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Extractos - Rafael Pavía

Conciencia Integral

Introducción por Rafael Pavía
Conciencia integral

«Yo Soy» conciencia integral

Este texto no pretende más que hacer una pequeña contribución al despertar de la conciencia. Son tantos los autores, maestros, investigadores, que han contribuido al desarrollo y despertar de la conciencia que hoy en día es imposible no hablar de una conciencia integral y para hacerlo es irremediable tener en cuenta tanto las tradiciones de Oriente como de Occidente.

Ante la imposibilidad de unificar todas las tradiciones, cuestión que no pretende este libro ―pues respeta tanto el nivel como el estado de cada cual y de cada tradición―, se trataría de comprender los objetivos y necesidades de cada persona para que esta pueda estar lo mejor orientada posible de cara a su propio despertar.

El despertar y el desarrollo de la conciencia plantea evoluciones, revoluciones y mutaciones, todas ellas encaminadas a alcanzar un estado plenamente despierto e iluminado.

La evolución es una adaptación lenta, útil para aquellos que principian en su ejercicio de autoconciencia.

La revolución de la conciencia es una conversión, un cambio de actitud y valores que nos sitúa en la dirección adecuada para ver el mundo y la vida «tal cual es», en su sentido real, ajustándose tanto a la verdad relativa como a la absoluta.

La mutación es resultado de la revolución de la conciencia. Surge de una necesidad que aparece ante una crisis que debe ser superada. Cuando la persona, y con ello la humanidad, se enfrenta a una crisis de conciencia, es que no sabe cómo enfrentar su vida; cuando se da cuenta de que todo lo que ha hecho no soluciona su porvenir, ni el provenir de sus semejantes, entonces viene la crisis. Esta será superada por algunos, y otros seguirán la estela de esos que fueron capaces de trascender su crisis, de manera que finalmente parte de la sociedad participará de los cambios y mutaciones.

Ante la gran crisis actual, es necesaria esa revolución de la conciencia, es necesario que nos impliquemos en una mutación. Y ¿qué cambio o revolución nos aportará dicha mutación? Para responder hay que abrir espaciosamente nuestra conciencia, hay que ver qué aportaciones ha generado la humanidad en los últimos milenios, así como en estos últimos 500, 400, 300, 200, y 100 años. Tenemos que examinar sobre todo estos últimos cien años y las últimas décadas porque durante los mismos hemos encontrado solución a muchas cosas; eso sí, a cambio de generar un raudal de problemas que ahora nos agobian como nunca, produciendo una crisis sin precedentes, puesto que la crisis actual es global e incluye a todo el mundo, a toda la humanidad.

Si no se encuentra solución a la crisis, esta acabará con muchos de nosotros pues la posibilidad de superarla es escasa, casi nula, aunque la esperanza es lo último que debe perderse. Es una crisis de conciencia, en la que los paradigmas actuales deberán verse y abordarse desde una nueva perspectiva. Y, al referirnos a la conciencia humana, estamos hablando de visualizar todos los paradigmas. Por ejemplo, el «tiempo», lo «temporal», ¿cómo está incidiendo y condicionando nuestra existencia? O, por ejemplo, la felicidad ¿se sabe ya qué es? ¿Es sentirse a gusto, sentirse pleno, tener una mente positiva, estar iluminado? ¿Qué es realmente ser feliz? Y la libertad, ¿es posible ser libres o nuestro genotipo condiciona hasta nuestra voluntad? La conciencia integral nos proporciona una nueva visión ante la crisis. ¿Seremos capaces de dejar de lado nuestras viejas perspectivas para abrirnos a una «aperspectiva», una visión no condicionada por nuestras propias limitaciones?

Pero hay un brote de esperanza, quizás no para todos, pero sí para algunos que, implicados en la revolución de su conciencia, puedan proporcionar alivio y esperanza al resto.

