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Artículos - Self-Knowledge Journal

El mundo uno con dos ojos

El papel del testigo en el Vedanta Advaita

Por A.J.A. Self-Knowledge Journal

La indagación última comienza con la pregunta: «¿Qué o quién soy yo, el indagador?» Termina cuando se ha respondido a esta pregunta, aunque la respuesta no pueda expresarse adecuadamente con palabras. Exponentes de la sabiduría más elevada de diversas tradiciones han afirmado que en nuestra verdadera naturaleza, a pesar de las apariencias, no somos individuos atados a un cuerpo transitorio y a una mente vacilante, sino la misma consciencia universal presente en todas partes, cuya expresión más cercana en Occidente es la palabra Dios.

Sin embargo, las palabras no pueden expresar a Dios. Las palabras son cosas que han ido evolucionando gradualmente a lo largo de los siglos a través de las personas que se encuentran con objetos e intentan tratar con ellos. Si resultara que nosotros, el indagador, no fuéramos en ningún sentido un objeto, sino la única consciencia universal sobre la que se impone toda la variedad de los objetos, entonces las palabras sólo podrían expresar ese hecho de forma indirecta, ya sea negativamente, mediante la negación sin reservas de todo lo objetivo, o positivamente, a través de símbolos y metáforas.

Una de las metáforas más frecuentes en las enseñanzas clásicas de la tradición no-dual es la del «Testigo» o «Consciencia Testigo». Denota el sujeto último, la fuente original de nuestra conciencia.

Es algo más profundo que la conciencia reactiva del pensamiento o la conciencia grabadora de la memoria. El «Testigo» ni reacciona ni graba y, sin embargo, es indispensable para el proceso de conocimiento. Como una luz, brilla eternamente como la esencia de nuestro ser, permitiendo que todas las cosas y todos los pensamientos sean conocidos, pero no es en sí mismo una cosa o un pensamiento. Es la consciencia ante la que aparecen nuestros pensamientos y, por extensión, es esa consciencia ante la que también aparece la noción de individualidad.

Siendo así, el llamado «Testigo» debe ser radicalmente diferente de toda la gama de fenómenos «vistos» o «presenciados». El clásico del Vedanta, Drig Drishya Viveka (Discernimiento entre el Veedor (último) y lo Visto comienza:

La forma es percibida y el ojo es el perceptor.
El ojo es percibido y la mente es su perceptor.
La mente con sus modificaciones es percibida y el Testigo es su perceptor. Pero el Testigo no es percibido por ningún otro.

Nuestra verdadera naturaleza como indagadores es esta Consciencia Testigo, y sin embargo su naturaleza es tal que es un sujeto conocedor, por así decirlo, libre de toda mancha de objetividad. Por lo tanto, al utilizar la palabra «Testigo», nuestro escrutinio se retira de todo lo que se ve o se conoce objetivamente, hacia algo misterioso, pero constante, que permanece como experiencia cuando todo lo que se «experimenta» es negado. Es inexpresable porque trasciende la dualidad de sujeto y objeto, de veedor y lo visto, que normalmente está implícito en la idea de atestiguar o presenciar.

Así pues, el término «testigo» no es una afirmación directa y verdadera de la naturaleza del sujeto último que conoce, sino una metáfora. El sujeto último que conoce no es un testigo. Pero si pensamos en él como un testigo, esto ayudará a guiar nuestras mentes en la dirección correcta y nos ayudará a disolver muchos conceptos erróneos, incluso si resulta que la noción de atestiguar es en sí misma un concepto erróneo, que también tiene que ser disuelto al final. Concebir al sujeto último como testigo puede resultar al final un error, pero es lo que el sabio del siglo XIV, Vidyaranya Swami, llamó un error productivo, un samvadi bhrama ― en su Panchadashi (9:6).

Los errores improductivos, según Vidyaranya, son los que nos alejan de la Verdad, mientras que los errores productivos son los que nos conducen hacia la Verdad. Un filósofo anterior, Mandana Mishra, dio un ejemplo para ilustrar los errores productivos. Dijo que si ves un grupo de árboles a lo lejos, puedes pensar que son un gran árbol y dejarlo así. Pero si se tiene la idea, aún más errónea, de que se trata de un elefante en un lugar en el que no se esperaba ver uno, esto puede incitar a mirar con más atención, y entonces se puede ver, aunque sea vagamente, que se trata de un grupo de árboles y no de uno solo. A la luz de las enseñanzas de los Upanishads, todas nuestras cavilaciones son obra de la mente y pueden considerarse un error productivo.

En el capítulo decimotercero del Bhagavad Gita hay un verso famoso y, a primera vista, sorprendente, en el que el maestro dice que lo que hay que conocer en última instancia, lo que es la meta de todo nuestro pensamiento y esfuerzo, es algo que no puede llamarse ni real ni irreal, ni ser ni no ser. En este punto, el comentarista clásico, Shankara, plantea la pregunta: «¿No estaba fuera de lugar que el maestro dijera en el Gita que Dios no es ni ser ni no ser? Después de todo, él dijo antes: “Ahora os proclamaré lo que tiene que ser conocido...”. ¿Es posible que lo que ha de ser conocido sea algo que no existe?».

