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Extractos - Jac O'Keeffe

Auto-indagación

Auto-indagación

Por Jac O'Keeffe

Auto-indagación simplemente significa indagar dentro de ti para averiguar quién o qué eres, orientando la atención investigadora hacia dentro. Cuando esta práctica se emprende correctamente, se produce una experiencia directa del estado natural, del Ser. Al principio la auto-indagación es intelectual, porque hay una técnica parcial que tiene que ser entendida. Al comienzo de la auto-indagación hay que hacer un esfuerzo por habitar en el Ser. Con el tiempo, esto da lugar a un habitar natural. Hay que dar la vuelta al estado no natural de la mente enfocada hacia fuera para que se enfoque hacia dentro, y ése es el único esfuerzo. La mente cree que tiene algo que hacer para realizar su verdadera naturaleza. Sólo tiene que estar aquietada, no involucrarse con los pensamientos, y después hay que dejarla a un lado. Como la mente es un reflejo del Ser, depende totalmente del Ser. En primer lugar esto debe ser comprendido y después realizado.

La explicación de la auto-indagación está llena de paradojas. No es posible evitarlas mientras usemos el lenguaje para ir más allá de la mente. Lo finito puede describir lo infinito pero, en el proceso de ir más allá del infinito, la mente se vuelve redundante y deja de existir. Esto ocurre a pesar de ella, porque no puede ir más allá de la existencia. La mente busca experiencias para validar su existencia. Su propósito es perpetuar su existencia, de modo que no puede rendirse y no se rendirá voluntariamente a su propia aniquilación. La mente querrá venir contigo en la auto-indagación, e intentará hacerlo inicialmente. Con este fin es probable que establezca una lista de qué hacer, qué sentir, qué esperar y cómo experimentar. Evaluará cómo te está yendo y clasificará la auto-indagación como una práctica espiritual, considerando sus hallazgos como fenómenos interesantes.

Mientras indagas internamente, si ves luces y colores, recházalos. Son conceptos. Si te encuentras con seres angélicos o guías espirituales, recházalos. La mente tiene muchos trucos. El Absoluto no contiene manifestaciones, ni conceptos ni imágenes, ni «yo» ni el otro. Cuando tienes una experiencia de cualquier tipo, lo único que ocurre es que tu imaginación está activada. Eso no es auto-indagación, sino la mente haciendo lo que acostumbra hacer. La mente percibe lo que está más allá del Yo Soy como vacío, en blanco y estancado, porque ella no puede ir más allá de los fenómenos. Si piensas que comprendes la auto-indagación, que ya has llegado, que has encontrado el santo grial, que sabes hacerlo, entonces no has tocado nada más allá de la mente. Has profundizado en la creatividad de tu propia imaginación. Incluso el deseo de realizar el Ser se asegurará de que tu atención se mantenga en el reino de la mente. La mente interpreta este tipo de auto-descubrimiento y de cuestionamiento interno como otra oportunidad de involucrar al experimentador en experimentar una experiencia. La auto-indagación no es y no puede ser una experiencia. El Ser sólo puede ser intuido en ausencia de la mente. Cabe esperar que la mente rechace esto con vehemencia, puesto que no querrá afrontar el hecho de que su misma presencia es el mayor impedimento para realizar esta indagación.

La auto-indagación es tan simple y fácil que podemos pasarla por alto. En la sociedad se ensalza tanto el esfuerzo que, al principio, no esforzarse puede resultar confuso. Muchas escuelas de pensamiento espiritual afirman que la humanidad tiene mucho camino que recorrer para alcanzar una resolución o una evolución satisfactoria. Raras veces se cuestiona esto. Se acepta como verdad y, al creerlo, se trae a la existencia. El viaje evolutivo no existe, y la idea de que la evolución puede llevar muchas vidas no es cierta. Si crees que tienes mucho trabajo que hacer para transformarte —que encontrarás tu auténtico ser al final de tu matrimonio disfuncional, de tu ansiedad o de tu pena—, esto no es así. Tú eres el testigo de todo esto. Pero si crees que tienes que viajar cierta distancia, entonces encontrarás lugares a los que ir, libros que leer, seminarios y cursos a los que asistir y un viaje que realizar.

