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Extractos - Emilio Carrillo

Ego y Consciencia

El ego y la Consciencia

Por Emilio Carrillo

¿Qué es el ego?

El Conductor y el coche

Para definir qué es el ego, previamente hemos de tener clara la distinción entre nuestra parte divina, infinita y eterna, que no puede morir, y esa otra parte que constituye nuestro yo físico, mental y emocional, la cual se queda en este plano cuando llega el momento de realizar el tránsito. Es una distinción básica, pero que a menudo se pasa por alto entre el ajetreo de la vida. Tomar consciencia de esta realidad simple y, a la vez, profunda se corresponde con el célebre axioma que establecieron los sabios de la Grecia clásica: "Conócete a ti mismo".

Aquello que realmente somos se corresponde con la primera parte de las dos mencionadas. En realidad, en esencia, no somos de este mundo, si bien venimos a él para tener una serie de experiencias como seres humanos. Las distintas corrientes espirituales han denominado de muchas formas a nuestra parte eterna (consciencia, energía, espíritu, amor, alma, atman ... ), pero la denominación es lo de menos. Lo relevante es que es lo que realmente somos, nuestra auténtica naturaleza. Es aquello que, aunque esté aquí teniendo unas experiencias en el tiempo y el espacio, vive fuera del tiempo y el espacio.

Esta parte nuestra divina, imperecedera, para tener experiencias en el plano humano necesita encarnar en un vehículo, el yo físico, mental y emocional mencionado.

Puesto que el cuerpo es en realidad un vehículo y puesto que a esa parte eterna que somos le corresponde dirigirlo, me gusta acudir a la metáfora de que esa consciencia (energía, espíritu ... ) es el Conductor, mientras que el yo físico, mental y emocional en que encarna es el coche. Esta metáfora permite hablar de la interacción entre ambas partes de forma gráfica y sencilla.

El coche es identificado a menudo como el cuerpo. No olvidemos sin embargo que el cuerpo hace referencia a más de lo que vemos. No solo tiene componentes interiores, físicos, invisibles a simple vista, sino también otros más sutiles, pero que pertenecen igualmente a su ámbito. Estos dos componentes son la mente y las emociones.

Podemos considerar que el Conductor y el coche tienen sus respectivos "sistemas operativos". La denominación sistema operativo, popularizada por las nuevas tecnologías, hace referencia al soporte básico que define la forma de operar de los aparatos denominados "inteligentes", tales como los ordenadores y los smartphones. De acuerdo con esta analogía, podemos definir que el sistema operativo del Conductor, de lo que realmente somos, es la consciencia. Y el sistema operativo del coche (nuestro yo físico, mental y emocional) es la mente.

El espejo y el espejo roto

El término consciencia no aparece claramente definido, ni en el diccionario de la Real Academia Española ni en los libros especializados en el tema. Es difícil de definir y, sin embargo, es muy sencillo acercarse a lo que es con un ejemplo: es como un espejo. Porque es así como actúa el sistema operativo del Conductor.

¿Qué hace un espejo? Salvo el célebre espejo de la madrastra de Blancanieves, que sí opinaba, emitía juicios y hablaba, los espejos no se posicionan, no opinan y no enjuician. Lo único que hacen es reflejar. Por tanto, el ser humano que se rige por el sistema operativo de la consciencia va por la vida atestiguándola, pero no juzgándola ni dividiendo en categorías las experiencias (bueno/malo, me gusta/no me gusta, placentero/doloroso, etc.). El espejo-consciencia ve la vida como una y lo refleja todo por igual. Y lo hace tan perfectamente que el espejo y la vida se hacen uno. El ser humano consciente, que no juzga la vida, que no la divide, que no la separa ni fragmenta en trozos, experimenta su día a día unificado con la vida misma, con lo cual no establece diferencias entre "la vida" y "yo". Esta experiencia puede parecer milagrosa, pero es una práctica normal cuando se vive desde la consciencia.

En cuanto al sistema operativo del coche, podemos definirlo, por su forma de operar, como un espejo roto, como un espejo que se hubiese caído y partido en mil pedazos. Mientras la consciencia ve la vida como lo que es (una en su totalidad, en su integridad), la mente en cambio divide, rompe la vida en mil pedazos, y dice "esto me gusta", "esto no me gusta", "esta parte está bien", "esta parte está mal", "esto lo quiero", "esto no lo quiero", "esto es bueno", "esto es malo"... La mente, que por otra parte tiene unas magníficas prestaciones en el terreno práctico, enjuicia continuamente la vida; tiene sus criterios y lanza constantemente opiniones. Si vivimos ahí dentro, no estamos viviendo la vida; nos estamos limitando a interpretarla.

El piloto automático

Llegados a este punto, ¿qué es el ego? El ser humano tiene dos opciones de vida: vivir o con el Conductor bien despierto, llevando él el volante del coche, o con el Conductor dormido, olvidado, aletargado. En este segundo caso la persona no se conoce a si misma y cree que es el coche. De ese modo, vive asociada e identificada con el yo físico, mental y emocional.

