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Extractos - Jean Klein

Espontáneamente expulsado del tiempo y el espacio

Por Jean Klein
Jean Klein

¿Qué fue lo que le indujo a marchar a la India?

Una necesidad interior, un anhelo de encontrar la paz, de encontrar el centro en el que simplemente se es uno mismo, libre de cualquier estímulo. Todo lo que había leído de la India tradicional, especialmente de la India antigua, me llevó a sentir que la India actual todavía podía reflejar la antigua sabiduría, que podía ser aún una sociedad centrada en la verdad. Naturalmente, es peligroso creer que puede adoptarse otra cultura distinta a la propia, pero el motivo de mi partida a la India no fue la búsqueda de una nueva creencia, religión o cultura. Era consciente de que no encontraría lo que estaba buscando por el simple hecho de asumir un nuevo estilo de vida o un punto de vista diferente. Desde el principio, me sentí convencido de la existencia de una esencia de ser que es independiente de toda sociedad y sentí la necesidad interior de explorar esta convicción.

¿Así que su actitud no era concretamente la de buscar un maestro?

No. No buscaba nada específico, pero al llegar a la India, en un entorno completamente nuevo, me quedé sin referencia alguna respecto a mi experiencia anterior. Al quedar en suspenso toda valoración, me sentí catapultado hacia una actitud de apertura y receptividad ante todo. Y me sorprendió encontrar tan pronto al hombre que más tarde sería mi maestro. No puedes buscar un maestro. El maestro te encuentra en tu conciencia.

Esta necesidad interna, este anhelo de libertad, ¿debe ser muy fuerte?

La necesidad de libertad debe ser enorme. No puede ser aprendida ni adquirida, pero llega a hacerse presente por medio de la auto-indagación. En la auto-indagación aparece un presentimiento, una insinuación de la realidad y es este presentimiento lo que hace surgir un tremendo anhelo. ¡Puede ser tu despertar!

Cuando te observes a ti mismo, será lo que inicialmente sientas. Puedes desconocer qué clase de carencia es ésta y buscarás entonces en distintas direcciones con la esperanza de satisfacerla. Cuando este proceso de búsqueda se haya llevado a cabo, puede llegar un momento en que la carencia y el deseo que ella conlleva se desvanezcan. Por un instante, estás en paz. Pero al no ser consciente de esta falta de deseo, te fijas en el objeto, en lo que podría llamarse la causa de tu satisfacción y, naturalmente, ésta pierde inevitablemente su encanto y de nuevo te encuentras insatisfecho. Pasarás por muchas de estas situaciones sin salida, como un perro de caza que no puede encontrar el rastro y da vueltas frenéticamente. Pero estos cul-de-sacs de la experiencia te aportarán una cierta madurez, porque inevitablemente te interrogarás con mayor profundidad sobre todos los acontecimientos y sobre su transitoriedad. Es un proceso de eliminación. Debes indagar, como un hombre de ciencia, en tu propia vida. Observa que siempre que consigues lo que deseas estás en una ausencia de deseo en la que el objeto inicial, la supuesta causa de tu falta de deseo, no está presente. Observa que esta falta de deseo es realmente inmotivada y que eres tú quien le está atribuyendo las causas.

Al llegar a un cierto punto de madurez, te sentirás repentinamente atraído por el perfume de la realidad; tus idas y venidas en todas direcciones, tu dispersión, cesará. Espontáneamente, te encontrarás orientado. Tu perspectiva total cambiará. El perfume te seduce y te ofrece un anticipo de la realidad, un presentimiento que hace surgir ese intenso estímulo interior de que acabamos de hablar.

¿Podría decir algo más sobre ese presentimiento? ¿Qué es exactamente?

