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Extractos - Enrique Martínez Lozano

Otro modo de ver, otro modo de vivir

Invitación a la no-dualidad

De la Introducción por Enrique Martínez Lozano
Otro modo de ver, otro modo de vivir

Las personas que se acercan a esta "nueva" perspectiva suelen encontrar una doble dificultad: por un lado, como ocurre cuando se accede a un idioma desconocido, todo resulta extraño, una especie de jeroglífico incoherente; por otro, no poseemos ―todavía― herramientas conceptuales para poder expresar adecuadamente los fenómenos no-duales, ya que nuestra mente, hoy por hoy, es de naturaleza dual.

Sin embargo, considero que la apertura a la perspectiva no-dual es imprescindible e incluso urgente para:

  • superar las trampas del modelo mental y los límites inherentes a la razón;
  • trascender el dualismo que existe solo en nuestra mente, no en la realidad;
  • acceder al núcleo mismo de nuestra dimensión más profunda, aquella a la que nos referimos al hablar de "interioridad" o "espiritualidad",
  • sortear la pobreza reiterativa de discursos filosóficos y teológicos, apoyados en una erudición abstracta, con frecuencia enredados en pseudoproblemas y atrapados en sus propios planteamientos, cada vez más desconectados de la sensibilidad emergente y alejados de la genuina sabiduría;
  • favorecer una vivencia plena y honda de lo que somos en profundidad, a través de un acceso directo, no-mediado y auto-evidente, a nuestra verdad más profunda;
  • utilizar la mente como una herramienta a nuestro servicio, en lugar de identificarnos con ella y caer en reduccionismos de todo tipo (científico, filosófico, teológico, religioso, político... );
  • encontrarnos en el "territorio" común y compartido ―la verdad de lo que somos―, en vez de encerrarnos en la jaula de los "mapas" particulares ―y con frecuencia exclusivos y excluyentes― nuestra mente ha fabricado y continúa fabricando.

Ahora bien, la clave para que pueda iniciarse esa apertura radica en la asunción de un nuevo modelo de cognición que ―por decirlo de otro modo― implica el paso del pensar al atender, de la mente a la consciencia. Si el modelo mental nos proporciona lo que podemos denominar un conocimiento por análisis y reflexión, el no-dual hace posible un conocimiento por identidad. El primero funciona admirablemente en el mundo de los objetos ―materiales o mentales―; el segundo hace posible el único modo de acceso para conocer lo que realmente somos. Puesto que nuestra verdadera identidad ―al no ser un objeto― no puede ser pensada; solo puede ser sida. Y es entonces, únicamente cuando la somos, que podemos conocerla.

Así, dejamos de absolutizar la mente y la erudición ―aferrados a doctrinas o creencias que hemos convenido en admitir como incuestionables― y somos introducidos en la consciencia y la sabiduría.

En ningún caso se trata de un rechazo de la mente ―y, mucho menos, de la razón crítica, que nos previene frente a la irracionalidad―, sino únicamente de reconocer su propio campo de acción y los límites que le son inherentes.

Es precisamente la importancia de lo que se halla en juego lo que me ha motivado a ofrecer estas páginas, en las que intento mostrar la hondura, la belleza y la sabiduría que encierra la perspectiva no-dual, y hacerlo ―hasta donde fuera capaz― del modo más sencillo posible.

 

La perspectiva dual nos hace ver todo separado de todo, hasta el punto de que el Todo no sería sino la "suma" de las partes aisladas. La realidad, sin embargo, parece justo lo contrario: solo existe lo Uno expresándose admirablemente en la variedad de formas que nuestros sentidos y mente perciben.

¿Qué hace que hayamos vivido convencidos de que todo es una suma de realidades separadas? Un hecho sencillo: que hemos visto todo desde el ángulo de nuestra mente. Dado que ella, por su propia naturaleza, es separadora ―opera únicamente sobre la base de la separación sujeto/objeto―, hemos llegado a la conclusión de que existen solo "cosas" separadas; la educación recibida nos ha ratificado en esa creencia... y nos hemos dicho que eso era "de sentido común". La perspectiva dual es, por eso, simple reflejo de la visión limitada y reductora que nuestra mente tiene de las cosas. Pero, ¿es realmente así?

De pronto, se te regala inesperadamente la percepción inequívoca de que todo es uno, y en ese mismo instante la mente pierde su protagonismo. Sigue siendo una herramienta valiosísima, pero has visto que no es criterio último de verdad: de suma utilidad en el mundo de los objetos, es radicalmente incapaz de percibir la hondura de lo Real. En esa visión, la percepción misma de tu identidad se ve profundamente modificada: tu verdadera naturaleza no es el "yo" que tu mente había pensado ―desde su propia perspectiva dual―, sino la Consciencia misma, una, atemporal e ilimitada, que alienta, habita y da forma a todas las cosas. Cuando eso se produce, ha emergido la perspectiva no-dual: todo aparece de un modo sorprendentemente nuevo. Cae la ilusión (mental) de la separación y se hace manifiesta la Plenitud del Ahora, en la Totalidad de lo que es. Todo es perfecto, todo es completo: la comprensión nos hace salir del sueño y genera una acción nueva, consciente y amorosa.

Y es que todo nace de la comprensión. De hecho, cambiamos cuando "vemos", no por algún tipo de voluntarismo.

La comprensión de la que aquí vamos a hablar puede entenderse como la luz que nace de la consciencia y que Ilumina la realidad. No tiene, por tanto, mucho que ver con el pensamiento, sino más bien con el no-pensamiento.

 

La comprensión es lo que acontece cuando, acallando la mente, "conectarnos" o "sintonizamos" con la consciencia que somos. Es entonces, de una manera intuitiva, cuando permitimos que la consciencia se reconozca en todo. Lo que emerge entonces es la sensación profunda e inequívoca de que la verdad me toma o se me impone desde dentro.

 

Cuando aprendemos a ver desde nuestra verdadera identidad, todo, absolutamente todo lo que aparece, es reconocido como algo que "nace" de lo que somos. Por tanto, lo que vivimos es aceptación, no como resignación, sino como rendición a una sabiduría mayor. Caen las etiquetas del ego ("bueno/malo", "positivo/negativo", "agradable/desagradable") y todo es reconocido como formando parte de un conjunto mayor, cuya coherencia escapa a nuestra mente, pero que no por ello es menos real.

En definitiva, se trata de aprender a ver y vivir todo desde la perspectiva no-dual, en la consciencia de que no hay nada separado de nada. Y que, en última instancia, lo que somos se halla siempre a salvo de cualquier vaivén mental o emocional. [...]

Sólo existe Ahora, y Ahora todo está bien.