La respuesta de Shankara a este recelo es que el pasaje está perfectamente en orden. Porque todo el propósito de los Upanishads y el Gita es transmitir un conocimiento del Absoluto, y sin embargo tal conocimiento sólo puede ser transmitido por una negación de todos los particulares, como en textos tales como «ni esto, ni aquello», «no perceptible», «no imperceptible». Pues la naturaleza de la realidad trascendental sólo puede expresarse en forma de negación, «No es eso», ya que está más allá del alcance de las palabras.

Esta es una parte tan importante del comentario de Shankara sobre el Gita que quizá merezca la pena detenerse en ella un momento. Al principio del capítulo 13 del Gita, Sri Krishna, que imparte las enseñanzas, dice que el cuerpo humano recibe el nombre técnico de «campo». Es el campo en el que plantamos las semillas de futuras experiencias por nuestras buenas y malas acciones. Pero también dice que Él, Krishna, el Señor, está presente en cada campo o cuerpo humano como el conocedor último, la fuente de la consciencia, el conocedor del Campo, también llamado el Testigo. Y dice que el conocimiento del Campo y del Conocedor del Campo es lo más importante en la vida, si no, al final, lo único en la vida.

Shankara amplía el significado del término campo para abarcar todo lo que puede conocerse como objeto―los objetos fuera del cuerpo, la mente y sus estados de conocer, la voluntad y la sensación de placer-dolor. Todos ellos se consideran en sí mismos no conscientes, y requieren ser iluminados por la luz de la consciencia para ser conocidos en el caso de los objetos externos, y en el caso de la mente y sus estados, requieren ser iluminados por un reflejo de la consciencia antes de que puedan conocer o ser conocidos.

La consciencia, por su parte, es auto-luminosa, pero como su naturaleza es la luz pura, no sufre limitación o división o multiplicación a través de las diversas mentes en las que se refleja.

En este punto nos encontramos con otro símil que se ajusta a nuestros hábitos convencionales de pensamiento, pero que pretende, a través de nuestra reflexión más profunda, llevarnos más allá de este «pensar». El ejemplo habitual de la realidad única presente en todo, pero indivisa, es el de un cuerpo luminoso, por ejemplo el sol o la luna, reflejado en el agua de innumerables vasijas. El propio cuerpo luminoso es siempre uno y el mismo. Pero sus reflejos son muchos, tantos como superficies de agua en las que se refleja. Una luna en el cielo se convierte en cien lunas reflejadas cuando se refleja en cien vasijas de agua. Y cada reflejo difiere ligeramente de los demás, según su posición en el espacio, el tamaño de la vasija y la calidad del agua en la que se refleja, las ondulaciones si está siendo transportada y así sucesivamente.

Cuando Sri Krishna dice en el Gita que el conocedor de cada campo es el principio último de la consciencia presente en cada cuerpo, sus palabras deben entenderse en este sentido, es decir, con la ayuda del símil del reflejo. De lo contrario, si Él estuviera de algún modo limitado por los cuerpos en los que reside, ¿cómo podría estar presente en cada uno de ellos? Como lo explica Shankara, Él está presente dentro de cada cuerpo como el único principio de consciencia, reflejado en cada complejo cuerpo-mente como el sol o la luna se reflejan en una multiplicidad de diferentes vasijas de agua.

Shri Shankara dice que el propósito de la vida es llegar a conocer esa consciencia universal dentro de nosotros, no como lo hacemos en la actualidad como un mero reflejo, sino en su propia y verdadera naturaleza. La razón que da, o una de ellas, es que así nos hacemos conscientes de nuestra propia naturaleza verdadera como inmortales. Mientras estemos identificados con el cuerpo y la mente individuales, tendremos todas las dificultades y limitaciones de la vida que todos conocemos, además del envejecimiento irreversible del cuerpo, el declive de las facultades físicas y mentales y, finalmente, la muerte. Pero el Yo real dentro de nosotros, si lo encontramos libre de las trabas del cuerpo y la mente, es dichoso e inmortal, y uno y el mismo en cada uno de nosotros.

El Adhyatma Yoga es la búsqueda activa y sincera de la realización de la verdadera naturaleza de nuestro propio Ser como consciencia infinita. Naturalmente, esta enorme búsqueda puede ser vista bajo muchas luces y de muchas maneras. En las etapas iniciales, exploramos las enseñanzas para adquirir una concepción tolerablemente precisa de la doctrina. Es un poco como hacerse con un mapa y dominar los detalles antes de emprender el viaje. Hay que tener una idea de adónde se va. Pero tener esa idea e ir de verdad son dos cosas completamente distintas.

Cuando las enseñanzas recurren a símiles o metáforas, éstos nunca pueden corresponder completamente a la cosa que se ilustra; de lo contrario, sería realmente esa cosa, y no un símil o una metáfora. La competencia de las palabras se limita a lo que es objetivo y limitado. Cuando las palabras se utilizan para representar o señalar algo que está esencialmente más allá del alcance de las palabras y su significado, su función es esencialmente negativa.

