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Artículos - Osho

Mi Despertar

(Segunda Parte)
Por Osho The Discipline of Transcendence, Vol. 2, Cap. 11
Osho

Esa noche por primera vez entendí el significado de la palabra maya. No es que antes no conociera esa palabra, no es que no fuera consciente del significado de esa palabra. Del mismo modo que vosotros sois conscientes, yo también soy consciente del significado, pero nunca antes lo había entendido. ¿Cómo puedes entenderla sin tener la experiencia? Esa noche otra realidad abrió su puerta, otra dimensión se hizo accesible. De repente estaba allí la otra realidad, la realidad aparte, lo realmente real, o como quieras llamarlo. Llámalo Dios, llámalo Verdad, llámalo Dhamma, llámalo Tao, o lo que tú quieras. No tenía nombre. Pero estaba allí, tan transparente y a la vez tan sólida que se podía tocar. Casi me estaba ahogando en esa habitación. Era demasiado y yo todavía no era capaz de absorberla.

Surgió en mí una profunda necesidad de salir corriendo de la habitación, de ir bajo las estrellas; me estaba ahogando. ¡Era demasiado! ¡Me iba a matar! Si me hubiera quedado unos minutos más me hubiera ahogado; eso es lo que parecía. Salí de la habitación corriendo, salí a la calle. Había una gran necesidad de estar bajo el cielo con las estrellas, con los árboles, con la tierra..., con la naturaleza. E inmediatamente al salir, la sensación de ahogo desapareció. Era un espacio demasiado pequeño para un fenómeno tan grande. Hasta el cielo era demasiado pequeño para ese fenómeno. Es más grande que el cielo. Ni siquiera el cielo es el límite. Pero entonces me sentí más a gusto.

Caminé hacia el jardín más próximo. Era un forma de caminar totalmente distinta, como si la fuerza de la gravedad hubiera desaparecido. Estaba caminando, o estaba corriendo, o simplemente estaba volando; era difícil decidirlo. No había gravitación. Me sentía sin peso, como si alguna energía me estuviera llevando. Estaba en manos de otra energía.

Por primera vez no estaba sólo, por primera vez había dejado de ser un individuo, por primera vez la gota había caído en el océano. Ahora todo el océano era mío, yo era el océano. No había limitación. Surgió un tremendo poder, como si pudiera hacer cualquier cosa que quisiera. Yo no estaba allí, sólo el poder estaba allí.

Llegué hasta el jardín a donde solía ir cada día. El jardín estaba cerrado, cerrado durante la noche. Era demasiado tarde, era casi la una de la madrugada. Los jardineros estaban totalmente dormidos. Tuve que entrar como un ladrón, tuve que saltar la verja. Pero algo me estaba atrayendo hacia el jardín. No estaba dentro de mis capacidades el impedirlo. Estaba simplemente flotando.

Eso es lo que quiero decir cuando repito una y otra vez: "flota con el río, no lo empujes". Estaba relajado, estaba dejándome llevar. Yo no estaba allí, ELLO estaba allí, llámalo Dios; Dios estaba allí. Me gustaría llamarlo ELLO, porque Dios es una palabra demasiado humana y se ha ensuciado demasiado de tanto usarla, ha sido contaminada por demasiada gente. Los cristianos, los hindúes, los musulmanes, los sacerdotes y los políticos, todos ellos han corrompido la belleza de la palabra. Por eso déjame que lo llame ELLO. ELLO Estaba allí y yo era simplemente arrastrado..., arrastrado por una enorme ola.

En el momento en el que entré en el jardín todo se volvió luminoso, estaba por todas partes, la bendición, la beatitud. Por primera vez pude ver los árboles, su verdor, la vida, la savia corriendo. Todo el jardín estaba dormido, los árboles estaban dormidos. Pero yo podía ver todo el jardín vivo, hasta las pequeñas briznas de hierba eran hermosas.