El presentimiento procede de lo presentido. Es el reflejo de la verdad. Es la orientación espontánea cuando la dispersión comienza a centrarse en un punto. El ego se hace más transparente y en esta transparencia la energía que estaba fijada por el ego en los objetos de la dispersión es transferida hacia la orientación. Cuando el presentimiento aparezca, entrégale todo tu corazón. Debes estar muy alerta, muy atento, pues el condicionamiento del olvido es muy fuerte.

¿Jugó algún papel el sufrimiento para impulsarle en su camino?

Depende de cómo entiendas el sufrimiento. El sufrimiento como idea, como concepto, nunca puede proporcionarte el conocimiento de ti mismo. Pero la percepción directa del sufrimiento, como la percepción directa de todo objeto, es un indicador de tu Sí mismo (1). Lo que fue importante para mí fueron aquellos momentos en que miré hacia mí mismo y encontré una ausencia de realización; esto puso en acción un proceso de investigación más profunda. En cierto sentido, cuando realmente sientes esta carencia sin conceptualizarla, hay un sufrimiento intenso, pero no es un sufrimiento semejante al que pueda ser motivado por un robo, la pérdida de empleo, la ruptura del matrimonio, una muerte o cualquier otra circunstancia de este tipo. Desde luego, estas dificultades te privan de una cierta clase de complacencia y alteran tu habitual modo de vida. Te llevan a interrogar, a investigar, a explorar, a cuestionar, el propio sufrimiento.

Haz del sufrimiento un objeto. En el completo abandono a la percepción, aparece la luz. Debes comprender que por "abandono" no quiero decir una aceptación fatalista ni ninguna clase de sacrificio psicológico. El abandono real consiste en dejar marchar todas las ideas y permitir que la percepción —en este caso el sufrimiento— venga a ti en tu apertura. Verás que eso no es un "cambiar de sitio" como sucede en la aceptación psicológica, donde la energía fijada como sufrimiento es meramente desplazada hacia otra área, sino que viene a florecer desde el interior de la plenitud de tu atención. La sentirás como energía libre, energía que estaba anteriormente cristalizada. Así pues, el abandono no es un estado pasivo. Es tanto pasivo como activo, pasivo en el sentido de "dejar ir". como con el "hombre pobre" de Meister Eckhart, y activo en cuanto que es una alerta constante.

¿Practicó yoga para llegar a más profundos niveles de abandono y atención?

La palabra "práctica" significa generalmente "hábito". Debemos "practicar" únicamente en el sentido de llegar a conocer mejor el cuerpo y la mente. Debemos ver que el cuerpo es el campo en el que aparece el temor, la ansiedad, la defensa y la agresión. No obstante, el énfasis no debe ponerse en el cuerpo, sino en la presencia, en la escucha. Lo importante es llegar a estar familiarizado con este campo de tensiones y ver que la constante interferencia de la imagen del yo no está separada del citado campo, sino que, por el contrario, pertenece a él. Cuando esto se percibe con claridad, la tensión no encuentra ningún cómplice, la percepción queda libre y las energías se integran en su totalidad. El planteamiento tradicional consiste en escuchar el cuerpo, no en tratar de dominarlo. Dominar el cuerpo es hacerle violencia. Pero se puede barrer el suelo o fregar los platos y estar a la escucha. No hay diferencia.

La exploración del cuerpo me llevó a una más profunda relajación y la relajación trajo consigo la cesación de esquemas repetitivos en el cuerpo y en la mente. La aceptación del cuerpo me llevó a un mayor conocimiento de la sensación de "soltar"; así, de esta forma, el yoga intervino en el presentimiento de la realidad. Pero eso sólo me condujo a un estado en el que ya no ponía el énfasis en el objeto, en el cuerpo, sino en el sujeto último. El yoga proporciona atención y tranquilidad, y un cuerpo tranquilo refleja una mente tranquila. Pero, desde luego, puedes llegar a una plenitud de paz en el cuerpo y en la mente sin el yoga.

Si el yoga no es en sí mismo la enseñanza, ¿qué es?

