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Extractos - Miriam Subirana

Realidad-1

Presencia: la percepción de lo Real

Por Miriam Subirana

«Nos centramos en la realidad y contemplamos qué es lo que nos llega de allí. Aprendemos a percibir lo que está. (...) La percepción del presente es un paso previo a la percepción de la presencia de Dios. (...) Se necesita mucho silencio interior para tener más percepción de Dios.» (1)
Franz Jálics

La percepción te lleva al presente. El presente te lleva a la presencia. Cuando percibimos, debemos estar en eso, en percibir. A veces uno se genera representaciones de lo que ve, y regresa a la cabeza. Entonces crea conceptos y representaciones con imágenes. Estas no son la realidad. La percepción nos conduce a la experiencia directa, sin nociones, etiquetas, conceptos ni imágenes entre nosotros y la realidad. La percepción nos orienta hacia la realidad y nos asienta los pies en la tierra; es decir, nos hace ser y estar aquí y ahora.

No es el camino del pensar, del proyectar ni del hacer, sino el de la quietud y la percepción el que nos conducirá a la Presencia. Se trata de percibir, que es distinto de observar. En la observación analizas, etiquetas, nombras. La percepción contemplativa es ver sin mirar y sin tensión. Sin mirar, me refiero a que no te haces una representación de lo que estás viendo. La representación es lo que está en la cabeza y puede subsistir sin relación a la realidad. La percepción es la captación de la realidad. Percibir abre tus sentidos y te permite salir de la mente discursiva al estar presente en ti y en lo que te rodea.

La mente discursiva piensa y crea una historia tras otra enlazando los pensamientos entre sí de forma que vives en un discurso permanente creado por ti mismo. Salir del discurso para percibir y vivir la vida es liberador. ¿Vives en la «realidad» creada por tu pensamiento discursivo; es decir, vives en las historias creadas en tu mente? ¿O vives en la realidad que te rodea, que es y está en ti? Lo que es real es esencial, y la realidad que consideramos real generalmente es relativa. La percepción nos trae al presente, y en el presente vivimos la presencia que nos abre a lo real. «Lo único que se requiere es dejar la percepción de lo no verdadero como verdadero. Todos estamos envueltos en ver lo irreal como real. Solamente tenemos que dejar dicha práctica. Entonces realizaremos el Ser como el Ser, es decir “ser el Ser”.» (2)

Hay diferentes prácticas que nos ayudan a percibir. Por ejemplo, caminar en silencio en la naturaleza te abre a la percepción. Los claustros de los monasterios e iglesias y los jardines zen son lugares que invitan a los monjes a caminar de manera meditativa. Percibir en la naturaleza la flor abierta, la hormiga que corre, los colores de la piedra y la rama que se mueve con el viento, sin etiquetarlas, simplemente percibiendo lo que es, te abre. También sentir el espacio y abrirse a él. Ver el horizonte y reposar tu mirada en la inmensidad del espacio que se abre ante ti. Centrarse en la respiración es también una práctica que nos lleva a la percepción. Al respirar estamos en el ahora, y podemos percibir el aire que entra y el que sale, así percibimos lo que entra y vamos hacia dentro, y lo que sale y nos volvemos conscientes «del fuera». La mayor parte de nuestra vida respiramos sin darnos cuenta. Algo respira dentro de nosotros. El cuerpo sabe cuánto oxígeno necesita. Si durante unos instantes hemos inhalado menos aire del necesario, aparece espontáneamente una aspiración más profunda y se restablece el equilibrio. La atención y la concentración se convierten en contemplación al experimentar el flujo de vida que se produce en el acto de respirar.

Podemos centrarnos en percibir la respiración hasta que sentimos el flujo de vida que fluye a través de nosotros. Podemos centrarnos en percibir las sensaciones del cuerpo, hasta que estas se disuelven y uno ya no siente más los órganos como separados, sino que experimenta que el cuerpo es un todo en el cual fluye la energía de vida. Uno siente que forma parte del Todo, del universo que le rodea y se siente unido a una totalidad que lo abraza. El meditador o contemplador y lo contemplado se convierten en una sola realidad. Uno ya no respira, sino que es respirado, se ha convertido en respiración. El cuerpo entonces se vive como el cauce de un río de vida, y experimento que soy y soy vida. «El cuerpo solo vive en el presente. Es la mente la que recuerda o la que se anticipa. Por ello, la contemplación solo se da en el presente.» (3)

Para la práctica es importante ser consciente de que no podemos desprendernos del plano mental a través de una actividad mental. Agudizar la percepción es la vía para estar presente y salir de la mente discursiva. Poco a poco, a través de la percepción, uno se brinda, se entrega, y en la práctica se suelta y suelta. Así deja fluir la buena energía, quizá el amor, la sanación, en definitiva la vitalidad y la alegría.

