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Artículos - Javier Melloni

Las religiones ante el nuevo paradigma

(Segunda Parte)
Por Javier Melloni

5.- El proceso y el resultado del encuentro

Cuando somos capaces de comprender que la otra tradición religiosa no niega mi modo de acceder a lo real, a la visión de la realidad sino que la complementa, se producen tres momentos o impactos:

5.1. La purificación. Cuando percibo que por otro camino se puede llegar al mismo lugar que por el mío, el contraste con la belleza, contundencia, consistencia de la otra religión me ayuda a dejarme interpelar por lo que se está diciendo. En esa interpelación se produce una purificación. La luz que recibo me ayuda a mirar con mayor finura y autocrítica aquello que en mi propia percepción religiosa puede haber sido parcial, epocal, me ayuda a no absolutizar mi propio punto de vista, me ayuda a indagar, a intuir aquello que si no fuera por los otros no me lo plantearía y se da una mutua purificación.

5.2. La fecundación. Algo de lo ajeno entra en lo propio. Cuestiones que en mi tradición no me hubiera planteado me lo plantean los otros, sin que por ello caiga el eje del propio esquema. Por ejemplo, nuestra oración occidental está vertida en palabras y en textos. No hay nada que decir sobre eso, pero tiene un déficit corporal. No caemos en la cuenta de que el modo como nos sentamos, disponemos, es nuevo. Santo Domingo describe unas diez posturas, Santa Teresa no habla de eso, San Ignacio tiene alguna insinuación. ¿Qué problema hay? Las tradiciones orientales nos ayudan a sentarnos, insisten en la importancia de la columna vertebral o de tomar conciencia de la respiración. No afecta a nuestros textos sino que nos disponen y se produce la fecundación. Desde las religiones orientales recibimos todo el énfasis antropocéntrico que tienen las tradiciones proféticas de que si en tu oración no tienes en cuenta el hábitat en que vives, eso pierde en conexión y comunión. Eso es un plus que recibimos de las religiones orientales. Cuando el cristianismo ha ido a Asia o a Africa ¿qué ha ofrecido? Escuelas y hospitales, es el mejor regalo que podía darles, es decir, la cura y la promoción de las personas. Es un instinto que tiene el Cristianismo, cosa que no hará el budista, porque su aportación estará en descubrir la profundidad de la persona, el acento propio de las tradiciones más personalistas. Sin darnos cuenta se produce una fecundación. Las órdenes religiosas hindúes y en parte algunas de las budistas han incorporado cosas del cristianismo. Sin darnos cuenta se produce una mutua fecundación y se complementan las unas a las otras.

5.3. Hacia síntesis superiores todavía por realizar. Pero no sólo es purificarnos y que mutuamente nos fecundemos. Eso no sabemos cómo se va a producir. Tal vez estamos siendo llamados y se está produciendo ya porque estamos en un momento de posibilidades de síntesis mayores. Síntesis que no es mezcla. La mezcla es una configuración o subproducto tóxico de elementos heterogéneos que dan un conglomerado menor. Cuando se habla de sincretismo esa fecundación mutua se ve que es a costa de mezclar elementos que al final no es una cosa ni otra y entonces perdemos toda la consistencia que tienen las tradiciones religiosas. En cambio la síntesis es que en esa combinación nueva de elementos se da un lugar de mayor profundidad, de mayor percepción de perspectivas y ese es el elemento del nuevo paradigma, no caer en fáciles mezclas que serían los fáciles sincretismos, sino ir hacia una síntesis superior. ¿A costa de que desaparezcan las tradiciones anteriores que han llegado hasta aquí? No lo sabemos porque estamos hablando de miles de años. Las perspectivas son a largo plazo. De hecho hoy coexisten dos modelos, el pluralista (que es como decir que creemos en los dos primeros momentos el de la purificación y el de la fecundación que han de mantenerse, pero sin querer ir más allá…) y el otro modelo que es el universalista que intuiría que el resultado final de irnos encontrando los unos a los otros no puede sino irnos llevando a un lugar común.

