Extractos - Ser Bilbao

Déjate llevar
De la separación a la conexión
Introducción por Sergio BilbaoExiste una energía universal que todo lo llena, la Unidad de la que formamos parte indisoluble. Al nacer, somos uno con ella ―fíjate lo que transmite cualquier bebé―, pero con el desarrollo intelectual perdemos esa conexión y pasamos a vivir en el mundo de la mente, creyendo que nuestros pensamientos son verdad, fluctuando nuestro estado de ánimo en función de lo que pensamos y viviendo así en una ilusión creada por ella. Como consecuencia de estos pensamientos, creemos ser algo que llamamos yo con una serie de atributos: «Soy paciente con poca fuerza de voluntad y mucho carácter; soy extrovertido, sincero y un poco vago...». Así podríamos seguir un buen rato, intentando definirnos, pero todo esto no es lo que somos: es lo que creemos ser. Y esta creencia de ser algo con ciertas cualidades reafirma esa ilusión mental que vivimos.
Por otra parte, como nos vemos separados físicamente de los demás, «mi cuerpo soy yo, tu cuerpo eres tú», nos consideramos seres individuales con ciertas necesidades para vivir en este mundo: comida, ropa, alojamiento, ocio..., fundamentalmente dinero. Para conseguirlo, nos ponemos a trabajar. Unos pocos obtienen su sustento haciendo aquello que les apasiona, son las personas creativas: músicos, pintores, escritores, arquitectos, cineastas...; aunque también hay carpinteros, cocineros, jardineros, diseñadores... Pero la mayoría trabajan solo por dinero: no les entusiasma lo que hacen y las horas que dedican a ello son una carga que deben soportar para poder vivir y ser personas «normales» en este mundo. Además, luchan todos los días por no perder nada de lo que han conseguido, por acumular más o por alcanzar lo que ansían (una pareja que les complemente, un trabajo mejor remunerado, un apartamento en la costa, etc.). Todo esto genera una insatisfacción y tensión latentes, pero como toda la gente está igual, consideran que sentirse mal es lo normal, que es el precio a pagar por vivir en este mundo. De esta manera, asumen que la vida es así y todos los días repiten el mismo esquema, esperando la ansiada jubilación para poder descansar; o no queriendo jubilarse por no saber qué hacer con ese tiempo libre que nunca han tenido.
Existe un menor número de personas que intuyen que hay algo más en su interior. Perciben un vacío y comienzan una búsqueda para calmar ese desasosiego. Leen libros de temática espiritual, asisten a talleres, conferencias, retiros, etc. Mientras hacen las prácticas y durante un tiempo, se sienten levemente mejor, pero pronto necesitan más dosis de lectura, de talleres, charlas..., y así, hasta que se jubilan. Estas personas, llamadas «buscadores», sí saben qué hacer con su tiempo libre: seguir asistiendo a más eventos de crecimiento interior. En un momento dado, unas pocas de ellas experimentan un acontecimiento en su vida que se la transforma por completo. Suele ser un suceso que, en principio, parece doloroso: muerte de algún familiar, pérdida del trabajo, enfermedad grave, un accidente serio... A partir de esa experiencia cambian totalmente su vida, mejor dicho, cambian la forma en que miraban la vida, cómo la interpretaban. Ya no la ven como una lucha constante con el mundo, sino llena de maravillosas oportunidades para evolucionar interiormente y dejan de repetir sus días. Para ellas, cada amanecer se ha convertido en un descubrimiento y se sienten crecer cada día.
No saben cómo ha sucedido o lo que han hecho, pero es como si hubieran encontrado su sitio en este mundo. Ya no necesitan leer libros de auto-ayuda ni hacer talleres ni cursos de nada por percibir una paz y una alegría interior constantes, y reciben en su vida todo aquello que precisan para desenvolverse en armonía con ella. Dejan atrás personas que les lastraban, a la vez que aparecen otras en sintonía con su cambio personal que les ayudan a profundizar en él. Se perciben más clarividentes, les llegan las respuestas a las preguntas que brotan de su interior y sienten tomar las mejores decisiones como respuesta a las situaciones que viven. Al mismo tiempo, experimentan un desarrollo y una potenciación de su creatividad, descubren cuáles son los dones que atesoran y ansían ponerlos al servicio de los demás. Ahora ya saben para qué han venido a este mundo.
Como consecuencia de este renacimiento personal, dedican todo su tiempo a lo que consideran «su misión», se perciben llenas de una energía especial, mezcla de alegría, poder y determinación, que las lleva en volandas por la vida. Se consideran preparadas y capaces de cumplir los sueños que palpitan en su corazón. Estas personas saben que han encontrado y dejan de buscar: han despertado del sueño mental que vivían para convertirse en Seres Despiertos.
