas, ni a encontrarle méritos por haber permitido el crecimiento de las buenas. ¿Puede hablarse en el caso del agua de lluvia de renacimiento? ¿De pecado o de mérito?»

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2.7. La salvación (¿salvarnos de qué?)

La mayoría de las religiones fomentan la creencia en un supuesto retorno a algún estado paradisíaco bajo el título de “Salvación”. Sin embargo, la “liberación”, la “emancipación”, la “iluminación”, la “Realización espiritual”, la “Auto-realización”, etc. fomentada en el Advaita solo consiste en darse cuenta, comprender y superar las confusiones y los mitos que se han señalado. Y no basta con haberlos escuchado, estudiado, analizado, comprendido, y supuestamente estar de acuerdo, sino que esa aceptación debe reflejarse en un verdadero cambio en nuestra manera de vernos a nosotros mismos, en nuestros actos, en nuestra manera de vivir; y, sobre todo, en nuestras aspiraciones espirituales.

Es como haber comprendido la diferencia entre “ingerir una deliciosa” comida y “alimentarse bien y nutritivamente”. En el primer caso, son nuestros ojos y nuestra nariz los que nos guían; en el segundo, nuestra inteligencia y nuestro discernimiento. Pero ¿qué podemos esperar si no los hemos desarrollado?

Para alimentarse bien hace falta comprender los procesos de alimentación y de nutrición de nuestro organismo, conocer los alimentos que nos aportan salud, buscarlos en los sitios apropiados (o tal vez cultivarlos nosotros mismos), saber prepararlos correctamente, ingerirlos adecuada y disciplinadamente (masticarlos bien, respetar horarios), observar buenos hábitos de higiene, etc. El incorporar todo esto a nuestra vida lleva muchísimo tiempo, tal vez toda una vida de disciplina y constancia hasta que se vuelva nuestro natural estilo de vida.

Lo mismo pasa con nuestra vida espiritual. No nos quedemos solo con asistir a sermones para escuchar “charlas espirituales” (muchas veces aterradoras y amenazantes), leer libros “sagrados” o escritos con ideas bonitas para mejorar al mundo y/o a nuestra vida, pero que no aportan en nada al conocimiento de nuestro “sí mismo”; por eso, cultivemos, actualicemos y evaluemos de manera crítica y permanente nuestra propia sabiduría, y nutrámonos de ella.

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2.8. La supra-consciencia

El término “supra-consciencia” se usa para sugerir o señalar una mayor capacidad mental y/o un “afinamiento” de la sensibilidad de nuestros sentidos o nuestras percepciones que puede lograrse a través de la práctica de técnicas especiales; pero en la auténtica búsqueda espiritual solo se recomienda desarrollar el enfoque de nuestra atención para percatarse de elementos cada vez más sutiles de nuestra propia realidad, de nuestra verdadera naturaleza. Por eso, para el caso del Advaita, sería mejor hablar de una interiorización de la consciencia.

«No puede haber ninguna experiencia más allá de la consciencia. Sin embargo, hay la experiencia de ser, a secas. Hay un estado más allá de la consciencia que no es inconsciente. Algunos lo llaman supra-consciencia o consciencia pura o consciencia suprema. Es presenciación pura, libre del nexo sujeto-objeto»

«En lo Absoluto no hay percepción y, por lo tanto, no hay consciencia; SOLO SE ES»

Hay que tener bien claro que la posesión de una gran inteligencia o de asombrosos poderes paranormales no es la medida del desarrollo espiritual de quien los posee. Hay seres espiritualmente realizados que, sin haber mostrado ninguna de esas habilidades, han transformado la vida de muchos de los que tuvieron la suerte de seguir sus enseñanzas.