Contemplar, «estar junto al templo», trae tranquilidad. La tranquilidad trae tolerancia. Poco a poco en este proceso te permites el verdadero descanso. El mejor descanso es permanecer en la percepción. No se puede avanzar más de lo que permite el proceso interior. Aprendes a escuchar. Aceptas lo que es. Dejas de luchar inútilmente. Entras en un verdadero descanso, en el que todo tu ser se abre: se vacía. En el vacío llega el momento en que se manifiesta el Ser y te se sientes pleno. Percibes el presente, te vuelves más sensible y te abres a la presencia de Dios. No es necesario creer en él ni tener conceptos o imágenes de él. Recorres el camino de la percepción y al hacerlo te abres a su presencia. Dios es ahora y está aquí.

 

La realidad del Ser

«El método y la meta de la indagación del yo es mantenerse en la fuente de la mente y estar atento a lo que uno realmente es al quitar la atención e interés de lo que uno no es.» (4)
Ramana Maharshi

Es una meditación que nos permite indagar en el yo real, el Ser. Se trata de investigar para llegar a encontrar la fuente, aquello que nos da vida y de donde emana vida; de buscar la fuente y llegar a ella. Allí desaparece el «yo» falso y el «Yo» verdadero se realiza. Se trata de indagar en «¿quién soy yo?» tratando de buscar de dónde surge el ego o el «pensamiento-yo». Buscar la fuente del yo es la manera de deshacerse de todos los pensamientos.

En la meditación nos disponemos a abrirnos en una búsqueda del yo que subyace en el fondo libre de pensamientos. Con cada pensamiento que surge, mantenemos viva la pregunta: «¿A quién le ha surgido este pensamiento?». Si surge la respuesta «A mí se me ha ocurrido este pensamiento», continúa la indagación preguntando: «¿Quién es el “yo” y cuál es su origen?». Es una indagación que se realiza desde el silencio alcanzado con la percepción que ha acallado la mente. No es una indagación intelectual ni mental. No es un diálogo con uno mismo sobre el yo. Es una indagación silenciosa. Es una meditación en la que entramos en un silencio que nos abre a la profundidad, con el objetivo de llegar al fondo que se mantiene libre de pensamientos ―en palabras de Ramana― a esa extensión libre de pensamientos que es el Ser.

Una vez que has alcanzado un estado de quietud mental, la indagación en el yo real que está detrás de los pensamientos es desde y en el silencio. ¿Quién es el yo que piensa? ¿Quién soy yo? ¿Qué fondo hay bajo los pensamientos? Ante la pregunta «¿Quién soy yo?», uno puede percibir quién ve al que piensa. Piensas algo y la conciencia en ti te dice que está bien que lo pienses, o no. Esa conciencia, ¿eres tú o es una conciencia universal que actúa y está viva en ti? Ante la pregunta, la mente se silencia para escuchar. En ese silenciamiento se ve. Es un ver en el que uno se da cuenta poco a poco y finalmente con una claridad rotunda que el yo no es un yo separado. Llega a un discernimiento en el que ve lo que es y se siente en comunión, en el gozo de la Presencia. Ve la realidad única, es decir, capta que no hay dos realidades separadas (sujeto-objeto, yo-tú) y vive la experiencia de la adualidad (no-dualidad) en la que se siente unido al Todo. Para llegar ahí, es necesario un proceso de silenciamiento y de vacío de ruidos, de imaginaciones, de interpretaciones, de proyecciones, de asociaciones, de suposiciones y de creencias; es necesario estar presente en la profundidad del silencio interior.

