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Artículos - Steve Taylor

Donald Trump

El caso de Donald Trump

Por Steve Taylor5 de marzo de 2025

Algunas personas saben que escribí sobre la patocracia y Donald Trump en mi libro DesConectados (publicado en 2023). Me han pedido mi opinión sobre los últimos acontecimientos. Así que lo que sigue es una versión adaptada y actualizada del pasaje sobre Trump de mi libro. Creo que la cuestión es tan urgente que es un error permanecer en silencio.

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Cuando Donald Trump surgió como candidato presidencial por el Partido Republicano estadounidense, se observaron casi de inmediato sus similitudes con el magnate de los negocios y político italiano Silvio Berlusconi.

Berlusconi (fallecido en 2023) dominó la escena política italiana desde mediados de los años noventa. Antes de eso, era un hombre de negocios con un insaciable deseo de acumular riqueza y propiedades. Acumuló un amplio abanico de intereses empresariales, como promociones inmobiliarias, cadenas de televisión y el club de fútbol AC Milan. A lo largo de su carrera empresarial, le persiguieron acusaciones de delincuencia, incluida la connivencia con la mafia italiana. También era un mujeriego insaciable, que exasperaba a sus esposas con sus constantes aventuras.

Cuando el mundo empresarial ya no pudo contener su apetito de poder, Berlusconi se pasó a la política. Siguió un enfoque descaradamente populista que atrajo a los italianos de clase trabajadora. Su atractivo era similar al de su compatriota Mussolini varias décadas antes: un autoritario que podía proporcionar unidad y despertar un sentimiento de orgullo nacional. Siguió siendo un político bastante popular, a pesar de (y también a causa de) su grandiosidad, su misoginia, su lujoso estilo de vida y una serie de extrañas decisiones, como otorgar importantes cargos gubernamentales a ex modelos de glamour y chicas de compañía. A lo largo de sus periodos como Primer Ministro, Berlusconi promovió los intereses de sus propias empresas y socavó la libertad de prensa utilizando sus propios medios de comunicación como canales de propaganda. Con el tiempo, su habitual corrupción le alcanzó y fue condenado por fraude fiscal en 2013.

¿Le resulta familiar? Ciertamente, las similitudes entre Trump y Berlusconi son sorprendentes. Al mismo tiempo, no son sorprendentes, ya que ambos son personas hiperdesconectadas con rasgos predominantemente narcisistas, nacidas en circunstancias similares y que viven en sociedades parecidas.

La naturaleza de la desconexión de Trump

Es fácil encontrar el origen del trastorno de desconexión de Trump: una infancia carente de emociones, con una madre que a menudo estaba ausente física o emocionalmente debido a su mala salud, y un padre frío y autoritario que veía cualquier expresión de emoción como debilidad. (De hecho, Mary Trump describe al padre de Trump como un «sociópata de alto funcionamiento»). Como ella misma ha escrito, «Durante y después de sus operaciones, la ausencia [de su madre] —tanto literal como emocional— creó un vacío en la vida de sus hijos.» Donald Trump sólo tenía dos años y medio cuando su madre enfermó, por lo que habría sufrido una falta de apego parental, según la descripción del psicólogo John Bowlby. Bowlby creía que si se rompe el apego de un niño a una figura materna, inevitablemente se daña su desarrollo social, emocional e intelectual, lo que da lugar a una «psicopatía sin afecto».

Más allá de cualquier trastorno específico de la personalidad, el rasgo esencial de la condición de Trump es la hiperdesconexión, que se traduce en una grave falta de empatía y conciencia, y en un egocentrismo extremo. El deseo incesante de Trump de acumular propiedades, fama y poder, y su incapacidad para estar solo o permanecer inactivo sugieren un estado de separación extrema. Esto también explica la sensibilidad de Trump a los desaires y la mendacidad con la que responde a cualquier falta de respeto percibida. En el nivel extremo de desconexión de Trump, hay un alto nivel de fragilidad psicológica y vulnerabilidad. Las personas hiperdesconectadas tienen una fuerte sensación de estar incompletas, como fragmentos separados del todo. Están completamente aisladas y solas, y como tales se sienten expuestas y vulnerables. Cualquier desaire es una amenaza para su frágil sentido de la identidad, y responden agresivamente para intentar preservarla.