El pensamiento «yo» es la fuente de todos los pensamientos, porque no puedes tener un pensamiento sin el pensador. Todos los pensamientos surgen en la conciencia, y tu mente te hace creer que los pensamientos que alberga son tuyos. Todos tus pensamientos guardan relación contigo: tus opiniones, tu vida, tus esperanzas, tus sueños, tu carrera profesional, tus ideas y creencias. La identificación no puede ocurrir si no hay un sentido de «yo» y «mío». En realidad no hay tuyo ni mío. Los pensamientos son pensamientos, pero puedes apropiarte de ellos activando la perspectiva personal y subjetiva del ego. Esto ocurre, por ejemplo, cuando crees que estarás mejor sin pensamientos. El deseo de controlar los pensamientos es, en sí mismo, un pensamiento. Incluso cuando observas los pensamientos, si prefieres no estar apegado con respecto a estar apegado a ellos, eso también es la mente. ¡Uno puede estar firmemente apegado a la idea de no estar apegado! Tener preferencias de cualquier tipo es mente. Para creerte la historia que te presentan tus pensamientos, debes, a algún nivel, desear adueñarte de ellos. Así consolidas la idea de que hay un pensador que necesita esos pensamientos. De ahí que cada pensamiento tenga su origen en el pensamiento «yo». La auto-indagación le dirige a uno a la fuente del pensamiento «yo».

Aquiétate, mantente inmóvil, no participes en ningún pensamiento, de momento deja la actividad mental a un lado y dirige tu atención hacia la fuente del pensamiento «yo». El pensamiento «yo» es el pensamiento personal original, y por tanto, es la mente misma. Dirigir tu atención a la fuente del pensamiento «yo» te lleva a algo interno que está detrás, es anterior a o está más allá de la mente. Plantea la pregunta: «¿De dónde surge el pensamiento yo?» Es la fuente de todos los pensamientos y, al intentar localizar la fuente del pensamiento «yo» más íntimo, descubrirás que no es más que un concepto. La fuente de todo pensamiento no tiene existencia separada: una sensación de la nada que te conduce al Ser Puro.

Plantéate la pregunta: «¿Quién está teniendo este pensamiento original?» En palabras de Bhagavan Sri Ramana Maharshi (1879-1950), pregúntate internamente: «¿Quién soy yo?» ¿De dónde ha surgido esta pregunta? Mira dentro y averigua de dónde ha surgido el «yo». Esta pregunta le da la vuelta a tu visión. Cuando hayas resuelto esto por ti mismo y confirmes tus hallazgos con absoluta claridad, habrás resuelto todas las demás preguntas que puedas concebir. Estas preguntas no tienen respuesta. Llegar a una respuesta descriptible sería una elaboración conceptual de tu mente. Deja de leer y establécete en tu interior ahora mismo. Puedes realizar esta indagación en este mismo momento. Ve adentro y pruébalo por ti mismo. Mira si puedes localizar la fuente del pensamiento «yo» o pregúntate: «¿Quién soy yo?» A ver qué averiguas.

Es de sentido común saber que no puedes señalar nada, ya sea un objeto o una imagen, y afirmar que tú eres eso. Si ves un objeto, estás a cierta distancia de él, de modo que él no es tú. Por lo tanto, debes ser más sutil que esto. En esta búsqueda o indagación, encuentra a qué te refieres cuando dices «yo». Durante mucho tiempo has aceptado que este «yo» es real, de modo que ahora localízalo. Enfoca tu atención y mira si eso a lo que tú te refieres con el nombre de «yo» puede ser hallado. No compliques esto, es simple. Inicialmente habrá resistencia a esta búsqueda interna, pues muchos aspectos de la personalidad no quieren descubrir la verdad. No renuncies y no aceptes una respuesta conceptual. Si surge un pensamiento como tuyo, has de saber que no puede existir sin la presencia de tu ego o «yo» personal. Reconoce lo que está en juego y deja que los pensamientos pasen. No los consideres reales. Cuando se presenta el pensamiento «yo», tú, él y ella aparecéis como entidades separadas. Mira si el pensamiento «yo» hace referencia a una entidad tangible. Aparte de como sujeto de los pensamientos, ¿existe este «yo»? Si se emprende esta indagación correctamente, verás que todas tus ideas y creencias con respecto a los demás no son entidades tangibles. No son más que conceptos. Todos son lo mismo en esencia y distintos en expresión, nada más. Si dejas que el pensamiento «yo» se disuelva, todas las diferencias deben desaparecer (y desaparecerán).