Para llegar a ese silenciamiento que nos permite acceder al Ser y disolver el no-ser, el yo-ego, varias tradiciones religiosas aconsejan la entrega a Dios como un medio para trascender el yo individual. Tradicionalmente, la vía de la entrega se asocia con las prácticas devocionales dualísticas, pero incluso el maestro Ramana aceptaba la validez de esta vía y, a menudo, decía que era tan eficaz como la indagación del yo. Ramana hacía hincapié en que «la entrega verdadera trasciende la adoración a Dios en una relación de objeto-sujeto, dado que solo puede llevar a un resultado exitoso cuando el que imagina estar separado de Dios ha dejado de existir. [...] La conciencia constante de Dios previene que la mente se identifique con otros objetos y aumenta la convicción de que solo Dios existe. También produce un flujo recíproco de poder o gracia del Ser, que debilita al “pensamiento-yo” y destruye los hábitos mentales que han estado perpetuando y reforzando su existencia. Finalmente, el “pensamiento-yo” se reduce a un tamaño más manejable, y con un poco de atención hacia el Ser, se puede lograr que se sumerja temporalmente en el Corazón. La realización final se efectúa espontáneamente a través del poder del Ser. Cuando todas las tendencias de la mente hacia lo externo hayan sido disueltas en la experiencia repetida del Ser, el Ser destruye al “yo” remanente en su totalidad y nunca vuelve a surgir. Esta destrucción total del “yo” tiene lugar solamente si la entrega ha sido completa y sin motivos. Si se lleva a cabo buscando la gracia o la realización del Ser, no será más que una entrega parcial, como una transacción comercial, en la cual el “pensamiento-yo” hace un esfuerzo esperando obtener una recompensa». (5)

«Lo único que se requiere es comprender que el Ser no es una meta para alcanzar, sino más bien la conciencia que queda cuando todas las ideas limitantes sobre el no-Ser han sido descartadas.» (6) Aun así, sabiendo que yo soy eso, mis hábitos mentales me llevan a lo que no soy. De ahí la importancia del compromiso en indagar, practicar y contemplar.

Si uno se compromete, mantiene determinación y se entrega por completo al Ser y a desprenderse del no-ser, la transformación y la realización del Ser puede ocurrir en cualquier momento. Incluso puede ocurrir como una experiencia de la gracia divina, de la providencia, en la cual la persona llega al silencio que todo lo abarca y vive una disolución del yo egoico y limitado.

Para llegar a la realización del Ser, Ramana Maharshi considera que «existen tres clases de aspirantes espirituales. Los más avanzados realizan el Ser al escuchar sobre su verdadera naturaleza. Los siguientes necesitan reflexionar un buen tiempo antes de que la conciencia del Sí mismo se establezca en ellos firmemente. Los de tercera categoría usualmente necesitan muchos años de práctica espiritual intensiva para alcanzar la meta de la realización del Ser». A veces Sri Ramana usaba el ejemplo de la combustión para describir los tres niveles: «la pólvora se enciende con una sola chispa; el carbón necesita que se le aplique fuego por un corto tiempo, y el carbón húmedo necesita secarse, luego encenderse por un largo tiempo, antes de que prenda fuego». (7)

La indagación en el yo que estoy exponiendo en este capítulo corre el desafío de volverse mental, de manera que puede ocurrir que la atención que se le da a la percepción de yo sea una actividad mental asimilable a un pensamiento o sensación. Estoy planteando aquí la propuesta de mantener la pregunta «¿quién soy yo realmente?» en el horizonte, en la conciencia, sin entrar en debate ni en diálogo interior, sino manteniéndose en el espacio sagrado de silencio interior, y dejar que la respuesta llegue por sí sola. No llegará en forma de pensamiento o idea, sino como una vivencia profunda, como un silenciamiento total.

Notas:
  1. Franz Jálics, Ejercicios de contemplación, Ed. Sígueme, Salamanca, 1998. Pág. 67, y en conversación con él, 1 de septiembre 2019.
  2. Ramana Maharshi. Sé lo que eres. Las enseñanzas de Sri Ramana Maharshi, editado por David Godman. Publicado por Ramanasrmam, Tiruvannamalai, India, 4ª edición, 2013, pág. 17.
  3. Javier Melloni, «La dimensión contemplativa del ser humano. Vías de acceso», en La experiencia contemplativa en la mística, la filosofía y el arte, Editorial Kairós, Barcelona, 2016, pág. 28.
  4. Ramana Maharshi, op. cit., pág. 82.
  5. Ibid, págs. 119, 120-121.
  6. Ibid, pág. 28
  7. Ibid, pág. 27.