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Artículos - Jan Kersschot

La eterna lucha contra el mal

Por Jan Kersschot
Jan Kersschot

Si eres un fiel lector de revistas "espirituales" probablemente estés interesado en el crecimiento personal y la expansión de tu conciencia. Quieres aprender cómo mejorar tu comunicación con tus semejantes, o estás desesperado por encontrar la paz dentro de ti. O tal vez quieres hacer algo por las injusticias de este mundo, tal vez quieres trabajar por una sociedad mejor. O sientes que debes ayudar a otras personas a nivel emocional o incluso espiritual.

También podría ser que tu motivación fuera un problema personal, como tener una dolencia física que no puedes resolver. Tal vez necesitas una liberación emocional y estás buscando una forma de librarte de ella. Si consultas la publicidad disponible sobre este tema, los caminos que se ofertan son muy prometedores: "sigue el camino de la intuición", "soluciona tus problemas viviendo en el aquí y ahora", "desarrolla tus capacidades superiores", "trabaja con el grupo de almas", "adquiere conocimientos sobre tu funcionamiento, tus talentos y tus problemas con la astrología", y así sucesivamente. Estás invitado "a vivir desde el corazón y no desde la cabeza", "a tener el valor de hacer frente a ciertas partes sombrías de ti mismo", a desarrollar "el arte de leer los dedos de los pies" o aprender a "comunicarte de corazón a corazón".

Algunas de las terapias arriba mencionadas o cursos te prometen la sanación. Otras pretenden llevarte a la liberación. Es cierto que pueden reducir tus sentimientos de insuficiencia y descontento. Tal vez puedan hacerte más fuerte, más pacífico, más sano, más abierto, más consciente. Pero todas estas técnicas y libros suponen que hay algo malo o equivocado en ti. O que algo no está bien con otras personas, como es el caso de la terapia. Supón que eres terapeuta, comienzas con la idea de que hay algo mal con otra persona y que algo puede y debe hacerse al respecto. Aunque no es mi intención criticar esas terapias (o terapeutas), quiero ver si realmente funcionan las cosas de esa manera.

Lo que me sorprende es que muchas personas parecen sufrir del "síndrome del juicio". En libros de medicina la palabra "síndrome" significa un complejo de síntomas o dolencias que se describen con una palabra. No siempre está claro cómo este síndrome aparece o cómo los diferentes síntomas están relacionados. Por ejemplo, el "síndrome de Menière" describe a las personas que sufren mareos o vértigos a causa de un mal funcionamiento del oído interno. El "síndrome de Tourette" describe a aquellos que sufren de movimientos o tics incontrolables. Por supuesto, el "síndrome del juicio" no está descrito en la literatura médica. El "síndrome del juicio" se refiere a aquellos que sufren de juzgar o ser juzgados.

Todos hemos sido programados desde la infancia por nuestros padres, educadores y profesores para hacer distinciones. Todos necesitamos este conocimiento para poder funcionar en la sociedad, por supuesto. Ciertamente tenemos que aprender una serie de normas, por razones prácticas. Por consiguiente, sabemos que tenemos que parar ante una luz roja y proseguir si la luz es verde. Pararse ante una luz roja se etiqueta como "bueno" y pasar un semáforo en rojo se etiqueta como "malo". No hay nada malo con este tipo de condicionamiento. Pensar en términos de bueno y malo puede ser práctico, pero esta moneda tiene otra cara también. El condicionamiento por lo general va mucho más allá de sólo los aspectos prácticos de la vida cotidiana. De la "distinción entre rojo y verde" llegamos a etiquetar el "rojo" como malo y el "verde" como bueno. Ahí es donde empiezan los problemas. Aplicamos nuestro conocimiento sobre rojo y verde a áreas donde no puede ser adecuado. Juzgamos o condenamos a las personas, fenómenos o situaciones en base a nuestro propio sistema de valores. Pasamos muy rápidamente de ser testigos a ser jueces. Por lo tanto, rechazamos todo lo que es rojo, y aprobamos o estimulamos todo lo que es verde. Y, si nos fijamos en la historia de la humanidad durante los últimos dos mil años, vemos que una gran parte del comportamiento humano está dedicado a la lucha contra el mal.

