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Extractos - Danilo Hernández

Buddha Oil Painting

Consideraciones preliminares sobre la meditación

El dedo que apunta a la Luna...

Por Danilo Hernández

Durante el siglo XX se produjo un resurgir del Hatha Yoga (yoga físico) y su espectacular difusión en todo el mundo. Todo apunta a que el siglo XXI será el siglo del Raja Yoga, el yoga de la Meditación (Dhyana). El auge e interés que ha despertado en nuestros días la vía de la meditación, incluso en el estamento científico que hasta hace bien poco no le prestaba ninguna atención, no es un asunto casual ni una moda más. Es un fenómeno global que obedece a la necesidad del desarrollo integral de la personalidad humana. Un acontecimiento que camina de la mano del proceso evolutivo de la consciencia individual y social.

En el contexto de la reciente cultura «Nueva Era», el significado de la palabra meditación se ha diluido, y en muchas ocasiones se ha convertido en una especie de «cajón de sastre» donde parece caber de todo, y en el que a cualquier práctica se le asigna la denominación de meditación. En este primer capítulo comentaremos algunas consideraciones sobre las enseñanzas de la meditación, desde la perspectiva de las tradiciones espirituales milenarias en las que se originaron dichas enseñanzas. (1)

¿Qué es la Meditación?

«El Tao del que puede hablarse no es el Tao eterno...»
Lao-Tzu

Pero ¿qué es la meditación? Se podrían decir tantas cosas... aunque ninguna sería capaz de hacerle justicia. A primera vista, dada la gran popularidad que esta disciplina ha alcanzado en las últimas décadas, puede parecer innecesario pronunciarse al respecto. Bien al contrario, cuando algo se vuelve tan popular, las dinámicas de la sociedad tienden a convertirlo en un objeto más de consumo y negocio. Pasa a ser la diana de interpretaciones simplistas, deformadas, comerciales y mercantilistas. Por tales motivos, parece oportuno el hacer algunas precisiones aclaratorias.

No resulta sencillo considerar un tema tan amplio y de tanta envergadura como es la Meditación, que configura un universo de enseñanzas donde confluyen muchas tradiciones y sus variadas visiones (Yoga, Tantra, Advaita Vedanta, Budismo, Taoísmo, Sufismo, etc.). Es además un ámbito no propicio para las interpretaciones de la mente conceptual, pues rebasa su campo de acción y comprensión. Es por ello que en estas primeras páginas de introducción a la meditación nos limitaremos a señalar algún malentendido al respecto, y a describir algunas de las principales características del proceso meditativo desde la óptica del Yoga Clásico (Patanjali Yoga).

En general, a la palabra Meditación se le asignan dos significados:

  1. Meditación como «Estado de Consciencia» (Dhyana).
  2. Meditación como las «técnicas y actitudes» para acceder al estado de Dhyana.

La Meditación, en sí, es un Estado de Consciencia «no-dual» (o adual) en el que se trascienden las limitaciones de la mente conceptual y se experimenta la Realidad y la naturaleza esencial de todo fenómeno. Es una experiencia vivencial que va más allá del pensamiento lógico, racional y analítico. Por tanto, al hablar sobre la meditación lo único que podemos hacer es indicar algunas de sus cualidades y características, entendiendo que lo que se expresa es sólo «el dedo que apunta a la Luna...»

Puede decirse, grosso modo, que los términos Yoga y Meditación (2) son palabras similares que quieren expresar un estado de consciencia unificada donde se han desvanecido las fronteras entre las diferentes dimensiones de la mente (consciente, subconsciente e inconsciente). Un estado supraconsciente en el que se experimenta la Consciencia Total, o fusión de la consciencia individual en la Consciencia Absoluta (Chinmayam).

