Artículos - Hari Prasad Shastri

¿Qué es el Espíritu?
Por Hari Prasad Shastri¿QUÉ ES EL ESPÍRITU, aquello en nosotros que trasciende las limitaciones del cuerpo y la mente? Somos conscientes de nuestro cuerpo, somos conscientes del mecanismo del pensamiento, del sentimiento y la voluntad que hay en nosotros. Se plantea la pregunta: ¿qué es el espíritu? Muchas personas, incluido Platón, han cometido el error de confundir el espíritu con la mente. Se trata de un error muy grave, porque si el espíritu es la mente, entonces fluctúa. La mente a veces está embotada, a veces brillante, y a veces la mente es aniquilada como en el estado de sueño profundo o bajo anestesia o cuando te dan un golpe en la cabeza, y en otras condiciones semejantes. Por lo tanto, si el espíritu es algo constante, siempre luminoso, inmortal, no puede ser la mente.
San Pablo ha dicho que el hombre es una triple alianza de cuerpo, alma y espíritu. Por «alma» San Pablo entendía la mente, y estamos bastante seguros desde el punto de vista filosófico si llamamos alma a la mente.
¿Cuáles deben ser las características del espíritu? En primer lugar, debe ser inmortal. Si el espíritu es mortal, entonces no hay esperanza de liberación, porque lo que es mortal debe permanecer siempre en algún tipo de esclavitud. La mente no puede ser inmortal porque es finita. Para ser inmortal, una entidad debe ser infinita. Lo que funciona en los reinos del tiempo y el espacio, y está sujeto a causa y efecto, es siempre finito y, en consecuencia, mortal, perecedero y, por lo tanto, morada del dolor. Por lo tanto, es lógico que el espíritu sea infinito, constante, no sujeto a cambios. «Sujeto al cambios» significa conformarse a la tiranía de la causalidad. Estas son las objeciones que no nos permiten considerar la mente como el espíritu. Es evidente que el cuerpo no es el espíritu, no cabe duda. Entonces preguntaréis: «¿Qué es el espíritu?» El espíritu es infinito, siempre luminoso, siempre libre de todas las limitaciones de placer y dolor, etc., inmortal, imperecedero, todo bienaventuranza. Si el espíritu no es tal, entonces no es espíritu en absoluto.
Dicen: «¿Existe el espíritu? No vemos nada». Miremos dentro de nuestra propia personalidad y tratemos de descubrir si existe algo así, infinito, inmortal, todo bienaventuranza, no sujeto a la ley de causa y efecto, inmutable, inmodificable; ¿existe algo así en nosotros?
Hay dos formas de conocer: una es el conocimiento teórico y la otra es el conocimiento directo. Yo puedo daros un conocimiento teórico de lo que es el espíritu, pero el valor del conocimiento teórico es que debemos ser capaces de realizarlo, de demostrárnoslo a nosotros mismos. Y el medio por el cual el espíritu, teóricamente establecido, se demuestra y se realiza se llama Yoga, misticismo, aspecto superior de la religión.
Ahora la pregunta es, ¿existe algo así en nosotros? Sí, existe. ¿Qué es ese algo? Ese algo en nosotros que es testigo del cuerpo y de la mente es el espíritu. Hay algo en nosotros que se mueve, y algo en nosotros que es testigo del movimiento; el cuerpo se mueve, la mente se mueve, y hay algo en nosotros que es testigo y dice: «Ahora mi mente está embotada; ahora mi mente es brillante». No estoy bien, he cogido un resfriado», etcétera. ¿Cuál es ese testigo? Es el espíritu, y existe. Cómo podemos negar que hay un testigo que se da cuenta de todos los cambios de la mente y del cuerpo; y cuando los cambios no están presentes, también se da cuenta. El testigo que hay en nosotros se da cuenta de todo y dice: «Ahora estoy en estado de vigilia». Y luego dice: «Anoche tuve un sueño maravilloso». Y luego dice: «Dormí tan bien que no recuerdo nada en absoluto». Hay algo en nosotros que es testigo de estos tres estados, que es testigo de los movimientos del cuerpo y de la mente, y este algo es el espíritu, este algo es Dios, y siendo el testigo puro del movimiento, no se mueve.