Este descubrimiento no es un ejercicio intelectual o académico. Si te limitas a aprenderlo, lo perderás todo. Descubre por ti mismo que no puedes ser aquello que observas. De modo que mantente como testigo y deja que todo vaya y venga. Descubrirás que surge una paz que asienta tu atención en la calma. La observación se hace sin esfuerzo. Mira para ver qué eres tú, dónde estás tú, quién eres tú, y verás que no hay una sustancia tangible e identificable que seas tú. Y tampoco hay un lugar donde puedas ser hallado. Descubrirás que sólo tu condicionamiento te dice que este «yo» es real. El «yo» que se resiste, que se siente separado y que tiene una historia es un pensamiento. Ese «yo» o mente no tiene más sustancia que cualquier pensamiento: todos son pensamientos. La personalidad en sí sólo es una idea que existe dentro de ti. Ninguna de estas cosas es tangible, ninguna de estas cosas es real. Contémplalas como un juego dentro de la creación. No hay «yo», no hay «mío», y todo lo «mío» es un derivado de estos conceptos. Tú eres vacío. No des identidad ni etiquetas a esta experiencia directa. Se está produciendo la búsqueda, pero no hay un «tú» involucrado en la actividad de ver. Permanece indefinible. No hace falta involucrarse con nada de lo que surja. Los miedos a explotar, arder o desaparecer también pueden luchar por captar tu atención. Ahora no te involucres con ningún pensamiento en absoluto. Lo que explota, arde o desaparece no puedes ser tú. De este descubrimiento surge una sensación natural de paz y bienestar.

Estar vacío de esta manera es completamente natural. Este estado natural no requiere protección. Tú eres la paz que buscas y no hay condiciones. Descubrirás que la mente misma se desliza de manera natural en una paz infinita. Involúcrate en este maravilloso descubrimiento por ti mismo ahora, puesto que lo único que puede hacer este libro es presentarte conceptos que señalan hacia la verdad, pero no puede presentarte a ti a ti mismo. No te identifiques con la mente que está llena de dudas diciendo: «Aún no estoy allí» o «simplemente leeré hasta el final y después empezaré la auto-indagación.» No busques ninguna experiencia. No hay ningún suceso que tenga que tener lugar. La comprensión última está presente y está vacía.

El pensamiento «yo» es la raíz de todos los pensamientos que pueden ser pensados. Así, la mente no es otra cosa que el pensamiento «yo» y, por lo tanto, la mente y el ego son lo mismo. De esto se deduce que el «yo» individual no es otra cosa que ego. Cada vez que pronuncias una frase que comienza con «yo soy...», afirmas la creencia en tu existencia. Identificarte a ti mismo como individuo te perpetúa como objeto. Pero tú eres el sujeto, y sólo existe el sujeto. Si crees que hay un tú independiente que existe como entidad separada, entonces indaga exactamente quién y qué existe. Descubre quién es este «yo» al que te refieres como tú mismo. Descubrirás que, al retirar este pensamiento primario, todos los demás pensamientos y conceptos se aflojan y pueden ser erradicados. Entonces, ¿qué queda? El Puro Ser. Esto no se experimenta conscientemente porque no se encuentra un centro objetivo. No se localiza ninguna forma, sin embargo, de algún modo, hay un vacío intuitivo. Junto con este reconocimiento surgen una paz y una alegría inmensas. Tú no puedes ser aquello hacia lo que puedes apuntar ni lo que puedes experimentar. Tú eres lo primario, el Ser. Esto se revela bellamente y con absoluta claridad a partir de la quietud. Pruébate internamente que tú eres el Ser, sin sombra de duda. Es posible que surjan pensamientos, pero no serán significativos. Esto se debe a que el que está interesado en los pensamientos, a quien todos los conceptos impactan, simplemente no está aquí. En este estado natural que está más allá de la mente, lo que anteriormente fue una relación pegajosa con el pensamiento ahora se ha roto.

