Artículos - Francis Lucille
Diálogo con Francis Lucille
(Primera Parte)
Francis Lucille, 1996
Pregunta: ¿Qué podemos esperar de estas reuniones?
Respuesta: Aprender a no esperar. No esperar es un gran arte. Cuando dejas de vivir esperando, vives en una nueva dimensión. Eres libre. Tu mente es libre. Un primer paso necesario consiste en comprender intelectualmente que no somos una entidad psico-física en proceso de devenir. Pero esta comprensión no es suficiente. El hecho de que no somos el cuerpo debe llegar a ser una experiencia real que penetra y libera nuestros músculos, nuestros órganos internos e incluso nuestras células. Una comprensión intelectual que corresponde a un reconocimiento repentino y fugaz de nuestra auténtica naturaleza, nos brinda un destello de alegría pura, pero cuando tenemos la certeza absoluta de que no somos el cuerpo, nosotros somos esa alegría.
P: ¿Cómo puedo percibir de forma sensorial que no soy el cuerpo?
R: Todos nosotros experimentamos momentos de felicidad que vienen acompañados de expansión y relax . Antes de la percepción del cuerpo nos encontrábamos en una experiencia intemporal, una alegría sin causa y no adulterada, de la cual la sensación física es simplemente la última consecuencia. Esta dicha se percibe a si misma. En ese momento nosotros no éramos un cuerpo limitado en el espacio, no éramos una persona. Nos conocíamos a nosotros mismos en la inmediatez del momento. Todos conocemos esa felicidad sin causa. Cuando exploramos profundamente lo que llamamos nuestro cuerpo, descubrimos que su verdadera sustancia es esta alegría. De tal modo que ya no tenemos la necesidad, el gusto, o incluso la posibilidad de encontrar la felicidad en los objetos exteriores.
P: ¿Cómo se lleva a cabo esta exploración en profundidad?
R: No rechaces las sensaciones corporales y las emociones que se te presenten. Déjalas florecer completamente en tu vigilancia, sin ningún objetivo ni tampoco interferencia de la voluntad. Progresivamente se libera la energía potencial aprisionada en forma de tensiones musculares, también se agota el dinamismo de la estructura psicosomática y tiene lugar la vuelta a la estabilidad fundamental. Esta purificación de las sensaciones corporales es un gran arte. Requiere paciencia, determinación y coraje. Se traduce a nivel de la sensación en una expansión gradual del cuerpo en el espacio circundante y una penetración concomitante de la estructura somática por este espacio. Este espacio no se experimenta como una simple ausencia de objetos. Cuando la atención se libera de las percepciones que la tenían fascinada, se descubre a si misma como este espacio auto-luminoso que es la verdadera substancia del cuerpo. En este momento la dualidad entre el cuerpo y este espacio queda abolida. El cuerpo se expande hasta el al tamaño del universo, conteniendo en si todas las cosas tangibles e intangibles. Nada es exterior a él. Todos nosotros tenemos este cuerpo de dicha, este cuerpo despierto, este cuerpo de acogida universal. Todos estamos ya completos, sin que nos falte parte alguna. Solamente explora tu reino y toma posesión de él conscientemente. No vivas por más tiempo en esta choza miserable que es este cuerpo limitado.
P: Tengo breves vislumbres de este reino en momentos de quietud, pero después voy a trabajar y me encuentro en un medio que no es ni real ni pacífico y mi serenidad me abandona inmediatamente. ¿Cómo podría mantener mi ecuanimidad permanentemente?