Cuando hablamos de técnicas de meditación, expresión que se ha generalizado y que todos usamos, no estamos utilizando el lenguaje más preciso. Aunque lo cataloguemos así, en realidad no existen las denominadas técnicas de meditación. Lo que habitualmente se conoce como métodos de meditación son básicamente técnicas de desarrollo de la atención, la interiorización (prathyhara) y la concentración (dharana). Aunque a muchos les pueda parecer extraño, en sentido estricto, no es posible practicar la Meditación, ya que es un estado de consciencia en el que «se está o no se está». Lo que sí podemos decir es que hay un «proceso» para sintonizarse y experimentar el estado de Meditación. Dicho proceso se sustenta en el desarrollo progresivo de la atención y la concentración. Esto no excluye en ningún modo la posibilidad de experimentar estados meditativos espontáneos (sahaja dhyana), ya que la meditación como estado de consciencia no es algo ajeno a la naturaleza humana, sino más bien su estado primordial, y por tanto le es inherente. En definitiva, cuando los principiantes decimos que practicamos meditación, forma generalizada en la que solemos expresarnos, lo que realmente estamos diciendo es que realizamos prácticas de desarrollo de la atención o de concentración.

En el proceso hacia el estado de meditación hay dos elementos o ingredientes fundamentales: la técnica y la actitud del practicante. Todos los sistemas meditativos (Antar Mouna, Ajapa Japa, Ajapa Dharana, Yoga Nidra, Chidakasha Dharana, Prana Vidya, Kriya Yoga, Tattwa Shuddhi, Atma Vichara, Samatha, Vipassana, Brahma Vihara, Zazen, Shikantaza, Mahamudra, Dzogchen, etc.) son excelentes y muy eficientes, pero ninguno de ellos llegará a cumplir su cometido si el practicante no está establecido en la actitud adecuada. Los grandes maestros de la meditación, como Buda y Patanjali, coinciden en que la práctica meditativa tiene que ir necesariamente acompañada de la observancia de los principios éticos de Sila en el caso de la tradición budista y, de Yama y Niyama en el caso de las enseñanzas del Yoga Clásico de Patanjali. Desafortunadamente, a menudo se ignora o no se tiene en cuenta dicho requisito.

Hay que entender que en realidad lo que trabaja el practicante no es simplemente un método, que es sólo una herramienta, sino el establecerse en la actitud meditativa. De hecho, cuando se llega a estar plenamente establecido en la actitud adecuada, el método deja de ser imprescindible. Entonces se vive meditativamente...

Además de los principios éticos mencionados anteriormente, la actitud que acompaña al desarrollo de la metodología meditativa es la que en el Yoga se denomina «Consciencia Testigo» (Sakshi Bhava) (3) y en el Budismo «Ecuanimidad» (Upeksha). Esta actitud consiste en observar todo lo que sucede (interna y externamente) permaneciendo no-implicado, es decir, sin generar ningún tipo de reacción intelectual ni emocional hacia lo observado. Entonces la mente se vuelve un «espejo» donde se refleja la realidad de lo observado tal como es y sin ningún tipo de proyección, interpretación o sobre-imposición por parte del observador. Este proceso de observación pura y ecuánime, donde la consciencia permanece sin ningún tipo de contaminación, despierta la compresión profunda de la Realidad y la Sabiduría.

Objetivo de la Meditación

En cuanto a la metodología del proceso meditativo, lo primero que nos recomienda el Yoga es realizar la práctica de modo constante, por largo tiempo, de forma ininterrumpida (Abhyasa) y en una actitud de no-apego o ausencia de expectativas (Vairagya). Observar ambos principios es fundamental para que la práctica llegue a buen fin.

Una vez asentado en la actitud de no-apego, la práctica meditativa puede tener variados fines en función de los objetivos y necesidades del practicante. En la actualidad, algunas corrientes occidentales (4) están interpretando el sentido de la meditación desde un marcado enfoque terapéutico, y en muchos casos como un simple medio para gestionar el estrés que tanto afecta a una parte importante de la población mundial. No cabe duda que la meditación puede cumplir estos cometidos que tienen un grandísimo valor. Pero desde la visión de los sabios (Rishis y Munis) que desarrollaron las enseñanzas de la meditación, el objetivo genuino de la práctica meditativa va mucho más allá y es mucho más profundo. Tiene como finalidad alcanzar la Sabiduría y la Verdadera Felicidad (Ananda) (5), una aspiración intrínseca a la naturaleza humana.