Al abandonar y destruir todos los pensamientos «yo», la auto-indagación también debe destruirse. Al disolver el «yo», ya no hay nadie que plantee la pregunta de la auto-indagación. Por lo tanto, no puede haber respuesta a la pregunta. Tú eres la respuesta a la pregunta: no un «tú» individual y conceptual, sino quien tú eres más allá de los conceptos, de los pensamientos, de las ideas y de cualquier cosa creada por la mente. La auto-indagación produce la muerte del «yo» personal. Al preguntar: «¿Quién soy yo?», se produce un silencio sin respuesta. Llegar a una respuesta denota activación de la mente. Cuando no hay mente, no hay duda; hay un profundo silencio. No hay un tú que pueda reivindicarlo, contenerlo, describirlo, tener una comprensión con respecto a él. Ni siquiera puedes recordarlo, y no guardas un recuerdo que puedas visitar internamente. Sólo el ego necesita memorias para jugar con la identificación, que guarda relación con el pasado y el futuro. En el Ser, no hay necesidad de tales impresiones, ni de registrar nada. Estas son funciones de la mente. Así, nadie puede pretender conocerlo, porque en el Ser no hay nadie. Es imposible registrarlo como experiencia, puesto que la mente es el trasfondo necesario para la experiencia. Hace falta alguien para realizar esa reivindicación. Cuando surge el concepto del individuo, la separación toma forma, y volvemos a estar en el mundo de la mente. Estamos contando la historia de alguien que tuvo una experiencia. Eso no es la experiencia directa del Ser, eso es mente.

Plantea la pregunta: «¿Quién soy yo?» Este indicador es útil y eficaz para muchos. Una vez usado, abandona el indicador. Aferrarse a la pregunta no es otra cosa que la mente buscando el control. Plantea la pregunta y deja que el resto se revele ante ti. Deja que la pregunta se disuelva y deja que el preguntador se disuelva. Lo que queda es lo que tú eres. Sin esfuerzo y Absoluto. La auto-indagación te sacará del drama que surge cada vez de la identificación con los pensamientos. Si inicialmente autoindagas a cada oportunidad preguntando: «¿Quién soy yo?», o «¿quién está enfadado?», o «¿quién está esperando al autobús?», o «¿a quién le ha molestado ese comentario?», o «¿quién está sufriendo este dolor?», esto te ayudará a salir del drama de tu propio condicionamiento a la observación, y después más allá, a la Realidad.

Cuando la práctica es intensiva, la auto-indagación se vuelve agotadora, pero a partir de ese punto empezarás a encontrar un modo y un ritmo que serán apropiados para ti. La conciencia se asegurará de que encuentres un equilibrio. Deja que la pregunta: «¿Quién soy yo?» se establezca profundamente en ti hasta el punto de no poder tener otros pensamientos. Este cuestionamiento no puede tomarse a la ligera. Requiere mirar activamente con plena atención. Mira adentro y pregúntate constantemente: «¿A qué está apegado ahora mi sentido del yo?» Mira el concepto o la intención y observa. No te identifiques. Se hará evidente que lo que estás observando es un movimiento en el espacio de la conciencia, y que tú no eres eso. Has de saber que no puedes tener conocimiento espiritual sin desviar y disolver la atención a través de la auto-indagación. El esfuerzo mental no es suficiente. Lo que surge como «yo» debe ser experimentado directamente para llegar a la certeza de su verdadera naturaleza. Cuando esto se comprende internamente, viene la aniquilación del preguntador. Al principio, la auto-indagación será una actividad mental. Date cuenta de esto, trabaja y atraviesa esa fase. La certeza de que tú eres el Absoluto se consolida. El ego se va disolviendo cada vez más y la identificación con los pensamientos pierde potencia. Con la auto-indagación se produce el adelgazamiento y la disipación natural de los antiguos hábitos, pautas de pensamiento y obsesiones, y si la mantienes con continuidad dejarás de crear nuevas distracciones mentales. Cada vez que te remites al Ser, están presentes la frescura, la libertad eterna y el espacio que tú eres.

La idea de que de algún modo estás separado sólo surge de tu mente. Cuando trates de encontrar la verdadera naturaleza de tu mente, descubrirás que no hay mente. Cuando permaneces en el Ser, la mente no está en ninguna parte. Por lo tanto, preocuparse por algo que sólo es un pensamiento no tiene ningún sentido. Una vez que la mente acepta el hecho de que no tiene un poder propio, sino que lo que la permite funcionar es un poder superior llamado Ser, cederá y se disolverá en el Ser. Sólo hay un movimiento sutil de la atención para examinar dónde se origina el pensamiento «yo» dentro de ti.