Cuando el Conductor, que es nuestra parte consciente, lleva el mando del coche, vivimos en consciencia, y no hay más que decir. Sin embargo, cuando el ser humano se olvida de lo que es y se identifica con el coche, la mente lleva a cabo una función muy importante ante la evidencia de que el Conductor está dormido: para que ese ser humano pueda seguir desplegando su vida en este mundo, la mente activa el piloto automático. Ya sabemos lo que es un piloto automático; particularmente en el ámbito de la aviación, mantiene el rumbo de la aeronave y esto permite que los pilotos se relajen. Pues bien, en la analogía que estamos empleando, el piloto automático es el ego.

El ego es muy criticado, hasta el punto de que hay quienes querrían eliminarlo, "matarlo". Pero el ego tiene, como todo en el cosmos, en la Creación y en la vida, un sentido profundo. Y este sentido es echarte una mano cuando te has olvidado de lo que eres. Te está haciendo un favor. Y si quieres que desaparezca de tu vida, es muy sencillo: de la misma forma que el ego se activa cuando has olvidado lo que eres, se desactiva cuando recuerdas lo que eres. Así pues, volvamos al axioma con el que se abría el capítulo: "Conócete a ti mismo". Ten el conocimiento de que eres esa parte divina, infinita y eterna que ha encarnado para tener una experiencia humana y vive desde esa consciencia, desde el Conductor.

Vamos a ver ahora las distintas implicaciones de vivir bajo el mando del ego y vivir bajo el mando de la consciencia.

LA VIDA BAJO EL MANDO DEL EGO

  • Como el yo físico, mental y emocional (el coche) tiene fecha de caducidad, su sistema operativo induce el miedo a la muerte. Como la vida es frágil, inestable e incierta, el miedo a la muerte se extiende como miedo a la vida.
  • El ego vive temiendo el "golpe por la espalda" de la vida, es decir, el final del coche. Por tanto, vive desconfiando de la vida. En su intento inconsciente por protegerse, tiene en estima solamente las experiencias "agradables" de la vida, las cuales asocia con la continuidad en este plano.
  • Ante las experiencias que no son "agradables", el ego se queja.
  • El ego busca las experiencias agradables en el exterior, persigue el bienestar. Pero el "malestar" forma parte inevitable de la dualidad de la vida, y en algún momento se presenta. La negación del "malestar" lleva al sufrimiento.
  • La valoración de un cierto tipo de experiencias conduce a buscarlas. El ego da más importancia a lo que ocurre que a la forma de vivir lo que sea que ocurra.
  • El ego conduce a la gente a atesorar y acumular como reacción inconsciente ante las incertidumbres de la vida. Es una batalla que no se puede ganar, pues las mortajas no tienen bolsillos.
  • Otra reacción inconsciente frente a la propia inseguridad es el afán de dominar a los demás, o su hermana pequeña: el afán de tener la razón. Junto con ello, se pretende "dominar" la vida, preverlo todo. ¡Vana pretensión!
  • Las partes de la vida que no gustan crean tensión y desembocan en el enfado.
  • El enfado (junto con los celos y las envidias) conduce a la competición desenfrenada, y ello a un estilo de vida marcado por las prisas y el estrés.
  • Finalmente, se vive con un ritmo tan trepidante y tanta devoción por los excesos que la vida se convierte en un frenesí continuo y desalmado. No hay tiempo ni voluntad para descubrir ni ejercer los propios dones y talentos y, con ello, gozar la vida.

¿Y si es lo que eres, tu verdadero Ser, quien toma el mando del coche? ¿Y si conservas la consciencia de llevar el volante del vehículo en el día a día?

Vivir con Consciencia

Así como las grandes orientaciones de vivir bajo el ego son el miedo, la desconfianza, la queja y la búsqueda de la satisfacción en el exterior (entre otras), las de vivir con el mando consciente son la libertad, la confianza, la aceptación y el encuentro interior con lo que eres.

Libertad (ausencia de miedos)

La libertad no es lo que nos dicen los textos políticos; tampoco es lo que cree la gente bajo el influjo de los "programas informáticos" (de los sistemas de creencias elaborados bajo los auspicios del ego). La libertad es la ausencia de miedo. Esta es su única definición. Una persona libre es una persona que no tiene miedos. Cuando hay miedos no hay libertad.

Cuando se vive bajo el influjo del ego, el miedo está presente: miedo a la muerte, a la vida... Sin embargo, el Conductor que eres no tiene miedo a nada. ¿A qué va a tenerle miedo, si es divino, infinito y eterno? Tu existencia no tiene principio ni tiene fin; se despliega multidimensionalmente fuera del tiempo y el espacio, aunque encarnes en planos como este en que hay tiempo y espacio. Esto que realmente eres no puede tener ningún miedo. No puede tener miedo a la muerte, puesto que para ti es un imposible; y no puede tener miedo a la vida: la consciencia, tu sistema operativo en virtud de tu naturaleza, no divide ni fragmenta la vida; la asume en su integridad, en su totalidad, en su unidad.