Buda nos explicó que el gran problema del ser humano es el «Sufrimiento» (Duhkha). Nos proporcionó las enseñanzas del «Noble Sendero Óctuple» (Sila, Samadhi y Prajña) como vía para superar el sufrimiento y alcanzar la felicidad y la sabiduría. En dicho sendero la ética y la práctica meditativa juegan un papel esencial.

Patanjali, el gran maestro del Yoga, en su famoso texto «Yoga Sutras» (Aforismos sobre el Yoga) nos explica lo mismo en otros términos. Son las cinco «Aflicciones» (Klesha) la causa de la infelicidad que padece el ser humano: la Ignorancia existencial (avidya), el Ego (asmita), el Apego (raga), la Aversión (dvesha) y el Miedo a la muerte o apego a la vida (Abhinivesha).

Avidya, es el olvido de nuestra verdadera identidad o naturaleza esencial, y es la causa que origina las demás aflicciones. Para superar avidya y «des-cubrir» nuestra naturaleza real, Patanjali nos proporciona el sistema del «Ashtanga Yoga» (6), el Yoga de los Ocho Miembros (yama, niyama, asana, pranayama, pratyahara, dharana, dhyana y samadhi). El proceso de la Meditación es la esencia de este sistema de Yoga que se concreta y culmina en base al desarrollo secuencial de tres etapas de la expansión de la consciencia (Samyama Yoga): Concentración, Meditación y Superconsciencia (dharana, dhyana y samadhi). (7)

Etapas del proceso de la Meditación

Desde la perspectiva de la práctica y de modo simplificado, el proceso hacia la experiencia meditativa puede resumirse en las siguientes fases. La primera es el desarrollo o cultivo de la Atención. Consiste en enfocar la atención en el presente, «Aquí-Ahora», erradicando así la tendencia mental de vagabundear en el pasado o en el futuro, que es lo que nos desconecta de la realidad. La Verdad y la Realidad sólo pueden experimentarse en el presente. Para ello se utilizan diferentes objetos como foco de la atención, por ejemplo, la observación del cuerpo y sus sensaciones, la respiración, los procesos mentales. etc. Todos los métodos meditativos comienzan con el cultivo de la atención.

La segunda fase es la Purificación Mental. A consecuencia del desarrollo de la atención comenzarán a presentarse de forma espontánea las impurezas o impresiones mentales (samskaras) y los condicionamientos que hemos ido acumulando a lo largo de nuestra vida, y que nos gobiernan desde las capas profundas de la mente. Establecidos en la actitud de la «Consciencia Testigo» se van reconociendo dichos condicionamientos (patrones mentales reactivos de apego-aversión, todo lo suprimido, la problemática personal no resuelta, etc.) sin reaccionar a los mismos. Así irán perdiendo toda su fuerza, se desactivarán y terminarán disolviéndose. Este proceso no requiere hacer ni forzar nada, consiste en colaborar con la propia necesidad que tiene la mente de purgarse y purificarse. La disolución de estas impurezas mentales dará paso a una forma de vivir más armoniosa, libre, creativa, amorosa, compasiva y altruista.

La tercera fase es el desarrollo de la Concentración. En la medida en que se va purificando la mente, el nivel de la atención irá «in crescendo», intensificándose hasta transformarse en estado de concentración. Del mismo modo que el agua necesita calentarse y hervir a cien grados centígrados para transformarse en vapor, la atención necesita incrementar su intensidad, hasta alcanzar un nivel óptimo en el que se convierte en concentración.

La «atención» durante el proceso meditativo consiste en un estado mental abierto en el que la energía mental se dirige a un foco (objeto) principal, aunque al mismo tiempo pueda existir consciencia de otros fenómenos que suceden simultáneamente, sin que se produzca ningún tipo de reacción hacia los mismos ni distracción del foco principal.

El estado de «concentración» representa la maduración de la atención donde la consciencia queda unificada en una sola dirección u objeto, excluyendo todo lo demás. Es un estado de unidireccionalidad de la mente (ekagrata). Un estado en el que se abandona la multiplicidad del mundo fenoménico, pero donde puede seguir habiendo interrupciones ocasionales en el flujo de la energía mental. La maduración y consumación del proceso de la concentración desemboca naturalmente en la experiencia meditativa, del mismo modo que el río desemboca y desaparece en el océano. El estado de Meditación se caracteriza por un «flujo ininterrumpido» de la concentración sobre el objeto de la meditación.

