Ruta de Sección: Inicio > Artículos >Extractos > Artículo

Extractos - Emilio Carrillo

Vive dicendo sí

Vive diciendo sí

Por Emilio Carrillo

Es el momento, en tu proceso consciencial y evolutivo, de que pongas a la mente en su sitio, desactives el piloto automático del ego, rompas con la absurda dinámica del no a la vida y la sustituyas por un rotundo sí a todo y a todos. Simplemente, recuerda lo que eres (divino, infinito, eterno...), recupera el mando consciente de tu vida y vive diciendo sí a la realidad y a la vida de instante en instante. En el día a día, di sí a todo lo que hay, a todo lo que es, a todo sin excepción, a la vida en su integridad y totalidad sin querer ni pretender cambiar nada. Así, tu vida se expandirá en una nueva dimensión: te darás cuenta de que no hay separación entre la realidad y tú, sino que tú eres la realidad, la vida. Comprobarás que la Creación se hace una contigo y que tú te haces uno con ella. Desaparecerán todos tus conflictos, inquietudes y quejas y verás a Dios en todas partes. Porque el «sí» penetra hasta en lo más denso y halla ahí lo divino; constata que Dios no es una creencia, sino una experiencia: la Experiencia.

Viviendo en un sí consciente y constante a la vida, abandona toda oposición contra el aquí-ahora y la forma y los contenidos (hechos, personas, situaciones, circunstancias...) con los que la vida se manifiesta y se hace presente de instante en instante. Esto no es algo teórico, sino radicalmente práctico.

En tu cotidianeidad, deja de etiquetar, clasificar, encasillar, circunscribir y reducir a conceptos y esquemas mentales todo lo que te rodea y a ti mismo. Igualmente, cesa de poner nombre a todo, de colocar palabras sobre los objetos y la gente, y permite que lo real emerja por encima del lenguaje: del árbol, ve mucho más que el «árbol»; de la mesa, mucho más que la «mesa»; de esa persona, mucho más que esa «persona»; de la montaña, mucho más que la «montaña»; de tu hijo, mucho más que tu «hijo»... Y, por fin, termina con esa obsesión, que te impide gozar la vida, de interpretar y enjuiciar cada objeto, cada persona que encuentras, cada acontecimiento, cada acción propia o ajena, cada emoción, sentimiento o pensamiento...

Observa, obsérvate y libérate y ríete a carcajadas de tantos lastres mentales con los que has cargado hasta ahora. Se trata, en definitiva, de que no discutas con lo que es. ¿Tan difícil te parece? Eso es lo que hacen de manera natural y espontánea la tierra y el agua, el Sol y la lluvia, la Luna y las estrellas, las piedras y las nubes, las plantas y los animales, la naturaleza, el cosmos y la Creación entera. ¿O es que acaso te has desnaturalizado y transformado en un robot bajo la abducción de la mente? ¿No será que, en lugar de vivir, pasas tus días actuando automática y mecánicamente como respuesta a las indicaciones y mandatos de los programas informáticos (es decir, los sistemas de creencias) que han introducido en tu cabeza desde que viniste a este mundo? En serio, ¿es así, desnaturalizado y convertido en un autómata mental, como vas a dejar pasar la vida?

Actuar en las dos dimensiones

En los procesos conscienciales, evolutivos, espirituales, como quieras llamarlo, hay personas que, en un momento determinado, lo que sienten es quedarse en la quietud y, a partir de ahí, mantenerse alejadas de todo...

Hemos hablado de una dimensión superficial y de una dimensión subyacente, y el quid de la cuestión es muy sencillo: se trata de actuar en ambas. En la dimensión subyacente soy quietud y en la superficial soy movimiento. Actúo. Vivo. Experiencio.

En esta vida de la que soy el contenedor, como tú también lo eres, me muevo. No me quedo como un observador pasivo, sino como un observador activo: observo y a la vez me involucro; observo y a la vez me muevo. No soy un observador que guarda distancias, sino que confío lo suficiente en mí como para saber que puedo moverme sin dejar de ser lo que soy.

Si tú optas por lo mismo, el único elemento que debes tener en cuenta es que ese movimiento sea coherente con tu quietud, con lo que eres, que no se convierta en alboroto y confusión. Si el movimiento se convierte en bullicio, se desconecta de la quietud. Si se convierte en un repiqueteo del repiqueteo del movimiento, se pierde la conexión con la quietud.

El tema es simplísimo: en el aquí-ahora, conserva la consciencia de la quietud que eres, modula tus actitudes en función de ello y así todas las acciones que emprendas serán coherentes con dicha quietud. Lo que hagas va a ser una especie de reflejo o resplandor de tu quietud.

