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Extractos - Byron Katie

"El Trabajo" de Byron Katie

Unos pocos principios básicos

Por Byron Katie
Amar lo que es

Lo que más me gusta de El Trabajo es que te permite entrar en tu interior y descubrir tu propia felicidad, experimentar lo que ya existe en ti y es inmutable e inamovible, lo que está siempre presente y siempre esperando. No es necesario ningún maestro. Tú eres el maestro que estabas esperando. Tú eres quien puede poner fin a tu propio sufrimiento.

A menudo declaro: No creas en nada de lo que te digo. Quiero que descubras lo que es verdad para ti, no para mí. Sin embargo, a muchas personas les ha parecido que los siguientes principios resultan útiles para empezar El Trabajo.

Advierte cuándo tus pensamientos están en desacuerdo con la realidad

Únicamente sufrimos cuando creemos en un pensamiento que está en desacuerdo con lo que es. Cuando la mente está perfectamente clara, lo que es es lo que queremos.

Si quieres que la realidad sea diferente de lo que es, podrías intentar enseñarle a ladrar a un gato y obtendrías el mismo resultado. Puedes intentarlo una y otra vez, y al final, el gato te mirará y volverá a decir: Miau. Desear que la realidad sea diferente de lo que es, es un deseo imposible de satisfacer. Puedes pasarte el resto de tu vida intentando enseñarle a ladrar a un gato.

Y aun así, si prestas atención, advertirás que tienes pensamientos de este tipo docenas de veces al día: La gente debería ser más amable, Debería enseñarse a los niños a comportarse bien, Mis vecinos deberían cuidar mejor su césped, La cola del supermercado debería avanzar más deprisa, Mi mujer (o mi marido) debería estar de acuerdo conmigo, Debería estar más delgada (o ser más guapa o tener más éxito). Estos pensamientos constituyen distintas maneras de querer que la realidad sea diferente de lo que es. Si te parece que esto suena deprimente, estás en lo cierto. Toda la tensión que sentimos se origina en nuestras discusiones con lo que es.

Tras mi despertar a la realidad en 1986, la gente con frecuencia me llamaba la mujer que se hizo amiga del viento. Barstow es una ciudad del desierto en la que el viento sopla con mucha frecuencia, y no había quien lo soportara; hubo gente que incluso llegó a mudarse porque no podía aguantarlo por más tiempo. La razón por la que me hice amiga del viento ―de la realidad― es que descubrí que no tenía otra opción. Comprendí que oponerse a él resultaba insensato. Cuando discuto con la realidad, pierdo: sólo cien de cada cien veces. ¿Que cómo sé que el viento debería soplar? ¡Está soplando!

Las personas que todavía no están familiarizadas con El Trabajo me dicen a menudo: Pero si renunciase a mi discusión con la realidad perdería parte de mi poder. Si simplemente acepto la realidad, seré pasiva. Quizás incluso pierda el deseo de actuar. Yo les contesto con una pregunta: ¿Tienes la absoluta certeza de que eso es verdad?. Ojalá no hubiese perdido mi trabajo o He perdido mi trabajo; ¿qué puedo hacer ahora?: ¿Qué es lo que te da más poder?

El Trabajo revela que lo que piensas que no debería haber sucedido debería haber sucedido. Debería haber sucedido porque así fue y ningún pensamiento del mundo puede cambiarlo. Eso no quiere decir que lo toleres ni que lo apruebes. Sólo significa que eres capaz de ver las cosas sin resistencia y sin la confusión de tu lucha interior. Nadie quiere que sus hijos enfermen, nadie quiere ser víctima de un accidente de coche; pero cuando estas cosas ocurren, ¿de qué forma podría ayudar discutir mentalmente con ellas? Sabemos que no tiene sentido, y sin embargo, lo hacemos porque no sabemos cómo dejar de hacerlo.

