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Artículos - Gary Lachman

Jean Gebser -- cartógrafo de la conciencia

Por Gary Lachman MundoNext

El filósofo cultural alemán Jean Gebser (1905-1973) fue uno de los pensadores más importantes del siglo veinte. Debido a que solo parte de su trabajo ha sido traducido al inglés, es prácticamente desconocido fuera de los países de habla alemana. Esto es desafortunado. Las ideas de Gebser sobre “estructuras de conciencia” y su creencia de que una nueva forma de conciencia está emergiendo, la cual él llama “integral” ofrece algunas de las apreciacionesmásfructíferas para el entendimiento del estado de la conciencia occidental en la primera década del siglo veintiuno.

A pesar que escritores y pensadores como Ken Wilber, William Irwin Thomas, Georg Feuerstein, Colin Wilson, Daniel Pinchbeck y yo mismo hemos discutido las ideas de Gebser en diferentes maneras (yo escribo extensamente sobre él en Una Secreta Historia de la Conciencia), el nombre de Gebser suena algo conocido en lectores promedio. Esto no es sorprendente. Gebser sale de la tradición intelectual de Europa Central, la corriente del pensamiento occidental que produjo tan importantes pero difíciles filósofos como Georg Friedrich Hegel, Martin Heidegger y Jurgen Haberlas ― todos pensadores intensamente estimulantes, pero no fáciles de leer. También la prematura muerte de Gebser apenas a los 68 años, significó que, su influencia fue limitada a su círculo inmediato. Si algunos pocos lectores de este articulo se inspiran con él para abordar a Gebster por sí mismos, consideraría cumplido el propósito de este.

Aquellos lectores inspirados ciertamente se enfrentarán a un desafío exigente. La Obra Maestra de Gebser, El Origen Siempre Presente (publicado en Alemania en 1949 pero solo traducida al inglés en 1984) es una exploración inmensa de seiscientas páginas en torno a la revelación ―una “inspiración relámpago” como él la llamó ― que llegó a Gebser en España en 1931.

La intuición de que una nueva clase de conciencia estaba empezando a emerger en Occidente, vino a Gebser a través de su estudio de poesía, particularmente la del poeta austriaco Rainer Maria Rilke. A medida que Gebser la desentrañaba, él pronto vio que esta nueva conciencia se podía también encontrar en desarrollos científicos. De hecho, mientras él más pensaba sobre ella, Gebser descubría signos de esta nueva conciencia en prácticamente todos los aspectos de la cultura occidental.

Durante los 18 años siguientes, reunió y organizó sus pensamientos en lo que él denominó una inminente “mutación” en la conciencia, cuya manifestación más inmediata era lo que llamó el fracaso de la “estructura mental-racional” de la conciencia, el paradigma reductor racional científico imperante que ha influenciado a Occidente durante los últimos siglos. En 1949, cuando la primera parte de El Origen Siempre Presente apareció ―prontamente seguida por la segunda― Gebser había reunido los argumentos más convincentes de que sin duda, un cambio en la conciencia occidental estaba ocurriendo, y que sus consecuencias serían sentidas por la gente de su generación como por las futuras. En otras palabras, nosotros.

Gebser nació en Posen, en lo que fue Prusia, en un año particularmente crucial. En 1905, Albert Einstein formuló su especial teoría de la relatividad, y fue la obra de Einstein, junto con la de otros pensadores y escritores, las que proporcionaron a Gebser evidencia poderosa para el peculiar cambio en nuestro “sentido del tiempo” que caracteriza la “nueva estructura de conciencia”, que él veía emergiendo. Unos pocos años antes en 1900, Sigmund Freud publicó su innovador trabajo, La Interpretación de los Sueños. Otros desarrollos seminales ocurrieron alrededor del mismo tiempo. El Físico Max Planck completó su teoría del Quantum, lo que llevó al derrocamiento de la física clásica, y el filósofo Edmund Husserl estableció los cimientos de la fenomenología, la rigurosa investigación de la conciencia que llevaría al existencialismo. Para un pensador cuyo trabajo se enfocaría en los repentinos cambios en la historia de la conciencia, Gebser ciertamente eligió un año prometedor para nacer.