R: Todo lo que aparece en la conciencia no es más que conciencia, tus compañeros de trabajo, los clientes, tus superiores, absolutamente todo, incluyendo los locales, los muebles y el material. Primero entiende esto intelectualmente y después comprueba que es así. Llega un momento en que este sentimiento de intimidad, este espacio benevolente que te rodea ya no te abandona jamás; en cualquier parte te encuentras en tu casa, incluso en la sala de espera abarrotada de una estación de tren. Sólo lo abandonas cuando te vas al pasado o al futuro. No permanezcas en la choza. Esta inmensidad te esta esperando justo aquí, en este preciso momento. De modo que estando informada de su presencia y habiendo saboreado ya una vez la armonía que se oculta bajo las apariencias, deja que las percepciones del mundo externo y tus sensaciones corporales se desplieguen libremente en tu conciencia acogedora hasta el momento en que el trasfondo de plenitud se muestre espontáneamente.
Esta inversión de la perspectiva es análoga a la que permite el reconocer repentinamente la cara de un ángel en un árbol, en una de aquellas láminas de principios de siglo que tanto gustaban a los niños. Al principio sólo vemos el árbol, después, informados por una nota a pie de página que hay un ángel escondido allí, procedemos a un examen minucioso del follaje, hasta que por fin vemos el ángel que había estado siempre allí, delante de nuestros ojos. Lo importante es saber que hay un ángel, donde está escondido y haber experimentado una vez el proceso mediante el cual el árbol pierde progresivamente su forma, se desobjetiva, hasta el punto que las líneas del gravado que lo componían aparecen como tales y se recomponen para confiarnos el secreto de la imagen del ángel. Allanado el camino, cada vez son más fáciles las subsecuentes inversiones de la perspectiva hasta que, por decirlo así, vemos simultáneamente el árbol y el ángel. Del mismo modo, una vez que reconocemos nuestra naturaleza real, las distinciones entre ignorancia y despertar se borran progresivamente y ceden su lugar al ser esencial.
P: Empiezo a darme cuenta que estoy completamente apegada a mi cuerpo, a mis sensaciones, a mi impresión de ser un individuo separado.
R: ¿Cómo se manifiesta este sentimiento de apego?
P: Me siento como hipnotizada, tanto por mi orgullo, como por mis emociones, especialmente la ira y por la agitación de mi cuerpo.
R: Correcto. Tan pronto como seas consciente de que estás hipnotizada, la hipnosis cesa.
P: ¿Cómo es eso? Este punto no está claro para mí.
R: Pregúntate quién está hipnotizada. Interrógate profundamente. ¿Quién es? ¿Dónde está? Verás que no es posible hallar tal entidad. Si exploras tu mente y tu cuerpo, encontrarás unos pocos conceptos con los que tú te identificas como "yo soy una mujer", "yo soy un ser humano", "yo soy una abogada", etc. También encuentras ciertas sensaciones en tu cuerpo, ciertas áreas que son más opacas, más sólidas, con las que tú también te identificas. Pero cuando miras más de cerca, se vuelve obvio que tú no eres esta sensación en tu pecho, ni este pensamiento de ser una mujer, ya que tanto los sentimientos como los pensamientos van y vienen, pero lo que tú realmente eres es permanente. Justo en este momento la hipnosis cesa. La aparición de estos pensamientos y sensaciones es menos problema que tu identificación con ellos. Tan pronto como eres consciente de ellos, te distancias, eres libre. En esta libertad no te localizas en ningún sitio. Es importante permanecer en esta no-localización, ya que tenemos la tendencia a aferrarnos rápidamente a una nueva identificación tan pronto hemos abandonado la anterior, como un mono que no suelta una rama antes de haberse asido a otra.
Comprobarás cuán maravilloso es vivir en el aire, de este modo, sin asirse, desapegado. Al comienzo, esto parece un poco raro, aunque tu nueva actitud no constituye ningún obstáculo para nada. Puedes seguir realizando tus funciones como madre o abogada, sentir tu cuerpo etc. De hecho, ser nada, en el aire, en ninguna parte, es muy práctico. Simplifica muchísimo la vida. No te contentes meramente con entenderlo. Pon tu comprensión en práctica. Intenta ser nadie. Suelta la rama.
