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Extractos - Paul Brunton

Camino iluminación

¿Qué es el camino corto a la iluminación?

Por Paul Brunton

EL Camino Corto ofrece la manera más rápida hacia las bendiciones de la alegría espiritual, la verdad y la fortaleza. Puesto que estas cosas están presentes en el Yo Superior, y dado que el Yo Superior está presente en todos nosotros, cada uno puede reclamarlas como suyas mediante la declaración directa de su verdadera identidad. Este simple acto requiere que demos la vuelta, abandonemos la dependencia del yo personal, y busquemos la Fuente original de donde fluye nuestra verdadera vida y ser, nuestra verdadera providencia y felicidad. Ignorando todas las ideas contrarias que el mundo exterior nos impone, desdeñando las emociones y deseos del ego respecto a ellas, el buscador «ora sin cesar» a esa Fuente. Es decir, se mantiene concentrado en ella internamente hasta que pueda sentir sus cualidades liberadoras y expandirse en sus gloriosas luces.

¿Cuál es la clave del Camino Corto? Es triple. Primero, deja de buscar al Yo Superior, ya que te sigue dondequiera que vayas. Segundo, cree en su Presencia, junto a ti y dentro de ti. Tercero, sigue intentando comprender su verdad hasta que puedas abandonar más pensamientos al respecto. No puedes adquirir lo que ya está aquí. Así que abandona la idea falsa del ego y afirma la verdadera.

La otra parte de la respuesta es que el Yo Superior siempre está presente como el yo más íntimo y verdadero del ser humano. No tiene principio ni fin en el tiempo. Su conciencia no tiene por qué desarrollarse como algo nuevo. Pero la conciencia que la persona tiene de ello comienza con el tiempo y tiene que desarrollarse como un nuevo logro. La presencia constante del Yo Superior significa que cualquiera puede alcanzarlo aquí y ahora. No existe ninguna necesidad interior de viajar a ningún lugar ni de encontrarse físicamente con alguien o de esperar años para que esto suceda. Cualquiera, por ejemplo, que preste atención cuidadosa y sincera a este planteamiento, tal vez pueda conseguir, repentina y fácilmente, la primera etapa del insight, el relámpago que permite un vislumbre de la realidad, en cualquier momento. Mediante ese vislumbre, se habrá elevado a una nueva dimensión del ser. La dificultad consistirá en retener la nueva percepción, pues los antiguos hábitos de pensamientos erróneos se reafirmarán rápidamente y lo abrumarán lo suficiente como para relegarlos a un segundo plano. Por eso es necesaria la introspección repetida, el estudio reflexivo y la meditación mística para debilitar esos hábitos y generar la fuerza interior que pueda sostener firmemente la perspectiva superior contra estos intrusos agresivos de su propio pasado.

El Yo Superior no es una meta que alcanzar, sino la realización de lo que ya es. Es posesión inalienable de todos los seres conscientes y no de unos pocos. No se necesita ningún esfuerzo para alcanzar el Yo Superior, pero sí se necesita todo el esfuerzo para deshacerse de los muchos impedimentos a su reconocimiento. No podemos apoderarnos de él; él se apodera de nosotros. Por lo tanto, la última etapa de esta búsqueda no requiere esfuerzo. Somos conducidos, como niños de la mano, hacia la presencia resplandeciente. Nuestros cansados esfuerzos llegan a un abrupto final. Nuestros labios se cierran y se quedan sin palabras.

«Estad quietos y sabed que yo soy Dios», es la clave del enigma de la verdad, pues resume todo el Camino Corto. La paradoja es la revelación final, pues esto es «no hacer». Más bien es «dejar ser», una no-interferencia de tu voluntad egoísta, un silenciamiento de toda la agitación y esfuerzo mental.

¡El Camino Corto es el verdadero camino! Todo lo demás es mera preparación del equipamiento para ello. Porque con él, la persona ya no debe dirigir su meditación a los defectos y conflictos del yo personal, sino hacia el Yo Superior, su presencia y su fuerza, porque la conciencia de lo Real, lo Verdadero, lo Benéfico y lo Pacífico viene solo por su Gracia y por esta práctica atrae su visita.