Son muchos los maestros, autores e investigadores que nos hemos dejado en el tintero a sabiendas de que «no es oro todo lo que reluce». Dejemos que cada cual sea crítico, y sobre todo autocrítico, con su saber y su ser. No se trata de ver quién tiene la razón y la mejor solución, no se trata de resolver las cosas en un año o en un par de décadas, no se trata de salvar el mundo o salvarse uno mismo. Es algo un tanto más profundo: se trata de socorrer al individuo, a la humanidad y a la Tierra que habitamos con una nueva luz.

Aunque «salvar» desde una conciencia integral es algo que trasciende nuestro «yo» individual y nuestros valores sociales o colectivos, «salvarse» se convierte en una plenitud que incluirá lo manifestado y lo inmanifestado, el nacer y el morir. La conciencia salvadora trascenderá toda dualidad existencial, pues solo así, saliendo de la dualidad mental y del «yo», podremos ver cómo trascender la crisis actual. Y enfatizo el término trascender porque se trata de un modo original, realmente nuevo, que brinda una solución salvando el obstáculo que nos mantiene limitados, confundidos, angustiados y en crisis. El trascender se convierte entonces en un alivio.

La conciencia integral constituye pues una gran apertura, una gran conciliación, un desbloqueo, una terapia universal que sintoniza con el «Todo». Para muchos la conciencia integral es como el Tao de la vida en el sentido de que toda explicación al respecto fallará en su centro. Ciertamente así sucede en el pasado y en el presente, pero cuando la conciencia integral sea asumida por gran parte de la humanidad, el Tao se aceptará de modo que será perfectamente entendible en su centro y en su periferia.

La conciencia integral no podrá ser asimilada por todos de igual modo, ni al mismo tiempo. La conciencia integral trasciende lo temporal, por lo que no hay prisa ni hay un tiempo para que sea asimilada; sin embargo, para quien no asuma la conciencia integral, el tiempo será una condición cada vez más angustiosa, pues la asfixia que produce una conciencia embotellada es agonizante. Veremos cómo el tiempo es una condición hoy por hoy demasiado limitante que nos condena a una tridimensionalidad espacial semejante a un presidio, aunque ya son numerosos los intentos e impulsos de la mutación para adentrarnos en un «sentido espacial» que incluya una perspectiva tetradimensional, que viene a ser una nueva perspectiva.

Una gran apertura

¿Cuántos límites nos hemos autoimpuesto? ¿Desde cuándo los arrastramos? ¿Es cierto que para ser feliz en este mundo hay que triunfar social y económicamente? ¿O ese mismo triunfo social y económico nos condiciona a movernos conforme a una serie de valores restrictivos, superficiales, poco edificantes y tremendamente onerosos? ¿Es quizás la vía espiritual la solución? ¿O esta es una vía de escape que pretende garantizar un final feliz a pesar de que este pueda ser costoso, restrictivo, incierto o engañoso?

¿Cómo pues podemos afrontar la crisis? La apertura que proporciona la conciencia integral es vital, tan vital como lo es la ley de gravedad.

La apertura no desestima las estructuras psíquicas, sociales, religiosas y demás estructuras que existen; la actitud de la apertura es atención, es saber escuchar, aprender, reflexionar, contemplar. La apertura no restringe, no condena, no justifica, sino que observa y comprende. La apertura puede permanecer en constante renovación, atenta a la verdad, a lo desconocido, de momento en momento.

Pero de la apertura no podemos esperar nada, puesto que si esperáramos algo de ella entonces ya no sería apertura sino un deseo esperado. Por tanto, la apertura es la gran esperanza que nada desea o espera.

La apertura es vivir sin temor, ya que nuestra conciencia integral asumió el miedo a vivir y a morir, comprendiendo que son pocos los beneficios derivados del temor o del miedo infundado. La apertura extingue el temor infundado.

La apertura no pone condiciones; tampoco las rechaza. Sencillamente no se deja condicionar por ninguna condición. Pero cuando las condiciones o el karma son inevitables, entonces las asume sin alterarse.

