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Artículos - Joan Tollifson

Cuerpo energías

¿No soy mi cuerpo?

¿Quién no es el cuerpo? ¿Qué es el cuerpo?

Por Joan Tollifson 6 de junio de 2025

Las personas inmersas en la espiritualidad suelen decir: «No soy mi cuerpo». Algunos lo dicen porque creen firmemente que son un alma individual que entra en el cuerpo en el momento de la concepción, lo ocupa temporalmente y luego, finalmente, sigue adelante. Otros lo dicen porque se sienten como una presencia abierta, ilimitada y consciente, dentro de la cual, y como la cual, aparece y desaparece todo el universo.

En algunas versiones de la espiritualidad, el cuerpo se considera sucio y maligno, y solo el espíritu puro es santo y digno de salvación. Y en gran parte de la espiritualidad, existe una marcada división entre la mente y el cuerpo, la materia y la consciencia, lo material y lo espiritual. Esta división no existe en el taoísmo y el zen, que es probablemente la razón por la que me atraen. Aunque utilizo la palabra «espiritual» para describir la naturaleza de lo que hago, nunca me ha gustado mucho esa palabra porque puede significar muchas cosas que yo no quiero decir.

Desde mi perspectiva, esta vitalidad, este cuerpo-mente-mundo, esta presencia-aquí-ahora es un acontecimiento único, completo y sin fisuras que ninguna palabra o concepto puede captar. Y nosotros no somos otra cosa que esto. No podemos salir de esto. Solo podemos ser esto. Y esto incluye en gran medida el cuerpo y la experiencia de ser un individuo único. Pero cuanto más nos fijamos en «el cuerpo» y «la experiencia de ser un individuo único», más indescriptibles, inaprensibles y evanescentes parecen ser ambos.

Este es un capítulo de mi libro NOTHING TO GRASP:

¿Es real el cuerpo? ¿Soy yo el cuerpo?

Solo hay un flujo de sensaciones, percepciones, recuerdos e ideas. El cuerpo es una abstracción, creada por nuestra tendencia a buscar la unidad en la diversidad... Es como ver la superficie del océano y olvidar por completo la inmensidad que hay debajo.
—Nisargadatta Maharaj

No hay contradicción entre el cuerpo y el espíritu, entre la mente y la materia. Son solo palabras que usamos para entender una cosa.
—Zoketsu Norman Fischer

Una ola no tiene que dejar de ser una ola para ser agua.
—Thich Nhat Hanh

Las personas inmersas en ideas espirituales a menudo me dicen: «Sé que no soy el cuerpo». Y yo les respondo: ¡Tú eres el cuerpo! Pero eso no es todo lo que eres. No estás limitado al cuerpo ni encapsulado dentro de él. ¡Eres todo! Y nada [no-cosa] ¿Qué es exactamente «el cuerpo»? Si lo observas detenidamente, descubrirás que «el cuerpo» es solo una imagen mental, un concepto, una abstracción.

Todo cambia, por lo que lo que llamamos «cuerpo» (o «río», «silla» o «montaña») no es realmente lo mismo de un instante a otro. No existe ninguna forma continua ni independiente del resto del universo. Todo es un acontecimiento indivisible e ilimitado.

Sintoniza con tus sensaciones en lugar de con tus pensamientos, y enseguida verás claro que este supuesto «cuerpo» no es en absoluto algo sólido y duradero. Es una masa de sensaciones y actividades en constante cambio, vibrantes y palpitantes. En el mundo de las sensaciones, no puedes encontrar realmente dónde empieza y dónde acaba este cuerpo. No se puede localizar en las sensaciones ninguna frontera entre «tu cuerpo» y «la habitación en la que estás sentado». La frontera es conceptual.

Cierra los ojos y explora la «frontera» entre tu cuerpo y la silla. Puedes encontrar sensaciones, pero ¿dónde terminas «tú» en esas sensaciones y dónde comienza «la silla»?

Mientras respiras, observa dónde está la frontera entre «tu interior» y «tu exterior». ¿Encuentras un lugar real, una frontera sólida, un límite real de algún tipo?

Cuando pensamos en el cuerpo, nos parece sólido, persistente y separado de todo lo demás. Sin embargo, cuando lo sentimos, descubrimos una forma cambiante, indivisible, sin forma o en constante flujo.

La diferencia entre pensar y sentir es como la diferencia entre un libro de anatomía y una persona viva. Si abrimos a una persona viva, todo se mueve, palpita, resbala y cambia de forma. No es limpio, ordenado, fijo y claramente delineado como el libro de anatomía, ¡y no se queda quieto porque está vivo! El mundo creado por el pensamiento es como el libro de anatomía. Es abstracto y está congelado. La sensación está viva, es efímera, vibrante, se mueve, cambia constantemente y es inaprensible. Pero incluso el pensamiento, tal y como ocurre en realidad, es igualmente vivo, efímero, se mueve, cambia constantemente y es inaprensible ― cada pensamiento es un destello energético que desaparece casi antes de llegar. Pero el contenido que el pensamiento despliega en la imaginación, la historia ilustrada que pinta el pensamiento, eso es lo que parece sólido y fijo, aunque si lo miras de cerca, ves que incluso eso no es más que flujo. Tus historias, creencias, opiniones, ideas e imágenes de ti mismo cambian constantemente.

