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Extractos - Atmananda Krishna Menon

Discursos Espirituales

de Sri Atmananda Krishna Menon

Introducción al libro por Nitya Tripta
Discursos Espirituales

Será útil definir en primer lugar el tema, la aproximación, el campo de investigación y la posición adoptada en estos apuntes. El terna discutido es la Verdad última o Paz. La aproximación es el método de percepción directa del Advaita (el Vicharamarga –camino de la investigación– estricto). El campo de investigación es la totalidad de la experiencia humana, que comprende las experiencias de los tres estados y la percatación que esta todavía más allá. La posición adoptada es estrictamente desde la Verdad absoluta, y sólo se hace referencia al ser interior. Todo esto es discutido en detalle en las páginas que siguen. Los lectores harían bien en adoptar también el mismo estándar y perspectiva, por lo menos hipotéticamente, de momento. La gran mayoría de amigos no pueden dejar de pensar en términos relativos, ni siquiera por un corto periodo, y les pido encarecidamente que no se metan a la ligera en aventuras espirituales. Estropearán incluso su disfrute en el mundo fenoménico.

Se han hecho grandes avances en todas las esferas de la vida humana. Los métodos de desplazamiento han progresado desde el andar hasta el volar. Las conquistas de la ciencia y la tecnología casi han aniquilado el espacio. El Vedanta, que es una profunda e incesante investigación de la naturaleza de la Verdad, tampoco se ha quedado atrás en la mejora de sus métodos. Así, lo que los aspirantes verdaderos experimentaban después de toda una vida de intenso esfuerzo en la época védica, se ha hecho alcanzable en la era presente en un periodo de tiempo comparativamente corto mediante la aplicación más directa de la razón superior del hombre. Este era el método adoptado por Shri Atmananda.

Él tuvo una doble misión en la vida. La primera –según su propias palabras– era la de exponer la más alta Verdad, la Realidad última, de una manera y en un lenguaje comprensible incluso a la ayudante de cocina. La mayoría de los hombres y pandits sostienen la creencia de que un elevado conocimiento del sánscrito es el primer requisito para conocer la Verdad. También creen que la Verdad puede ser expuesta solamente en términos altisonantes y mediante tecnicismos y terminologías filosóficamente obscuras. Los numerosos Shastras (tratados) vedánticos de tipo cosmológico (por supuesto con raras excepciones) han contribuido en gran medida al desarrollo de esta perniciosa superstición.

Atma Darshan

Shri Atmananda, que no era un experto en sánscrito, desmontó con éxito esta noción errónea, tanto mediante sus escritos como con sus charlas. Sus dos libros, Atma-darshan y Atma-nirvriti –originalmente escritos en verso Malayalam y que exponen la Verdad última desde varios puntos de vista– son diáfanamente claros y sencillos. La mayoría de los versos están escritos en la rima mas breve y sencilla. Son tan naturales que se leen como si fueran prosa poética. La trascripción al inglés de ambos libros hecha por el propio autor, aunque no en verso, es igualmente simple y clara. La obscura terminología sánscrita ha sido evitada. Él expuso la Verdad última incluso a mujeres y niños analfabetos en un simple lenguaje Malayalam, y a grandes abogados, científicos y filósofos tanto de aquí como del extranjero en un inglés elegante y sencillo.

Algunos de los discípulos venían de continentes distantes y no tenían siquiera un conocimiento aceptable del inglés, e incluso ellos eran capaces de entender la Verdad bastante bien. Por lo tanto es evidente que ningún lenguaje es el lenguaje de la Verdad. Todo lenguaje es solo el lenguaje de la no-verdad. El lenguaje se utiliza para alcanzar el límite mismo de la no-verdad, más allá del cual el Guru –representando la Verdad sin lenguaje– aparece revelado en toda su gloria. La Verdad también se revela como la naturaleza verdadera del propio aspirante.