Miré a mi alrededor. Había un árbol sumamente luminoso, el árbol maulshree. Me atrajo, me atrajo hacia él. No lo había escogido, el mismo Dios lo había escogido. Fui hasta el árbol y me senté debajo. Al sentarme allí todo se empezó a asentar. El universo entero se convirtió en bendición.

Es difícil decir cuanto tiempo permanecí en ese estado. Cuando regresé a casa eran las cuatro de la mañana, de modo que debí estar allí según el reloj por lo menos tres horas, pero fue infinito. No tenía nada que ver con el tiempo del reloj. Fue intemporal.

Esas tres horas se convirtieron en una eternidad, una eternidad interminable. No había tiempo, el tiempo no pasaba; era una realidad inmaculada; incorrupta, intocable, inconmensurable.

Y ese día sucedió algo que ha continuado, no como una continuidad, sino como una corriente subterránea. No como algo permanente; ha ido sucediendo una y otra vez, momento a momento. Ha sido un milagro a cada momento.

Y desde esa noche no he vuelto ha estar nunca en el cuerpo. Estoy flotando a su alrededor. Me volví tremendamente poderoso y al mismo tiempo muy frágil. Me volví muy fuerte, pero esa fuerza no es la fuerza de Mohamed Alí. Esa fuerza no es la fuerza de una roca, esa fuerza es la fuerza de una rosa... tan frágil en su fortaleza, tan sensitiva, tan delicada.

La flor puede desaparecer en cualquier momento, la roca permanecerá. Pero aún así la flor es más fuerte que la roca porque está más viva. O la fuerza de una gota de rocío en una brizna de hierba brillando al sol de la mañana, tan hermosa, tan preciosa, y a la vez puede deslizarse en cualquier momento. Tan incomparable en su gracia, pero podría llegar una pequeña brisa y la gota de rocío se deslizaría y se perdería para siempre.

Los Budas tienen una fuerza que no es de este mundo. Su fuerza es totalmente del amor..., como una rosa o una gota de rocío. Su fuerza es muy frágil, vulnerable. Su fuerza es la fuerza de la vida, no de la muerte. Su poder no es el poder que mata; su poder es el que crea. Su poder no es violento, agresivo; su poder es el de la compasión.

Pero nunca he vuelto a estar dentro del cuerpo, estoy flotando a su alrededor. Y por eso digo que ha sido un milagro tremendo. Cada momento me sorprendo de estar todavía aquí, no debería de ser así. Tenía que haberme ido en cualquier momento, y todavía sigo aquí. Cada mañana abro los ojos y me digo: ―¿De modo que todavía estoy aquí?―. Por que me parece casi imposible. El milagro ha sido continuo.

Justo el otro día alguien me hizo esta pregunta: "Osho, te estás volviendo tan frágil y delicado, y tan sensible al olor, de los aceites capilares y los champús que parece que no te vamos a poder ver a menos que nos quedemos calvos". Dicho sea de paso, no hay nada malo en estar calvo; igual que lo negro es bello, la calva es bella. Pero es verdad y tenéis que tener cuidado.

Soy frágil, delicado y sensible. Esa es mi fuerza. Si le tiras una roca a una flor, no le sucederá nada a la roca, pero será el final de la flor. Sin embargo, no puedes decir que la roca sea más poderosa que la flor. La flor desaparecerá porque la flor estaba viva. Y a la roca no le ocurrirá nada porque está muerta. La flor desaparecerá porque la flor no tiene fuerza para destruir. La flor simplemente desaparecerá y le cederá el paso a la roca. La roca tiene el poder de destruir porque está muerta.

Recuerda, desde ese día nunca he estado realmente en el cuerpo; sólo me une a él un hilo delicado. Y estoy continuamente sorprendido de que de alguna forma la totalidad debe de desear que yo esté aquí, porque ya no estoy aquí por mi propia fuerza, ya no estoy por mi mismo. La existencia debe desear que siga aquí, para que pueda permanecer un poquito más en esta orilla. Quizás la totalidad quiere compartir algo con vosotros a través de mi.