Para cuando él tenia diez años, irrumpía en toda Europa la Primera Guerra Mundial, y la infancia de Gebser estuvo llena de caos y ruptura. Poco antes él había tenido una experiencia que le ayudó a lidiar con un mundo lanzado a la confusión. Estando en la preparatoria, Gebser saltó de un trampolín alto a una piscina profunda. El sintió que el salto a la piscina era también el salto a lo desconocido, y fue ahí donde perdió su “miedo a enfrentar la incertidumbre”. “Un sentido de confianza comenzó a madurar dentro de mi”, escribió, “una confianza en las fuentes de nuestra fortaleza y ser y en su accesibilidad inmediata” (1). Gebser bautizó esta confianza Urvertrauen, “confianza primal”, un cambio de la Urangst, o “temor primal” que caracteriza mucha de nuestra experiencia de vida.

La “confianza primordial” de Gebser le ayudó a negociar muchos saltos a lo desconocido. Uno ocurrió cuando él abandonó un puesto de aprendiz en un banco por una incierta carrera en literatura. En sus veinte, Gebser comenzó una publicación literaria y una compañía editorial con un amigo. Muchos de sus primeros poemas fueron publicados entonces, y a lo largo de su vida Gebser continuó escribiendo poesía, encontrando en el lenguaje una vía para los misterios de la conciencia; fue también alrededor de ese tiempo que descubrió a Rilke.

El colapso de la República de Weimar devastó a la familia de Gebser y proporcionó otra confrontación con la incertidumbre; ellos perdieron sus ahorros y se fueron a la ruina, y Gebser mismo sintió de primera mano el efecto del poder creciente del Nacional Socialismo de Hitler. Fue la visión de Rilke de un estado del ser en el cual uno puede afirmar todo ―el “elogiar a pesar de” plasmado en el Ángel de las Elegías de Diuno― eso ayudó a Gebser en este período y desvanecieron los pensamientos suicidas que lo oprimían. Sin embargo para 1929, la campana de violencia política desatada por las Camisas Pardas de Hitler convenció a Gebser que era el momento de dar otro salto.

En los años siguientes, Gebser vivió una suerte de “exilio interno” en Europa, moviéndose desde Italia de vuelta a Alemania, luego a París, y luego al sur de Francia y finalmente se estableció en España en 1931. Fue allí donde ocurrió su intuición original de “las estructuras de conciencia”, sin embargo España también fue un cielo temporal. Eran los años cuando los fascistas del generalísimo Franco derrocaron el gobierno socialista legítimo y en 1936, Gebser estuvo a punto de ser asesinado cuando dejó España por Francia horas antes que su departamento en Madrid fuera bombardeado. Aún así, fue casi ejecutado en la frontera. Ya en París se movió entre la elite artística, hizo amistad con muchos de ellos, incluyendo a Pablo Picasso. Pero París tampoco fue su hogar. En Agosto de 1939, Gebser cruzó de Francia a Suiza dos horas antes que cerraran las fronteras; no mucho después, los Nazis marchaban bajo el Arco de Triunfo.

Como fue para tantos, Suiza brindó refugio seguro a Gebser, aquí se estableció y elaboró la mayor parte de su obra. Los siguientes 33 años, Gebser consagró su vida a develar sus ideas sobre los cambios que estaban ocurriendo en la conciencia occidental, dando conferencias, entre otros lugares, en el Instituto de Psicología Aplicada en Zurich. Aquí fue donde conoció y se hizo amigo del Psicólogo C. G. Jung, su obra y la de Gebser tiene mucho en común; esto llevó a Gebser a dar conferencias en el Instituto C. G. Jung y también a convertirse en un colaborador familiar de la Conferencia Anual de Eranos llevada acabo en Ascona, Suiza, donde su nombre se asociaba con el de pensadores como Mircea Eliade, Gershom Scholem, Erich Neumann, Henry Corbin y el mismo Jung, quien presidía los encuentros.