¿Vivirás menos la vida si estás en esta quietud? No; la vivirás plenamente. Si la mente te sugiere lo contrario, no le hagas caso. La mente está haciendo siempre divisiones extrañas, falaces. Por ejemplo, en el ámbito religioso se habla mucho de lo mundano por oposición a lo espiritual. Esta dicotomía es falsa. Porque la vida es todo, de modo que todo tiene su sitio en ella. No hay nada que rechazar. La vida tiene un componente espiritual y es perfecto: tiene meditación, y silencio (las prácticas que cada uno considere oportunas), pero en el ámbito mundano hay otras experiencias: tomas cerveza, y te ríes, y sales, y entras, y de vez en cuando montas una fiesta si te apetece, y no conviertes la sexualidad en tabú... Elegir entre lo espiritual y lo mundano sería como taparnos uno de los dos ojos que tenemos. En la vida está todo integrado, así que ¡vívelo todo!, lo «interior» y lo «exterior».

Es muy divertido, porque hay gente que cuando empieza a acercarse a lo interior cree que lo exterior deja de tener sentido. Y nada deja de tener sentido; todo tiene su sitio. Además, todo está retroalimentándose. La misma ciencia nos dice que el observador modifica lo observado; es decir, lo interior modela lo exterior. De modo que tienes unas experiencias que son fruto de tu estado consciencial del momento y a su vez, esas experiencias externas impulsan tu proceso consciencial... Tiene lugar una retroalimentación continua, que no hay que cortar por ninguna parte.

¿En qué consiste, pues, estar en las dos dimensiones (la subyacente y la superficial) a la vez? En algo sencillo: bajo el mando del Yo verdadero, acomete las ocupaciones que correspondan, pero sin perder la consciencia de Ser. Es decir, no permitas que se active el piloto automático. En este estado, la mente ignora las «pre-ocupaciones» y sitúa los pensamientos a tu servicio. Los que aparezcan en ella serán los útiles y pertinentes para el ejercicio de tus ocupaciones; si surgen otros, ya no tienen importancia, porque no pueden hacerte infeliz. Sigues usando la mente, pero solo cuando la necesitas, y muy eficazmente. A la vez, tienes la capacidad de ir más allá del pensamiento... Los conceptos ya no son importantes. Disfrutas de un saber mucho más profundo que el que se plasma en conceptos mentales.

En el mundo, actúas libre de culpas y sin estrés, sin los apegos e insatisfacciones del ego, sin resistirte al momento presente y modulando tus actitudes (en lugar de reaccionar). Lo que sea que ocurra, tamízalo; pásalo por ti (en estado de quietud). E imprégnalo con lo que eres. No lo impregnes con aquello con lo que los otros quieren que lo impregnes. Si estás alineado con tu quietud, lo que saldrá de ti será siempre un sí a la vida, del que hablaba anteriormente; en caso contrario, lo que harás será quejarte.

Cuando estás conectado con el Yo verdadero, no utilizas el ahora para otra cosa que no sea Amar. Tus acciones no hacen más que expresar el Amor incondicional. Un Amor que no es de este mundo, porque el mundo tridimensional es forma y este Amor radica en lo que no tiene forma, en tu dimensión profunda, que proyectas a las formas del momento presente. Observas, sin enjuiciar, que en el mundo exterior cada persona tiene sus ocupaciones, pero que en el interior todos albergamos un mismo y único propósito: traer el Cielo a la Tierra, vivir en las dos dimensiones y ser una puerta para que la dimensión informe fluya y entre en el mundo de las formas para convertirlo en algo bondadoso, amoroso...

 

CUANDO SE ALCANZA EL CONOCIMIENTO DE UNO MISMO

Cuando llego a conocerme a mí mismo, soy consciente de lo que soy (alerta) y de lo que es Real (espacio) y siento mi Ser profundo estrecha e inseparablemente ligado a la Unidad. Un estremecimiento de quietud y movimiento me recorre energéticamente cuando me inunda tal conocimiento de mí mismo. ¡Tantas travesías buscándolo por fuera en piloto automático y resulta que lo encuentro en mi interior cuando conscientemente decido tomar el mando de mi vida! Y ahora que lo siento sé que es un estado que se encuentra más allá de los pensamientos y que es imposible de captar como objeto mental. Tanto es así que esta es la mejor manera de expresar el conocimiento de uno mismo: uno no puede conocerse a sí mismo porque uno no es uno, sino Uno, no-dos. Indefinible, innombrable, indescriptible e infinito; no admite definición porque ningún pensamiento (ninguno) puede abarcarlo. Y entre ese Uno y Yo no hay diferencia ni separación alguna... Yo soy el Ser Uno hasta el punto de que no puedo explicar con palabras la realidad de la Unión. Soy la Sabiduría y, sin embargo, me es imposible utilizar los conceptos; no tengo ningún pensamiento o definición de quién Soy porque lo real escapa de las categorías mentales. Soy un continuo momento presente en el que lo eterno se desenvuelve. Soy Creación. Soy la Consciencia e Inteligencia que me hacen Creador. Soy Creación y Creador. Soy el Espacio en el que todo surge. Soy el Amor incondicional que el ego no entiende y que Yo, un estado de Dios, Dios mismo, plasmo en el plano humano para que el Amor fluya en la tridimensionalidad... Y en el aquí-ahora, de momento en momento, vivo diciendo sí a la vida: Vivo Viviendo, siendo un Vividor. En calidad de Vividor, vivo, y sé que todo lo que hay que hacer con la vida es vivirla.