Imagina una lámpara encendida en un salón de actos. Al principio hay un coro cantando música de iglesia, luego hay conferencias y discursos, después hay un refrigerio; y luego lentamente una a una todas las personas se van. ¿Qué queda en la sala? La luz. La lámpara es testigo de todo, y cuando todos se han ido, aún permanece.
Esa lámpara equivale al testigo que hay en nosotros, llamado sakshi. Siendo testigo de todo lo que se mueve, debe ser inamovible; lo que se mueve no puede ser testigo de lo movible. Conociendo las imputaciones y permutaciones de la mente, debe estar por encima de ellas, y este testigo es Dios, y este testigo es el espíritu.
Pregunta: ¿El ahankara (ego) es cambiante?
Respuesta: Sí. A veces nos encontramos hinchados de ahankara con el que no podemos estar de acuerdo y no nos importa nadie. Y a veces nuestro sentido de individualidad es tan bajo que nos encogemos y adulamos. No hay sentido de ahankara presente en el sueño profundo, y en samadhi no existe. Por lo tanto, el ahankara ―nuestro sentido del ego― es mutable, cambia constantemente, y no es el espíritu.
Pregunta: ¿Acaso la mente no es testigo de este testigo? A veces es más consciente de él que otras veces, y si es consciente de él, debe atestiguarlo.
Respuesta: La mente no es consciente del espíritu. Como dije antes, una lámpara está encendida en una habitación. Algunos cantan, otros bailan, otros hacen discursos, etcétera. Pero lo que realmente atestigua es la lámpara, y no esas personas. La mente es consciente sólo de aquellas cosas que son limitadas, consciente sólo de las cosas que ya han sido puestas en ella. Se ha dicho que la mente despliega sólo lo que está en ella, pero en el espíritu no hay despliegue. Por lo tanto, siendo el espíritu infinito, la mente finita nunca puede presenciarlo, del mismo modo que mis dedos finitos no pueden captar la luz infinita del sol.
Pregunta: Si estamos inconscientes, ¿sigue presente la conciencia del espíritu?
Respuesta: Sí. El espíritu es entonces consciente de nuestra inconsciencia. Por ejemplo, en el estado de sueño profundo, no somos conscientes de nada, pero el espíritu es consciente de la inconsciencia de la mente, porque cuando la mente vuelve del sueño profundo expresas lo que has experimentado diciendo: «He dormido tan bien que no recuerdo nada en absoluto». Así que el espíritu es consciente de la inconsciencia de la mente y también de la consciencia de la mente, y por eso se le llama el testigo.
Este testigo es Dios. Has oído que Dios está en los seres humanos; busquemos en nuestro interior. Buscar dentro no significa buscarlo en las estructuras anatómicas o fisiológicas, sino encontrar esa luz en nuestra personalidad bajo la cual actúan las emociones, la razón y los pensamientos. Debemos conocer ese espíritu, no conocerlo como un objeto; el espíritu debe conocerse a sí mismo por encima de la relación sujeto-objeto, y cuando el espíritu lo hace, entonces sabe que: «Yo soy Dios, omnipotente, omnisciente», abarca estos atributos y encuentra identidad con todas las fuerzas de la naturaleza. Ese es el significado de encontrar a Dios en nuestro interior.
¿Cómo podemos saberlo? Hay dos maneras. Teóricamente, tratemos de conocer la naturaleza del espíritu; prácticamente, mediante el proceso llamado Yoga, descubramos y neguemos todas las obstrucciones que oscurecen el espíritu. Conozcamos teóricamente la naturaleza del espíritu, y luego, prácticamente, quitemos todos los revestimientos que obstruyen u oscurecen al espíritu de sí mismo.