Y de eso trata este manual, de cómo despertar de ese sueño que crees ser y que dirige tu vida, para vivir en la realidad de lo que eres.
Esto se conoce como llevar una vida espiritual.
¿De qué hablamos cuando decimos espiritualidad?
Dependiendo de quién lo utilice, este término tiene muchas interpretaciones, pero se puede englobar en él todo lo relacionado con el espíritu.
Si vamos al diccionario dela RAE, aparecen once acepciones de la palabra espíritu, de las cuales dos de ellas se acercan a lo que tratamos aquí: «Ser inmaterial y dotado de razón» y «Principio generador, carácter íntimo, esencia o sustancia de algo». Podríamos decir que espíritu es la esencia de lo que somos. Esta es la definición dada por un ente aséptico y academicista como es la RAE, pero conozcamos otras definiciones de la palabra espiritualidad.
Deepak Chopra, médico, escritor y conferenciante indio, nos dice: «Religión es creer en la experiencia del otro. Espiritualidad es crear y tener tu propia experiencia».
Sri Chinmoy, maestro espiritual bengalí fallecido en 2007, la define así: «Cuando se trata de Dios y el hombre, solo existe un lenguaje y ese lenguaje es la espiritualidad».
La definición que más se aproxima al motivo central de este manual es la de Nilakantha Sri Ram, filósofo y teósofo indio que vivió en el siglo pasado. Fue presidente de la Sociedad Teosófica, una sociedad dedicada a fomentar el estudio comparativo de las diferentes ciencias, filosofías y religiones: «Espiritualidad es cierto estado de conciencia. Es un estado de gracia que uno obtiene dentro de su propio corazón y que debemos encontrar por nosotros mismos».
Por lo tanto, una persona espiritual es la que vive en un estado de plenitud y armonía (gracia). Además, debemos encontrarlo por nosotros mismos (es lo que persiguen los «buscadores») y, sin embargo, es el estado natural en el que venimos a este mundo. Durante unos cuantos años permanecemos en él, lo llamamos infancia, pero lo vamos perdiendo a medida que crecemos para acabar viviendo en la lucha y tensión constantes creadas por nuestra actividad mental.
¿Por qué no podemos vivir siempre en la paz y la dicha?
Dirigimos continuamente nuestra atención a los pensamientos que tenemos, viviendo las películas que nos crean, dedicados a pensar en acontecimientos que pueden sucedernos en el futuro, casi siempre malos, o en hechos del pasado que revivimos una y otra vez. Solo en contadas ocasiones estamos en el momento presente, saboreando la vida tal como nos viene.
Esta frenética actividad mental nos separa del maravilloso ser que somos (el que disfruta de la vida) al levantar una cerrada niebla formada por juicios, creencias, apegos, recuerdos, deseos..., a los que consideramos nuestra verdad, nuestro yo, cuando en realidad es una sucesión continua de pensamientos repetidos que nos transmiten la ilusión de «ser alguien». Esa ilusión que llamamos yo se la conoce por el nombre de EGO y tiene muchos rostros: orgullo, envidia, prepotencia, miedo, ira, sufrimiento, impaciencia, abatimiento, tristeza... De esta manera, esa fantasía mental que vivimos es la que nos impide disfrutar de la paz, el amor y la alegría que en realidad somos.
¿Qué es crecer espiritualmente?
Crecer desde el punto de vista espiritual es ir disolviendo esa niebla, esa ilusión que impide sentir la belleza del ser que somos. Este proceso interior de diluir la calima creada por los pensamientos incontrolados de la mente consiste en darnos cuenta de lo que no somos. De esta manera, pasamos de seguir con la lucha del día a día y del miedo e incertidumbre por el futuro ―creados por esa ilusión―, a disfrutar de la paz, el amor y la alegría de ese otro estado que es el natural del ser; es decir, pasamos a vivir en el gozo de vivir.
¿Cómo se trabaja con este manual?
Este es un manual de crecimiento espiritual y, como todos los manuales, es fundamentalmente práctico.
Solo nos desarrollamos con lo que trabajamos, con lo que ejercitamos. Lo que nos cambia de verdad no es lo que sabemos, sino lo que hacemos con aquello que sabemos. De modo que si sabes y haces, progresarás rápidamente. Si solo sabes, comprenderás lo que vives, pero no te moverás del sitio. Es como querer aumentar tu musculatura leyendo libros de ejercicios físicos. Tienes que ir al gimnasio y realizar esos ejercicios que ya conoces; si no lo haces, olvídate de fardar de musculitos.