Así pues, desde el Conductor que eres agarras por los cuernos el toro de la vida; te unificas con ella y te dispones a vivirla plenamente, gozosamente, dando igual que pegue o bese (como decía J. M. Serrat), que llueva o haga sol.

La libertad, la ausencia de miedos, abre la puerta a la confianza.

Confianza en la vida

Cuando vives desde el Conductor tienes plena confianza en la vida: en lo que acontece en tu vida y en la vida de los demás, y en todo lo que acontece en el mundo, en el universo, en la Creación. Porque sabes que todo tiene un sentido profundo, que todo encaja, que nada sobra ni falta, que todo tiene un porqué y un para qué en clave del desarrollo consciencial y evolutivo.

La mente no va a captar nunca este sentido profundo. Esto solo se puede captar desde el corazón, desde lo que realmente eres. Porque la mente no sirve para comprender, ver ni vivir la vida; no está hecha para eso. La mente no puede vislumbrar el sentido profundo de todo lo que acontece en la propia vida y en la de los demás, pero el corazón sí. El corazón no tiene que hacer un acto de fe o aferrarse a un dogma que le permita creer esto, sino que lo sabe. El corazón cuenta con una sabiduría innata, un discernimiento interior, que le permite percibir el sentido profundo de todo. Así pues, si vives desde el corazón sientes confianza, la cual imbuye toda tu vida.

Aceptación

De la confianza deriva la aceptación: ya no hay queja ante nada ni por nada. Si llueve, llueve; si hace sol, hace sol. Si la vida pega, la vida pega; si la vida besa, la vida besa. La aceptación no es resignación, no es impotencia, no es un "qué se le va a hacer". Estoy hablando de la Aceptación con mayúscula, la cual es fruto de la Confianza.

Fin de la búsqueda fuera de uno mismo

Y desde la libertad, la confianza y la aceptación se acabó la búsqueda exterior de la satisfacción. Ya no hay nada que buscar en el exterior. Porque comprendes y sabes que ya lo tienes todo. Y te empiezas a dar cuenta de algo muy sutil, que también se le escapa a la mente: que una cosa es la felicidad y otra el bienestar.

El bienestar, el cual has perseguido durante mucho tiempo (en esta vida o en vidas anteriores), tiene que ver con la satisfacción de los deseos del ego en el exterior Pero esto no es la felicidad. De hecho, la búsqueda exterior del bienestar lleva al sufrimiento, como hemos visto. La felicidad es algo muy distinto: es el estado natural de lo que res. No está fuera de ti, sino dentro.

En cuanto se produce el recuerdo, el encuentro con lo que realmente eres, la felicidad emana continuamente, como el estado natural de lo que eres. Es, por tanto, una felicidad incausada. No tiene una causa que la motive; es tu forma de ser, de vivir. Ya no hay nada que la saque de su sitio, que la altere. El bienestar sí que tiene causas en el exterior, las cuales, cuando se dan la vuelta, convierten el bienestar en malestar. Pero la felicidad no tiene nada que ver con eso, sino que es consustancial al recuerdo de lo que eres.

¿Qué implicaciones tiene, en el día a día, vivir desde el mando consciente de la vida, imbuidos por los rasgos que acabo de presentar? Para saberlo, basta con que demos la vuelta al calcetín de lo que se decía al hablar de vivir la cotidianidad bajo el influjo del ego.

LA VIDA BAJO EL MANDO DE LA CONSCIENCIA

  • La consciencia (el sistema operativo del Conductor) sabe que la vida es eterna y que no hay nada que pueda oponérsele. Sabe que la denominada muerte forma parte de la vida, y no la teme. La ausencia de miedos te permite experimentar la libertad.
  • La consciencia confía en la vida porque sabe que es imperecedera y que cuanto acontece en ella tiene un sentido profundo.
  • Al confiar en la vida, la consciencia la acepta, plenamente, con todas sus dualidades.
  • La consciencia se identifica con su propia esencia y se recrea en ella. No necesita nada más. Por tanto, no se embarca en una búsqueda fuera de sí misma.
  • La consciencia se centra en el cómo vivir lo que sea que presente la vida. No le preocupa lo que ocurre, pues sabe que es perfecto.
  • La consciencia aprecia los espacios de comunión y valora los intangibles de la vida. No se deja seducir por el afán de lo material. Asocia ta felicidad con un ritmo pausado dentro del aquí-ahora que permite saborear la vida.
  • La consciencia respeta profundamente los procesos conscienciales de cada cual y no tiene ningún afán de dominar a los demás. En cambio, goza con la cooperación y el compartir.
  • La consciencia sabe cuáles son los dones y talentos del Conductor y le motiva a ponerlos en práctica.
  • La consciencia incita al Conductor a desconectar del sistema imperante, pero no a confrontarse con él.
  • La culminación de la vida en consciencia es flotar en el río de la vida y, finalmente, convertirse en uno con la vida misma.