No hay nada que pueda conocer al espíritu. El espíritu es nuestro verdadero «yo». Utilizamos la palabra «yo», pero el espíritu es nuestro verdadero «yo». En la actualidad, la naturaleza del «yo» está oscurecida por lo que en sánscrito se llama avidya o nesciencia. Cuando hemos disipado esta nesciencia ―el sentido de separación, el sentido de meum et tuum, «mío y tuyo»― entonces el espíritu se conoce a sí mismo, igual que el sol cubierto por una nube, cuando se disipa, derrama su resplandor sin obstrucciones.
El espíritu se descubre a sí mismo, no a la mente. La mente es la nube que oculta el sol del espíritu. El espíritu se descubre a sí mismo por el recto conocimiento. Ni por la caridad, ni por la devoción, ni por oír misas, ni por las peregrinaciones, ni por el estudio se conoce el espíritu a sí mismo. Se conoce a sí mismo por el conocimiento correcto. ¿Conocimiento correcto de qué? De lo que es el espíritu. Este es el tercer punto. Por lo tanto, toda la carga del Yoga es traerte a casa el conocimiento correcto del espíritu y de lo que es, y luego, madurando ese conocimiento a través de la disciplina, la meditación, la devoción, el estudio, la caridad e innumerables otros medios, serás capaz de demostrarte a ti mismo cuál es tu verdadera naturaleza.
¿Cuál es tu verdadera naturaleza? ¿Qué es ese conocimiento del espíritu? Por conocimiento no entiendo el conocimiento de un objeto. Por conocimiento entiendo la eliminación del conocimiento erróneo. ¿Qué es el espíritu, cuál es la naturaleza del espíritu? Consciencia pura, beatitud pura, ser puro―esa es la naturaleza del espíritu. Aunque estos tres atributos no son positivos, (en Panchadashi Swami Vidyaranya, bajo el escrutinio de su metafísica, demuestra que son negativos) no puedes decir nada positivo sobre el espíritu; en cuanto dices algo positivo lo llevas a la región de la relatividad), pero para comprenderlo estos tres atributos ―conciencia pura, beatitud pura, ser puro― constituyen la naturaleza del espíritu.
Esto es el espíritu, pero hoy en día este espíritu está oscurecido por la mente. La gente habla mucho de la mente: «Es maravillosa». Sólo hay una cosa maravillosa en la mente: el hecho de que en parte oscurece el espíritu y el hecho de que en parte revela el espíritu. La mente oscurece casi siempre el espíritu, y a veces lo revela. Lo que tenemos que hacer es recurrir al Yoga, es decir, a esos métodos consagrados por el tiempo mediante cuya aplicación aquietamos la mente, purificamos la mente y dejamos que la luz del espíritu pase a través de la mente sin obstáculos.
Hay cuatro virtudes que debemos cultivar cada día. Una es la reverencia hacia todos, incluso hacia un niño. Si quieres vivir feliz en este mundo, mira a todos y cada uno con reverencia. Esta es la idea que Goethe da en la última parte de Wilhelm Meister, donde da su propio sistema de educación, que creo que es uno de los más elevados.
La segunda virtud a cultivar es la armonía. Restablezcamos la armonía en nuestras emociones. ¿Qué destruye la armonía? La ira, la codicia, el placer de los sentidos, el amor sexual desmedido, el fanatismo de las ideologías políticas, etc.
La tercera virtud es la piedad, y la cuarta, la tranquilidad. Es una mente tranquila la que es útil, no una agitada. Una mente que se desvía de un lado a otro y comete abusos sólo demuestra que es un instrumento indisciplinado, y no se puede impresionar a nadie con un instrumento indisciplinado. Por lo tanto, la tranquilidad es una gran cosa todo el tiempo. Cuando eres capaz de soportar con una sonrisa las críticas de los que están más cerca de ti, eres un verdadero héroe.
