Ruta de Sección: Inicio > Artículos >Extractos > Artículo

Extractos - Ken Wilber

Un Solo Sabor

Por Ken Wilber
Ken Wilber

Son muchas las cosas de las que puedo dudar, pero de lo único que no puedo dudar es de mi propia conciencia presente. Mi conciencia ES y, aunque la cuestionase, no dejaría de ser mi conciencia dubitante. Puedo creer que mis sentidos se enfrentan a una realidad falsa, una realidad exclusivamente virtual o digital compuesta de imágenes que parecen reales pero, aun en tal caso, no puedo dudar de la conciencia que está observando...

La contundencia de mi conciencia presente me proporciona la certeza inmediata de que, en este momento, existo, de que, en este momento, soy. Es imposible cuestionar la conciencia y el Ser de este instante, porque es el fundamento mismo de todo conocimiento, de toda percepción y de toda existencia...

¿Quién soy yo? Formúlate esta pregunta una y otra vez, profundamente. ¿Quién soy yo? ¿Qué hay en mí que sea consciente de todo?

Tanto si crees conocer al Espíritu como si crees desconocerlo, el Espíritu no deja de ser el que está pensando todas esas cosas. Puedes dudar de los objetos de conciencia, pero jamás podrás poner en cuestión al que duda, jamás podrás dudar realmente del Testigo que se da cuenta de todo ese despliegue. Descansa, por lo tanto, en el Testigo, independientemente de que creas conocer o ignorar a Dios, porque ese Testigo, la innegable inmediatez de la conciencia es, en sí misma, Dios, el Espíritu, la mente de Buda. La certeza no descansa en los objetos, sino en la pura Conciencia sentida en la que aparecen los objetos. Jamás podrás ver a Dios, porque Dios es El Que Ve y no un objeto finito, mortal y definido que pueda verse...

El estado puro de Ser no es difícil de alcanzar, sino imposible de eludir, porque siempre está presente y, en realidad, jamás puede ser cuestionado. Nunca podrás escapar del Espíritu, porque el Espíritu mismo es precisamente el que está escapando. Por decirlo en pocas palabras, el Espíritu no es difícil de encontrar, sino imposible de evitar, porque es lo que ahora mismo está leyendo esta página. ¿Puedes sentir Ese Uno? ¿Por qué sigues buscando a Dios cuando, de hecho, Dios es El que lee?

Basta con que te preguntes: ¿Quién soy yo? ¿Quién soy yo? ¿Quién soy yo?

Soy consciente de mis sentimientos, de modo que no soy mis sentimientos. ¿Quién soy yo? Me doy cuenta de mis pensamientos, de modo que no soy mis pensamientos. ¿Quién soy yo? Las nubes flotan en el cielo, los pensamientos flotan en la mente, los sentimientos flotan en el cuerpo y yo no soy nada de eso, porque puedo contemplarlo todo.

Puedo, además, dudar de la existencia de las nubes, puedo dudar de la existencia de los sentimientos y puedo poner en cuestión la existencia de los objetos de pensamiento, pero no puedo cuestionar la existencia, en este instante, del Testigo porque, aun en tal caso, sería el Testigo el que se diese cuenta de mi duda.

Yo no soy ninguno de los objetos de la naturaleza, de los sentimientos del cuerpo ni de los pensamientos de la mente, porque puedo darme cuenta de todos ellos. Yo soy el Testigo, la Apertura inmensa, espaciosa, vacía, pura y transparente que registra de forma imparcial todo cuanto aparece, como el espejo que refleja naturalmente todos los objetos que desfilan ante él...

Ahora mismo puedes sentir esa Gran Liberación porque, en el mismo instante en que descansas en la simple presencia de este momento, te liberas de la sofocante constricción de los meros objetos, de los meros sentimientos y de los meros pensamientos; todos ellos vienen y van, pero tú eres el inmenso, libre, vacío y abierto Testigo que los contempla sin verse afectado por sus tormentos y torturas.

Éste es, de hecho, el descubrimiento... del yo divino puro, del Testigo sin forma, de la nada causal, de la inmensa Vacuidad en la que emerge la totalidad del mundo, permanece durante un tiempo y acaba desapareciendo. Y tú eres Eso. Tú no eres el cuerpo, el ego, la naturaleza, los pensamientos, esto o aquello, sino la inmensa Vacuidad, Libertad y Liberación.