No hay un puente al Ser porque no hay brecha entre el Ser y cualquier otra cosa que pueda existir. Tú eres el Ser. Creer que eres otra cosa genera dolor y sufrimiento. No hay lugar adonde ir ni nada que hacer para hacerte ser más de lo que ya eres. Cómo te experimentes depende de ti. Hacer de la auto-indagación otro ejercicio espiritual no hace sino generar otro hábito mental. Lo mejor es relajarse, quedarse callado y dejar de involucrarse con los pensamientos. Todo se despliega de manera natural, revelando la verdad mediante un poder que se encarga de todo lo que surge en la conciencia, junto con la conciencia misma. Todas las cosas vienen y van, déjalas. Eso dentro de lo cual las cosas vienen y van permanece inafectado. Retira tu atención de todo lo pasajero. Lo que queda nunca vino de ninguna parte. No puede ser experimentado ni por un segundo. Es el Ser Absoluto.

Teniendo la experiencia directa del Ser, ¿es posible jugar a ser pequeño e identificarse con historias nimias de gustos y aversiones, deseos y juicios, de tu mente personal? Los conceptos forman parte de todo lo que es. Forman parte de la conciencia y considerarlos verdaderos genera dificultades. En el abandono inevitable de cualquier idea que tengas con respecto a ti mismo, descubrirás que la más rígida de las creencias es la creencia de que eres un cuerpo. Abandona todo lo demás y descansa en lo que eres. Frases como «yo soy el que soy» o «yo no soy eso» pueden ser útiles, pero no dirigirán tu atención hacia el Ser. Para la mayoría de los que emprendemos la auto-indagación, la pregunta «¿Quién soy yo?» nos dirige a un tesoro maravilloso. Encontrar la fuente del pensamiento primario —del pensamiento «yo» — revela el núcleo. La auto-indagación no es un proceso ni una práctica. No hay pasos. No puede conducirte a alguna parte. Simplemente te orienta en una dirección que te permite mirar y ver desde el lugar del que surge la pregunta: «¿Quién soy yo?» Sin pensar, sin esfuerzo, la raíz de tu mente queda cuestionada.

En ausencia de cualquier concepto de lo que eres y lo que no eres, el Ser es. Se descubre que eso que dice «yo» en ti no es nada más que otro pensamiento. Tú eres anterior a este pensamiento «yo» original. Averigua quién está observando este «yo» y quién es el veedor último de eso. Cuando puedes observar algo o apuntar hacia algo, está claro que tú no puedes ser eso. Así, en este sentido, tú tampoco puedes observar el Ser. No hay un reconocimiento del Ser. Experiméntalo directamente. Permanecer en el Ser es un indicador que se ha de usar y descartar, porque nadie puede permanecer en él. Tú no puedes estar en él. ¿Cómo podrías estar en lo que eres? Tú eres lo que eres. Lo que eso es exactamente espera una y otra vez que tú lo descubras. Cuando hay experiencia directa, no hay un tú que experimente, sólo la experiencia es, en su forma pura. De modo que no puedes estar en ella y, por consiguiente, tú tienes que ser ella. Es esto hacia lo que apunta la frase «permanecer en el Ser». No puedes convertirte en él. El Ser ya es lo que eres, y nunca puede devenir más ni menos de lo que es. De modo que sé lo que eres, porque la pregunta «cómo» no puede aplicarse a nada de esto. El «cómo» siempre surge de la mente. El Ser no puede conocer al Ser: está incluso más allá de la unidad, y se dice que la unidad está más allá de la separación y de la unificación. El Ser sólo puede ser el Ser y, por tanto, sé lo que no puedes dejar de ser. Ser lo que eres es totalmente satisfactorio. No es que tú, como persona, te sientas pleno, sino que la plenitud Absoluta surge en la trascendencia de todas las ideas con respecto a quién creías ser. No es que cambies tu identidad de ser un individuo a ser el Absoluto. Mira y compruébalo por ti mismo. Sólo hay lo Absoluto y tu imaginación. ¿Cuál de ellos eres tú en esencia? La satisfacción que surge del Ser es tan completa que no hay interés en nada más, en nada fenoménico. No hay dependencia del cuerpo, ni de los sucesos de tu vida, ni de ninguna cosa que pueda ser experimentada. Esto se debe a que no hay un «yo» individual que tenga que ser satisfecho. Lo que eres es felicidad, libertad total y absoluta más allá del concepto de libertad. El cuerpo físico se queda totalmente relajado, disfrutando una gran comodidad que fluye como consecuencia de permanecer en tu estado natural.