P: Después de esto, ¿No es difícil volver a tu cuerpo y vivir la vida diaria?
R: Tú nunca has estado en tu cuerpo, así que la pregunta de tu vuelta a él no tiene sentido. Tu cuerpo está en ti. Tú no estás en él. El cuerpo se te aparece como una serie de percepciones sensoriales y conceptos. Es así como sabes que tienes un cuerpo, cuando tu lo sientes o cuando piensas en él. Estas percepciones y estos pensamientos aparecen en ti, pura atención consciente. Tú no apareces en ellos, contrariamente a lo que te han enseñado tus padres, tus maestros y la práctica totalidad de la sociedad en la que vives, en flagrante contradicción con tu experiencia real. Ellos te han enseñado que tú estás dentro de tu cuerpo como conciencia y que la conciencia es una función que surge del cerebro, un órgano de tu cuerpo. Te sugiero que no des excesivo crédito a este conocimiento de segunda mano, y que investigues directamente los datos desnudos aportados por tu propia experiencia. ¿Recuerdas las recetas para ser feliz que esas mismas personas te dieron cuando eras niña, estudia mucho, consigue un buen empleo, cásate con el hombre adecuado, etc.? Estas recetas no funcionan, de otro modo no estarías aquí haciendo estas preguntas. No funcionan debido a que están basadas en una perspectiva falsa de la realidad, una perspectiva que te estoy sugiriendo pongas en duda.
Mira por ti misma, si tú apareces en tu cuerpo o tu mente, o si por el contrario ambos aparecen en ti. Es una inversión de la perspectiva análoga al descubrimiento del ángel en el árbol. Incluso aunque este cambio al principio parece mínimo, es una revolución de consecuencias inimaginables e infinitas. Si tú honestamente aceptas la posibilidad de que el árbol pueda de hecho ser un ángel, el ángel se te revelará y tu vida se volverá mágica.
P: ¿Podrías hablarnos sobre la práctica que consiste en vivir intuitivamente desde el corazón?
R: No seas una persona, no seas algo. Habiendo entendido que tú eres nadie, vives la verdad desde la inteligencia. Cuando la idea o la sensación de ser una persona ya no te molesta, sea que estés pensando o no, que estés percibiendo o no, que estés actuando o no, entonces vives la verdad desde la plenitud del corazón.
P: Llegados a este punto, ¿Estoy en una relación correcta conmigo misma y con el mundo?
R: ¡Oh! ¡Si! Tú estás en la relación correcta, que es la de la inclusión. El mundo, así como tu cuerpo y tu mente, están incluidos en tu verdadero ser. El amor es inclusión. Comprender es un paso intermedio, pero el destino final, el centro auténtico es el corazón.
P: Utilizando la analogía del mono, ¿El corazón, es el punto entre una rama y la siguiente?
R: Si estás de acuerdo en soltar la rama de la que estás colgada, sin agarrarte a otra, caes dentro del corazón. Tienes que aceptar morir, dejar desaparecer todo lo que tú conoces, todo lo que se te ha enseñado, todo lo que posees, incluso tu vida, o al menos lo que a estas alturas crees que es tu vida. Esto requiere atrevimiento. Es una especie de suicidio.
P: ¿Es así de verdad? Por ejemplo, ¿Tú recuerdas los momentos que precedieron a tu conocimiento de ti mismo?
R: Si.
P: ¿Fue así?
R: Si.
P: Gracias. Antes de esto, ¿Tenías alguna idea de lo que iba a suceder?
R: Si y no. Si, porque sentí la invitación. No, porque hasta ese momento yo no había conocido más que felicidades relativas, verdades relativas, conocimientos relativos, y no podía haberme imaginado lo absoluto, lo inefable. El ser está más allá de cualquier concepto, de toda proyección. Es por esto que no podemos dirigirnos hacia él por nosotros mismos y debemos esperar a que nos solicite. Pero cuando nos invita, debemos decir sí gozosamente, sin dudar. La decisión nos pertenece, es la única decisión en la que realmente tenemos libre elección.
