Libros - Maestro Wen
Wen zi
«Maestro Wen»

El Wen zi («Maestro Wen») es un clásico taoísta escrito hace más de veinte siglos. Consta de doce libros, a lo largo de los cuales se comentan diversos pasajes del Tao Te Ching (Lao zi) y otros clásicos como el Zhuang zi, el I-ching (Libro de los cambios) y el Meng zi.
«Maestro Wen» expone y desarrolla las doctrinas de la vacuidad y de la debilidad (el principio femenino), así como los métodos taoístas de gobernanza basados en el wuwei (la no-acción o no-intervención). Sus ideas influyeron en otros destacados filósofos, principalmente su interpretación de la benevolencia como «desinterés» y «amor universal».
En la dinastía Tang, el Wen zi alcanzó la misma estimación que el Lao zi, el Zhuang zi y el Lie zi, con los que formó una tetralogía de clásicos taoístas.

Iñaki Preciado Idoeta (Madrid, 1941)
es un reputado traductor del chino y del tibetano, además de uno de los mayores conocedores hispanos de estas dos culturas. Doctor en Filosofía, primer traductor de la Embajada de España en Pekín y pionero de la moderna sinología en lengua española. Ha traducido al castellano el Libro del Tao o Tao Te Ching (premio nacional de traducción), el Zhuang zi y el Lie zi, ambos publicados por Editorial Kairós; así como numerosas obras de literatura, clásica y moderna. Entregado al estudio de la lengua y cultura tibetanas, en 2008 se ordenó monje bonpo.
Detalles del libro:
- Título: WEN ZI
- Subtítulo: «Maestro Wen»
- Autor: Maestro Wen
- Traducción, introducción y notas: Iñaki Preciado Idoeta
- Editorial: Kairós
- Año de edición: Mayo 2025
Extractos
Vacuidad en el Taoísmo
Para el taoísmo, el universo está regulado por un principio dinámico e inmanente. Se opone, pues, al concepto cristiano de la creación ―una creación que es personal, exterior y a partir de lo increado―, presentando la idea de una automanifestación y transformación impersonal continua y espontánea.
Mientras que para el primero la creación consiste en el acto divino del rescate del Ser del seno del No-ser vacío, para el segundo, el Ser ilusorio se disuelve en la Vacuidad. Sin ninguna duda, ese vacío venido de Oriente es un límite difícilmente asimilable para la tradición de Occidente: ni el vacío de los atomistas, ni el vacío del espacio newtoniano, pese a sugerir ciertas convergencias, se corresponden con él. Únicamente en algunas tradiciones místicas (concepción supraontológica de la divinidad), se podrían hallar las aproximaciones más claras.
El problema de la creación remite al problema del vacío, en la medida en que el acto creador queda asociado a la concepción de un mundo creado y estático, mientras esa automanifestación y transformación continua se asocia al Gran vacío que está en el origen de las mismas transformaciones con las que realmente se identifica.
En la historia de la filosofía china, la idea de un gran vacío no es exclusiva de los taoístas, aunque sí tal vez fueron los primeros en proponerla y desarrollarla. Más tarde, también los budistas, y mucho más tarde el neoconfucionismo (AE Zhu Xi, siglo XII), hicieron de ella el pivote de sus doctrinas.
El origen de Tao, último de Los cuatro libros del Emperador Amarillo, presenta a Tao en términos de Gran Vacuidad, Eterno No-ser y Uno eterno:
En un principio era el Eterno No-ser, idéntico a la Gran Vacuidad. La Vacuidad era idéntica a Uno, y solo había un Uno eterno (Origen de Tao, en Los cuatro libros del Emperador Amarillo, editorial Trotta, 2010, p. 159).
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Uno
Uno entendido como unidad de todos los seres es una muy antigua idea que ya destacaron los milesios, en los mismos principios de la filosofía griega. Al mismo tiempo, y en el otro extremo del mundo, Maestro Zhuang también afirmó la «unidad de todas las cosas» y la trató inextenso en el segundo libro de su obra. A esa Unidad, a Uno, llegó la razón, en pugna con los sentidos. Ahora bien, Uno es el límite, porque la razón no puede conocer lo que está más allá de sus posibilidades. Allí es donde aparece Tao o, si se prefiere, a eso le ponemos un nombre: Tao, porque nuestra mente necesita poner un nombre, el que sea, a todo para sentirse cómoda.
Por otro lado, la idea de que todos los seres, de una u otra manera, retornan a su raíz (origen), y de que todos se igualan en ese retornar, significan que todas las cosas tienen un origen común. Esa raíz de la que brotan todos los seres no es otra que Uno, estado primordial y primigenio, donde no hay diferencia alguna. Tal es el fundamento de la cosmovisión taoísta, plasmada en el ámbito religioso en el Gran Uno o Supremo Uno, venerado por los chinos desde tiempos remotos, en algunas ocasiones como una suerte de dios solar. En el siglo -II, en la misma corte de los emperadores de la dinastía Han llegaron a celebrarse ceremonias en su honor. En la ontología taoísta Uno desempeña un papel axial, como se desprende de los siguientes pasajes:
El espíritu (shen) alcanzó a Uno y se tornó eficaz (Libro de Tao, Cc. 2/XXXIX).
Lao Dan (el Anciano Maestro) estableció la doctrina de la Vacuidad intemporal, y era su principio rector el Supremo Uno (Maestro Zhuang, Libro XXXIII, op. cit., p. 336).
El sabio merced al wuwei alcanza a Uno (Maestro Wen, Libro VII, sección 108).
¿Cómo [lo hicieron]? Maestro Wen dijo: Aferraron a Uno y practicaron el wuwei (Tira 0564 del texto antiguo de Maestro Wen).