Si esto te suena a verdad, si estos indicadores te dirigen hacia eso que eres, entonces, ¿dónde reside el propósito de la sanación espiritual o de la religión? Si te has dejado atrapar creyendo pensamientos de que estás roto, de que necesitas ser curado, arreglado, comprendido, observado, ¿no están dichos pensamientos cargados de identificación? ¿Te sirve de algo continuar con una identificación tan burda? Cualquier experiencia que la vida pueda presentarte, más allá del hecho de experimentar, sólo puede convertirse en un pensamiento dentro de un pasado que no existe. Disolverlo, soltarlo, cortar los vínculos con él, todos ellos son simples conceptos dentro de la conciencia y no tienen nada que ver con el conocimiento espiritual. La industria de la curación, los ángeles y el trabajo con los chacras, las iglesias y las religiones y los rituales no son rutas que conduzcan a la verdad. Sólo ofrecen experiencias. Todo lo que existe forma parte del juego de la actividad dentro de la conciencia, que lleva experiencias a quienes las buscan. El trabajo espiritual y terapéutico puede ayudar a cambiar el pensamiento limitado con respecto a cómo funcionan las cosas. Pero sólo puede reemplazar un conjunto de pensamientos por otro. El conocimiento espiritual puede obtenerse instantáneamente. No hace falta gastar dinero, no hay lugar donde ir ni criterios que satisfacer. A pesar de todos estos constructos mentales, experiencias y ocurrencias en la conciencia, el Ser permanece inmutable. Todas las experiencias existen únicamente para tu disfrute.

El orden tradicional de la evolución de la mente desde la espiritualidad hacia un cuestionamiento más profundo comienza enfocándose en un objeto externo, como una imagen de Dios/gurú, o repitiendo un mantra. En todo momento prevalece una perspectiva dualista. Hay un sujeto y un objeto. Por lo tanto, la creencia en ambos exige creer en la separación. No obstante, ésta es una metodología útil para entrenar la mente a enfocarse singularmente. Cuando la mente se concentra en un pensamiento, todos los demás desaparecen. A medida que la mente se vaya afilando de esta manera, descubrirás que al mismo tiempo te vas retirando de los objetos externos en todos los aspectos de tu vida, y te das cuenta de que nada externo te satisface, y la atención permanece en el sujeto. Entonces, lo principal es descubrir quién es el sujeto, quién es este «yo». Se comprende que los deseos son el juego de la mente. En el cuestionamiento con respecto a de dónde surge esta idea del «yo», y en la fusión subsiguiente con lo que se encuentra, se revela que sólo existe el sujeto. No hay segundo, no hay objeto, y esto resuena como verdad más allá de los conceptos de sujeto y objeto. Así, queda claro que considerar a Dios como algo externo a uno mismo es una imagen mental, un mero juego de la mente.

Mientras Dios sea personal, ese Dios personal debe ser externo a uno mismo: la mente personal creyendo en un Dios personal lo trae a la existencia. Mientras creas que eres tu cuerpo, percibirás que los demás existen independientemente como las formas que presentan. Asimismo, si Dios es una forma para ti, primero debes creer que tú eres una forma. Más allá de la mente identificadora y, por lo tanto, más allá de la forma, la esencia de todo es la misma. Así, una imagen de Dios no es diferente de Dios cuando te das cuenta de que la forma no es sinónimo de la esencia. Por lo tanto, hay divinidad y sacralidad en cada cosa, manifestada e inmanifestada; todo es lo mismo en esencia y diferente en expresión. La Divinidad Absoluta es el Ser: no tiene ni nombre ni forma. No tengas la impresión de que el Ser puede ser un Dios personal. El Ser es Absoluto; es divinidad sin nombre ni forma. Es la realidad de la que todo surge y en lo que todo se volverá a fundir. Incluso un santo, gurú o un Dios personal que te parezca real emerge de vez en cuando a la conciencia desde lo informe y sin nombre. La aparición en la forma depende de la conciencia. En último término, todas las formas retornan al Ser del que vinieron, y el Absoluto no depende de nada.

Entonces, ¿qué te aportará felicidad? Es posible que estés familiarizado con experiencias temporales de felicidad pero, llegados a cierto punto, eso no es suficiente. Si quieres ser feliz, pregúntate: «¿Quién es el que quiere ser feliz?» Es la mente la que desea felicidad, y es la mente la que quiere sentir el Absoluto, descansar en la Paz Absoluta y en la Alegría. Pero, ¿cómo puede la mente sentir eso que es permanente? La Presencia Permanente puede ser sentida directamente cuando la mente se aquieta. No resulta difícil dejar la mente a un lado una vez que se relaja y tranquiliza. Cuando la atención está disponible, eso que es permanente se revelará, porque no hay «nadie» que lo interrumpa. Sólo la mente interrumpe la corriente espontánea del Ser. Asimismo, has de saber que la paz que puede ser alterada por un pensamiento no es la Paz Absoluta. La mente no puede llevarte al conocimiento directo del Ser. Al Absoluto no le afecta lo que viene y va, es constante e indiferente a todas las condiciones.