Una gran conciliación

La conciencia integral es conciliación, es incluyente; no rechaza ni lo bueno ni lo malo. No condena ni justifica los actos; todo acto por debajo de la conciencia integral tendrá carencias, insuficiencias, le faltará madurez.

La tolerancia debe ser para con todos, con los delincuentes, los jueces y los legisladores. Todos cometemos errores mientras no alcancemos la mínima madurez. Esta madurez se ha ido forjando durante decenios, centenares y milenios, y aún nos faltan amargos aprendizajes mientras no superemos nuestra crisis y afrontemos el desarrollo de nuestra conciencia integral.

Se puede permitir y respetar cualquier tradición, religión, idea, valor. Cada cual asumirá sus propias causas y efectos, su karma. Lo imprescindible es madurar, rectificar, perdonar, a la vez que se asume la responsabilidad propia y común.

Conciliar es aprender a ponerse en el sitio de otro, escuchando, participando con empatía. Conciliar es respetar la libertad de aprendizaje de uno y de los demás.

La responsabilidad, la libertad, la madurez, el aprendizaje, es la vía hacia la conciliación.

Un desbloqueo

La conciencia integral nos permitirá desbloquearnos. Hoy en día existen innumerables circunstancias, pensamientos, emociones, condiciones sociales, etc., que nos limitan y en gran parte nos bloquean.

No se trata de aprovechar las dificultades para superarse, aunque también eso es bueno; de lo que se trata es del resultado, de la finalidad, del objetivo. Lo primero es resolver las situaciones personales y familiares para luego contribuir en lo colectivo. Cuando uno cree que ha superado sus obstáculos pero su satisfacción no es plena ni perdurable, entonces el resultado, la finalidad o el objetivo siguen pendientes.

Los parámetros o ejemplos de vida actuales de la modernidad y la postmodernidad no han dado los resultados esperados; seguimos con problemas que nos abruman y angustian. Vamos poniendo parche sobre parche intentando resolver los problemas, pero sin perspectivas de alcanzar un resultado.

En este texto citaremos a diferentes autores que nos invitarán a comprender el significado de la mutación, esto es, de un gran cambio de conciencia. Este cambio de conciencia asumirá valores que hoy por hoy solo son quimeras o utopías.

Ahora estamos ante una situación de emergencia. Se trata de que, si no se produce un cambio de conciencia, la crisis nos pondrá en situaciones extremas y muy dolorosas. Los hippies buscaron un cambio social sin procurar primero un cambio de conciencia, fracasando así en su resultado; ahora se requiere una implicación para bien de uno mismo y de sus semejantes. Otros movimientos, sociales, religiosos o espirituales, como la New Age, han querido ofrecer vías o remedios para afrontar nuestra actual crisis, pero los resultados no son los esperados.

Desbloquearnos para encontrar un resultado cierto, válido o perdurable requerirá de apertura, de conciliación con aquello que constituye el origen de nuestra conciencia, siendo necesario dejar de identificarnos con nuestros problemas, pues tal identificación es la que en gran parte nos mantiene bloqueados.

No identificarse no significa ignorar los problemas ni huir de ellos; significa que podemos asumirlos e incluso integrarlos sin que condicionen nuestra visión, nuestra claridad, para que la conciencia pueda permanecer transparente, viendo las circunstancias desde un estado atemporal o efectivamente contemplativo. Ello nos permitirá observar los problemas en su realidad temporal, finita, lo que nos aportará un final, un resultado que no será a corto plazo, no temporal. Dejaremos a un lado los parches y permaneceremos en un estado lúcido, clarividente, objetivo. Este estado es una nueva luz que nos permitirá mutar hacia la conciencia integral.

Una terapia universal que sintoniza con el «Todo»

Cuando nos referimos a una «terapia universal que sintoniza con el Todo» no estamos hablando de una cura temporal, de un parche o placebo. La conciencia integral no ofrece un remedio circunstancial, puesto que plantea una esperanza sin deseos. Este hecho rompe con nuestra actitud de remediar lo irremediable, de dar esperanza a lo insalvable; en la revolución de la conciencia se deben asumir el dolor y el sufrimiento, propio y ajeno.

