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Artículos - J. Krishnamurti

Más allá del sufrimiento

Por J. Krishnamurti
J. Krishnamurti

Voy a explicar lo que es la consciencia, pero a medida que lo vaya haciendo no sigan únicamente las palabras, sino más bien observen el proceso de su propio pensar y, entonces, descubrirán por sí mismos lo que es la consciencia sin necesidad de leer ninguno de los relatos contradictorios que los diferentes expertos han dado, ¿de acuerdo? Porque si expongo algo y se limitan a escuchar la descripción, eso tendrá muy poco valor, pero si a través de la descripción experimentan su propia consciencia, su propio proceso de pensamiento, entonces lo que escuchen tendrá una enorme trascendencia, no mañana ni algún otro día que tengan tiempo para pensarlo, lo cual es absurdo porque simplemente lo están aplazando. Si a través de la descripción pueden experimentar el verdadero estado de su propia consciencia mientras están aquí sentados en silencio, en ese momento verán que la mente es capaz de liberarse a sí misma de su enorme condicionamiento heredado, de todas las acumulaciones y los edictos de la sociedad, y es capaz de ir más allá de su propia identidad. De modo que valdrá la pena si lo experimentan.

Estamos intentando descubrir por nosotros mismos qué es la consciencia y si es posible que la mente se libere del sufrimiento; no se trata de cambiar el modelo del sufrimiento ni de adornar la cárcel del sufrimiento, sino de liberarse por completo de la semilla, de la raíz del sufrimiento. Cuando lo investiguemos, veremos la diferencia entre mejorar y la revolución psicológica, que es necesaria si queremos poner un fin definitivo al sufrimiento. No se trata de modificar la conducta de nuestra consciencia ni de intentar hacer nada al respecto, simplemente observemos.

Sin lugar a dudas, por poco observadores que seamos, por poco que nos demos cuenta de las cosas, todos vemos las actividades de la consciencia superficial. Vemos que la mente está muy activa en el nivel superficial, ocupada en adaptarse, en trabajar para asegurarse la subsistencia, en expresar ciertas tendencias, dones, talentos o en adquirir ciertos conocimientos técnicos; y la mayoría de nosotros nos contentamos con vivir en ese nivel superficial.

Por favor, no se limiten a escuchar lo que digo, obsérvense a sí mismos, observen su modo de pensar. Estoy describiendo lo que sucede superficialmente en nuestra vida cotidiana: las distracciones, las evasiones, el miedo súbito en algunos momentos, el adaptarse a la esposa, al esposo, a la familia, a la sociedad, a la tradición, etc.; la mayoría nos contentamos con esa superficialidad.

Ahora bien, ¿es posible ir más hondo y descubrir los motivos de ese conformismo superficial? De nuevo, por poco que observen todo este proceso, verán que depender de opiniones, de valores, de aceptar la autoridad, etc., todo eso nace de la propia perpetuación y búsqueda de seguridad. Si pueden ahondar aún más, encontrarán un gran trasfondo de instintos raciales, nacionales y grupales, todo lo que el ser humano ha acumulado en forma de luchas, conocimientos, esfuerzos, dogmas, y tradiciones como la hindú, la budista o la cristiana, el residuo de la supuesta educación recibida a lo largo de los siglos, todo lo cual ha condicionado la mente a cierto modelo heredado. Y si son capaces de profundizar aún más, descubrirán el deseo primario de ser, de triunfar, de devenir, que se expresa a sí mismo en la superficie adoptando diversas formas de actividad social, que generan profundos miedos y ansiedades. Resumiendo, todo este conjunto constituye nuestra consciencia; es decir, nuestro pensar se basa en esa necesidad imperiosa de ser, de llegar a ser, y sobre esta base descansan las numerosas capas de la tradición, la cultura, la educación, y el condicionamiento superficial de una sociedad concreta, todo eso nos obliga a ajustarnos a un determinado modelo que nos permita sobrevivir. Por supuesto, existen muchos otros detalles y sutilezas, pero en esencia eso es nuestra consciencia.

Por consiguiente, cualquier mejora que se haga en esa consciencia es un crecimiento personal, y el crecimiento personal perpetúa el sufrimiento, no termina con él. Si uno lo mira con detenimiento, es bastante obvio. Por tanto, si la mente quiere realmente dejar de sufrir, ¿qué debe hacer? No sé si alguna vez han reflexionado sobre esta cuestión, pero, por favor, háganlo ahora.

De alguna manera todos sufrimos, ¿no es cierto? Y lo hacemos no solo a causa de las enfermedades, de las dolencias físicas, sino también a causa de la soledad, de la pobreza de nuestro propio ser; sufrimos porque no recibimos el amor esperado, sufrimos cuando amamos a alguien y nuestro amor no es correspondido. Pensar en cualquier dirección es invitar al sufrimiento, por eso decidimos que es mejor no pensar y, en consecuencia, aceptamos una creencia y nos estancamos en esa creencia, a la cual llamamos religión.

