Artículos - Rupert Spira
El gran reconocimiento
Lo que eres antes de ser cualquier otra cosa
Por Rupert Spira28 de julio de 2025Si tuviéramos que resumir en una sola frase la esencia de todas las grandes tradiciones religiosas y espirituales de los últimos tres mil años, podría ser algo así:
La paz y la felicidad son la naturaleza de tu ser, y tú compartes tu ser con todos y con todo.
En otras palabras, detrás de la aparente multiplicidad y diversidad del universo se esconde una realidad única, inmutable y siempre presente. Al igual que las innumerables olas y corrientes que surgen del océano, existen dentro de él y vuelven a desaparecer en él, todos los fenómenos, ya sean físicos o mentales, surgen de esta única fuente, existen dentro de ella y se fusionan de nuevo en ella.
Esta única realidad no puede nombrarse legítimamente, pero se denomina provisionalmente de numerosas maneras: ser, consciencia, conciencia, presencia, lo absoluto, el yo, lo divino.
El velo de la percepción
¿Cómo se puede conocer o aprehender esta única realidad?
Cuando te acercas a ella a través de tus sentidos, se manifiesta de una manera que es coherente con sus limitaciones. Al igual que una persona que lleva gafas de color naranja verá la nieve de color naranja, cuando miras la única realidad subyacente a través de tus facultades perceptivas, la ves de una manera que es coherente con sus limitaciones.
En otras palabras, cuando experimentas esta única realidad a través de la vista, el oído, el tacto, el gusto y el olfato, se manifiesta como imágenes, sonidos, sabores, texturas y olores. Es decir, la única realidad se manifiesta como el mundo. La única realidad se manifiesta como este libro en tus manos, como tus piernas sobre la silla y como el universo que parece rodearte. Todas ellas son ondas, o vibraciones, del gran océano de la consciencia.
Esta realidad tampoco puede ser comprendida por el pensamiento. Al igual que la percepción sensorial refracta la realidad en una multiplicidad de cosas, el pensamiento le pone nombre a cada una de estas cosas aparentes. «Libro», «silla», «universo»: estos son nombres que el pensamiento da a la aparente multiplicidad de cosas. Al nombrar las formas como tales, el pensamiento refuerza aún más la creencia de que cada una de estas cosas existe como una entidad separada por derecho propio.
Así, la mente ―la facultad de pensar y percibir― crea la ilusión del mundo. Confiere nombres y formas a la única realidad subyacente. Pero detrás de esta ilusión, y expresándose como esta ilusión, está la única realidad.
Al ser vacía, la única realidad es inherentemente pacífica. Al estar llena solo de sí misma, la única realidad está incondicionalmente realizada. Al ser infinita, la única realidad es infinitamente creativa. Al ser eterna, la única realidad nunca nació y nunca morirá.
Y tú eres eso. Este es el gran reconocimiento.
La única realidad que esencialmente eres no tiene nombre ni forma, pero da origen a todos los nombres y formas. No puede ser conocida por el pensamiento ni aprehendida por los sentidos, pero es aquello de lo que surgen todos los pensamientos y percepciones. Como tal, no puede ser conocida por la mente, pero nunca deja de ser conocida.
Como realidad de todo lo que existe, es la realidad de tu yo. Es lo que eres.
El eterno retorno
Tú eres quien ha dado origen a todo el universo. Pero para percibirte como tal, tuviste que olvidarte de ti mismo (de tu yo). Tuviste que pasar por alto tu naturaleza sin forma y encajarte en el marco de una mente finita, a través de cuyas facultades perceptivas te reconoces a ti mismo como el universo. Lo hiciste por tu propia voluntad, lo que te permitió experimentar el potencial que yace dentro de ti en forma. Tú eres el infinito, que aparece como finito cuando se ve a través de la estrecha lente de la percepción sensorial.
Pero has pagado el precio. Para darte cuenta de tu potencial infinito, tuviste que salir de la eternidad y entrar en el tiempo. Tuviste que renunciar a tu naturaleza infinita y consentir en convertirte en un ser finito. Olvidaste tu yo; pasaste por alto tu yo; te dormiste dentro de tu propio sueño. Y ahora experimentas toda la carencia, el miedo, la tristeza, la separación y el conflicto que inevitablemente acompañan a esta amnesia.
Sin embargo, como la única realidad infinita, has dejado huellas de ti mismo por todas partes en tu propia creación. La experiencia está salpicada por todas partes con tu presencia. Estás buscando continuamente despertar a tu yo.
La sonrisa de un amigo. El aroma de una rosa. La pausa entre pensamientos. Un momento de comprensión. El sol sobre las colinas. Un momento de asombro. La realización de un deseo. Un corazón roto. La quietud de la noche. La inmensidad del dolor.
Tú, la única realidad, rompes continuamente el velo de la separación, volviendo suavemente a tu yo.
Cuando el sol se oculta, aparece la oscuridad. Cuando el sol se revela, brilla la luz. Del mismo modo, tú te ocultas y te revelas continuamente, te olvidas de ti mismo y te acuerdas de ti mismo. Así, experimentas estados alternantes de tristeza y alegría, agitación y paz, conflicto y armonía, separación y amor.
Cada vez que experimentas tristeza, agitación, dolor, soledad y conflicto, has velado tu yo contigo mismo. Es por esta razón que existe un gran anhelo en los corazones de todas las personas. Un anhelo de despojarse de sus limitaciones y volver a su verdadera naturaleza.
Cada vez que experimentas alegría, paz, amor y belleza, estás saboreando tu verdadera esencia, liberado de las limitaciones que te imponen el pensamiento y la percepción. Como tal, la alegría, la paz, el amor y la belleza son intervenciones de la única realidad en la multiplicidad y diversidad del mundo.
Son el resplandor del ser.
Y tú eres eso.