Ante esa situación es natural que haya miedo a perder el contorno y eso explica los movimientos retroactivos, regresivos que son los fundamentalismos, que hay que comprenderlos desde su razón de ser. Hay que comprender que son simultáneos y unos abogan por esa síntesis superior, otros se quedarán en la fecundación y otros intentarán que no se pierda aquello que da sentido y forma a una tradición religiosa. Y eso es lo que está sucediendo en vuestra diócesis hermana. Es miedo al cambio de paradigma porque toca cosas muy sustanciales. Si entendemos que es miedo entonces nuestro juicio también es medio. No podemos juzgar el miedo del otro. Estamos llamados a comprender ese miedo y sólo si el otro se siente comprendido de su miedo puede haber diálogo. Ese diálogo intrarreligioso o intraeclesial es tan importante como el extrarreligioso o extraeclesial que es tener en cuenta al otro y comprenderlo desde donde está y no desde donde yo quisiera que estuviera, es comprenderle tanto como a mi mismo. Está ahí, pues está ahí. El paradigma nos afecta a todos aunque cada uno esté situado de un modo o de otro.

¿Qué es lo que en ese encuentro de las tradiciones religiosas estamos llamados a ofrecernos mutuamente?

Desde tres maneras a la vez. Por un lado, como seres humanos tenemos que apasionarnos por lo real. Todas las religiones son un impulso a vivir, a interesarnos por lo real. Es la pasión por la vida lo que nos hace ser religiosos.

El interés por lo real al mismo tiempo es una contención, porque nos ayuda a distanciarnos de aquello mismo por lo que nos interesamos porque si no nos convertimos en depredadores. Las religiones son un ejercicio de contención. Las normas morales, éticas de toda tradición religiosa es un poner freno al deseo para que no sea un deseo comprometido que destroce sino al contrario, que sea respetuoso en aquello mismo que estoy ofreciendo. Interés por la realidad y contención que significa respeto a aquello que existe y a aquéllos que existen conmigo. Finalmente, el silenciamiento. Todas las tradiciones religiosas tienen métodos para acallar el deseo y la mente y situarnos en un lugar anterior a nuestro deseo y a nuestra acción desde donde recibir el ser que se nos da. Si entendemos estos tres movimientos de compromiso, de contención y de silenciamiento nos podemos situar ante el mensaje que nos transmiten los textos.

6.- Posibilidad de compartir nuestros textos sagrados

Ahí voy a un tema muy importante. Son muy recientes las traducciones que nos están llegando de otras tradiciones religiosas en lenguas que no eran accesibles para nosotros. Hoy en día accedemos a los grandes textos del Budismo, Taoísmo, etc. Nunca habíamos tenido tan cerca la sabiduría de las otras tradiciones religiosas, pero necesitamos claves de lectura para leerlos.

6.1 Claves de lectura para leerlos. Ahí mismo tenemos un gran reto. Por un lado la facilidad para llegar a los textos, pero ¿quien nos interpreta la lectura de los textos para hacer una lectura correcta de ellos? Es una de las cuestiones que tenemos planteadas. Y podemos ir más al fondo: si comprendemos los textos que se nos dan ¿no es tiempo ya para que en nuestras liturgias podamos leer los textos de todos? ¿Por qué va a ser más palabra de Dios la mía que la tuya? La cuestión es ¿cómo discernimos qué es palabra de Dios? Entendemos por palabra de Dios todo aquello que nos hace entregarnos, contenernos y silenciarnos. Cualquier texto que sea capaz de abrirnos, que al mismo tiempo que nos abre nos ayuda a descubrir la reverencia por la realidad y nos remite al silencio que lo funda todo, es un texto sagrado porque nos ayuda a vivir abiertamente. ¿No es tiempo ya de que los textos puedan ser leídos y proclamados en nuestras liturgias tanto como los nuestros en las suyas? Es un paso que empieza a darse en según qué ambientes, incluso textos seculares como la poesía, que hace años que se empezaban a introducir en ciertas liturgias, más de comunidades de base, textos de Casaldáliga o de León Felipe considerados de hecho como Palabra de Dios.

Eso requiere mucho discernimiento, mucha audacia, mucha libertad y mucha confianza. Si estamos atravesados por lo mismo ¿por qué eso mismo no puede haber sido dicho de muchos modos y no sólo según el marco canónico de nuestras Escrituras? Porque el marco canónico ha sido un discernimiento que hicieron nuestros antiguos para distinguir textos sagrados de textos tóxicos y ese discernimiento tiene que haber siempre, pero a lo mejor el discernimiento de hoy no es el discernimiento de ayer. ¿Cuál es la canonicidad de los textos? La capacidad que tienen de abrirnos y no cerrarnos.