El Camino Corto utiliza: a) reflexión: estudio metafísico de la Naturaleza de la Realidad; b) práctica: recuerdo constante de la Realidad, durante la vida cotidiana en el mundo; c) meditación: rendirse al pensamiento de la Realidad en la quietud. Notarás que en estas tres actividades no hay referencia al ego personal. No hay que pensar, recordar o meditar sobre uno mismo, como sucede con el Camino Largo.

Esta noción de que debemos esperar y esperar mientras progresamos lentamente de la esclavitud a la liberación, de la ignorancia al conocimiento, de las limitaciones presentes a una futura unión con lo Divino, solo es cierta si permitimos que así sea. Pero no es necesario. Podemos cambiar nuestra identificación del ego al Yo Superior en nuestro pensamiento habitual, en nuestras reacciones y actitudes diarias, en nuestra respuesta a los acontecimientos y al mundo. Nuestra forma de pensar nos ha llevado a este estado insatisfactorio; pero podemos revertir nuestra forma de pensar para salir de ese estado. Al recordar incesantemente lo que realmente somos, aquí y ahora en este mismo momento, nos liberamos. ¿Por qué esperar lo que ya es?

La idea de que tenemos que esperar a que el Yo Superior nos libere del ego y nos ilumine, para evolucionar a través de mucho tiempo y muchas reencarnaciones, es correcta solo si continuamos hipnotizados por ella; pero falsa, si nos basamos en la realidad en lugar de en la apariencia: ahora somos tan divinos como siempre lo seremos, pero debemos despertar de la ilusión y ver esta verdad.

Lo que los practicantes de Zen japoneses llaman «El Camino Repentino» y los Sabios Tibetanos «El Camino Corto» son muy similares en puntos importantes. Ambos prescriben que el trabajo se haga con una actitud alegre.

Ambos enseñan que la meta es también el medio. Ambos afirman ofrecer un vuelo en cohete hacia la Realidad.

En el Camino Largo, uno se identifica con el ego personal, aunque sea la parte superior del ego, mientras que en el Camino Corto uno es solo el observador del ego. Esto se muestra claramente en sus actitudes. «¿Qué tengo que ver con mi pasado personal?» Se pregunta en el segundo camino. «Eso pertenece a un yo muerto, que ahora es rechazado y con el que me niego a identificarme».

En las primeras etapas de la iluminación, el aspirante se siente abrumado por el descubrimiento de que Dios está dentro de sí mismo. Remueve sus sentimientos más intensos y despierta sus pensamientos más profundos. Pero, aunque él no lo sabe, esos mismos sentimientos y pensamientos todavía forman parte de su ego, aunque en la parte más alta. De modo que todavía separa su ser en dos secciones: el yo y el Yo Superior. Solamente en las últimas etapas, descubre que Dios no solo está dentro de sí mismo, sino que es él mismo.

El reconocimiento es una característica destacada del Camino Corto. El Yo Superior está siempre presente, pero solo aquellos que siguen el Camino Corto reconocen esta verdad y piensan en concordancia con ella. El mundo está siempre con nosotros, pero solo aquellos que siguen el Camino Corto reconocen el milagro que es. En momentos de exaltación, elevación, asombro o satisfacción ―derivados de la música, el arte, la poesía, el paisaje o cualquier otra cosa―, miles de personas han recibido un vislumbre; pero solo aquellos que transitan por el Camino Corto lo reconocen por lo que realmente es.

Así que el Camino Corto ha comenzado. Hace que la vida, de modo considerable, se pueda disfrutar más, porque se supone que se debe dar un giro de 180 grados, dejando atrás el pasado, mirando primero el lado brillante, el lado soleado de tu vida espiritual. Muy a menudo, se te da un vislumbre que te inicia en el Camino Corto, y se te muestra lo que debes hacer. Obtienes nuevos ejercicios, o ningún ejercicio en absoluto. Ves cosas que antes no veías, cuando solo veías el lado sombrío. Los ejercicios pueden ser elegidos por el buscador o por el gurú. Cada uno debe encontrar los suyos, pero todos son brillantes, alegres, constructivos.