Soy una amante de lo que es, no porque sea una persona espiritual, sino porque, cuando discuto con la realidad, sufro. Podemos saber que la realidad está bien tal como es porque, cuando discutimos con ella, sentimos tensión y frustración. No nos sentimos normales ni equilibrados. Cuando dejamos de oponernos a la realidad, la acción se convierte en algo sencillo, fluido, amable y seguro.

Ocúpate de tus propios asuntos

Sólo puedo encontrar tres tipos de asuntos en el universo: los míos, los tuyos y los de Dios. (Para mí, la palabra Dios significa realidad. La realidad es Dios, porque gobierna. Todo lo que escapa a mi control, al tuyo y al de cualquier otra persona es lo que yo denomino los asuntos de Dios.)

Buena parte de nuestras tensiones proviene de vivir mentalmente fuera de nuestros asuntos. Cuando pienso: Necesitas encontrar un trabajo, quiero que seas feliz, deberías ser puntual, necesitas cuidar mejor de ti mismo, me estoy inmiscuyendo en tus asuntos. Cuando me preocupo por los terremotos, las inundaciones, la guerra o la fecha de mi muerte, me estoy inmiscuyendo en los asuntos de Dios. Si mentalmente estoy metida en tus asuntos o en los de Dios, el efecto es la separación. Fui consciente de esto hace tiempo, en 1986. Cuando, por ejemplo, me inmiscuía mentalmente en los asuntos de mi madre con pensamientos del tipo: Mi madre debería comprenderme, experimentaba de inmediato un sentimiento de soledad. Y comprendí que siempre que me he sentido herida o sola, he estado inmiscuida en los asuntos de otra persona.

Si tú estás viviendo tu vida y yo estoy viviendo mentalmente tu vida, ¿quién está aquí viviendo la mía? Los dos estamos ahí. Ocuparme mentalmente de tus asuntos me impide estar presente en los míos. Me separo de mí misma y me pregunto por qué razón mi vida no funciona.

Pensar que yo sé lo que es mejor para los demás es estar fuera de mis asuntos. Incluso en nombre del amor, es pura arrogancia y el resultado es la tensión, la ansiedad y el miedo. ¿Sé lo que es adecuado para mí? Ese es mi único asunto. Permíteme trabajar en eso antes de tratar de resolver tus problemas por ti.

Si comprendes los tres tipos de asuntos lo bastante para ocuparte de los tuyos propios, este conocimiento puede liberar tu vida de una manera que ni siquiera eres capaz de imaginar. La próxima vez que sientas tensión o incomodidad, pregúntate de quién son los asuntos en los que te ocupas mentalmente, ¡y quizás estalles en carcajadas! Esa pregunta puede devolverte a ti mismo. Tal vez llegues a descubrir que, en realidad, nunca has estado presente y que te has pasado toda la vida viviendo mentalmente en los asuntos de otras personas.

Y si practicas durante un tiempo, quizá descubras que en realidad no tienes ningún asunto y que tu vida funciona perfectamente por sí misma.

Enfréntate a tus pensamientos con comprensión

Un pensamiento resulta inofensivo a menos que nos lo creamos. No son nuestros pensamientos, sino nuestro apego a ellos, lo que origina nuestro sufrimiento. Apegarse a un pensamiento significa creer que es verdad sin indagar en él. Una creencia es un pensamiento al que hemos estado apegados, a menudo durante años.

La mayoría de la gente cree que es lo que sus pensamientos dicen que es. Un día advertí que no estaba respirando: me estaban respirando. Entonces también advertí, con gran sorpresa, que no estaba pensando: que, en realidad, estaba siendo pensada y que pensar no es personal. ¿Te despiertas por la mañana y te dices: Creo que hoy no voy a pensar? Es demasiado tarde: ¡ya estás pensando! Los pensamientos sencillamente aparecen. Provienen de la nada y vuelven a la nada, como nubes que se mueven a través de un cielo vacío. Están de paso, no han venido para quedarse. No son perjudiciales hasta que nos apegamos a ellos como si fueran verdad.