Después de la Segunda Guerra Mundial, Gebser viajó, visitando India y el Cercano Oriente, como también América del Norte y del Sur. A pesar que la mayor parte de la obra de Gebser está enfocada mayormente en la expresión cultural y colectiva de la actual “mutación” en la conciencia, en Sarnath, India tuvo una experiencia mística que lo conmovió profundamente. Su “experiencia satori”, como él la denominó, fue tan profunda que fue reacio a hablar sobre ella y la mantuvo en secreto hasta 1971, cuando la reveló a su biógrafo e interprete, Georg Feuerstein. Gebser le escribió que había sido una “transfiguración e irradiación de una indescriptible ‘Luz’, sobrenatural, transparente”. Era “una claridad espiritual un júbilo silencioso, una noción de invulnerabilidad, una confianza primordial”, conectando esta nueva afirmación de su vida con la primera, el salto juvenil a lo desconocido. Después de eso, él sintió un “reordenamiento interno”. “Desde Sarnath, todo está en su justo lugar ”. (2)

Como en su experiencia temprana, la revelación de Sarnath ayudó a Gebser a lidiar con su salud enferma, una exigente carga de trabajo y la sensación de que Occidente se había movido nuevamente a un período peligroso de incertidumbre. La Guerra Fría se estaba incubando, y Gebser estaba convencido que “la crisis que estamos experimentando hoy en día... no es solo una crisis Europea”. Era “una crisis del mundo de la humanidad como las que habían ocurrido anteriormente solo durante coyunturas cruciales.” (3) En 1966 la salud de Gebser colapsó; el asma que lo había aquejado a lo largo de su vida, empeoró, lo que lo obligó a restringir sus viajes y abandonar nuevos proyectos. Nunca se recuperó de una operación por un mal estomacal, pero continuó escribiendo y estaba consciente del nuevo interés en la conciencia y la espiritualidad que había emergido en la “década mística” de los sesenta y principios de los setenta.

Dirigiéndose a una generación más joven de lectores ávidos por aprender más sobre las diferentes formas de conciencia y familiarizados con el trabajo de Sri Aurobindo y Teilhard de Chardin (otros dos pensadores preocupados por la evolución de la conciencia) en un prológo a una nueva edición de El Origen Siempre Presente, Gebser escribió que “el tema principal del libro procede de la alterada relación del hombre con el tiempo, es la nueva conciencia, y para esto aquellos de la generación más joven están más intensamente sintonizados. Para cuando Gebser escribió esto en 1973, las ideas sobre una nueva conciencia se habían esparcido por todo la contracultura y el intento de lanzar un nuevo paradigma ―conocido indistintamente como la Era de Acuario, la Nueva Era, la Conspiración de Acuario y otros títulos― se había arraigado. Gebser murió el mismo año, convencido de que un nuevo tipo de conciencia estaba naciendo. Sería un trabajo difícil, y sin embargo no había garantías que no fuera a abortar.

¿Cual es la nueva conciencia que Gebser veía emergiendo? Aquí es imposible dar más que una mera indicación de lo que él describió con detalles meticulosos y fascinantes en su libro El Origen Siempre Presente, y los lectores que deseen una buena introducción a su trabajo deberían encontrar una copia de la excelente obra de Georg Feuerstein Estructuras de la conciencia (Integral Publications 1987) o mi propia obra Una Historia Secreta de Conciencia. Gebser creía que la conciencia se había movido a través de cuatro “estructuras” previas, cada una logrando una separación mayor respecto de una fuente atemporal, inmaterial, espiritual que se puede denominar “origen”. Este no es un comienzo simple, temporal, sino un “presente” eterno una “realidad siempre presente”, eso es por naturaleza “divino y espiritual”, “antes de todos los tiempos” y “la totalidad del comienzo mismo.“ (4)

Para los lectores que ya se rascan la cabeza, yo debería indicar que una de las dificultades en leer a Gebser es que él inevitablemente usa un lenguaje basado en nuestra estructura de conciencia presente para hablar sobre tipos de conciencia que la preceden o trascienden. Con esto en mente, una comparación del “origen” de Gebser con el “orden implicado ” del físico David Bohm puede ser útil. El “orden implicado” de Bohm es también una unidad atemporal de la cual emerge nuestro universo presente de espacio-tiempo, y el proceso de esta aparición es como la de esas pelotitas de papel japonesas, que cuando se tiran al agua, se abren en diferentes formas. Para Gebser “pelotita” ―“origen”― contiene en sí misma, en una forma de “latencia”, las estructuras de conciencia futuras que serán desplegadas en el tiempo. “Latencia” es una idea central en Gebser, plasmando la “presencia demostrable del futuro”.