Se trata de transferir la atención del ego durante este breve período, y fijarla amorosamente en el Yo Superior. Porque mientras el pensamiento habita en el ego y solamente en él, se mantiene prisionero, retenido por las limitaciones del pequeño yo, confinado en el estrecho círculo de asuntos personales, intereses, problemas. La salida es esta transferencia de atención. Pero el cambio necesita una fuerza motriz, un empuje. Esto proviene del amor y la fe combinados ― amor, aspiración, anhelo por el Yo Superior, y fe en su eterna presencia siempre viva en nuestro interior.

Uno debe mantener el pensamiento de la meta misma continuamente ante sí, dando a la conciencia mental, como su ocupación principal, la meditación en el Yo Superior. Esta es la base del trabajo del Camino Corto y por eso, antes de tener esperanzas de éxito, debe haberse propuesto primero la tarea del Camino Largo de adquirir algún control sobre sus pensamientos.

Debido a que el Camino Corto es un intento de retirarse de la sombra del ego y quedarse bajo la luz del sol del Yo Superior, debe ir acompañado del cultivo deliberado de una actitud alegre. Y debido a que es, en gran medida, un alejamiento de las disciplinas del Camino Largo también debe ir acompañado de un sentido de libertad. Por lo tanto, su expresión facial física adecuada es la sonrisa radiante. Su devoto debe buscar la belleza y tratar de alcanzar la armonía en todo momento: en la Naturaleza, en el arte, en el mundo y en sí mismo.

La mayoría de las personas que comienzan el Camino Corto han tenido, por lo general, un vislumbre del Yo Superior, porque de lo contrario les resulta demasiado difícil entender de qué se trata el Camino Corto. El Camino Largo, a través de sus estudios y prácticas, es el período de preparación para la búsqueda avanzada. Se llama Camino Largo porque hay mucho trabajo por hacer en él y mucho desarrollo del carácter y las emociones, por el que hay que pasar. Después de cierto grado de esta preparación, los aspirantes entran en el Camino Corto para completar este trabajo. Esto lleva un tiempo comparativamente mucho más corto y, como tiene la posibilidad de lograr la auto-iluminación completa en cualquier momento, termina de repente. Lo que las personas están tratando de hacer en el Camino Largo continúa por sí solo una vez que ellas ingresan plenamente en el Camino Corto. En el Camino Largo se ocupan del ego personal y, como resultado, prestan atención a los pensamientos negativos. En el Camino Corto se niegan a aceptar estos pensamientos negativos y en su lugar miran hacia el Yo Superior. De este modo, las luchas desaparecerán. Este cambio de actitud se llama «anular» los negativos. En el momento en que tales ideas y sentimientos negativos aparecen, en lugar de usar el método del Camino Largo de concentrarse en el tipo opuesto de pensamiento, como la calma en lugar de la ira, el modo del Camino Corto simplemente deja caer la idea negativa en el Vacío, en la Nada, y la olvida. Ahora bien, un cambio así solo puede lograrse haciéndolo rápida y firmemente y volviéndose hacia el Yo Superior. La constante remembranza del Yo Superior debe hacerse durante todo el recorrido del Camino Corto. El Camino Largo trabaja sobre el ego; pero el Camino Corto utiliza el resultado de ese trabajo, que los preparó para entrar en comunión con el Yo Superior y volverse receptivos a su presencia, que incluye su gracia. Para comprender el Camino Corto, podría ser útil compararlo con el Camino Largo, que consiste en una serie de ejercicios y esfuerzos que gradualmente desarrollan la concentración, el carácter y el conocimiento. Pero el Camino Largo no conduce a la meta. En el Camino Largo a menudo se mide el propio progreso. Es un camino sin fin, porque siempre habrá nuevas circunstancias que traerán nuevas tentaciones y pruebas y confrontarán al aspirante con nuevos desafíos. No importa cuán espiritual se vuelva el ego, no entra en la luz más blanca, sino que permanece en la luz grisácea. En el Camino Largo debes lidiar con los impulsos de interferencia que surgen del yo inferior y la negatividad que proviene del entorno. Pero los esfuerzos en el Camino Largo finalmente invocarán la gracia, que abre la perspectiva del Camino Corto.

