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Artículos - Alfred Font

Máscaras

El fraude del materialismo espiritual

Por Alfred Font

¿Crees que tu sufrimiento es debido a una herida del pasado, invisible y siempre presente?

¿La has visto alguna vez? ¿O es simplemente una idea que adoptaste en algún momento sin cuestionarla?

¿Te has preguntado qué es lo que se supone que está dañado exactamente?

¿O por qué la “cura” siempre está en un futuro que parece alejarse con cada paso que das?

¿O por qué esta profunda herida abierta en lo más esencial de ti no te afecta en absoluto cuando no sufres y te olvidas de ella completamente?

Este es solo un ejemplo de las muchas formas que toma el materialismo espiritual, una colección de conceptos, teorías y procesos que todo lo que hacen es justificar y perpetuar el sufrimiento que prometen curar.

El motivo real del sufrimiento es solo uno y siempre el mismo, no tiene nada que ver con heridas, sombras, eventos pasados, niveles inconscientes, niños interiores, bloqueos energéticos, gnomos invisibles y demás constructos imaginarios.

El sufrimiento es la resistencia a lo que es. Es el sabor de la tarea imposible de buscar un ahora mejor. Es el intento de escapar a un sitio inexistente al que no es posible llegar. Es, en definitiva, la ilusión de que este momento me está sucediendo a “mi”.

Ese “mi” es un individuo ilusorio que se ve a sí mismo como real y separado, que cree que su existencia tiene un sentido y un propósito. Desde esa sensación de separación y desconexión, vive en permanente búsqueda de lo que cree que le falta, recorriendo un camino sin fin hacia su destino imaginado.

En este viaje a ninguna parte reside el fraude de la espiritualidad materialista. Son procesos irreales basados en teorías ficticias para que un individuo inexistente consiga llegar a metas imaginarias.

Son la herida invisible, la sombra oculta, el trauma escondido y la historia interminable de alguien sometido por su pasado tratando de estar presente para escapar a un futuro mejor.

Todo ello servido por expertos envueltos en dilatados curriculums espirituales que siempre parecen saber qué te pasa, qué tienes que sentir o no sentir, qué tienes que superar y a dónde tienes que llegar. La realidad es que el envoltorio está vacío y que ese individuo que supuestamente sabe más ni siquiera existe, es solo la forma pasajera e inocente que toma momentáneamente el velarse de lo que somos.

Este velo es una ignorancia impersonal, no elegida, sin culpables. Es el velarse colectivo de nuestra verdadera naturaleza.

El antídoto a todo este sinsentido, lo único que puede poner fin a tu sensación de carencia existencial, es la exploración de tu verdadera naturaleza a partir de tu experiencia directa. En esto radica la posibilidad de desmantelar la identidad del yo buscador y de todos los castillos en el aire que lo sustentan.

Si no encuentras en tu experiencia un inconsciente, un niño interior, un ser superior, una sombra ni ninguno de los otros miembros de esa comparsa fantasma, no te preocupes, nada de eso existe tampoco en la experiencia de nadie. Todo lo que hay es una pretensión colectiva de separación que necesita crear cosas que gestionar, integrar o superar para seguir sosteniéndose.

No hay intermediarios entre tú y la verdad, no hay distancia entre tu verdadera naturaleza y aquello que anhelas.

El acceso a la verdad de este momento, a ti, es directo y siempre está disponible. Tú siempre sabes, tú siempre eres. Aquello a lo que puedes llegar a través de alguien o de algo no es la verdad.

La verdad siempre está aquí, antes de cualquier idea, experiencia, proceso o camino. Todo aparente intermediario que parece poder darte lo que es cierto es simplemente parte de la ilusión.

Todo lo que siempre has anhelado es el reconocimiento de tu verdadera naturaleza. Eso que está libre de ayer y mañana, que no vive a la espera de una cura o una solución, que no puede ser dañado por eventos y circunstancias, que no se encuentra después de nada ni te puede ser proporcionado por nadie.

Aquello que se encuentra mediante trabajo y procesos solo existe después.

Aquello que está después nunca estará aquí.

Aquello que no está aquí no es la realidad.

Aquello que puedes llegar a ser nunca será lo que eres.