Extractos - Emma Vázquez

¿Qué hacer cuando no sabes qué hacer?
Por Emma VázquezNos enseñan a huir, pero no a quedarnos. Nos enseñan a «conseguir», pero no a Amar lo que hay. Porque no sabemos lo que es el Amor. Porque no sabemos lo que significa Amar. Porque lo hemos confundido con necesitar, con depender, con celos, con egoísmo, con vanidad, con poseer. Porque le hemos cortado las alas. Y en su lugar, hemos cosido condiciones y exclusividad. Quedándonos atrapados en una prisión que no vemos porque la hemos pintado nosotros mismos de «deberías» y de «tendrías». Aniquilando de un plumazo una Libertad que pretendemos lograr esposados a unas creencias que ignoramos que nos están impidiendo volar y amar(nos).
Buscamos métodos, técnicas, herramientas, para aprender a sentir. Para aprender a vivir. Pero la Vida no es algo que se aprende sino algo que se ¡vive! Es un ESTAR en contacto con Ella (que es contigo) por primera vez. Porque, aunque no nos lo parezca, siempre es la primera vez que experimentamos lo que experimentamos. Por muchos «antes» que hayamos experimentado. Porque estamos en constante cambio. Porque el cambio es la única constante. Porque lo que soy AHORA no lo he sido nunca. Lo que significa que no puedo sentir(me) de igual manera que ayer.
Queremos milagros, pócimas mágicas, estados extáticos de conciencia que nos lleven a dejar de sentir las emociones que sentimos. Porque, al final, si vas tirando del hilo, es a lo que le tememos. A cuando la Vida se nos presenta (de Presente) con una intensidad que nos rompe los esquemas, que nos tambalea las certezas y que nos explota los «yo ya sé».
Y hay momentos en los que parece que «no lo voy a soportar». Que nuestro cuerpo no va a ser capaz de HABITAR tanta pena, tanto dolor, tanta furia, tanta rabia, tanta culpa, tanta ansiedad, tanta frustración. Pero resulta que ¡ya lo está soportando! ¡Ya estás sintiendo aquello que CREES que vas a ser incapaz de sentir! Lo que sucede es que sufrir no es agradable. Y la inercia del ser humano es hacer lo posible para «volver a casa». A un estado de serenidad, de amor, de libertad y de paz.
Y es en este camino de investigación donde recorremos diferentes senderos para llegar a donde YA estamos, pero no percibimos. Es una prueba de ensayo-error en la que vamos desechando aquello que no nos sirve. Aquello que ayer nos podía ayudar, pero que HOY ya no.
Un camino en el que vamos (re)conociendo cada paso un poquito más el significado del verbo Amar. Y del Amor.
Un amar que no es un hacer sino un Siendo. No es algo que puedas practicar. Es lo que somos. Es nuestra energía esencial. Pero está oculta bajo capas y capas de creencias que nos hacen sentir otras cosas con las que nos podemos identificar. Una Energía que ya somos y que percibimos en muchas situaciones de nuestra cotidianidad, pero que la pasamos por alto. En la belleza de un amanecer, en una mirada hacia la persona que amas, ante una obra de arte que te encandila, en un acto de compasión o sin nada externo que lo active.
Es como una Luz que se enciende dentro de ti e ilumina cada célula de tu cuerpo. Como si tuvieras faros en los ojos y se te estremeciera el Corazón sintiendo la maravilla de ESTAR vivo. Sintiendo su Perfección.
No puedes alcanzar el amor ni aprender a amar porque el amor no es alcanzable ni el amar es una lección. Pero sí podemos descubrir qué es lo que nos impide SER ese Amor que somos. Qué nubes están tapando su Cielo. Qué creencias nos están llevando a sufrir la Vida, en lugar de a disfrutarla y de amarla.
¿Cómo me acompaño a mí misma cuando estoy en una tormenta, cuando me tropiezo, cuando me caigo, cuando me siento perdida? ¿Cómo me hablo? ¿Cómo me trato?
Vivimos como si estuviésemos metidos en un zapato apretado. Resistiéndonos a la Realidad (lo que hay). Luchando contra ella. Que es lo mismo que decir contra nosotros. Pretendiendo conseguir estar en paz mediante un esfuerzo que nos acaba agotando. Como si chillando pudiésemos encontrar el silencio que tanto anhelamos.