«He visto a verdaderos demonios hacer verdaderos milagros»
Swami Vivekananda

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3. Los pares de opuestos tienen el mismo origen

Los pares de opuestos son los extremos perceptibles del mismo fenómeno, los cuales son relativos porque dependen del grado de afinidad o de afectación en el perceptor: rico-pobre, respecto a las posesiones o al dinero; frío-calor, en relación con la temperatura; nacimiento-muerte, respecto al proceso que llamamos vida; etc. Al tratarse del mismo fenómeno, los dos extremos siempre estarán presentes a la vez, como las dos caras de una misma moneda, aunque no sea evidente; así, por ejemplo, no podemos tener luz sin el trasfondo de la sombra, o pensar en el bien sin la idea del mal. Por lo tanto, es obvio concluir que al tratar de eliminar uno de los extremos también se estará eliminando el otro.

«La vida sin la muerte, la felicidad sin la desdicha, son contradicciones; no se pueden encontrar solas, ni una ni otra, por cuanto cada una de ellas no es sino una manifestación diferente de la misma cosa»

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3.1. Luz y obscuridad

Los dos tienen su origen en la capacidad del ojo para percibir una parte de las ondas electromagnéticas, el espectro visible, cuyas longitudes de onda van desde los 400 nanómetros (nm) hasta 700 nm. Cuando la longitud de dichas ondas están fuera de ese rango el ojo humano no las percibe, lo que provoca la sensación de ceguera u obscuridad.

3.2. Sonido y silencio

Al igual que con los ojos, la capacidad del oído humano para percibir las ondas sonoras también está limitado a un rango entre 31 y 19 000 Hz; es decir, las vibraciones con frecuencias fuera de ese rango el oído humano no las percibe, lo que provoca la sensación sordera o silencio.

3.3. Blanco y negro

Los colores que percibimos están determinados por la luz reflejada por los objetos y que llega a nuestros ojos. Cuando la luz reflejada contiene todas las ondas del espectro visible se percibe el color blanco; cuando contiene solo una gama de ellas, vemos colores; y cuando un cuerpo no refleja ninguna onda, no percibimos ningún color; pero lo llamamos negro.

3.4. El bien y el mal

El bien y el mal no son categorías absolutas; los hechos, en sí mismos, no son ni buenos ni malos, sino que depende del punto de vista con el que nos identifiquemos. Así, por ejemplo, el cuidar a un enfermo y alimentarlo con un delicioso “caldo de pollo” puede considerarse un acto muy bueno; pero puede que no lo sea para el cuidador que, tal vez, tuvo que faltar a su trabajo, ni para el pollo que fue sacrificado.

«El bien y el mal no son jamás dos cosas diferentes, son una sola y misma cosa; la diferencia no es de naturaleza, sino de grado»

Por otro lado, debemos darnos cuenta de que, lo mismo que nos causa un gran placer puede ocasionarnos un gran dolor (por ejemplo, lo que le ocurra a alguno de nuestros seres queridos, a nuestras posesiones, a nuestro estatus, etc.). Así vemos que, al aumentar nuestra sensibilidad para disfrutar del bien y ser felices, en el mismo grado, y tal vez más, también aumenta nuestra sensibilidad para sufrir por el mal y ser desdichados; por tanto, es ingenuo pensar que algún día podremos eliminar el mal para que solo quede el bien.

«La más pequeña cantidad de prosperidad material que gocemos, es causa de la misma cantidad de miseria por otro lado»

«Nosotros, que estamos progresando, sabemos que mientras más adelantamos, más caminos se abren para el dolor como para el placer»

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3.5. Virtud y vicio (pecado)

La virtud y el vicio son categorías que responden al entorno cultural y religioso; así, lo que en una sociedad o grupo se considera virtud, en otro grupo o en otra cultura puede ser considerado como vicio o pecado; o aún para la misma persona si las circunstancias cambian. Así ocurre, por ejemplo, con la humildad, la pasividad, la sumisión, la fidelidad, la empatía, la generosidad, el altruismo, etc.; y, por otro lado, con la grosería, el abuso, el fraude, la acumulación de riqueza, la avaricia, la poligamia, poliginia o poliandría, etc.

