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Artículos - Llewellyn Vaughan-Lee

Camino del corazón

La unidad y el poder del amor

Por Llewellyn Vaughan-Lee Versdión PDF

La unidad sostiene la visión esencial de que somos un ecosistema vivo e interconectado, una Tierra viva que sustenta y nutre a todos sus habitantes. Si reconocemos y honramos esta simple realidad, podemos comenzar a participar en la labor vital de sanar nuestro mundo fracturado y dividido, y abrazar una consciencia de unidad que es nuestro patrimonio humano. Esta es la oportunidad que se nos ofrece, incluso cuando su gemelo oscuro está constelando la dinámica del nacionalismo, el tribalismo, el aislacionismo y todas las demás fuerzas regresivas que expresan el «yo» en lugar del «nosotros».

La unidad no es una idea metafísica, sino algo esencial y ordinario. Está en cada respiración, en el aleteo de cada mariposa, en cada trozo de basura que se deja en las calles de la ciudad. Esta unidad es la vida, una vida que ya no se experimenta únicamente a través de la visión fragmentada del ego, a través de las distorsiones de nuestra cultura, sino que se conoce en el corazón y se siente en el alma. Esta unidad es el latido del corazón de la vida. Nos corresponde a cada uno de nosotros vivir y celebrar esta unidad, participar en su belleza y maravilla. Y a través de nuestra conciencia, y de las acciones que nacen de ella, podemos ayudar a reconectar nuestro mundo con su naturaleza original.

Hay muchas formas de experimentar y participar en esta unidad viva. Pero si algo he aprendido después de medio siglo de práctica espiritual, es el poder del amor. El amor se manifiesta de muchas formas y expresiones. Están los simples actos de bondad amorosa hacia los amigos y la familia, los miembros de nuestra comunidad o los desconocidos. El amor traspasa las fronteras, expresando lo más esencial y humano: lo que une en lugar de dividir. «Las pequeñas cosas con gran amor» son más potentes y poderosas de lo que creemos, porque nos reconectan con las raíces espirituales de la vida y sus energías transformadoras y curativas. Dado que la vida es una expresión de amor, cada acto de amor es una participación y un regalo para el todo.

Cocinar una comida con amor y cuidado, escuchar los problemas de otra persona con el corazón abierto, tocar el cuerpo de tu amante con ternura o sumergirte en la oración hasta fundirte en el océano infinito del amor: en todos estos actos, vivimos el amor que nos une. Y a través de nuestro amor, nutrimos la vida de maneras invisibles.

Y en este momento de crisis ecológica, en el que estamos destrozando la frágil red de la vida, es vital que amemos la Tierra, que la acojamos en nuestros corazones y nuestras oraciones. Tenemos una responsabilidad tanto espiritual como física por «nuestro hogar común», y ella nos está llamando, pidiendo nuestra ayuda y sanación. En palabras de Thich Nhat Hanh:

El cambio real solo ocurrirá cuando nos enamoremos de nuestro planeta. Solo el amor puede mostrarnos cómo vivir en armonía con la naturaleza y entre nosotros, y salvarnos de los efectos devastadores de la destrucción ambiental y el cambio climático.

Necesitamos despertar de nuevo al poder del amor en el mundo. Es nuestro amor por la Tierra lo que sanará lo que hemos profanado, lo que nos guiará a través de este páramo y nos ayudará a devolver la luz a nuestro mundo cada vez más oscuro. El amor nos une a todos de las formas más misteriosas, y el amor puede guiar nuestros corazones y nuestras manos. La nota central del amor es la unidad. El amor habla el lenguaje de la unidad, de la unión en lugar de la separación.

El amor puede abrirnos a nuestra profunda participación en la vida del todo; puede enseñarnos una vez más a escuchar la vida, a sentir su latido, a percibir su alma. Puede abrirnos a lo sagrado dentro de toda la creación y puede reconectarnos con nuestro conocimiento primigenio de que lo Divino está presente en todo―en cada respiración, en cada piedra, en cada cosa animada e inanimada. En la unidad del amor, todo está incluido y todo es sagrado.