La enseñanza apunta directamente a lo que no puede ser enseñado. Las palabras, las acciones, son unas muletas y este soporte pierde gradualmente su concreción hasta que súbitamente te encuentras un día en un no-estado que no puede ser enseñado. Las formulaciones son símbolos, indicaciones, y al final ya no ves el símbolo sino aquello a lo que el símbolo apunta.

Cuando la enseñanza perdió su concreción y tuvo el desplazamiento del énfasis desde el objeto-símbolo hacia el sujeto, hacia aquello a lo que el símbolo apunta, ¿cómo cambió su vida?

Los viejos esquemas de pensar y actuar, de falsa identificación con el cuerpo, al haber perdido su concreción, carecían ya de cualquier soporte. Fue esa reducción de la dispersión a la orientación de que antes hablábamos, un fortalecimiento del presentimiento de la verdad. Progresivamente se fue haciendo más presente y menos conceptual. Este ser comprendiendo dio una nueva orientación a mi vida. Todo era percibido de una forma nueva. Fui discerniendo más y, aunque no hiciera ningún cambio voluntario, muchas de las cosas que habían ocupado un lugar en mi vida anterior desaparecieron. Había sido seducido por nombres y por formas que me había esforzado en poseer y alcanzar, pero con esta reorientación de la energía apareció un nuevo orden de valores. No debes interpretar esto como la adopción de algún nuevo tipo de moral. Nada fue añadido ni rechazado. Simplemente, llegué a tener conocimiento de la "claridad", sattva, y este conocimiento se vio acompañado de una espontánea transformación.

Mi maestro me explicó que esta luz, que parecía venir de fuera, era en realidad la luz reflejada por el Sí mismo. En mis meditaciones, fui visitado por esta luz y atraído por ella, lo que me proporcionó una gran claridad en el actuar, el pensar y el sentir. Mi forma de escuchar se hizo incondicionada, libre del pasado y del futuro. Esta escucha incondicionada me condujo a una actitud receptiva y cuando me familiaricé con la atención, ésta quedó libre de toda expectativa, de toda volición. Me sentí instalado en la atención, en una apertura en plenitud a la conciencia.

Posteriormente, una noche acaeció un cambio completo en el Paseo Marítimo de Bombay. Estaba observando el vuelo de los pájaros sin pensar ni interpretar, cuando fui completamente arrebatado por ellos y sentí que todo sucedía en mí mismo. En aquel momento me conocí conscientemente. A la mañana siguiente, al enfrentarme con la multiplicidad de la vida diaria, supe que me había establecido en el ser comprensión. La imagen de mí mismo se había disuelto completamente y, libre del conflicto y de la interferencia de la imagen del yo, todo lo que ocurría pertenecía al ser conciencia, a la totalidad. La vida fluía sin la interposición del ego. La memoria psicológica, gusto y aversión, atracción y repulsión, se había desvanecido. La presencia constante, lo que llamamos el Sí mismo, estaba libre de repetición, memoria, juicio, comparación y valoración. El centro de mi ser había sido espontáneamente expulsado del tiempo y el espacio hacia una quietud intemporal. En este no-estado de ser, la separación entre "tú" y "yo" desapareció por completo. Nada aparecía fuera. Todas las cosas estaban en mí, pero yo ya no estaba en ellas. Sólo había unidad.

Me conocí en el acontecer presente, no como un concepto, sino como un ser sin localización en el tiempo y el espacio. En este no estado había libertad, plenitud y alegría sin objeto. Era pura gratuidad, agradecimiento sin objeto. No se trataba de un sentimiento afectivo, sino de libertad respecto a toda afectividad, una frialdad cercana al ardor. Mi maestro me había dado una explicación de todo esto, pero ahora se había convertido en una verdad resplandeciente e integral.

Del Prólogo de: The ease of being (la sencillez de ser)
Notas:
  1. El alma o ser real del hombre, como traducción del inglés Self, el Atman sánscrito.
Fuente: Sat Sangha Salon