La pregunta no es sólo si la batalla contra el mal ha sido eficaz, sino que la pregunta más bien es: ¿existe realmente algo como bueno o malo, o esta idea sólo existe en nuestra mente? Cuando echamos un vistazo a lo que la gente considera como bueno o malo, nos damos cuenta de muchas diferencias culturales. En otras palabras: el bien y el mal son bastante relativos. Es obvio que la sociedad necesita un mínimo de juicio para funcionar correctamente, y en ese nivel sin duda tiene su valor. No quiero cuestionar eso. La justicia no sería posible sin pensar en términos de bueno y malo. No hay duda sobre eso. Pero la pregunta es si todo este juicio nos hace algún bien a nivel personal o espiritual. Me gustaría centrarme en ese tema ahora. Es verdaderamente asombroso ver hasta qué punto el "síndrome del juicio" es incorporado a nuestro pensamiento. Estamos tan familiarizados con él que ya no somos conscientes de ello. Hay (al parecer) buenos y malos pensamientos, buenos y malos sentimientos, buenas y malas acciones. Y debido a que proyectamos un "hacedor" en todo esto, una persona que es responsable de sus actos, las personas son pronto clasificadas como "los buenos" por un lado y "los malos" por el otro. Incluso los cuentos de hadas suelen tener alguna personificación del mal, y en estos cuentos existe de nuevo la lucha contra el mal. Nuestra sociedad a veces parece estar dominada por la eterna lucha entre el bien y el mal.

La pregunta ahora es si toda esta lucha contra el mal no es un proceso sin fin. Supongamos que tuviéramos que dejar de poner etiquetas a las personas que nos rodean, ¿no nos traería esto paz mental? Supongamos que ya no se escucharan las voces que sugieren que hay algo malo con la ira o el odio, ¿no nos traería más paz? Si todos estos diálogos internos se dieran un descanso, tal vez viviríamos verdaderamente en paz con nosotros mismos y nuestros semejantes.

La división entre el bien y el mal es también prominente a nivel espiritual. La energía positiva frente a la energía negativa, los buenos espíritus frente a los malos espíritus, la magia blanca contra la magia negra, y así sucesivamente. Y así entramos en guerra contra los bloqueos en el cuerpo, contra las influencias negativas, contra las emociones negativas. Todos estos métodos realmente pueden traer un alivio temporal, pero ¿terminará el proceso alguna vez? ¿No hay un bloqueo subyacente detrás de cada bloqueo? ¿No es cada batalla contra el mal en sí una lucha? Es como luchar contra un dragón del que brotan dos cabezas nuevas tan pronto como le cortas la cabeza.

Tal vez esta historia suena un poco decepcionante, como si todos nuestros esfuerzos para crear un mundo mejor fueran inútiles de todos modos. ¿No nos llevaría esto a la pereza y la indiferencia? Déjenme decirles que hay otra forma de ver esta historia. Lo que es interesante es que todo el mundo tiene la posibilidad de parar de juzgar. Así como las personas dejan de fumar tú puedes dejar de juzgar y criticar. Como resultado, puede surgir un estado natural de tranquilidad y fluidez, simplemente porque te has liberado de un viejo condicionamiento. Sólo hay lo que es y eso puede incluir ser activo. Permitir que todo sea como es no significa que tienes que estar en un estado de paz y amor. Cuando la ira o los celos surgen éstos también son presenciados sin juicio o resistencia. Incluso si el mismo viejo hábito de juzgar surge, es también presenciado con una sonrisa.

Es como estar consciente sin interferencia, o "ser testigo sin juzgar". Se trata simplemente de ser. Entonces lo único que queda es "lo que es". Esta "Seidad" no procede de la inquietud ni de una batalla contra el mal, está naturalmente disponible de una Unidad con lo que es, sin que haya alguien que pueda reclamar esta Unidad.

Fuente: Amigo Magazine #6 - Julio 2003