El Camino Corto no es un ejercicio, sino un punto de vista interior a invocar, un estado de conciencia donde uno se acerca o encuentra la paz en el Yo Superior. Sin embargo, hay dos ejercicios que pueden ser de ayuda para llegar al Camino Corto, pero tienen un carácter bastante diferente al de los ejercicios en el Camino Largo. El Camino Corto lleva menos tiempo porque el aspirante se da la vuelta y enfrenta la meta directamente. El Camino Corto significa que uno empieza a tratar de recordar cómo vivir en la atmósfera enrarecida del Yo Superior en lugar de preocuparte por el ego y medir su desarrollo espiritual. La persona aprende a confiar más y más en el Poder Superior. En el Camino Corto se ignora la negatividad y se da un giro de 180 grados, del ego al Yo Superior. Las visitas del Yo Superior se anuncian a través del sentimiento devocional, pero también a través del pensamiento y la acción intuitiva. A menudo, los dos caminos pueden recorrerse simultáneamente, pero no necesariamente de manera equitativa.

A menudo, el aspirante no está listo para comenzar estos dos ejercicios hasta después de uno o varios vislumbres del Yo Superior.

El «ejercicio de remembranza» consiste en tratar de recordar el vislumbre del Yo Superior, no solo durante los períodos de meditación establecidos, sino también en cada momento durante toda la jornada de trabajo del día, de la misma forma en que una madre que ha perdido a su hijo no puede dejar de pensar en él, sin importar lo que esté haciendo exteriormente, o como un amante que constantemente mantiene la imagen vívida de su amada en el fondo de su mente. De manera similar, mantenga viva la memoria del Yo Superior durante este ejercicio y déjela brillar en el fondo mientras realiza su trabajo diario. Pero no debe perderse el espíritu del ejercicio. No debe ser mecánico y frío. Más tarde, puede llegar el momento en que la remembranza cesará como un ejercicio consciente y deliberadamente voluntario y pase por sí mismo a un estado que se mantendrá sin la ayuda de la voluntad del ego.

La remembranza es una preparación necesaria para el segundo ejercicio, en el que tratas de obtener una identificación inmediata con el Yo Superior. Así como un actor se identifica con el papel que desempeña en el escenario, actúas, piensas y vives durante la vida diaria «como si» fueras el Yo Superior. Este ejercicio no es meramente intelectual, sino que también incluye el sentimiento y la acción intuitiva. Es un acto de imaginación creativa en el que, al volverte directamente a representar el papel del Yo Superior, haces posible que su gracia entre más y más en tu vida.

Una vez que tomamos conciencia de esta verdad, las vendas de nuestros ojos caen. Renunciamos a nuestra esclavitud a la creencia errónea en la limitación. Nos negamos a albergar este falso pensamiento de que hay alguna condición elevada que debe alcanzarse en un futuro lejano. Estamos decididos a que el Yo se reconozca a sí mismo ahora. ¿Qué debemos esperar? Apilemos todos nuestros pensamientos sobre la Realidad y sostengámoslos allí como con un clavo; no nos eludirán, y los pensamientos se disolverán y desvanecerán en el aire, dejándonos solos con la belleza y la sublimidad del Ser.

En este momento aquí y ahora, dejando atrás el pasado y el futuro, buscando la conciencia pura en sí misma, y no las identificaciones con las que se mezcla y de las que eventualmente tiene que liberarse; en este momento uno puede afirmar su verdadero ser y constatar su verdadera iluminación sin referirla a alguna fecha futura.

Se objeta: ¿para qué buscar si uno realmente es el Yo Superior? Sí, llega un momento en que la búsqueda deliberada e intencional del Yo Superior tiene que ser abandonada por esta razón. Paradójicamente, se abandona muchas veces, cada vez que tiene un Vislumbre, porque en tales momentos sabe que siempre fue, es y será lo Real, que no hay nada nuevo que ganar o buscar ¿Quién debería buscar qué? Pero el hecho es que las tendencias pasadas del pensamiento resurgen después de cada Vislumbre y dominan la mente, haciéndola perder esta percepción y poniéndola de nuevo en la búsqueda. Mientras esto suceda, debe continuar la búsqueda, con esta diferencia, que ya no busca a ciegas, como en los días anteriores, creyendo que es un ego tratando de transformarse en el Yo Superior, tratando de alcanzar un nuevo logro en el tiempo a través de etapas evolutivas. ¡No! A través de la comprensión del Camino Corto, busca conscientemente, sin desear otra experiencia ya que tanto desear como experimentar lo alejan del Ser esencial. Piensa y actúa como si fuera ese Ser, lo que lo regresa a Él. Es una liberación del pensamiento limitado por el tiempo, una realización de un hecho atemporal.