¿Cómo decimos de ciertos textos o salmos que esto es Palabra de Dios? ¡Qué barbaridad!. Porque tenemos las claves para comprender porqué eso es palabra de Dios. ¿Quién nos priva de eso? El miedo a la confusión, pero entonces el miedo nos acorrala y hace que no salgamos de los mismos textos que ya conocemos, cuando hay una belleza y una sabiduría exquisita más allá de nuestro territorio canónico. Eso está por estrenar y en parte ya se empieza a hacer en ámbitos pequeños. Lo que se necesitan son hermeneutas de los textos que nos ayuden a leer desde la entrega, la contención y el silenciamiento. Todo lleva a ese triple ritmo.

7.- No somos iguales pero somos lo mismo.
El triple camino que hemos de ayudarnos a recorrer.

El deseo nos hace tomar conciencia de otra cuestión. Las religiones se puede decir que tienen tres etapas y que de alguna manera cada una de ellas está en nosotros. Hay una primera etapa chamánica, una segunda etapa sacerdotal y otra tercera de sabiduría.

7.1. La etapa chamánica. En las religiones o en las religiones teistas la profética, es la etapa india, del fuego incandescente. Chamán es un término que proviene de las tribus siberianas que significa “persona de conocimiento”, que ha tenido el don o la audacia de moverse por los tres mundos, físico, el transmudo ―el mundo de los dioses― y el mundo de los infiernos, que ha viajado por los tres mundos y ha traído conocimiento sanador y necesario para la comunidad. Viajando por alturas abismales ha vuelto con conocimiento a costa de arriesgar su vida. Cada vez que viaja vuelve con un conocimiento nuevo y se arriesga a no volver. Eso en las religiones proféticas se corresponde a Moisés, a Amós, a los grandes profetas y a Jesús que bajó del cielo vivió en la tierra y descendió a los infiernos con Adán y Eva restituidos. Es la novedad de una nueva adhesión de las cosas que hace que genere valores y gestos nuevos. Si no ¿qué es la Eucaristía? Jesús cambia el texto de la tradición en la fiesta de Pascua, diciendo “Este pan soy Yo, este vino soy Yo”. Es la actualización y actuación de esa donación que en mí hoy se realiza.

7.2. La etapa sacerdotal. La siguiente generación trata de repetirlo y las palabras recordarlas y ponerlas por escrito para no perder la fuerza con que fueron pronunciadas y entonces comienza la etapa sacerdotal, la repetición de los gestos y de las palabras para conservarlas. Porque no se puede vivir siempre en etapa india o chamánica porque pocas personas tienen el don de vivir en la novedad constante. Eso necesita sacerdotes que son los mantenedores de la tradición para que eso se perpetúe. Es la fidelidad a la transmisión de unos textos y gestos que se necesita canonizar porque dieron y seguirán dando vida. Hay unas personas que se responsabilizan de la correcta interpretación de la palabra y del gesto y aparece el clero, distinguido del pueblo, porque tiene la obligación de repetir y asegurar la correcta transmisión de esa experiencia.

Esa etapa segunda sacerdotal canoniza las Escrituras a costa de decretar heterodoxas las que no lo son y a determinadas personas para esa función de las que no tienen esa función, de detectar verdades que hay que defender o separarlas porque no dicen lo mismo. Y eso con el tiempo va entrando en crisis. Hemos interiorizado tanto la etapa sacerdotal del cristianismo que nos podemos permitir ponerla en crisis, en su rigidez, para entrar en la etapa de sabiduría donde no se necesita mantener tanto la identidad de unos textos y ritos o de personas encargadas porque aquello que había que transmitir ya ha sido interiorizado en la masa crítica de una generación.

7.3. La etapa de la sabiduría. Entonces se puede ir viviendo el tercer momento de sabiduría porque hay suficiente discernimiento para comprender cuál es el núcleo de aquellas palabras y recrear y expandir en otros gestos y palabras y donde no hay unas personas especializadas para defenderlo sino que cualquier persona abierta a la sabiduría está llamada a prolongar el recuerdo para abrirnos a una etapa de sabiduría que es en la que hoy nos encontraríamos.

El cambio de paradigma justamente es el paso de la etapa sacerdotal a la etapa de la sabiduría. En la etapa sacerdotal estamos todos blindados en la canonicidad de nuestras creencias, ritos y textos y, en cambio, en la etapa de la sabiduría sabiendo a donde apunta el texto podemos adaptar y recrear textos, en función de abrirnos, contenernos y silenciarnos.