La terapia universal deberá afrontar la crisis de la vida y la muerte, la juventud y la vejez, etc. La conciencia integral no se queda solo en lo personal, puesto que entonces dejaría de ser integral. Es una terapia que sintoniza con el Todo.

La terapia que aporta la conciencia integral no es «para mí» o solo «para mí», pues solo puede funcionar mediante la compasión universal. Por tanto, en lo psicológico, la terapia o curación no se encasquilla en un «yo», en una individualidad separada de sus semejantes y de todo aquello que la rodea.

Esta terapia es universal, lo que implica que en la medida en que nuestra conciencia integral adquiera lucidez, un estado transparente, el «yo dual», ese «yo que nos separa de todos y todo» formando un yo y un tú separado, se irá disolviendo. Este «yo» es una parcela individual que nos limita, nos condiciona, nos embotella. En ese «yo» con su parcela individual vivimos todas nuestras tragedias, dramas y comedias.

Cuando mutamos, la conciencia se emancipa hacia lo universal, hacia la totalidad que todo lo incluye, que todo lo abarca, sin restricciones, de forma ecuánime, compasiva.

En estos últimos tiempos vemos cómo los ejecutivos de las empresas han cambiado su planteamiento competitivo 14Conciencia integral para pasar a un cooperativismo que requiere una integración interdisciplinar, cuestión que fue originada en gran parte por la ciencia cognitiva. De ese modo se ha pasado de una participación individualista, fundada en la competitividad del «yo», a una cooperación pluralista. Pero tal cooperación pluralista aún no se encamina hacia un resultado adecuado, puesto que los intereses empresariales actúan dentro de las condiciones del ego.

El pluralismo no es conciencia integral. Aun aceptando la pluralidad de razas, culturas, pensamientos, ciencias, y aplicando un trabajo interdisciplinario, hoy en día es un hecho que para las empresas queda pendiente el desarrollo de una verdadera conciencia integral. Esto es un objetivo de trabajo tanto en lo personal como en lo colectivo. La integración permite que lo individual, en plena y absoluta libertad, participe de la compasión universal, siendo esta la madre de todas las terapias.

Conclusión

Espero que este trabajo pueda motivar a una búsqueda más clara y objetiva que nos permita alcanzar un resultado perdurable de superación de nuestra crisis humanitaria.

Nos toca hacer un ejercicio de autoconciencia en el que el ser y el saber constituyan las dos columnas que sujeten el templo de una conciencia cósmica común. Esto que puede sonar muy rimbombante es una utopía que ya fue propuesta por los masones, y que asumió la Revolución Francesa con su grito de: «Libertad, igualdad y fraternidad». Los templos masones se sostienen simbólicamente por dos columnas (Jakim y Boaz), una solar y otra lunar, que a su vez representan el amor y la sabiduría.

Los masones, los rosacruces y los alquimistas contribuyeron al desarrollo de la Historia de la humanidad procurando que el estado de conciencia mental pasara a lo trascendente. Ahora son tiempos diferentes que requieren urgentemente de un cambio de conciencia, y para ello hay que incluir e integrar a todas las luces que nos alumbraron en Oriente y Occidente a lo largo de toda la Historia.

Pero lo fundamental en la conciencia integral no son las luces que nos alumbraron y alumbran; lo fundamental para alcanzar la conciencia integral es que todos reconozcamos la misma «luz».

En una noche estrellada, son muchas las estrellas que brillan. Unas brillan más que otras, y uno tiende a fijarse en la estrella que más luce en el cielo; pero si dejáramos sola a esa estrella brillando en la noche, el cielo perdería su encanto y su belleza, así como su infinitud. Por eso lo importante no es la luz de cada estrella, sino reconocer la luz que hace brillar a todas las estrellas.