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Extractos - Jan Kersschot

Ningún lugar a donde ir

Por Jan Kersschot

No hay nada ahí fuera que tenga que ser diferente,
que necesite ningún cambio.
Lo que está ahí fuera es divino.

- Tony Parsons
Jan Kersschot

En meditación, hay momentos en los que parece no haber nadie; sólo queda una inmensa nada abierta que sentimos muy viva y pacífica. Los testimonios de estas experiencias trascendentales han sido registrados por todas las tradiciones espirituales, pero cuando los buscadores dejan de meditar y "vuelven" a su vida cotidiana, ese espacio de paz interna deja de ser aparente. Concluyen que lo han "encontrado", pero al mismo tiempo se sienten frustrados porque parecen haberlo "perdido" cuando acaba la dicha. Esta lucha interna continuará hasta que el buscador se dé cuenta de que el Infinito está por doquier, aun cuando no estemos en un estado meditativo.

Esta Presencia indivisa está disponible en cualquier situación, y cuando es reconocida por primera vez, puede parecer muy intensa, dichosa o pacífica: el reconocimiento inicial puede ser muy espectacular. El aspecto positivo de este suceso es que el buscador obtiene un reconocimiento directo de "lo que es". Este "ver" puede hacer estallar muchos condicionamientos, y eso es algo que no puede conseguirse leyendo un libro. Pero el peligro reside en que el buscador personalice este suceso y diga: "el día primero de abril experimenté el Infinito", o "he encontrado mi naturaleza divina y ahora soy un maestro espiritual". El buscador imagina que se ha convertido en un "encontrador", sin darse cuenta de que ha vuelto a caer en un juego personal. Cree en su voz interna, que le dice: "he encontrado el Infinito y los demás siguen buscándolo".

Cuando comprendemos que nuestra naturaleza intrínseca no se limita a nuestra vida personal, sino que es omniabarcante, descubrimos un estado de Ser que no depende de circunstancias particulares o de un estado mental especial. Cuando vemos que lo que somos es Conciencia clara, redescubrimos una Presencia que no depende de nuestras circunstancias personales. No se trata de una realización que depende de nuestros sentimientos o pensamientos; simplemente es "lo que es". Nathan Gill dice:

Cuando dejas de considerar seriamente esa historia conceptual de que la vida se extiende en el pensamiento más allá del contenido actual de la conciencia, ves la vida conceptual tal como es, y entonces deja de ser el foco exclusivo de atención.

Cuando nos damos cuenta de que todo lo que "necesitamos" está ahora mismo con nosotros y que podemos acceder plenamente a Ello sin volvernos especiales ni espirituales en ningún sentido, podemos renunciar a la búsqueda espiritual. Ni uno solo de nuestros esfuerzos, indagaciones y búsquedas externas puede dar al "buscador en nosotros" verdadera plenitud o completa liberación. "Ello" no es un premio que recibiremos al final del viaje. Todos anhelamos el amor incondicional, todos tenemos la certeza de que merecemos esa conexión con el infinito. Todos parecemos echar de menos nuestro Estado Original, y los que hemos tenido un vislumbre de "Ello" queremos recuperarlo desesperadamente de un modo u otro. El problema es que resulta fácil mirar en la dirección equivocada. Como hemos dicho repetidamente, para hallar la liberación espiritual la mayoría de la gente busca una energía superior: quieren copiar a un héroe espiritual, esperan "conseguir" un estado de divinidad acompañado de capacidades paranormales. Y muchos buscadores están convencidos de que tienen que purificarse para hacerse merecedores de Esto.

Todos estos sistemas de creencias reafirman nuestra personalidad en su búsqueda del crecimiento espiritual (personal) e imitan a los llamados grandes maestros, que afirman haberlo encontrado a través de la gracia o de décadas de disciplina. Otros maestros creen haberlo "recibido" de su propio maestro, y sugieren a sus seguidores que sigan el mismo proceso de transmisión de la llama. Y los discípulos creen que tienen muchas oportunidades de alcanzar el nivel espiritual del maestro si se quedan cerca, le ofrecen toda su devoción y se comportan como él, o al menos hacen lo que su héroe espiritual les pide que hagan (cambiar de dieta, aceptar un nuevo nombre, vivir según las reglas de esa organización espiritual particular, etc.). Como todos esos buscadores están buscando desesperadamente saborear la unidad, les resulta fácil equivocarse. No se dan cuenta de que han personalizado ese juego espiritual. Han vivido una experiencia trascendental, y a partir de esos momentos son muy vulnerables porque quieren volver a sentir esa paz y esa unidad, y esperan secretamente residir eternamente en esa dicha si siguen las reglas del sistema religioso. En otras palabras, quieren escalar la montaña de la espiritualidad hasta llegar a la cumbre. Creen que su maestro ya ha alcanzado la cima, pero no se dan cuenta de que la Conciencia no tiene jerarquías. El infinito no considera que nadie esté "más alto" que nadie. La Conciencia no valora un momento de dicha más que un momento de dolor. Si todo es Una Energía, ¿cómo podría importar?

Por consiguiente, es inútil seguir las reglas de una escuela espiritual, y engañoso intentar imitar a los héroes espirituales. Nuestra búsqueda de una autoridad espiritual es, de hecho, una evitación de los desafíos que trae consigo la vida cotidiana. ¿Por qué necesitamos un gurú o maestro para vivir nuestra vida, cuando nos damos cuenta de que no hay nada que "conseguir"? ¿Cómo podría otra persona mostrarnos qué somos? Los gurús y maestros sólo pueden decirnos lo que no somos, si bien pueden ser importantes catalizadores en ese proceso de descubrir lo que no somos. Pero nadie puede decirnos lo que somos. Independientemente de lo que las autoridades espirituales afirmen de sí mismas, de lo que sugieran sus seguidores y de lo importantes que puedan ser ciertos maestros, iremos muy desencaminados si nos tomamos la búsqueda espiritual de manera personal, en cuyo caso es muy fácil que se convierta en un juego mental.

La literatura mística oriental ha animado a los buscadores espirituales a esperar conseguir extáticas experiencias cumbre. Estos libros están llenos de historias de personajes especiales (avatares, bodhisattvas) que, según se dice, viven de manera continuada en un estado superior. Es posible que algunos gurús estén realmente en algún tipo de extático estado superior, pero ¿qué importancia tiene? ¿Consiste esta búsqueda en examinar estados de otros? ¿Qué sentido tiene comparar? ¿Donde están los límites? ¿Quién está separado de quién? Y si la Conciencia es Una, ¿dónde están los demás? Como dice Nathan Gill: "Si todo es Conciencia, ¿por qué seguimos buscando?". Finalmente, no hay nada equivocado en todos estos caminos que crean expectativas y frustración entre los buscadores. No queremos juzgar los sistemas de creencias espirituales; ni siquiera queremos juzgar a los maestros que confunden a sus seguidores. Todo ello forma parte del juego de la búsqueda espiritual.

Este libro no se centra en la imitación de una tradición mística específica ni de un camino espiritual. Las reflexiones contenidas en él están diseñadas para invitarnos a descubrir otra posibilidad que es simple, directa e independiente de cualquier religión o maestro. Aunque hemos encontrado mucha inspiración en todos estos maestros espirituales y tradiciones místicas, nos damos cuenta de que no hay nadie que se ilumine, no hay una persona que se libere, de que toda comparación e imitación es inútil. Cuando uno se da cuenta de esto, los antiguos dilemas desaparecen inmediatamente.