8.- Estimularnos a adentrarnos en lo único necesario

¿qué es silenciarse sino morir a las palabras, morir a las ideas, morir a las creencias qué son los recortes nuestros para que aquella entrega que nace del silencio sea más capaz de acoger realidad que antes de haberse silenciado? La invitación del nuevo paradigma es a ejercitarnos de tal manera en ese silenciamiento de la mente, de nuestros recortes de la realidad que nos han servido suficientemente hasta ahora aunque a costa de mucha sangre, para seguir profundizando en aquello en lo que indicaban pero con una libertad que en la etapa sacerdotal o mítica no teníamos.

¿Cuál es la diferencia, el paso de lo mítico a lo místico? En la mítica se considera que la comprensión que estoy teniendo de la realidad es la identificación entre la forma y la realidad con que veo esa forma y en la mística es el dinamismo que esa forma conlleva más allá de la forma misma. Entonces no hay límite. El límite está en nuestra limitación o en nuestra propia incapacidad, pero no viene dado por fuera sino según la capacidad de irnos abriendo, silenciando, entregando.

¿Que es la realidad sino Dios entregándose a si mismo? ¿Qué es lo real sino lo que se nos está dando a través de lo que somos nosotros y de lo que nos rodea? ¿Qué somos sino el darse de Dios en nosotros? ¿Cómo podemos alcanzar al Dios que se nos da sino dándonos en su darse? El problema de la mente es que la mente no se da, la mente trata de controlar, de captar, de situarse. El camino de la mística y la apertura al nuevo paradigma es que si bien la mente tiene sus funciones, donde se pone el acento no está en el control de la mente ―que es lo que se convierte en creencias y las creencias incompatibles con otras religiones y entonces viene la guerra de religiones― sino que lo que está en juego es ese modo de estar en la realidad que al mismo tiempo que la comprendemos eso mismo nos sirve para entregarnos y en esa entrega que hacemos de nosotros mismos comprendemos más y entregarnos más y se va produciendo una reciprocidad que no es otra que aquello que los cristianos llamamos desde antiguo de la “Pericóresis intratrinitaria”.

No es otra cosa que, expresado en lenguaje mítico, hablar de Padre, Hijo y Espíritu Santo. El lenguaje es mítico pero lo que dice es místico. En cada Credo, decimos que la profundidad de lo real es un darse permanente de aquello que llamamos Padre-Madre. En Dios hay una profundidad que está continuamente dándose. Ese darse que surge de Dios es el Hijo que se recibe de ese darse del Padre y lo propio del Hijo es un flujo constante que es el Espíritu Santo.

Eso que es la realísima belleza pero que lo podemos comprender a nivel mítico o a nivel conceptual o sea racional, mental, si lo comprendemos adualísticamente o místicamente no es más que la descripción de Lo que Es. ¿Dónde va a estar la Trinidad sino aquí mismo? La Trinidad no está allá. ¿De qué estamos hablando? Estamos hablando de la mismidad de lo real. ¿Qué pasa cuando Dios se da? Nace el Hijo. ¿Dónde nace el Hijo? Donde estamos nosotros. Nosotros somos el Hijo en términos mítico racionalistas, antropológicos, pero si somos capaces de ir más allá del lenguaje y comprender lo que se nos está diciendo, eso es lo verdadero. Son palabras que balbucean y lo intentan decir. Y si soltamos amarras nos invitan a acercarnos al Budismo para escuchar hablar del Nirvana, del Shankara…o del Shankara al Nirvana.. ¿Que dice el Hinduismo?. Lo mismo que nosotros pero con otro lenguaje. ¿Qué es el Shankara sino la forma y qué es el Nirvana sino la interioridad no condicionada por la forma que está engendrando continuamente forma y en la experiencia de vacío es donde las dos cosas se acumulan y no están separadas la una de la otra? El Hinduismo y el Budismo están diciendo lo mismo y así podríamos seguir con otras religiones…

En la profundidad de lo real hay un darse que engendra la forma que somos nosotros, esa forma que la recibimos y cuando la entregamos volvemos al origen. Es la única experiencia verdadera. Estamos creados desde la profundidad de Dios. Cuando eso se ha entendido todo está absolutamente abierto y se da aquí y ahora en cada instante. Pero para abrirnos hemos de soltar y en ese umbral nos deja el nuevo paradigma.

Transcripción de Ana María González

Fuente: Música Católica (trovador.ning.com), 8 de mayo de 2010