¡Escapamos de la Vida! De lo que AHORA estamos sintiendo. Nos inventamos prácticas para dejar de sentir lo que sentimos. Y las bañamos de consciencia, de autocuidado y de espiritualidad. Pero no nos damos cuenta de que debajo de todas ellas está el miedo, de que su raíz es el miedo. Y de que el miedo es una de esas creencias, es una de esas nubes, que tapan aquello que queremos alcanzar. Que avivan aquello de lo que queremos escapar.
¿Qué haces cuando la emoción es muy intensa? ¡Míralo! ¡Investígate! ¡Obsérvate! Sé humilde. Sé honesta con el «desde dónde» estás haciendo lo que haces. ¿Desde dónde practicas? ¿Desde dónde meditas...? ¿Para qué haces lo que haces?
Cuando PARAS y te escuchas, lo VES claro. Es muy evidente. Es muy obvio ese intentar controlar.
Nadie quiere sentirse mal (sea la emoción que sea). Y es muy humano intentar volver a lo que llamamos Centro. A nuestra paz. Pero ¿y si no se trata de hacer sino de dejar de hacer? ¿Y si se trata únicamente de ESTAR CON LO QUE HAY? ¿De quedarse contigo cuando las cosas (estados emocionales desagradables) no son como tú quieres que sean? ¿Y si eso es lo que significa amar(se)?
PRESENCIA. Cuando todo se derrumba, cuando sentimos que el equilibrio se desequilibra, la respuesta siempre es Presencia. Una Presencia de nosotros hacia nosotros. Una Escucha de nosotros hacia nosotros. A la que no le damos casi importancia. Porque como no es una práctica, una técnica, un algo que «hacer», sino todo lo contrario, la metemos en el cajón del olvido y de la insuficiencia.
Estamos tan acostumbrados a esforzarnos por vivir que dejamos de valorar lo sencillo. Dejamos de conectar con la intuición. Con lo que te dice el cuerpo, no con lo que he leído en los libros y con la teoría. Con lo que nace Aquí y Ahora de forma natural.
Estamos tan acostumbrados a correr que el caminar nos resulta demasiado lento. Demasiado poco.
Por eso, cuando alguien te dice «simplemente, QUÉDATE CONTIGO. No huyas de lo que sientes. No le arranques los latidos a esa intensidad. No le cortes las alas. ¡Siéntela! Permite que Sea como Es», nuestra respuesta es: «¿sólo eso?, ¿y qué más hago?».
Siempre estamos buscando algo externo a nosotros, un gurú, una técnica, un «lo que sea», que nos salve de la Vida. Porque esa intensidad no es más que pura Vida. Y queremos hacerla desaparecer.
¡No sabemos Sentir(nos)! ¡No sabemos ESTAR con lo desagradable, con el dolor, con la incomodidad! Y no sabemos porque siempre hemos escapado de ella. Porque es lo que nos enseñan. Y porque esa enseñanza lo que nos lleva es a NO CONFIAR en nosotros. A sentir que no podemos. Que no estamos preparados.
Y ¡sí podemos! Sí podemos sentir cualquier tipo de emoción, de cualquier intensidad. Sí podemos ESTAR presentes ante la cara menos agradable de la Vida. Sí podemos estar en paz en medio de una tormenta. Sí podemos SER Loto en medio del fango...
Escapamos porque no confiamos en nosotros mismos. Y al escapar nos estamos invalidando. Y SEPARANDO. Nos estamos diciendo que eso que sentimos no deberíamos sentirlo. Que estamos siendo un error. Que somos algo a arreglar.
Ninguna emoción puede superarnos. Es una falsa creencia. Es una falsa percepción.
¿Cómo va a superarnos una emoción si nosotros somos el contenedor de ella? Es como si el Océano creyese que no puede soportar un tsunami.
¿Qué hacer cuando no sabes qué hacer? Presencia. Siempre Presencia. Porque Presencia es Unidad. Porque Presencia es Amor. Porque Presencia es Amar. Porque el Amor no se hace... El Amor se Es. Y ahí es donde HABITA nuestro verdadero Hogar.