La primera estructura de conciencia que se revela es la “arcaica”. En esencia no es apreciablemente diferente del origen, como dice Gebser, es “cero-dimensional” siendo un poco más que la primera leve onda de diferencia entre el origen y su evolución latente. Aquí la conciencia es idéntica con el mundo; es un estado de “completa no diferenciación entre el hombre y el universo.” De aquí, la estructura “mágica” aparece. Esta no difiere mucho de la arcaica, pero la separación desde el origen ha aumentado. Mientras en la estructura arcaica hay identificación entre la conciencia y el mundo, en la estructura mágica hay unidad entre ellos. En esta etapa nuestros ancestros vivían en una clase de conciencia grupal o tribal, la que estaba fuertemente ligada a la naturaleza. Gebser habla de un “entramado vegetativo de todas las cosas vivientes” durante esta etapa, y él vincula la noción de Jung de “sincronía” ―“coincidencia significativa”― y los efectos, acertadamente de “mágica” a esta estructura. Gebser deja en claro que todas las estructuras de conciencia previas están aun presentes en la conciencia de hoy, y que la estructura mágica está en funcionamiento en todas las experiencias de “conciencia grupal”. Tristemente, para Gebser, la expresión más inmediata de conciencia grupal fueron las razzias Nazis que lo llevaron a salir de Alemania, y hoy en día mucha gente que cree que están entrando a estados de conciencia más alto al retroceder a un modo “tribal” en realidad están simplemente hundiéndose en una aceptación carente de sentido crítico de la estructura mágica.

De la estructura mágica surge la “mítica”. Aquí la conciencia logra una diferenciación mayor; se caracteriza por la polaridad. Aquí por primera vez aparece el yin y el yan, el cielo y la tierra, macho y hembra, espacio y tiempo, y otras oposiciones binarias que constituyen nuestra experiencia. Aquí el “alma” ―un interior, “espacio interior” en contraste con uno espacio exterior― aparece. Gebser asocia esta estructura con el mito griego de Narciso, el joven que se enamora de su propio reflejo. En esta estructura el alma primero se ve reflejada a sí misma en el mundo exterior, y aquí el modo dominante de experiencia es el “sentir”, que es expresado a través de antiguos mitos. El pensamiento, como lo entendemos, aún no aparece.

Esto ocurre en la estructura “racional mental”, la próxima en llegar. Sin duda, los lectores se preguntarán exactamente cuándo estas diferentes “estructuras” aparecieron. La verdad es que Gebser es poco claro acerca de las fechas. Para la primera aparición de la estructura racional mental él sugiere 1225 aC; las estructuras anteriores, la arcaica y la mágica, datan de mucho antes, desde los comienzos distantes del pre-Homo sapiens, y la mítica cuando las primeras civilizaciones emergieron después de la era del hielo. Mientras que todas las estructuras de conciencia previas siguen activas, aunque obscuras, en nuestra conciencia presente, la estructura racional mental es aquella con la cual estamos más familiarizados, dado que es la nuestra propia. En esta estructura, el pensamiento como lo entendemos comienza. Aquí la separación y diferenciación del origen es completa. La conciencia ―el ego― está solo, y esto se evidencia en el aumento de la violencia y la pérdida de la comunidad. Aquí llega la noción de tiempo en un sentido lineal. Para la arcaica y la mítica no hay tiempo como lo conocemos, solo una clase de un “ahora” intermitente con largos períodos de inconciencia entremedio. Para la mítica, hay un tiempo cíclico que asociamos con la eterna vuelta de las estaciones, y el perpetuo circular de las estrellas. Con la estructura racional mental aparece el tiempo como una “línea recta”, y con ella una profunda conciencia de la muerte. De más está decir, que la ciencia con todos sus logros y problemas surge de la estructura racional mental y su habilidad para reducir tu atención y enfocarse en los detalles de la experiencia en vez de participar en el todo ― como las estructuras arcaica, mágica y mítica lo hacen hasta cierto punto.