Nadie ha sido capaz, jamás, de controlar su pensamiento, aunque la gente cuente la historia de cómo lo ha conseguido. No dejo que mis pensamientos se marchen: me enfrento a ellos con comprensión. Son ellos los que me dejan marcharme a mí.

Los pensamientos son como la brisa o las hojas en los árboles o las gotas de lluvia que caen. Aparecen del mismo modo, y a través de la indagación, podemos entablar amistad con ellos. ¿Discutirías con una gota de lluvia? Las gotas de lluvia no son personales, como tampoco lo son los pensamientos. Una vez que te has enfrentado a un concepto doloroso con comprensión, la próxima vez que aparezca quizá te resulte interesante. Lo que solía ser una pesadilla ahora es sólo algo interesante. La siguiente vez que aparezca, tal vez te resulte divertido. Y la siguiente vez, quizá ni siquiera lo adviertas. Este es el poder de amar lo que es.

Cobra conciencia de tus historias

Con frecuencia utilizo la palabra historia para referirme a los pensamientos o secuencias de pensamientos que tenemos el convencimiento de que son reales. Una historia puede ser sobre el pasado, el presente o el futuro; sobre cómo deberían ser las cosas, cómo podrían ser o por qué son. Las historias aparecen en nuestra mente cientos de veces al día: cuando alguien se levanta sin decir palabra y sale de la habitación, cuando alguien no nos sonríe o no nos devuelve una llamada telefónica, o cuando, al contrario, un extraño nos sonríe; antes de abrir una carta importante o después de experimentar una sensación desconocida en el pecho; cuando el jefe nos llama a su despacho o cuando nuestra pareja nos habla con un tono de voz determinado. Las historias son teorías que no han sido probadas ni investigadas y que nos explican el significado de estas cosas. Ni tan siquiera nos damos cuenta de que son sólo teorías.

Una vez, cuando entré en los servicios de un restaurante que está cerca de mi casa, me crucé con una mujer que salía del único retrete. Nos sonreímos, y al cerrar yo la puerta, empezó a cantar mientras se lavaba las manos. ¡Qué voz más encantadora!, pensé. Entonces, cuando oí que salía, advertí que el asiento de la taza estaba totalmente mojado. ¿Cómo puede ser la gente tan maleducada?, me dije. ¿Y cómo se las ha arreglado para orinar sobre todo el asiento de la taza? ¿Se habrá puesto de pie encima? Entonces pensé que debía de ser un hombre: un travestí que cantaba con voz de falsete en los servicios para mujeres. Se me pasó por la cabeza salir tras ella (él) y hacerle saber que había dejado el asiento de la taza hecho un asco. Entonces tiré de la cadena. El agua desbordó la taza y mojó el asiento. Me puse a reír.

En este caso, el curso natural de los acontecimientos fue lo suficientemente amable para desenmascarar mi historia antes de que fuese más allá. Por lo general, no es esto lo que ocurre; antes de descubrir la indagación, no era capaz de detener esta forma de pensar. Las pequeñas historias engendraban otras mayores, que a su vez engendraban importantes teorías obre la vida, sobre lo terrible que era, y sobre el lugar tan peligroso que era el mundo. Acabé estando tan asustada y deprimida que no me sentía capaz de abandonar mi habitación.

Cuando te basas en teorías no investigadas sobre lo que está ocurriendo y ni siquiera eres consciente de ello, te encuentras en lo que yo denomino el sueño. Con frecuencia, el sueño se vuelve perturbador; en ocasiones se convierte incluso en una pesadilla. En momentos como estos, quizá quieras poner a prueba la verdad de tus teorías realizando El Trabajo sobre ellas. El Trabajo siempre reduce una parte de tu desagradable historia. ¿Quién serías sin ella? ¿En qué medida tu mundo está constituido por historias que no has examinado? No lo sabrás nunca hasta que indagues.

