Artículos - K.M.P. Mohamed Cassim

La filosofía del sufismo
Por el Dr. K.M.P. Mohamed CassimMuchos aceptan como inevitables los cambios que sobrevienen en el curso del progreso material, pero son reticentes a aceptar esos cambios que les atañen personalmente y que desbaratan su consolidado modo de vivir, su propio modo de pensar y las concepciones que tienen de las cosas. Pocos comprenden que la clave para vivir de modo óptimo reside en la capacidad para aceptar las situaciones mutables. El mundo físico está considerado como real, pero sólo los sentidos lo perciben como tal.
La finalidad del Sufismo es producir precisos cambios en la conciencia del hombre que nos hacen trascender las limitaciones de la existencia física. Sólo cuando nuestro estado de conciencia se eleva al estado en que se realiza la consciencia de nosotros mismos en tanto que unidad con la esencia de la realidad (dhat), sólo entonces podemos decir que hemos conseguido la Liberación. Según el Sufismo, nunca podremos percibir la Verdad (haqq) con una mente condicionada, jamás podremos conseguir la Liberación mientras nuestro ego (nafs) no sea disuelto; se puede llegar más allá de la mente condicionada sólo por medio del autoconocimiento, o sea, con la plena consciencia y con el silencio de la mente que, al final, disolverá todas las ilusiones.
Todo ser humano busca la felicidad de un modo u otro, y tal búsqueda continúa con la misma intensidad, si bien con cambios de dirección de tanto en tanto. El deseo nunca queda satisfecho porque el ego es la personificación del deseo mismo, un aglomerado de experiencias sensoriales bajo la forma de recuerdo placentero o desagradable. El modo de ver del hombre debe cambiar con la aceptación de los valores espirituales que guíen su comportamiento. Las experiencias sensoriales actúan sobre nuestros procesos mentales de un modo sutil, determinando respuestas atractivas y repulsivas. Aceptación y rechazo crean una especie de vórtice dualístico en el que nuestra vida queda presa. Las experiencias sensoriales se convierten en memoria cristalizada, la cual proyecta el pasado en el presente, condicionándolo con tantos prejuicios y con tantas ideas preconcebidas. El falso ego nos hace ver el presente a través de la pantalla del pasado y proyecta también el futuro bajo la forma de esperanza y miedo, los cuales, por su propia naturaleza, son ilusorios. Esta imposición por parte del recuerdo, junto con el sentido del yo, constituye la mente condicionante.
El punto central del Sufismo atañe al desapego. La mente es la única causa de la esclavitud y de la liberación del alma (1). A causa de su apego al mundo, nosotros nos encadenamos. Renunciad, por tanto, a todas las ideas de “yo” y de “mío” porque sólo así el corazón es purificado y, por tanto, liberado de la codicia, de la avidez y de la ilusión. El desapego ayuda al florecimiento de la devoción y la devoción ayuda a consolidar el desapego. Cuando el desapego y el desapasionamiento son practicados correctamente, se puede estar seguro de que el cumplimiento de los deberes del mundo sólo servirá de ayuda al progreso espiritual. Si alguno viste el sayo del monje y se retira al bosque, pero conserva en la propia mente el apego a los objetos, no encontrará en el bosque objetos mejores que los del mundo; allí creará un nuevo ambiente profano. Por el contrario, se puede vivir en el mundo, vestir el hábito de la gente común, desempeñar los usuales deberes de la vida y, pese a todo, permanecer desapegado de todo.
El gran valor práctico del Sufismo es que da significado a la vida y a la finalidad de la existencia física. El Sufismo sustituye la confusión por el conocimiento, la duda y la desesperación por la fe y la esperanza. Concede la calma mental a aquellos que lo practican realmente y hace posible la realización de la Realidad. El Sufismo ofrece al hombre no sólo una filosofía, sino un código de comportamiento, un modo de vivir que puede ser usado como base para construir la liberación espiritual. Cuando los principios cardinales llegan a ser comprendidos y asimilados del todo, cambian los aspectos de la vida y nos coloca en la posición de gozar la paz perfecta y de distinguir la Realidad respecto de la ilusión. Se trata de descubrir la Realidad en base a nuestra propia experiencia interior. Además, es sólo en el curso de la propia vida donde debe descubrirse la Divinidad, de otro modo no puede existir la realización.