Por tanto, si hablamos provisionalmente de Dios como el Testigo presente en nuestros corazones, es inexacto, porque nuestros cuerpos y corazones son cosas pasajeras, que hoy están aquí y mañana se han ido. Sin embargo, tal enseñanza puede ayudar a señalar negativamente la naturaleza de Dios, desviando la mente de todo lo que no sea de la naturaleza de un Testigo. Y así encontramos que Dios en las enseñanzas yóguicas es representado como el Yo más íntimo o Testigo. Shankara explica que ésta no es la verdad final, pero es una concepción útil y nos ayuda en nuestra primera tarea en la disciplina yóguica, que es obtener alguna idea tolerablemente exacta de la doctrina.

Shankara explica este punto en un pasaje que discute cómo la palabra Atman (Yo o Sí mismo) usada en los Upanishads, puede tener algún significado, si se supone que se refiere al principio más íntimo de la consciencia que no es un objeto, y por lo tanto no puede ser estrictamente referido por palabras. El argumento es sobre el Sí mismo o Atman enseñado en los Upanishads, pero el Testigo es sólo uno de los nombres del Sí mismo, como explica el Shvetashvatara Upanishad, de modo que todo lo que aquí se dice sobre el Sí mismo como principio metafísico se aplica al Testigo.

El argumento es el siguiente. El sabio Narada es representado en el Chandogya Upanishad quejándose de que conoce los himnos sobre el Sí mismo en el Veda, pero aún así no conoce el Sí mismo. Él nunca debería haber esperado conocer el Sí mismo a través de un nombre, dice Shankara, porque el nombre y lo nombrado implican una distinción, y el Sí mismo es homogéneo, presente en todas partes y sin distinciones. Bien, ¿pero el término «Atman» no se refiere al Sí mismo metafísico? No, porque los propios Upanishads dicen que lo que enseñan es algo de lo que al final las palabras retroceden, junto con la mente.

¿Qué hay de esos pasajes de los Upanishads en los que la palabra Atman se utiliza en el plano en el que valen las distinciones y las diferencias, para denotar el Yo más íntimo considerado como poseedor de un cuerpo? Shankara dice aquí que la función de la palabra Atman o Sí mismo es negativa―una negación de que el cuerpo de cualquier cosa que sea conocible como objeto sea el Sí mismo, y apuntar indirectamente a lo que es distinto del cuerpo, distinto de cualquier objeto, y como lo que queda como elemento consciente en nosotros, que es distinto de cualquier cosa que pueda conocerse como objeto.

Tomemos el caso de un ejército que uno puede ver marchando, y en algún lugar dentro del ejército está el rey, escondido detrás de una barricada de sombrillas, banderas y estandartes. Lo normal sería decir: «Mira, ya ves, ahí va el rey». En realidad, no se ve al rey. Permanece invisible. Y, sin embargo, tu margen de error se ha reducido. Estás concentrado en el ejército, donde sabes que está presente. Y también sabes que no es uno de los soldados ordinarios que puedes ver, sino que debe estar en algún lugar escondido detrás de las sombrillas y en ninguna otra parte. Del mismo modo, palabras como Atman, Yo, Sí mismo o Testigo indican indirectamente nuestra propia naturaleza verdadera, aunque sea diferente de cualquier concepción que podamos formarnos en la mente como resultado de escuchar palabras.

Shankara enseña además que, puesto que la existencia de nuestro verdadero Yo como Testigo no puede ser negada, es lo que permanece cuando negamos todo lo demás como transitorio e ilusorio, bajo la fórmula «neti, neti», «ni esto, ni aquello». Entre los elementos que hay que descartar como no-yo está el ego. Todo lo que puede designarse como «esto» o «aquello» puede ser, en principio, un objeto que se presenta ante el Yo como Testigo. Todos esos objetos son no-yo, y esto incluye al ego, familiar para todos nosotros en sus estados cambiantes, como «(yo) soy alto», «soy de mediana edad», «soy feliz», «estoy deprimido».

Contrastando este ego con el verdadero Yo como la auto-luminosa Consciencia Testigo, Shankara dice: «Así como el Testigo presencia el calor que surge del sol en un día caluroso como si fuera un objeto localizado en el cuerpo, así también presencia las diversas pasiones que afligen a la mente como objetos localizados en la mente. Pero debemos afirmar: Yo soy el Ser puro, trascendente, siempre libre, completo. Yo soy el conocedor, sin segundo, la negación del elemento «esto». No puede haber otro conocedor del conocer más allá de Mí. Por lo tanto, Yo soy el Conocedor supremo en todos los seres, siempre libre».

En verdad, todos somos luz ilimitada y autoluminosa. Lo que hace falta es ser receptivo a las enseñanzas que nos llegan en nuestro nivel actual de comprensión. Así obtendremos nuevas percepciones, hasta que despertemos a nuestra naturaleza como Eso que trasciende este reino aparente de limitaciones, y es siempre perfecto, infinito y libre.

A.J.A.
Este artículo es de la edición de Otoño 2020 de Self-Knowledge Journal.
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