De hecho, tu cuerpo incluye todo el universo porque nada está realmente separado de nada. Tu cuerpo depende y está compuesto por la luz solar, el agua, el aire, los alimentos, el polvo de estrellas y la energía atómica; podríamos decir que todo el universo se manifiesta a través de ti. Y además, ¿te has dado cuenta de que todo el universo se manifiesta en ti? Cuando buscas la frontera entre «tú» (presencia consciente) y «el mundo exterior» (percepciones y sensaciones), entre «el que percibe» y «lo percibido», entre «el interior» y «el exterior», entre «el sujeto» y «el objeto», ¿qué encuentras? Esta frontera imaginaria que llamamos «yo» es una idea, una imagen mental, una especie de espejismo, ¿no es así?

La indicación «yo no soy el cuerpo» que escuchamos en muchas enseñanzas espirituales es un intento de señalar más allá de la ilusión de encapsulación y separación. Es un intento de cuestionar la identificación exclusiva con el cuerpo como lo que «yo» soy y la tendencia a tomar el cuerpo (su condición, apariencia, tendencias, comportamientos y habilidades) como algo personal. La indicación «yo no soy el cuerpo» es un intento de señalar que «el cuerpo» es un concepto que hemos aprendido, no nuestra experiencia real del momento presente, que en realidad es ilimitada y continua, un flujo en constante cambio.

Sin embargo, la afirmación «yo no soy el cuerpo» a menudo parece llevar inadvertidamente a las personas hacia la disociación y hacia una noción incorpórea de no ser nadie ni nada. Las personas llegan a la conclusión de que no deben preocuparse por el cuerpo (o por el mundo), que el cuerpo es simplemente una especie de ilusión que debe descartarse o ignorarse. La verdadera ilusión es cómo pensamos sobre el cuerpo, cómo lo conceptualizamos y abstraemos, cómo lo imaginamos como algo sólido, separado, independiente y persistente. Y, sobre todo, cómo imaginamos a un propietario que ocupa el cuerpo, un «yo» que está encapsulado en su interior, dirigiendo el cuerpo a través de la vida como un coche o un barco. Este «yo» quiere alcanzar la iluminación y, por lo tanto, se supone que «no debe identificarse con el cuerpo», sino que debe intentar identificarse con la conciencia pura. Ese «yo» que cree que tiene que identificarse o no identificarse con esto o aquello es la ilusión fundamental. Pero el cuerpo en sí mismo es totalmente real. No el cuerpo conceptualizado que pensamos e imaginamos. Sino el cuerpo real, que no es nada que pueda ser captado o separado de todo lo demás. El cuerpo real es pura experiencia, puro ser, pura conciencia. Es el universo entero.

He descubierto que trabajar con el cuerpo es una de las formas más poderosas de alcanzar la infinitud. El entrenamiento en artes marciales y otras prácticas de movimiento, los cánticos, el baile, el acto sexual, las exploraciones meditativas de las sensaciones corporales, el trabajo de conciencia somática como el Feldenkrais... todo ello ha sido profundamente liberador, transformador y agradable. Trabajar o jugar con el cuerpo puede disolver las limitaciones imaginarias y revelar la totalidad del ser de formas que no pueden ser captadas o formuladas por el pensamiento. Estas exploraciones no conceptuales tienen lugar en un nivel más profundo que la mente cognitiva.

Nuestro sufrimiento es mental y conceptual, se trata de las historias que tenemos en la cabeza, del mapa del mundo más que del territorio en sí. Cualquier cosa que nos saque de nuestra cabeza, de nuestro torbellino mental, y nos lleve a la vitalidad de la presencia y la conciencia no conceptuales es potencialmente muy liberadora.

Adéntrate profundamente en el cuerpo y no encontrarás ningún cuerpo. En todos los sentidos.

—De Nothing to Grasp

En el budismo, la forma y el vacío no son dos cosas distintas. El vacío se refiere a la forma en que nada puede existir independientemente de todo lo demás, a la forma en que nada es inmutable, a la forma en que toda forma aparente desaparece en el momento en que aparece. El vacío no es simplemente el espacio abierto de la conciencia en el que aparecen las formas. Es la naturaleza misma de las formas. El vacío no es una «cosa» separada de todo lo demás. El vacío aparece como forma, y la forma siempre está vacía. No se trata de un vacío nihilista. De hecho, también podría llamarse plenitud. Es este mismo momento, la vida tal y como es.

Y la Naturaleza de Buda no es un estado etéreo, sino simplemente esto, la vida misma, este mismo momento, tal y como es. Es el árbol del jardín, la bolsa de ostomía llena de mierda, el perro que ladra, el paquete de cigarrillos arrugado en la cuneta, la flor que florece, el sonido de la lluvia, el sonido del soplador de hojas, el accidente de coche en la autopista, el político que odiamos, el volcán en erupción, la suave brisa, el cielo nocturno―la catástrofe total, como dijo Zorba el griego. No se puede separar. No se puede salir de ella. No se puede definir. La apariencia cambia constantemente y la conciencia o la presencia es omnipresente, y no son dos cosas separadas.

¿Qué es todo esto que está sucediendo? La pregunta misma parece situar al «yo» fuera de «ello», y ahí comienza la confusión, la búsqueda, la sensación de que falta algo. Pero ahora mismo, simplemente hay esto. Leer estas palabras. Respirar. Quizás un dolor en la pierna. Quizás el canto de un pájaro. Y esta vasta presencia abierta que escucha y contempla (siendo y sosteniendo) todo.

Amor para todos...