El Sufismo pone de relieve que toda religión contribuye al propio progreso de la vida espiritual de la humanidad. Es verdaderamente importante que un buscador respete y admire el misticismo de las diversas religiones, aceptando sus diversidades expresivas de modo que pueda apreciar su fundamental armonía. Después de todo, la armonía no se basa en la identidad religiosa, sino en la cooperación y en la mutua comprensión. Si estamos condicionados por teorías y dogmas enredadores, no podemos percibir la Verdad, por lo que necesitamos eliminar los prejuicios, que alteran y ofuscan la propia visión, para poder aproximarnos a las múltiples problemáticas sin ninguna forma particular de condicionamiento. Debemos darnos cuenta de que nada obstaculiza tanto el sano crecimiento del hombre como el miedo y la duda, y de que, sin desapego, jamás podremos liberarnos del miedo. Siempre tenemos miedo de perder las cosas a las que estamos apegados; la raíz de todos los males es el apego. El Sufismo sostiene que sólo a través de la práctica del desprendimiento podemos retomar la verdadera consciencia de fana (ilusión o nulidad del ego) y sólo con el desapego podemos obtener lo mejor de la vida sin quedar esclavos ni degradarnos. Así pues, el Sufismo enseña a vivir en el mundo, lo que supone una ventaja para el progreso espiritual. Es absolutamente cierto que todos nuestros sufrimientos y dependencias tienen su raíz en el apego. El trabajo que hacemos por la sociedad no puede en realidad servir a los demás si no es altruista, desapegado.
El mundo externo refleja nuestro estado conciencial; por esto, permaneciendo esclavos de los contenidos psíquicos no podremos establecer una relación armoniosa. Además, mientras no desarrollemos un alto grado de desapego mental, gracias a una disciplina rigurosa y a un esfuerzo constante, seremos obstáculos para la liberación del Sí-mismo respecto del cautiverio de la ilusión. Un pequeño error, cometido en un momento de debilidad, es suficiente para destruir lo que con diligencia y perseverancia se ha realizado espiritualmente. Es maravilloso observar cada cosa en su pureza; esto significa ver todo sin apego, sin identificación ni superposiciones. La auto-realización, es decir, el conocimiento de la Realidad, es comprenderse a uno mismo, comprender la profundidad espiritual del propio ser. Al hombre le basta únicamente con trascender su sofocante ego para descubrir su verdadera esencia. Aquellos que la han realizado no son tocados por las vicisitudes de la vida y son absolutamente libres de todo condicionamiento; viven en paz con ellos mismos y con el mundo que les rodea; se convierten en una fuente de gozo, de inspiración y de quietud.
En la medida en que el intelecto humano se desarrolla, los poderes de comprensión aumentan, y a este respecto el estudio del Sufismo es de gran ayuda. El primer movimiento del hombre hacia la realización de la Conciencia suprema es poner en orden su vida material y buscar la Verdad. Tal búsqueda no es sino un viaje al interior de uno mismo y debemos, finalmente, comprender que, si queremos realizar la calma interior, son necesarias la vigilancia y la atención para no dispersar la energía mental en conflictos y tensiones. En otras palabras, mientras observamos las diversas reacciones psicológicas, no debemos identificarnos con ellas. Un verdadero buscador o murid no es uno que conoce todo, sino aquel que ha comprendido que el conocimiento es útil si consigue hacernos vivir serena y felizmente en la vida cotidiana. El hombre busca la felicidad en el mundo externo, mientras que la Divinidad está dentro de él, por lo que debe experimentarla interiormente. No podremos encontrar la Realidad pensándola.
La filosofía del Sufismo exalta la meditación (muraqabah) como medio para la Auto-realización. El estado de beatitud de la meditación puede ser experimentado sólo cuando el completo proceso de pensamiento ha sido detenido, trascendido; sólo entonces nos es posible entrar en contacto con aquello que da la perfección espiritual. En fana la mente es del todo consciente y completamente pasiva; ve las cosas como son, sin aceptar o rechazar, lo que significa que nuestras funciones mentales de justificación y condena dejan de existir en este estado y nuestra mente permanece alerta, extraordinariamente activa y sin embargo vacía. En fana, la mente es despojada de todo, incluso del falso ego y, una vez libre, entra en comunión con la Realidad absoluta. En fana procedemos eliminando imagen tras imagen, hasta que alcanzamos el punto a partir del cual no hay donde “ir”. Los Sufís han revelado la esencia de la vida como Verdad, y la Verdad permanece constante. Sólo la percepción de la Verdad varía según la capacidad de comprensión de cada uno. Debemos darnos cuenta de que la Verdad es una sola y que, cuando la conocemos, nos hace libres.
(Extraído de “The divine life”, marzo 1976.)
- Cfr. Sankara, Vivekachudamani, 172; cfr. Ashram Vidya España, Madrid. También Amrtabindu Upanishad, 2, en Upanishads. Traducción y comentario de Ráphael. Editorial Edaf, Madrid, 1993.