Ahora doy algunos consejos generales sobre el tema de la realización. No busques información. Si quieres tener la realización, deja de buscar información. ¿Qué debemos buscar? La luz. Busquemos la luz. ¿Qué es la luz? Lo que tranquiliza la mente, lo que aumenta nuestro sentido de la virtud, lo que promueve la hermandad, lo que nos libra de la ira y la avaricia, eso se llama luz. Busca la luz. Si un supuesto libro espiritual hace hincapié en lo fantástico y lo maravilloso, ¿nos sirve de algo saber estas cosas? Preferiría leer ese capítulo del Cuarto Evangelio sobre la vid. Este único capítulo equivale a una biblioteca, incluso más que una biblioteca, porque si lo lees, te da luz. ¿Por qué son importantes las palabras de Cristo, o las del salmista, o las del profeta Isaías? Porque no dan información, nos dan luz.
En última instancia, la luz es la luz del alma que se revela a sí misma. Primero nos dan luz intelectual, luz moral, luz que pacifica nuestra mente, y en última instancia la luz auto-reveladora es nuestra propia alma. La luz de las luces es el espíritu del hombre.
Mayor que todas las luces es la luz del sol. ¿Por qué? Porque bajo la luz del sol todas las demás luces desaparecen. La luz de la lámpara desaparece cuando el sol está en el meridiano. ¿Hay alguna luz mayor que la luz del sol? Sí, la luz que ve la salida y la puesta del sol; la que ve el eclipse y la salida del eclipse de sol. ¿Cuál es esa luz? Tu propio Ser, esa es la luz, y por lo tanto la verdadera luz es tu propia alma y espíritu.
Comienza por tener luz en la región moral, en la región racional, en la región emocional, y luego en la región pura del espíritu, que es denotada por la santa palabra OM. A partir de entonces la mente se estremece, y lentamente comienza a sumergirse en la gran luz del espíritu, y la sumersión de la mente hace al espíritu consciente de sí mismo, porque el mayor velo sobre el espíritu es la mente.
Toda la vida yóguica consiste en aquietar la mente, en enriquecer la mente con virtudes. ¿Por qué debemos ser virtuosos? Porque la virtud tiende a aquietar la mente. Toma las mentes de hombres como Napoleón y Hitler y otros. ¿Crees que sus mentes se aquietaron? Ni siquiera por un momento. ¿Por qué debemos practicar la devoción? Porque la devoción purifica y aquieta la mente.
Quizás te escandalices si te leo un verso de un poema sufí que da secretos de la realización del espíritu:
No ayunes, no pases hambre,
Tira todos tus libros al río.
Toma la mano de los adoradores del vino
Y siéntete orgulloso de ser su esclavo.
Los «adoradores del vino» no se refieren al vino físico, sino a la sabiduría divina. Es decir, entra en contacto con una persona así y no la abandones; siéntete orgulloso de ser su esclavo, porque un día el espíritu hablará a través de sus labios.
Ahora te doy algunos consejos prácticos. Es una ley psicológica que la mente sólo puede ser consciente de una cosa a la vez. Por lo tanto, si estás sujeto a la ira, la lujuria o el odio, deja que la mente habite en OM, en Dios, en la verdad, en la virtud, y encontrarás que las condiciones indeseables se desvanecerán. Si sabes cómo balancear tu mente de un lugar a otro, entonces eres un verdadero piloto de tus pensamientos, y esto sólo puede hacerse con la práctica. Por lo tanto, si la mente se siente enojada, pon ante ella la idea del perdón que Cristo practicó. Si la mente está agitada, medita en la tranquilidad del Señor y encontrarás beneficio. Deja que la mente se expanda en el OM ―es decir, en Dios― y piensa siempre en el buen orden futuro que ha de prevalecer y mantén la mente en él.