Si hubiera indicadores concluyentes hacia el Ser, sin duda esa sería una información bien conocida. La conciencia se ha estado desplegando desde el principio del tiempo. Su venida a la existencia creó como contexto el tiempo y el espacio. A la conciencia no le molesta lo que se despliega, tanto si tiene forma como si no. No le preocupa nada ni emite juicio alguno sobre nada. Acomoda la existencia de todo lo que puede ser creado, de todo y de su opuesto. Cada pensamiento que pueda ser concebido tiene lugar en la conciencia. En todo momento, la conciencia misma no se ve afectada. La conciencia no se apresura a llevar la creación hacia una resolución. Su naturaleza es indagar en sí misma, pero no hay conclusión, ninguna respuesta que pueda satisfacerla. La conciencia nunca se resolverá a sí misma, porque eso es imposible. Tienes la opción de bajarte del tiovivo cuando entiendes y conoces la verdad de este juego de la conciencia, el leela o juego de la creación.

La conciencia surge del Ser, y en ningún momento deja de ser el Ser. Cualquier cosa que sea identificable aparece en ella. Todo lo que tiene forma es una expresión única de la esencia esencial que es el Ser. Entonces, ¿cómo puede haber una vuelta a casa, una reconexión con la fuente o Dios?Todas estas ideas son conceptos. La idea de que estás separado en algún sentido sólo puede surgir en tu mente. Cualquier sentido de separación es un constructo que emana del pensamiento «yo». Cualquier experiencia de separación es falsa y está basada en creencias aprendidas y condicionadas. En todo momento hay un orden natural en el flujo de la conciencia. Todo se despliega a su hora. Haz aquello que te sientas atraído a hacer. Y si te sientes atraído hacia la inactividad, no hagas nada. Después de todo, literalmente sólo necesitas comida, abrigo y ropa. El despliegue de la experiencia continuará: conoce la verdad, recuérdala si tienes que hacerlo y disfruta de lo que se presente. No hay nada que puedas hacer para acelerar la comprensión de quién eres. La vida no es un obstáculo para conocer la verdad. Los pensamientos que piensas que son tuyos no lo son en absoluto. Esta idea de propiedad surge de tu creencia de que existes como una entidad separada. Los pensamientos de que quieres hacer las cosas bien, y resolver las situaciones, y habitar en el Ser no son más que la mente haciendo sus cosas, generando deseos. Pensar que necesitas tiempo, silencio o cualquier condición para que se despliegue dentro de ti el conocimiento espiritual es una actitud que no sirve. No hay pensamientos que sean de más calidad que otros, eso también es un concepto. Todos los pensamientos simplemente pasan. Que los hagas tuyos o no es tu manera de jugar en el esquema de las cosas. El descubrimiento del conocimiento espiritual no es un nuevo proyecto para tu distracción. Pasa por alto estos juegos mentales y quédate vacío: mantente aquietado y deja de ser un pensador.

Si surgiera en ti la idea de que la auto-indagación es un ejercicio solitario, si pensaras que la soledad forma parte de este despliegue, entonces has de saber que el concepto y la experiencia de la soledad son creados por la mente. El Ser no tiene lugar alguno para la soledad, nada está separado de él. Recuerda que el Ser no puede cometer errores, pero la mente sí. Sólo se presenta el sufrimiento cuando te identificas como alguien que puede ser afectado por las experiencias, como alguien cuya existencia depende de cómo ocurren las cosas. Tu ser es Dicha. Siempre lo ha sido. Si estás aquietado, es posible que tu mente deje de buscar tu atención. Con una mente pura y aquietada, lo único que queda es la verdad de tu naturaleza. Por medio de la auto-indagación, en contacto directo con el Ser, es como si volvieras al lugar del que nunca saliste. Al ver que tú eres el primero y el último, que eres anterior y estás más allá, queda claro que la luz de este conocimiento directo no puede convertirte en nada.