La segunda parte de su misión fue la de restablecer la dignidad del hombre de familia o lego y su derecho natural a intentar y alcanza la liberación, sin dejar de ser un hombre de familia. Desde los tiempos de Shri Shankara, los Sannyasa (renunciantes) comenzaron a ser considerados con particular respecto y consideración por la gente. Inflados por este inmerecido título de reverencia, algunos de estos Sannyasins comenzaron a afirmar y proclamar que la liberación es monopolio únicamente de los Sannyasins y que el hombre de familia ni siquiera es elegible para ello. En su furia salvaje incluso llegaron a olvidar el hecho innegable de que los fundadores de la herencia espiritual de la India eran en su mayoría hombres de familia (Shri Janaka, Shri Vasishiha, Shri Vyasa, Shri Rama, Shri Krishna, y los autores de muchos de los Upanishads). El aforismo "Tat tvam asi" (Tú eres Eso), en el cual medita todo Sannyasin, fue compuesto y explicado en primer lugar por un sabio hombre de familia, Uddalaka, a su hijo y discípulo, Shvetaketu. No hay ningún dato que apoye la argumentación a favor de la posición del Sannyasin; pero su capacidad para la manipulación no puede ser negada. Por lo tanto a menudo se hace necesario un ejemplo brillante, aunque solitario, en el transcurso de varios siglos para eliminar tales supersticiones. Así fue la vida de Shri Atmananda, el Sabio. El era un hombre de familia ideal, un oficial de policía ideal (honesto y valiente, que dirigía a sus subordinados así como a los criminales bajo su cargo mediante amor y sólo amor) y un Guru ideal para sus discípulos de todos los continentes.

Acostumbraba a mantener un encuentro general con los discípulos y visitantes generalmente a las 5.30 de la tarde en su residencia. Después de las presentaciones y preguntas preliminares, preguntaba si había preguntas, para "poner la pelota en juego" como solía decir. Entonces alguien haría una pregunta – que fuera o no pertinente no importaba. Eso sería suficiente para el día. Inmediatamente abordaría esa pregunta, la analizaría exhaustivamente y la contestaría desde diferentes puntos de vista uno tras otro, sin detenerse nunca a medio camino sino siguiendo el problema sin cejar hasta su mismo fundamento, el trasfondo último.

Nunca se aproximaba a un problema desde una perspectiva que no fuera la de la Verdad última, y siempre hacía que el discípulo que le escuchaba contactara con su naturaleza verdadera muchas veces en el transcurso de cada charla. El visitante experimentaba además un solaz y una Paz sin causa varias veces en el transcurso de la charla, y esto incrementaba de forma natural su interés en conocer la Verdad más íntimamente.

La aproximación de Shri Atmananda a cada problema era directa y lógica. No citaba texto alguno para establecer su posición. Después de establecer su propia posición utilizando solamente una profunda discriminación y razonamiento directo, alguna veces, por el mero placer de hacerlo, citaba ejemplos paralelos de textos de los grades Sabios de autoridad indisputable. Nunca desanimaba o desacreditaba ningún camino particular o religión; tanto era así que tenía discípulos de todas las castas y credos: Cristianos, Musulmanes, Judíos, Parsis e Hindúes – tanto brahmin como no-brahmin. Todos continuaban sin problemas con su adhesión superficial a su vieja religión, sociedad y costumbres aun después de visualizar la Verdad mediante el Vedanta.

Shri Atmananda sostenía enfáticamente que el error básico del hombre era su equivocada identificación con el cuerpo, los sentidos y la mente. Cuando esto era reemplazado con la correcta identificación con el Atma, el "Principio-Yo" real, se descubriría que todo estaba perfectamente en orden y no se requería ningún cambio o modificación en ningún aspecto de la vida. Él afirmaba que sólo nuestra propia perspectiva ha de ser corregida. Siempre hizo hincapié en que la respuesta a cualquier pregunta de naturaleza objetiva nunca era completa hasta que era en última instancia aplicada al sujeto, y descartada a la luz de la Realidad última - el Yo (Self).

El discurso de la noche, al que eran bienvenidos todos sus discípulos y extraños que hubieran obtenido permiso previo, era formal. Además acostumbraba a hablar sobre problemas espirituales durante varias horas cada día a los pocos discípulos en su entorno, que siempre se quedaban con él – deseosos de ofrecerle cualquier servicio que necesitase. Él exponía la Verdad sin reserva y más informalmente durante estas charlas espontáneas. Diferentes personas hacían preguntas desde niveles diferentes, y siempre obtenían respuestas en sintonía con el nivel y estándar de la propia pregunta. Por lo tanto las repuestas dadas en diferentes momentos a una misma pregunta parecían diferir a veces, incluso ser contradictorias, pero en última instancia convergen en el mismo centro. Así incluso las repeticiones resultan enriquecedoras y también entretenidas.