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Extractos - Enrique Martínez Lozano

Sabiduría para despertar

Una lectura transpersonal del evangelio de Marcos

De la Introducción por Enrique Martínez Lozano
Sabiduría para despertar

Toda lectura humana es, inexorablemente, una lectura situada. Ello resulta particularmente frustrante para nuestro ego ―y para todas las estructuras montadas sobre él―, que alimenta la pretensión engañosa y nociva de poder apresar mentalmente la verdad. Tarea vana.

Ocurre que el yo ―identidad correspondiente a los niveles mentales de conciencia―, necesitado de seguridad, pretende poseer e incluso imponer la verdad. Al hacerlo, lo que busca es alejar el demonio de la inseguridad y ―tal como certeramente describió A. Sajarov la intolerancia― "la angustia de no tener razón".

Este funcionamiento, siendo característico del estadio mítico ―que, en la historia de la humanidad empieza, más o menos con el Neolítico, y que en el ser humano individual va de los tres a los siete años―, perdura, aunque sea atenuado, en el estadio racional, en tanto en cuanto nos hallamos identificados con la mente.

Decir que nuestra lectura de lo real es situada significa reconocer que nuestro modo de acercarnos a la realidad es deudor de un determinado paradigma, del estadio de conciencia en que nos hallamos y del modelo de cognición adoptado.

Si nos ceñimos a la lectura del hecho religioso, podemos percibir la evolución que se produce en el modo humano de pensar a Dios, desde el paradigma premoderno al moderno y postmoderno. Una evolución que todavía es más notable si comparamos lo que ocurre en los diferentes estadios de conciencia: la magia, el mito, la razón, la Conciencia testigo... Y que guarda una cierta similitud con lo que se produce cuando pasamos de operar con un modelo dual o mental de cognición a otro no-dual o transpersonal.

Estas breves referencias pueden servir para contextualizar la lectura del evangelio de Marcos que aquí se propone. Nos hallamos dentro del paradigma postmoderno y, aunque todavía inmersos en el estadio egoico, parece atisbarse el emerger paulatino del nivel transpersonal de conciencia. En él, tras el agotamiento del modelo mental-representacional, se está abriendo paso, en prácticamente todos los ámbitos del saber, el modelo no-dual de cognición.

El modelo mental ―dual, egoico o cartesiano― ha entrado definitivamente en crisis. No existe tal cosa ―nos lo ha hecho ver incluso la misma física cuántica― como un sujeto "frente a" un objeto que estuviera "ahí fuera". Lo que es, constituye una red en la que todo se halla interrelacionado. Y esa realidad no-dual no puede pensarse, porque no es un "objeto" que la mente pudiera aprehender. Únicamente se puede ser; y sólo cuando se es, entonces se la conoce. Es decir, para frustración de quienes habían puesto toda su confianza en la razón, se nos empieza a hacer patente que el acceso a la verdad del Ser acontece sólo en y a través de la realización experiencial de dicho conocimiento. Ser y conocer se reclaman mutuamente: ser es conocer y conocer es ser.

Aquí se inserta precisamente la intuición quizás más revolucionaria de la postmodernidad: la que sostiene que sujeto y objeto, hombre y mundo constituyen una unidad indisoluble. De ese modo, frente al dualismo separador, emerge el holismo integrador, en el que el Todo es lo prioritario, un Todo que, para más asombro, es "consciente".

Si el modelo cartesiano era irreductiblemente mental y, por ello mismo, dualista, el nuevo modelo es transmental. Integra la mente ―no estamos hablando de un nivel irracional, sino transracional―, pero la trasciende; no se deja atrapar por ella: sabe de un modo de conocer que va más allá del pensamiento. Eso requiere aprender a acallar la mente, para que, de esa forma, se supere el dualismo al que parecíamos estar irremisiblemente condenados. La no-dualidad seguirá afirmando las diferencias, pero no la separatividad. Porque éste es, precisamente, el rasgo característico y distintivo del nuevo modelo de cognición: la no-dualidad.

Pues bien, lo que aquí propongo es una lectura del evangelio de Marcos dentro de estos nuevos parámetros, consciente de que se trata de una perspectiva (transpersonal y no-dual), no sólo válida, sino incluso exigida por el momento que nos ha correspondido vivir. No sólo es nuestro "idioma cultural", sino que parece más capaz de dar razón de lo real que el anterior modelo dualista.

Desde la nueva perspectiva, la visión dualista queda radicalmente modificada, porque cambia, precisamente, el "modo de ver", la conciencia que percibe, en definitiva, el propio perceptor. Dios deja de pensarse como un Ser separado ―como si fuera un "Objeto"―, para ser percibido (intuido) como el Misterio último de Lo que es, que hace que todo sea, y que en todo se expresa ―y aquí está la clave― de un modo no-dual. Jesús, lejos de ser objetivado como un Ser celeste, aparece como el hombre que "ha visto" y, por ello mismo, es Manifestación del Misterio y Expresión de lo que somos, espejo en el que podemos vernos reflejados; todo ello, también, de un modo no-dual. El evangelio, superada una lectura historicista que apenas nos afectaba, se nos muestra como un mensaje de sabiduría que habla de nosotros mismos, desvelándonos lo Real y facilitando el despertar a nuestra verdadera identidad. Estas son las claves de lectura del comentario del evangelio que tienes en tus manos. Unas claves que nacen de la "nueva conciencia" transpersonal y no-dual ―más exactamente, de lo que la conciencia hoy nos permite percibir―, que se asientan en la certeza de la interrelación de todo y que usan como imagen la gran Red de todo lo que es.

Tengo la convicción de que, en esta nueva "traducción" ―y cada cultura tiene que hacer la suya―, no sólo no se pierde nada valioso, sino que todo aparece enriquecido y cargado de frescor, aportando luz, sentido, liberación, dicha, plenitud. También hoy el Espíritu sigue actuando, iluminando, inspirando... No reconocerlo así y quedarse en la literalidad del texto, supone fosilizarlo, absolutizando una lectura que ―por humana― era relativa, privarlo de inteligibilidad y, en último término, de vida. Con ello, se termina siendo infiel al mismo texto que, en realidad, estaba apuntando más allá de lo que decían sus propias palabras.

Por si fuera poco, una lectura atenta del evangelio permite percibir que el propio Jesús se vivió en este nivel de conciencia transpersonal, tal como he tratado de mostrar en otro lugar. De ahí que, al acercarnos desde esta clave, podamos lograr una mayor "sintonía" con el texto evangélico.

La nueva mirada, al quitar el velo de la mente objetivadora y sepadora ―dualista―, permite reconocer la no-dualidad de todo lo real, en el holismo integrador al que más arriba hacia referencia, y en el que nada se halla separado de nada. Lo que tocamos y lo que no podemos tocar, la forma y el vacío, son únicamente las "dos caras" de la misma Realidad, expresión toda ella del "Yo soy" universal.