A medida que la persona avanza en la idea de desapegarse de los resultados y las posesiones, inevitablemente tendrá que avanzar en la idea de estar desapegada de la preocupación por su propio desarrollo espiritual. Si ha de renunciar al ego, también tendrá que renunciar a sus intentos de mejorarlo. Esto se aplica tanto a su carácter como a sus ideas.

Una cosa sobre el Camino Corto que debe quedar firmemente grabada en la mente del estudiante es que su éxito depende de cuánto amor le ponga a su meta. Si alguna vez ha tenido un Vislumbre momentáneo del Yo Superior, y se ha enamorado más profundamente de él que de cualquier otra cosa, podrá cumplir el requisito básico para todas las técnicas de Camino Corto: pero sin tal devoción ilimitada es seguro que fracasará.

Cuando una persona pide conscientemente la unión con el Yo Superior, acepta inconscientemente la condición que la acompaña, que es entregarse por completo al Yo Superior. Por lo tanto, no debería quejarse cuando, mientras anhelaba vivir feliz para siempre con un objeto deseado, ese objeto es de repente retirado de él y su deseo frustrado. Ha sido tomado en su palabra. Porque otro amor se interponía entre él y el Yo Superior, la obstrucción tenía que ser eliminada para que la unión se perfeccionara; tuvo que sacrificar el uno para poseer el otro. El grado de su apego al amor menor se mostró por la medida de su sufrimiento al serle quitado; pero si acepta este sufrimiento como un educador y no se resiente por ello, le conducirá hacia la verdadera alegría.

El punto central de esta búsqueda es la apertura interior del corazón del ego al Yo Superior.

San Juan de la Cruz dio el siguiente consejo: «Entra en tu corazón y trabaja en la presencia de Dios que está siempre presente allí para ayudarte. Fija tu atención amorosa en Él sin deseo de sentir o escuchar nada de Dios.» ¿Podría pedírsele a un principiante que aplique tales palabras? Es probable que solo una persona en un estado bien avanzado responda a ellas. O bien, aquellos que han sido informados sobre el Camino Corto y han estudiado su naturaleza y han tratado de integrarlo en su trabajo interior ―ya sean principiantes o expertos― también pueden ponerlas en práctica.

Mientras se da toda la atención al Yo Superior, o a su recuerdo, o a sus varios aspectos, o a la idea de él, uno se olvida de sí mismo. Esto hace posible trascender el ego. Y es por esto que el Camino Corto debe ser recorrido si el trabajo preparatorio del otro Camino ha de completarse.

El individuo que piensa en sí mismo en lugar de pensar en el Yo Superior cuando practica un ejercicio del Camino Corto, que no es capaz de olvidar su pequeño ego, es un traidor a ese Camino.

Esta es la maravilla del Camino Corto: que nos enseña a rechazar de inmediato cada pensamiento que intenta identificarnos con el yo débil e indigno. Esta es la alegría del Camino Corto: que nos urge a aceptar y mantener solo aquellos pensamientos que nos identifican directamente con el fuerte y divino Yo Superior, o que reflejan su bondad y sabiduría.

Si a cada ataque de fuerza adversa, a cada tentación que ponga a prueba una debilidad, se la enfrenta instantáneamente con la actitud del Camino Corto, habrá una posibilidad infinitamente mayor de superarla. El secreto es recordar el Yo Superior, entregarle la batalla a Él. Entonces, lo que no se puede conquistar por sí mismo, será fácilmente conquistado para uno por el poder superior.

En el Camino Corto, en lugar de atacar al yo inferior, se eleva hasta la presencia del Yo más elevado. El mal en él puede entonces disolverse por sí solo.

El Camino Corto brinda la oportunidad de empezar de nuevo, de obtener nueva inspiración, más alegría.