Aquí es lo mismo. Conocerás unos cuantos conceptos nuevos que cambiarán todas tus interpretaciones acerca de lo que vives, y luego, trabajarás mucho tu interior con varias prácticas, en especial, meditaciones y visualizaciones. Al principio será un trabajo y te costará hacerlas, pero luego terminarán convirtiéndose en un disfrute y no podrás vivir sin ellas.
El manual está dividido en tres partes: «Iniciación», «Ascensión» y «Culminación». Comienza a leerlo como un libro normal y descubrirás cómo se crea la ilusión que vives, junto con las claves de la vida que llevas. Luego sabrás lo que eres en esencia y conocerás los ejercicios fundamentales que serán los propulsores de tu crecimiento. Tras llegar al final de la primera parte (capítulo 18, «Pautas para un trabajo interior»), te detienes y sigues las indicaciones que en él se detallan. No tengas ninguna prisa por continuar leyendo, solo céntrate en practicar, en ejercitarte de acuerdo con las pautas reseñadas.
No veas este manual como un libro que hay que acabar de leer, sino como un compañero en tu viaje de desarrollo espiritual. Crecer es bastante más lento que leer, aunque muchísimo más gratificante.
Cuando te notes vivir en cierta paz acompañada de una tenue alegría y adviertas cómo tu vida se va renovando debido a tu cambio interno (nuestro exterior es un reflejo exacto de él), entonces puedes continuar con la segunda parte:
«Ascensión». Tras acabar el último capítulo, vuelves a parar y permaneces trabajando lo aprendido. Crecerás mucho con las prácticas que se explican, pero nada de ello sucederá si no has mantenido durante una larga temporada el trabajo detallado en el capítulo «Pautas». Sería como querer correr sin haber aprendido a andar: es imposible. Así que no permitas que la impaciencia por llegar te impida, tan siquiera, empezar a caminar.
Tras encumbrarte con la «Ascensión» (quédate todo el tiempo que desees en ella; es una maravilla), llegas a la «Culminación», el final de este viaje de crecimiento espiritual y donde permanecerás para siempre: viviendo en la paz, el amor y la alegría del ser que realmente eres, no en lo que creías ser.
Y el resto de tu vida será un continuo proceso de elevación y te sentirás cada día que pasa más lleno de paz, amor y alegría.
Requisitos para el trabajo interior
Son tres los requisitos para este viaje, pero se reducen básicamente a uno: tener la voluntad inquebrantable de crecer porque experimentarás en bastantes momentos fuertes deseos de dejarlo, debido al intenso sufrimiento que te asolará y te hará creer que no puedes más. En esos momentos es cuando necesitarás toda tu fuerza y tu determinación para seguir adelante y no conformarte con ser la persona que crees ser.
Recordarás que siendo niño, durante la etapa de crecimiento, todo tu cuerpo se desajustaba y sufría molestias y dolores para adaptarse al nuevo cuerpo que surgía tras el estirón. En este camino que estás a punto de comenzar, sucede algo parecido. Cuando culmines una etapa de elevación interna, experimentarás inseguridad, angustia, zozobra, miedo..., con las consecuentes ganas de renunciar. El deseo de abandonar surge porque interpretas erróneamente el mensaje que envía tu cuerpo. Ese malestar en tus adentros, en tu energía, es el indicador de que el ego se está retirando y, por lo tanto, es una buenísima señal. Te duele porque estás dejando de ser lo que eras y tu verdadero ser va tomando el control de tu cuerpo. Así que sigue haciendo las prácticas, sigue tu proceso de transformación y no vuelvas atrás.
Los otros dos requisitos, aunque no son tan importantes como este, sin ellos no llegarás muy lejos.
El primero y más evidente es tiempo para dedicarlo a tu trabajo interior. Para llevarlo a cabo, establecerás unas nuevas rutinas diarias. Tú verás cómo te organizas, pero aprovecha todo el tiempo que puedas; si es más, mejor, antes progresarás, y si es poco, también vale: es mejor poco que nada. El caso es que siempre tengas dentro de ti la intención de elevarte, de progresar.
El segundo requisito ligado al anterior es la constancia. Procura trabajarte todos los días (aquí no hay festivos ni vacaciones) durante el tiempo establecido. Al principio te costará, luego se convertirá en un nuevo hábito y tu cuerpo te lo reclamará, volviéndose todo mucho más fácil y gratificante.
Si cumples estas tres condiciones, tienes garantizado tu desarrollo y culminación espiritual porque todo lo que trabajarás aquí está experimentado, depurado y contrastado.
¿Dispuesto a descubrir y disfrutar de la maravilla que eres?... No perdamos tiempo, ¡vamos allá!