Gebser sostiene que antes de la aparición de la nueva estructura, la estructura previa entra en un modo “deficiente” caracterizado por su colapso; lo que antes había sido un “mérito” y una ventaja ahora se convierte en un “déficit” y una desventaja. Gebser creía que la estructura racional mental entró en su modo “deficiente” en 1336 dC, con el surgimiento de la perspectiva y el cambio desde la visión “bidimensional” del mundo común en la Edad Media (piense en un tapiz) a una aguda conciencia de la distancia y espacio plasmada en las pinturas de los comienzos del Renacimiento (piense en pinturas de paisajes). Él cree que aquí la conciencia logra su completa “liberación del origen”.

El modo “deficiente” de la estructura racional mental logró su más radical extremo en el siglo 19 con el triunfo del paradigma reduccionista-racional mencionado anteriormente, y Gebser creía que a lo largo del siglo 20 este estaba en un proceso de deconstrucción de sí mismo. La evidencia más clara para esto, que Gebser sostiene ―aparte de todos los problemas globales que tenemos― fue un profundo cambio en nuestro sentido del tiempo. Como antes se mencionara, él indica la relatividad de Einstein como un ejemplo, pero hay muchos más. En un nivel más mundano, yo puedo ofrecer un ejemplo desconocido para Gebser, en donde el tiempo como lo conocíamos anteriormente ha sido abolido. Cualquiera que usa TiVo o escucha podcasts ya no asocia la idea que cierto programa de televisión o radio está siendo transmitido a cierta hora. Toda la experiencia de Internet, de hecho ha alterado nuestra forma de apreciar ambos el tiempo y el espacio. Hay un flujo constante de información, y hoy en día la gente se “conecta” a grandes distancias instantáneamente; muchos de nosotros tenemos más “contacto” con gente al otro lado del planeta que lo que lo hacemos con nuestros vecinos. En una apreciación menos inocua, las muchas crisis que nos están afectando hoy en día ―ecológica, social, económica, política― pueden todas ser vestigios de los efectos de la entrada al modo deficiente de la estructura racional mental de la conciencia.

Gebser creía que este fracaso, era una especie de despeje, para hacer espacio para la llegada de la nueva estructura de conciencia la “integral”. Como lo sugiere su nombre, en esta nueva estructura, todas las otras cuatro estructuras previas están todas integradas. La estructura integral se caracteriza por lo que Gebser denomina una visión aperspectival, que trasciende a la “perspectival” de la misma forma que ésta trasciende la “pre-perspectival”.

En la estructura integral, el origen se hace perceptible, lo espiritual se “concretiza” y la “luz no creada” se manifiesta. La revelación de Sarnath de Gebser, en la cual él experimenta satori (entendimiento espiritual), es un ejemplo de lo que él quiere decir con estructura integral de conciencia. Como con todos los cambios de una estructura a otra, la transición no está garantizada y la experiencia, ambas individual y colectiva es traumática. Los recientes desarrollos de la economía mundial, producto de la miope codicia por ganancia inmediata asociada con el modo deficiente mental racional, solo hubiera convencido a Gebser que él tenía la razón.

Este corto resumen está a años luz de hacerle justicia a las ideas de Gebser, y yo solo puedo esperar que motive a algunos lectores a buscar por ellos mismos. Es difícil, pero todo lo de valor lo es. En mi opinión, la obra El Origen Siempre Presente presenta parte de la evidencia más convincente de que en la actualidad, el Occidente ―de hecho el planeta entero― está enfrentando un peligroso salto a lo desconocido. También sugiere formas con las cuales podemos hacer ese salto, como lo hizo Gebser, con una confianza primigenia.

Notas:
  1. Citado en Gary Lachman Una Historia Secreta de la Conciencia (Lindisfarne: Great Barrington, MA 2003) p.223.
  2. Ibid. Pp.229-30
  3. Ibid. Pp. 230.
  4. Ibid. Pp. 236
Fuente: MundoNext