Desde ese día el mundo es irreal. Otro mundo ha sido revelado. Cuando digo que el mundo es irreal no quiero decir que esos árboles sean irreales. Esos árboles son absolutamente reales, pero la forma que tenéis de verlos es irreal. Esos árboles no son irreales en si mismos ―existen en Dios, existen en una absoluta realidad―, pero de la manera que los veis, nunca los veis. Estáis viendo algo diferente, un espejismo.

Creáis a vuestro alrededor vuestro propio sueño, y a menos que despertéis seguiréis soñando. El mundo es irreal porque el mundo que conocéis es el mundo de los sueños. Cuando el sueño se desvanece y te encuentras con el mundo que está ahí, entonces aparece el mundo real.

No son dos cosas diferentes, Dios y el mundo. Dios es el mundo si tienes ojos, ojos limpios, sin ningún residuo de los sueños, sin ninguna bruma. Si tienes los ojos limpios, claridad, percepción, sólo existe Dios.

Entonces en alguno sitio Dios es un árbol verde, en otro Dios es una estrella brillante, en otro lugar diferente Dios es un cuclillo, en otro lugar Dios es una flor, en algún otro lugar un niño, en otro lugar un río; después sólo existe Dios. En el momento que empiezas a ver, sólo existe Dios.

Pero ahora mismo nada de lo que ves es la verdad, sino una mentira proyectada. Este es el significado de espejismo. Y una vez que ves ―incluso por un solo momento, si puedes ver, si puedes permitirte a ti mismo ver―, encontrarás presente una inmensa bendición por todas partes, en las nubes, en el sol, en la Tierra.

Este es un mundo hermoso. Pero no estoy hablando de tu mundo, estoy hablando de mi mundo. Tu mundo es muy feo, tu mundo es un mundo creado por un yo, tu mundo es un mundo proyectado. Estás usando el mundo real como una pantalla y proyectando en él tus propias ideas.

Cuando digo que el mundo es real, el mundo es tremendamente hermoso, el mundo es infinitamente luminoso, el mundo es luz y dicha, es una celebración, estoy hablando de mi mundo; o del tuyo si abandonas tus sueños.

Cuando abandonas tus sueños ves el mismo mundo que cualquier Buda ha visto siempre. Cuando sueñas, sueñas de forma privada. ¿Lo has observado? ― que los sueños son privados. No puedes compartirlos ni siquiera con tu amado o amada. No puedes invitar a tu esposa a tu sueño ― o tu esposo, o tu amigo. No puedes decir: "Entonces, por favor, ven esta noche a mi sueño. Me gustaría ver el sueño juntos". No es posible. El sueño es una cosa privada, por lo tanto, es ilusorio, no tiene realidad objetiva.

Dios es algo universal. Una vez que te sales de tus sueños privados, está ahí. Ha estado siempre ahí. Una vez que tus ojos están limpios, una iluminación repentina ― de repente eres inundado con la belleza, la grandeza y la gracia. Ese es el objetivo, ese es el destino.

Déjame repetir. Sin esfuerzo nunca lo alcanzarás, con esfuerzo nadie lo ha alcanzado jamás. Necesitarás un gran esfuerzo, y sólo entonces llega un momento en que el esfuerzo se convierte en fútil. Pero se vuelve fútil sólo cuando has llegado a la cima misma de él, nunca antes. Cuando has llegado al pináculo de tu esfuerzo ―todo lo que puedes hacer lo has hecho― entonces de repente no hay necesidad de hacer nada más. Abandonas el esfuerzo.

Pero nadie puede abandonarlo en la mitad, sólo puede abandonarse en el extremo final. Así que vete al extremo si quieres abandonarlo. Por lo tanto insistiré: haz tanto esfuerzo como sea posible, pon toda tu energía y todo tu corazón en ello, para que un día puedas ver ― ahora el esfuerzo no me llevará a ninguna parte. Y ese día no serás tú quien abandone el esfuerzo, ocurrirá por sí solo. Y cuando ocurre por sí solo, la meditación ocurre.