Este es el concepto que gobierna el Camino Corto: que el individuo está en la Quietud del Ser Central todo el tiempo, lo sepa o no, que nunca se ha ido de allí y no puede nunca irse. Y esto es así, incluso en una vida transcurrida en fracaso y desesperación.

Cuanto más practica identificarse con el Ahora atemporal (no con el «ahora» pasajero), más trabaja por la verdadera libertad de las pasiones que lo acosan y los apegos que lo arrastran. Este es el Camino Corto, quizás más heroico, pero al final mucho más agradable que el Camino Largo.

¿Por qué debería el Camino Corto ser un mejor medio para obtener la Gracia que el Largo? No solo por la razón de que no se ocupa del ego, sino también porque mantiene continuamente el recuerdo del Yo Superior. Lo hace con un corazón que da y está abierto a recibir amor. Piensa en el Yo Superior a lo largo del día. Así, no solo se acerca a la fuente desde la cual la Gracia está siendo perpetuamente radiada, sino que también, invita repetidamente a la Gracia con cada recuerdo amoroso.

Es posible caer en la creencia errónea de que debido a que nos hemos liberado de los deberes y las labores del Camino Largo, no tenemos mucho más que hacer que entregarnos a sueños vanos y a un optimismo perezoso. No: se han asumido nuevos deberes y otras labores, aunque sean de otro tipo. Hay que aprender el verdadero significado de «orar sin cesar» así como practicarlo. Hay que meditar veinte veces al día, aunque cada sesión no durará más de uno o dos minutos. Hay que recordase a sí mismo, a la divinidad esencial, cien veces al día. Todo esto exige un trabajo incesante y un esfuerzo decidido para el ejercicio de energía y celo.

Las actitudes de reverencia, incluso de admiración, devoción y adoración, no deben ser eliminadas solo porque se esté practicando el Camino Corto. El Camino Corto sigue siendo una técnica a pesar de incorporar la premisa de la no-dualidad.

La mayoría de las enseñanzas del Camino Corto carecen de una cosmogonía. Evaden el hecho de que Dios está, y debe estar, presente en el plano de manifestación y expresándose a través de todo el universo. ¿Por qué?

El Camino Corto es, en esencia, la práctica incesante de recordar permanecer en la Quietud, porque esto es lo que realmente es en su ser más íntimo y donde se encuentra con la Mente-del-Mundo.

Dios está en tu propio ser. Conocerlo como algo separado o lejano en el tiempo y la distancia o como un objeto fuera de ti, separado de ti, eso no es el Camino: imposible. Jesús te reveló el secreto: Él está dentro de ti.

Si el Yo real debe haber estado presente y haber sido testigo de nuestro disfrute pacífico del sueño profundo ―de lo contrario, no habríamos sabido que habíamos tenido tal disfrute― del mismo modo, debe haber estado presente y haber sido testigo de nuestras imaginaciones divagantes en un sueño lleno de sueños y de nuestras actividades físicas cuando estamos despiertos. Esto lleva a una conclusión tremenda pero ineludible. Estamos tan cerca de, o tan inmersos en, el Yo real, el Yo Superior, en cada momento de cada día como lo estaremos siempre. Lo único que necesitamos es tomar conciencia de ello.

Aferrarse a un gurú, a un avatar, a una religión, a un credo, es ver solo las estrellas. Poner la fe en el Ser Infinito y en su presencia dentro del corazón es ver el vasto cielo vacío en sí mismo. Las estrellas vendrán y se irán, se desintegrarán y desaparecerán, pero el cielo permanece.

Cuando se juntan todos los pensamientos de un individuo, este total constituye su ego. Al entregarlos a la Quietud, renuncia a su ego, se niega a sí mismo, según la frase de Jesús.

Un devoto del Camino Corto debe poseer una fe ilimitada en el poder del Yo Superior para ayudarlo: es decir, fe tanto en la existencia como en la eficacia de su Gracia.

El individuo debe invocar un nuevo poder, y un poder superior: la Gracia. Él necesita su ayuda. Porque el ego no renunciará voluntariamente a su soberanía, por mucho que pueda estar preocupado con cuestiones espirituales e, incluso, por el crecimiento espiritual.