Busca el pensamiento que está tras el sufrimiento

Nunca he experimentado un sentimiento estresante cuyo origen no fuese el apego a un pensamiento falso. Tras cada sentimiento incómodo se esconde un pensamiento que no es verdadero para nosotros. El viento no debería estar soplando. Mi marido debería estar de acuerdo conmigo. Tenemos un pensamiento que discute con la realidad, experimentamos un sentimiento estresante, y después, actuamos sobre ese sentimiento, creando todavía más tensión. En lugar de comprender la causa original ―un pensamiento―, tratamos de transformar nuestros sentimientos estresantes buscando en el exterior. Intentamos cambiar a otra persona, o echamos mano del sexo, la comida, el alcohol, las drogas o el dinero, a fin de encontrar un confort temporal y la ilusión de tener el control.

Es fácil dejarse llevar por un sentimiento abrumador, de modo que resulta útil recordar que cualquier sentimiento estresante es como la alarma compasiva de un despertador que dice: Estás atrapado en el sueño. La depresión, el dolor y el miedo son regalos que nos dicen: Cariño, examina lo que estás pensando ahora mismo. Estás viviendo una historia que no es verdadera para ti. Atrapados en el sueño, intentamos alterar y manipular el sentimiento estresante buscando fuera de nosotros mismos. Por lo general, cobramos conciencia del sentimiento antes que del pensamiento. Esa es la razón por la que digo que el sentimiento es como una alarma de despertador que te permite saber que hay un pensamiento sobre el cual quizá quieras hacer El Trabajo. Investigar un pensamiento falso siempre te conducirá de nuevo a quien realmente eres. Resulta doloroso creer que eres una persona distinta a la que en verdad eres, vivir cualquier historia que no sea la felicidad.

Si pones tu mano en el fuego, ¿es necesario que alguien te diga que la retires? ¿Tienes que decidir? No: cuando la mano se empieza a quemar, se aleja del fuego. No es necesario que la dirijas; lo hace sola. De la misma manera, una vez que, a través de la indagación, comprendes que un pensamiento falso está provocando tu sufrimiento, te apartas de él. Antes del pensamiento, no sufrías; con el pensamiento, sufres; cuando reconoces que el pensamiento no es verdad, dejas de sufrir. Así es como funciona El Trabajo. ¿Cómo reacciono cuando tengo ese pensamiento? La mano en el fuego. ¿Quién sería sin él? Me aparto de las llamas. Examinamos el pensamiento, sentimos nuestra mano en el fuego, y naturalmente, volvemos a la posición original; no es necesario que nos lo digan. La próxima vez que aparezca el pensamiento, la mente se apartará automáticamente del fuego. El Trabajo nos invita a cobrar conciencia de la causa y el efecto interiores. Una vez que lo reconocemos, todo nuestro sufrimiento empieza a desenmarañarse por sí solo.

La indagación

Utilizo la palabra indagación como un sinónimo de El Trabajo. Indagar o investigar es someter un pensamiento o una historia a la prueba de las cuatro preguntas y la inversión (que explico con detalle en el próximo capítulo). La indagación es un procedimiento para poner fin a la confusión y experimentar la paz interior, incluso en un mundo donde existe un caos aparente. Por encima de todo, consiste en comprender que todas las respuestas que necesitamos están siempre a nuestra disposición en nuestro interior.

La indagación es más que una técnica: nos revela, desde lo más profundo de nuestro interior, un aspecto innato de nuestro ser. Tras practicarla durante un tiempo, adopta su propia vida en nuestro interior. Siempre que los pensamientos aparecen, ella los acompaña y los equilibra. Esta asociación interna aporta una libertad que nos permite vivir como oyentes amables, flexibles, valientes y divertidos, como estudiantes de nosotros mismos y como amigos de quienes se puede estar seguro que no van a resentirse, criticar ni enfadarse. A la larga, esta comprensión se experimenta automáticamente y constituye una forma de vida. De un modo natural, inevitable e irreversible, la paz y la dicha se abren camino hasta alcanzar cada rincón de nuestra mente, cada relación y cada experiencia. El proceso resulta tan sutil que tal vez ni siquiera tengas la menor conciencia de él. Quizás únicamente sepas que antes sufrías y ahora ya no.