La meditación no es el resultado de tus esfuerzos, la meditación es un acontecimiento. Cuando tus esfuerzos son abandonados, de repente la meditación está ahí ... su bendición, su beatitud, su gloria. Está ahí como una presencia ... luminosa, rodeándote y alrededor todo. Llena toda la tierra y todo el cielo.

Esa meditación no puede ser creada por el esfuerzo humano. El esfuerzo humano es demasiado limitado. Esa bendición es tan infinita. No puedes manipularla. Puede acontecer sólo cuando estás en una inmensa entrega. Cuando tú no estás allí sólo entonces puede suceder. Cuando eres un no-yo ―sin deseo, sin ir a ninguna parte― cuando estás justo aquí y ahora, sin hacer nada en particular, sólo ser, sucede. Y viene en olas y las olas se convierten en mareas. Viene como una tormenta, y te lleva lejos hacia una realidad totalmente nueva.

Pero primero tienes que hacer todo lo que puedas, y luego tienes que aprender a no-hacer. El hacer del no-hacer es el mayor hacer, y el esfuerzo del no-esfuerzo es el mayor esfuerzo.

La meditación que tú creas con esfuerzo cantando un mantra o sentándote quieto y en silencio, es una meditación muy mediocre. Es creada por ti, no puede ser más grande que tú. Es una meditación casera, y el creador es siempre más grande que lo creado. Tú la has creado al sentarte forzando una postura de yoga, cantando "Rama, Rama, Rama" o cualquier cosa ―" bla, bla, bla"― cualquier cosa. Has forzado a la mente a estar quieta.

Es una quietud forzada. No es esa quietud que viene cuando uno no está ahí. No es ese silencio que viene cuando eres casi no-existencial. No es esa beatitud que desciende sobre ti como una paloma.

Se dice que Jesús fue bautizado por Juan el Bautista en el río Jordán, Dios descendió sobre él, o el Espíritu Santo descendió sobre él como una paloma. Sí, eso es exactamente así. Cuando tú no está ahí la paz desciende sobre ti... revoloteando como una paloma... alcanza tu corazón y permanece allí y permanece allí para siempre.

Tú eres tu perdición, tú eres la barrera. La meditación ocurre cuando el meditador no está. Cuando la mente cesa con todas sus actividades ―viendo que son fútiles― entonces lo desconocido te penetra, te abruma.

La mente debe cesar para que Dios sea. El conocimiento debe cesar para que el conocer sea. Tú debes desaparecer, debes ceder el paso. Debes volverte vacío, sólo entonces puedes estar lleno.

Esa noche me vacié y me llené. Dejé de ser existencial y me convertí en la existencia. Esa noche morí y renací. Pero el que renació no tiene nada que ver con el que murió, es algo discontinuo. En la superficie parece continuo pero es discontinuo. Aquél que murió, murió totalmente; no ha quedado nada de él.

Créeme, nada de él ha permanecido, ni siquiera una sombra. Murió totalmente, absolutamente. No es que yo sólo sea un RUP modificado, una forma transformada, modificada, una forma transformada de lo viejo. No, no ha habido ninguna continuidad. Ese día del veintiuno de marzo, la persona que había vivido durante muchas muchas vidas, durante milenios, simplemente murió. Otro ser, absolutamente nuevo, no conectado en absoluto con el viejo, comenzó a existir.

La religión sólo te ofrece una muerte total. Tal vez por eso todo el día anterior a ese acontecimiento sentía cierta urgencia como de muerte, como si me fuera a morir ― y realmente morí. He conocido muchas otras muertes pero no fueron nada comparadas con esta, fueron muertes parciales.

A veces muere el cuerpo, a veces muere una parte de la mente, a veces muere una parte del ego, pero en lo que se refiere a la persona, permanece. Muchas veces renovada, muchas veces decorada, un pequeño cambio aquí y allá, pero permanece, la continuidad permanece.

Esa noche la muerte fue total. Fue una cita con la muerte y con Dios simultáneamente.