P: Una de las razones por las que pospongo la invitación y no me hago accesible a ella, es mi miedo a que mi vida cambie radicalmente.
R: ¡Oh! ¡Si! Cambiará.
P: ¿También mi familia?
R: También tu familia. Todo será cambiado.
P: Tengo miedo de que ciertas personas me dejen, y de ser reemplazada por otros.
R: Te puedo asegurar que no lamentarás nada.
P: ¿Es posible haber recibido la invitación y haberla rechazado?
R: Si, tú eres libre.
P: ¿Seré invitada otra vez?
R: Si. Estate preparada. Estate disponible. Tú estás disponible cuando entiendes que no puedes hacer nada por ti misma para restituir al Rey. Cuando reconoces tu total impotencia te conviertes en una habitación vacía. Tan pronto te vuelves una habitación vacía, eres un santuario. Entonces el Rey entra, se sienta en el trono y te gratifica con su presencia inmortal.
P: Un día dijiste que no puedo hacer nada para desembarazarme de este ego que se me pega a la piel y del que soy tan devoto.
R: No hay nada que pueda hacer la persona, esa entidad fragmentaria que tú crees ser.
P: ¿Supone esto que es inútil toda práctica espiritual mientras yo crea en eso?
R: Exactamente. No se puede llamar espiritual una práctica que procede de la noción de ser una persona física o mental. Es el proceso de adquisición el que te aleja de lo real. Lo que tú eres realmente no se puede adquirir debido a que tú ya lo eres. El ego es impermanente. Es un pensamiento repetitivo asociado con emociones, sensaciones corporales y reacciones. El ego te abandona cuando te emocionas con la belleza de una pieza de música, por el esplendor de una puesta de sol o con la delicadeza de un acto de amor. En ese momento estás abierto y completo. Por otra parte, si intentas mejorar tu ego mediante la práctica de tal o cual disciplina, como un coleccionista que aumenta sin cesar el valor de su colección con adquisiciones nuevas y más sublimes, y haciendo esto se apega más y más a ella, acabarás en última instancia en el aislamiento y la insatisfacción.
P: Esta desaparición del ego, ¿Es gradual o repentina?
R: Tú ya sabes quién eres. Incluso alguien, cuyo interés en la realidad más profunda de las cosas no ha despertado conoce momentos de dicha. Durante estos momentos el ego no está presente. Emanan de nuestro ser verdadero que es la dicha misma. Todo el mundo reconoce directamente la alegría. Eso mediante lo cual el ser conoce al ser, es el ser mismo. Sólo el ser tiene acceso al ser, sólo la alegría tiene acceso a la alegría, la eternidad a la eternidad. La idea equivocada de que este ser, esta alegría y esta eternidad aún no están presentes es lo que nos exilia del jardín del Edén, y nos precipita en una búsqueda frenética. La reabsorción del ego en el ser, hecho que desde un punto de vista temporal aparece como un dejar ir seguido de una iluminación repentina pone punto final a esta búsqueda y a este frenesí.
P: ¿Qué es lo que produce esta reabsorción?