De forma similar, la maduración-perfección del estado meditativo desemboca y culmina en el estado de Superconsciencia, denominado en las diferentes tradiciones con los términos: Dharma Mega Samadhi en el Raja Yoga (Patanjali Yoga), Nirvikalpa Samadhi en el Advaita Vedanta, Anupaya en el Tantra de Cachemira, Nirvana en el Budismo, Lhun-drup en el Dzogchen, etc. En este estado ha cesado toda práctica, el camino ha concluido. Las semillas del karma (samskaras-vasanas) (8) se han consumido. La consciencia individual queda indisolublemente reintegrada en la Consciencia Universal.

No olvide el lector que todos los comentarios vertidos en este capítulo siguen siendo nada más que «el dedo que apunta a la Luna...» (9)

Notas:
  1. Las enseñanzas de la Meditación se originaron en la India bajo el nombre de Dhyana. Cuando las enseñanzas llegaron a China adoptaron el nombre de Chan. Posteriormente en Japón se denominaron Zen. (Dhyana > Chan > Zen).
  2. La Meditación (dhyana) constituye el séptimo miembro del sistema Ashtanga Yoga de Patanjali. La palabra Yoga abarca un gran conjunto de enseñanzas en las que la práctica de la meditación (en sus diferentes versiones) está presente como núcleo de todas ellas. En la actualidad, tanto en occidente como en oriente, «Clases de Yoga y Meditación' es una etiqueta que utilizan muchos centros de yoga para anunciar sus actividades. Esta etiqueta puede minimizar el significado de la palabra yoga, al identificarla casi exclusivamente con la práctica de los asanas (posturas del yoga). Es una etiqueta que también puede inducir al equívoco de que Yoga y Meditación son materias diferentes. La palabra Yoga incluye el ámbito de la meditación. La Meditación es elemento común y esencia de todas las sendas del Yoga. Quizás resultaría más precisa la etiqueta Clases de Hatha Yoga y Raja Yoga» (Yoga físico y Yoga Mental).
  3. En el Capítulo III se describen las características de la actitud de la Consciencia Testigo».
  4. Un buen ejemplo es el movimiento Mindfulness, que prescribe una versión adaptada al contexto occidental del sistema de meditación budista vipassana (vipashyana en sánscrito) y de técnicas del yoga tántrico. En torno al Mindfulness se ha generado una gran industria, similar a la que se ha creado en torno al yoga postural moderno. Un estudio excelente y exhaustivo sobre las influencias y paralelismos entre las técnicas meditativas del Tantra y del Mindfulness, puede consultarse en la Tesis Doctoral de Juan Pardo Vidal, ver bibliografía.
  5. Felicidad Transcendental.
  6. No confundir ni identificar el sistema del «Ashtanga Yoga» de Patanjali con una línea de Hatha Yoga llamada «Ashtanga Vinyasa Yoga». Son sistemas muy diferentes.
  7. El término sánscrito Samadhi literalmente significa «absorción en la Consciencia. La experiencia del Samadhi pasa por diferentes grados. Patanjali, al principio del primer capítulo de los «Yoga Sutras», clasifica el Samadhi en dos categorías principales: Samprajnata y Asamprajnata. Al final del mismo capítulo amplía y detalla esta clasificación. En general, el Samadhi puede calificarse como «Enstasis: estado supremo de consciencia en un marco de tranquilidad, en contraste al de exaltación del éxtasis.
  8. Impresiones mentales inconscientes y deseos profundamente arraigados.
  9. Para profundizar en la vía de la meditación, ayudará en gran medida el tener un profesor competente y el estudio de los textos clásicos como el «Satipatthana Sutta» (discursos de Buda sobre los fundamentos de la Atención), los «Yoga Sutras» de Patanjali, el «Vijñana Bhairava Tantra» (texto de la tradición del Shivaísmo de Cachermira), etc. Las enseñanzas de dichos textos son parte fundamental del hilo conductor de la presente obra.