Y bien, una vez que la mente se da cuenta de que es imposible dejar de sufrir mediante el crecimiento personal, mediante el progreso, lo cual es bastante obvio, ¿qué hará la mente, entonces? ¿Puede la mente ir más allá de esa consciencia, más allá de las diversas demandas y deseos contradictorios? Y ¿necesita tiempo para hacerlo? Por favor, sigan esto, no solo verbalmente, sino en lo profundo. Si necesitamos tiempo, entonces regresamos de nuevo a eso que representa progresar. ¿Se dan cuenta de esto? Dentro de la estructura de la consciencia, todo movimiento en cualquier dirección es una mejora personal, por tanto, perpetúa el sufrimiento. Podemos controlar el sufrimiento, disciplinarlo, reprimirlo, racionalizarlo, refinarlo al máximo, pero el potencial cualitativo del sufrimiento sigue estando presente. De modo que para dejar de sufrir debemos estar libres de ese potencial, libres del origen del "yo", del ego, de todo el proceso del devenir. Para ir más lejos, todo ese proceso debe terminar, pero si pregunta: «¿Cómo puedo hacerlo?», entonces ese "cómo" se convierte en un método, en una práctica, lo cual sigue siendo progreso, por tanto, no se trasciende nada, porque refinar la consciencia es sufrir. Espero que entiendan todo esto.

La mente piensa en términos de progreso, de mejora, de tiempo, y ¿es posible que esa mente, al ver que el llamado progreso perpetúa el sufrimiento, dejé de pensar así inmediatamente, no mañana o dentro de un tiempo? De no hacerlo, estaremos de vuelta a la rutina de siempre, a la vieja rueda del sufrimiento. Si el problema se plantea y se comprende con claridad, entonces uno encuentra la respuesta definitiva, empleo el término "definitivo" en su verdadero sentido. No existe otra respuesta a la pregunta.

O sea, nuestra consciencia está esforzándose todo el tiempo para adaptarse, modificarse, cambiarse, para asimilar, rechazar, valorar, condenar, justificar, pero cualquiera de esos movimientos de la consciencia sigue siendo parte del esquema del sufrimiento. Cualquier movimiento dentro de esa consciencia, ya sea en forma de sueños o del ejercicio de la voluntad, es un movimiento del "yo", y no importa si es en busca de lo más elevado o de lo más mundano, seguirá produciendo sufrimiento. Cuando la mente se da cuenta de esto, ¿qué sucede, entonces? ¿Entienden la pregunta? Cuando la mente ve la verdad de esto, no solo verbalmente, sino en su totalidad, ¿existe el problema? ¿Qué problema hay cuando observo una serpiente de cascabel sabiendo que es venenosa? De la misma manera, si puedo prestar toda mi atención a este proceso del sufrimiento, ¿no está, entonces, la mente más allá del sufrimiento?

Por favor, sigan esto con atención. Nuestras mentes están actualmente dominadas por el sufrimiento y por cómo dejar de sufrir, tratando de superarlo, de eliminarlo, de modificarlo, de refinarlo, o de escapar de él de diferentes maneras. Pero si me doy cuenta, no solo de modo superficial sino completamente, de que ese sufrimiento que domina la mente se debe a la actividad del "yo" que crea el sufrimiento, si realmente veo la verdad de esto, ¿no habrá trascendido la mente esa cosa que llamamos la propia consciencia?

 

Todo el problema de nombrar un sentimiento, de adjudicarle una palabra, es parte del problema de la consciencia. Tomemos por ejemplo la palabra "amor". ¡Cómo de inmediato sus mentes se alegran al escuchar esa palabra! Esa palabra tiene tanta trascendencia, tanta belleza, tanta dulzura, etc., todo lo contrario que la palabra "odio", que tiene otro significado diferente, algo que debemos evitar, descartar, ignorar, etc. De modo que tanto si somos o no conscientes, las palabras ejercen un gran impacto psicológico en la mente.

Ahora bien, ¿puede la mente estar libre de palabras? Si es así, y debe serlo porque de lo contrario usted no puede ir muy lejos, entonces la pregunta que surge es: ¿aparte de la experiencia existe un experimentador? Si aparte de la experiencia hay un experimentador, entonces la mente estará condicionada porque el experimentador siempre aceptará o rechazará la experiencia, interpretará cada experiencia según su agrado o desagrado, dependiendo del trasfondo que tenga su propio condicionamiento; si tiene una visión, seguramente creerá haber visto a Jesús, al Maestro, o Dios sabe qué más, cualquier tontería. Por tanto, mientras existe un experimentador, seguirá el sufrimiento, que es el proceso de identificación con la propia identidad de uno.

De manera que para ir más lejos, para trascender todo eso, se requiere una enorme atención, y esa atención total en la que no hay elección alguna, ningún deseo de llegar a ser algo, de cambiar, de alterar nada, libera la mente por completo del proceso de identificación con la propia identidad de uno, porque no hay ningún experimentador que acumule experiencias; tan solo entonces la mente puede decir que se ha liberado del sufrimiento. Así pues, acumular es la causa del sufrimiento. No morimos cada día a todas las cosas; no morimos a las innumerables tradiciones, a la familia, a nuestras propias experiencias, a nuestro deseo de hacer daño a otro. Uno debe liberarse de todo de instante en instante, de los múltiples recuerdos acumulados, pues solo entonces la mente se libera del "yo", que es la entidad que ha acumulado.

Extracto de la cuarta charla en oak grobe
14 de agosto de 1955
Fuente: J. krishnamurti. Tal como somos (Kairós, Abril 2013)