R: No hay respuesta a esta pregunta en el nivel en que es formulada, porque el efecto ya está en la causa y la causa ya está en el efecto. Del mismo modo que, en el cuento, el mendigo es informado por el mago de que él es el hijo del rey, ciertos encuentros aparentemente fortuitos pueden informarnos de nuestra identidad auténtica. Tras el anuncio de estas buenas noticias, de este evangelio en el más correcto sentido de la palabra, un instinto profundo resuena en lo más hondo de nuestro ser poniéndonos en el rastro que nos lleva hasta lo último. Este movimiento interno se corresponde con un reconocimiento velado de nuestro ser real, y la promesa de alegría serena que lo acompaña, canaliza el deseo en una dirección desconocida. Este reconocimiento que no se refiere a una realidad objetiva y temporal, no se situa a nivel de la memoria o del tiempo. Así, esta gracia no puede ser olvidar. Nos solicita cada vez más a menudo, y cada nuevo reconocimiento aumenta nuestro deseo por lo divino. Como un viajero perdido en una noche de invierno que, al detectar por el resplandor rojizo a través de la ventana de una posada la presencia de fuego, empuja la puerta, entra y se calienta unos pocos momentos al lado del hogar, nosotros entramos en el santuario y descansamos por un momento en el calor de la sagrada luz antes de ponernos en camino de nuevo, en la noche. Finalmente, cuando nuestro deseo por el absoluto sobrepasa en intensidad al miedo a la muerte, ofrecemos al fuego sacrificial de la conciencia infinita la falsedad de nuestra existencia personal. De aquí en adelante nada interfiere el despertar que despliega progresivamente su esplendor en todos los planos de la existencia fenoménica, la cual nos revela poco a poco su realidad intemporal subyacente. Tal como la mirada contemplativa de Shams de Tabriz que "nunca se posaba sobre un objeto efímero sin volverlo eterno".
P: ¿Cómo puedo superar mi miedo a ver la verdad, que percibo es un obstáculo que me impide conocer mi auténtica naturaleza?
R: En primer lugar, debes estar contento de darte cuenta de este miedo visceral, ya que la mayoría de la gente lo reprime o lo evita. Tan pronto como empieza a mostrar su cara en un momento de soledad o inactividad la gente suele encender el televisor, van a ver a un amigo o se embarcan en alguna actividad compensatoria. Descubrir tu miedo ha sido por lo tanto un primer paso crucial.
P: Yo no se si lo he descubierto, ya que mi percepción no está clara. Quizás yo siento simplemente su presencia.
R: Vive con él, interésate en él, no lo reprimas. Adopta hacia él una actitud benevolente, una actitud de dejarlo venir y dejarlo ir. Tómalo por lo que es, una amalgama de pensamientos y sensaciones corporales. Pregúntate ¿quién tiene miedo? y verás como el pensamiento-miedo se va, dejando únicamente a nivel somático algunos residuos de ansiedad localizada, la sensación-miedo. En el fondo, todo esto no es más que un espectáculo del cual tú eres el espectador. Contémplalo y contempla tus propias reacciones, tus huidas y tu rechazo, que también están implicados. El reconocer tu rechazo ya es el comienzo de la aceptación, del dejar venir, de este modo te sitúas en la posición del contemplador, que es en realidad tu posición natural.
Así que todo se desarrolla espontáneamente. El miedo es tu ego, el monstruo que arrastras en tus pensamientos y tus sensaciones corporales, el usurpador que te mantiene separado del reino de dicha que te pertenece. Permítele mostrarse en su totalidad. No lo temas, incluso aunque su rostro sea terrorífico. Consigue la fuerza para mirarlo a partir de tu sed de lo absoluto, de tu sed de libertad. Cuando comiences a sentirlo, piensa "Ven aquí miedo, muéstrate, siéntete en casa, ya que yo estoy fuera de tu alcance". La efectividad de este método deriva del hecho de que el miedo es una cosa percibida y por lo tanto limitada. La serpiente más larga del mundo termina en alguna. Una vez que está totalmente fuera de las hierbas altas, es vista en su totalidad, entonces estás libre de peligro porque no puede atacarte por sorpresa. De igual modo, cuando ves la totalidad de tu miedo delante de ti, cuando no queda ninguna parte de él que se te esconda, no hay ninguna parte de ti que pueda identificarse con él. Es un objeto que se ha despegado de ti. El cordón umbilical de ignorancia que nutre al ego deja de funcionar. Este "yo" fantasma, al no seguir siendo nutrido no se puede mantener, y muere en la explosión de tu libertad eterna.