Y ese descubrimiento... te lleva a mitad del camino de vuelta a casa. Después de haberte desidentificado de todos y cada uno de los objetos finitos, descansas como Conciencia infinita. Eres libre, abierto, vacío, cristalino, radiante, suelto, liberado, exaltado e impregnado de una vacuidad beatífica que existe antes del espacio, antes del tiempo, antes de las lágrimas, antes del terror, antes del dolor, de la mortalidad, del sufrimiento y de la muerte. Has descubierto el gran No Nacido, el inmenso Abismo, el Fundamento incalificable de todo lo que es, de todo lo que fue y de todo lo que será.

Pero ¿por qué digo que sólo has llegado a la mitad del camino? Porque cuando descansas en la amplitud infinita de la conciencia, espontáneamente consciente de todo cuanto aparece, no tardará en llegar la gran catástrofe de la Libertad y la Plenitud final en la que el Testigo mismo acaba desvaneciéndose y, en lugar de ver el cielo, eres el cielo, en lugar de palpar la tierra, eres la tierra y, en lugar de oír el trueno, eres el trueno. Y cuando Tú y el Kosmos entero os fundís en Un Solo Sabor, puedes beberte el océano Pacífico de un trago y sostener el Everest en la palma de la mano, mientras las supernovas se arremolinan en torno a tu corazón y tu cabeza se ve reemplazada por el sistema solar...

Tú eres Un Solo Sabor, el espejo vacío que es uno con todos y cada uno de los objetos que aparecen en su abrazo, una amplitud descuidadamente vasta y translúcida, infinita, eterna y resplandeciente más allá de la liberación. Y tú... eres... Eso.

Así es como el dualismo cartesiano primario ―que no es más que el dualismo entre... aquí dentro y ahí afuera, entre sujeto y objeto, entre el Testigo vacío y todas las cosas registradas― desaparece y se ve trascendido por Un Solo Sabor no dual. Cuando realmente conectas con el Testigo y vas más allá de él, entonces ―y sólo entonces― puedes trascenderlo en la No dualidad radical y, en lugar de hallarte a mitad de camino, habrás vuelto completamente a casa, aquí, en la maravilla omnipresente de lo que es...

¿Y cómo sabes que realmente has superado el dualismo cartesiano? De un modo muy sencillo, porque entonces ya no sientes que estás de este lado de tu rostro contemplando un mundo que se halla frente a ti. Sólo existe el mundo, tú eres él y sientes que eres uno con todo lo que emerge instante tras instante. No estás simplemente de este lado de tu rostro contemplando lo que ocurre fuera de aquí, porque "aquí" y "ahí" se funden entonces en Un Solo Sabor con una evidencia y una certeza tan rotundas como si sobre tu cabeza hubiese caído una roca de cinco toneladas, una sensación, cómo decirlo, imposible de olvidar.

En ese mismo instante que, en realidad, es tu estado omnipresente, desaparece la identificación exclusiva con este organismo concreto, desaparece la contracción de la conciencia en el interior de tu cabeza, una contracción que te lleva a sentir que "tú" estás de este lado de tu rostro contemplando el mundo "exterior". Entonces la atención no está atrapada en el cuerpo-mente personal porque, en su lugar, la conciencia es una con todo lo que aparece, una expansión inmensa, abierta, transparente, radiante, infinitamente Libre y Plena que abarca la totalidad del Kosmos y en la que todos y cada uno de los objetos se funden eróticamente en el Gran Abrazo de Un Solo Sabor. Entonces es cuando dejas de estar exclusivamente detrás de los ojos, te conviertes en la Totalidad y experimentas de manera directa e inmediata que tu identidad básica es todo lo que emerge instante tras instante (como antes te sentías identificado con esa espira finita, parcial, separada y mortal de carne a la que llamas cuerpo). Entonces es cuando dentro y fuera se convierten en Un Solo Sabor. ¡Así es como ocurre!

Boomeritis, Sidebar E: The Genius Descartes Gets a Postmodem Drubbing: Integral Historiography in a Postmodem age
Fuente: Ken Wilber. La pura conciencia de ser (Kairós, 2006)