3.6. Odio y amor

Lo más valioso de una persona es su autoestima o su individualidad. Cuando nuestra autoestima se ve incrementada nuestro afecto hacia la persona que lo causa crece, y en su máxima expresión ese afecto se llama amor. De la misma manera, cuando nuestra autoestima se ve socavada o amenazada, nuestro rechazo hacia la persona que lo causa se magnifica, y en su máxima expresión se llama odio.

3.7. Deseos y temores (miedos)

Nuestras actividades se mueven entre estos dos polos: deseos y temores. El deseo es el anhelo de obtener lo que no tenemos, y el temor es el miedo a perder lo que creemos que ya tenemos; esto, en última instancia, denota la necesidad de afirmar nuestra identidad y nuestra pertenencia a un grupo; pero los dos tienen el mismo trasfondo: el miedo a la carencia o a la privación. Cuando estos apegos se dirigen hacia algo que no está a nuestro alcance, surge el deseo; y, así también, con la más leve sospecha de que podemos perder lo que ya es nuestro, surge el temor. Lo dicho se aplica a cosas materiales, dinero, posición social, seres queridos, habilidades adquiridas, circunstancias favorables, juventud, fortaleza, salud, ..., y a la vida misma.

3.8. Alegría y sufrimiento (Felicidad y zozobra)

La búsqueda de resultados o recompensa por las acciones o actividades que realizamos es la motivación más obvia y lo más común en nuestra vida. Cuando lo obtenido equivale o supera a lo esperado, nos invade la alegría, la felicidad; pero cuando lo obtenido queda por debajo de nuestras expectativas (aunque sea por un poquito) nos invade el sufrimiento, la zozobra.

«No hagas de la felicidad eterna un objetivo»

3.9. Guerra y paz

Es un error común considerar a la guerra como lo opuesto a la paz. Estar en guerra es realizar acciones en contra de lo que creemos que son nuestros enemigos. Considerando que las acciones son originadas por impulsos y se mueven entre los polos deseo-temor, las enseñanzas espirituales afirman que el estado sin deseos es nuestro estado natural y es la única posibilidad de vivir el verdadero estado de paz, ya que sin deseos no hay acciones ni temores. Así, lo opuesto a la paz no es la guerra, sino los deseos.

3.10. Verdad y mentira

El concepto de verdad implica la coherencia entre lo que se afirma y lo que se sabe, se siente o se piensa, lo cual depende del mundo que cada uno percibe y vive (Ver 1.5. y 2.4.); por lo tanto, no hay verdades absolutas. Así, lo que es verdad para unos puede no serlo para otros, o tal vez ni para la misma persona en otro momento o en otras circunstancias. Por lo tanto, se puede asegurar que cuando alguien te dice “esta es la verdad” ya está mintiendo, por cuanto lo que debería haber dicho es: “esta es mi verdad”.

3.11. Lo interno y lo externo

La Tierra no conoce de límites, pero tiene accidentes geográficos y/o condiciones especiales que sirven de referencia a los animales (y a los políticos) para delimitar su territorio. Los humanos conceptualizamos como “interno” a lo que está dentro de nuestro territorio; y “externo”, a lo que está fuera del mismo.

Al identificarnos con el cuerpo-mente nuestro “territorio” queda delimitado por nuestra piel; así, consideramos que todo lo que ocurre dentro de ese límite es algo “interno” que nos ocurre a nosotros mismos; y a todo lo demás lo consideramos como algo “externo”.

«Para la mayoría de las personas su Ser está encerrado en su piel»

También nos imaginamos que existe una “frontera” entre cuerpo y mente, emociones y sentimientos, etc.; pero, lo cierto es que no podemos definirla por cuanto no existe tal frontera, todo es una continua manifestación de la consciencia pura (“todo es Brahman”). Al igual que en la Tierra, en la consciencia solo hay condiciones especiales que sirven de referencia para que podamos conceptualizar sus manifestaciones; pero no conoce de límites. Desde la sensibilidad de las partículas subatómicas hasta la auto-consciencia de los seres humanos, todo es un maravilloso continuo. Por eso las escrituras orientales dicen que la consciencia pura es ilimitada.

© Medardo Rivera, 2025