Y a partir de ahí, podemos empezar a responder. No podemos volver a la simplicidad del estilo de vida indígena, pero cuando dejamos que el amor nos guíe, podemos ser más conscientes de la unidad de la vida y reconocer que cómo somos y lo que hacemos a nivel individual afecta al medio ambiente global, tanto exterior como interior. Podemos aprender a vivir de una manera más sostenible, según una comprensión más profunda de la sostenibilidad que se basa en el reconocimiento de lo sagrado dentro de la creación. Podemos vivir de forma más sencilla, diciendo no a las cosas materiales innecesarias en nuestra vida exterior. También podemos trabajar interiormente para sanar el desequilibrio espiritual del mundo. Nuestra conciencia individual de lo sagrado dentro de la creación reconecta la división entre el espíritu y la materia dentro de nuestra propia alma y también―dado que formamos parte del cuerpo espiritual de la Tierra mucho más de lo que creemos―dentro del alma del mundo.

El amor es la fuerza más poderosa del universo. El amor nos atrae de vuelta al amor, el amor descubre el amor, el amor nos hace completos y el amor nos lleva a Casa. En lo más profundo del alma, somos amados por Dios. Este es el secreto más profundo del ser humano, el vínculo de amor que está en el centro de nuestro ser y que pertenece a todo lo que existe. Y cuanto más vivimos este amor, cuanto más nos entregamos a este misterio que es a la vez humano y divino, más plenamente participamos en la vida tal y como es, en su maravilla y en su revelación momento a momento.

El amor y el cuidado ―cuidarnos unos a otros, cuidar la Tierra― son las cualidades humanas más simples y valiosas. Y el amor pertenece a la unidad. Lo sabemos en nuestras relaciones humanas, cómo el amor nos acerca y, en sus momentos más íntimos, podemos experimentar la unión física con otra persona. También puede despertarnos a la conciencia de que somos una sola familia humana, incluso cuando nuestros gobernantes se vuelven más autoritarios y nuestra política más divisiva. Y en el nivel más profundo, el amor puede reconectarnos con nuestra unidad esencial con toda la vida, con la propia Tierra.

La Tierra es una unidad viva nacida del amor, que se renueva por el amor a cada instante. Y nosotros podemos ser parte de su transformación espiritual, de su despertar. La Tierra está esperando y necesita nuestra participación. Ha sido herida por nuestra codicia y explotación, y por nuestro olvido de su naturaleza sagrada. Necesita que recordemos y nos reconectemos, que vivamos la unidad que es nuestra verdadera naturaleza. Y el amor es la clave más simple para esta unidad, este recuerdo. El amor es la forma más común, sencilla y directa de descubrir lo que es real: los secretos más íntimos de la vida. Está en la raíz de todo lo que existe, así como en cada brote que florece en primavera, en cada fruto que madura en otoño.

El amor nos recordará que somos parte de la vida, que pertenecemos los unos a los otros y a este planeta vivo y sufriente. El amor nos reconectará con los caminos sagrados que conocían nuestros antepasados, y nos despertará a nuevas formas de estar juntos y con la Tierra. Solo tenemos que decir «sí» a este misterio que hay en nuestros corazones, abrirnos al vínculo de amor que nos une a todos, que está entretejido en la red de la vida. Y entonces descubriremos la historia de amor que es la vida misma y escucharemos la canción de la unidad que cobra vida en nuestros corazones y en el corazón del mundo.

Llewellyn Vaughan-Lee es maestro sufí y autor. Es autor de un podcast reciente, Stories for a Living Future (Historias para un futuro vivo).

El enfoque de sus escritos y enseñanzas se centra en la responsabilidad espiritual en nuestra época actual de transición, la ecología espiritual y el despertar de la conciencia global de la unidad. Entre sus numerosos libros se encuentran Ecología espiritual: El grito de la Tierra e Incluir la Tierra en nuestras oraciones: Una dimensión global de la práctica espiritual. / Más info