Autoengaño

El autoengaño es también uno de los rasgos que definen a Trump. El autoengaño es una consecuencia inevitable de la tenue relación de las personas hiperdesconectadas con el mundo exterior. Están tan inmersos en su propio mundo subjetivo que sus propios pensamientos y deseos parecen tan reales como el mundo mismo. Por eso, cuando los acontecimientos del mundo entran en conflicto con sus deseos y pensamientos, les resulta fácil rechazar la realidad de los hechos. Pueden ignorar fácilmente cualquier información negativa que contradiga su propia visión preferida de la realidad.

La tendencia a preferir su propia versión de los hechos a la realidad fue un tema constante de la primera presidencia de Trump. Su autoengaño fue evidente desde el principio, cuando se negó a creer que la multitud presente en su ceremonia de investidura era menor que la de Barack Obama, a pesar de las pruebas fotográficas. A lo largo de toda su presidencia, Trump se negó a aceptar información negativa, por ejemplo, cifras bajas en las encuestas, pruebas de malas prácticas de otros líderes patocráticos (especialmente Putin) o datos sobre la epidemia de coronavirus. Si la información no encaja con su versión preferida de la realidad, simplemente la tacha de fake news. Esto también explica en parte su negativa a aceptar la realidad del cambio climático. Incapaz de aceptar información negativa trivial, como un menor tamaño de la multitud, es poco probable que contemple la perspectiva de una catástrofe ecológica.

Y, por supuesto, esto también explica la incapacidad de Trump para aceptar los resultados de las elecciones estadounidenses de 2020, y sus presiones a los funcionarios para cambiar los resultados. No se trata simplemente de que se negara a aceptar los resultados y tratara conscientemente de anular la democracia. En su mundo de autoengaño, simplemente no se creía los resultados y estaba desesperado por cambiar la realidad para que encajara con sus delirios.

Cómo Estados Unidos se convirtió en una patocracia

Aparte de la propia personalidad de Trump, es fácil identificar muchos elementos de patocracia (es decir, un gobierno formado por individuos con trastornos psicológicos) en su primera presidencia. Más concretamente, es fácil identificar las etapas por las que las patocracias se apoderan de las naciones, tal y como las identificó el psicólogo polaco Andrej Lobaczewski.

En primer lugar, hay una figura de líder carismático con un fuerte deseo de poder y prestigio, que atrae a acólitos y otras personas desordenadas por su aparente confianza, determinación e intrepidez. La gente corriente también se siente atraída por estas características, percibiéndolo como un líder fuerte que puede sacudir el sistema y provocar un cambio real. El líder y sus acólitos promueven una ideología simplista —en este caso, la campaña «Make American Great Again»— que tanto promueve un ideal de grandeza futura como rememora una época imaginaria de grandeza anterior. En particular, el líder hombre fuerte y su ideología simplista atraen a la clase trabajadora que se siente privada de derechos e insatisfecha.

Al mismo tiempo, el líder y sus acólitos utilizan la propaganda para demonizar a otros grupos o naciones, creando un sentimiento de identidad de grupo frente a los enemigos. Todo ello crea un estimulante sentimiento de unidad entre sus seguidores. Como resultado, tal y como describió Lobaczewski, la patología de un pequeño grupo psicopático —Trump y sus acólitos— se extendió a un gran número de personas psicológicamente normales. A ello ha contribuido, por supuesto, la propaganda de los medios de comunicación y los comentaristas, así como el hábil uso que el propio Trump ha hecho de las redes sociales como canal propagandístico. Comenzó a desarrollarse un culto a la personalidad, con seguidores que veían a Trump como una especie de salvador, ciegos ante sus constantes mentiras, su egoísmo infantil y su petulancia, y su toma de decisiones impulsiva e incompetente.

Lobaczewski también describió cómo, una vez que un líder patocrático obtiene el poder, las personas responsables y morales abandonan gradualmente el gobierno —mediante la dimisión o la expulsión— mientras que otras personas desordenadas se unen a él. Esto ocurrió ciertamente en el transcurso de la primera presidencia de Trump. Al principio, una serie de antiguos funcionarios de la Casa Blanca se refirieron a sí mismos como «los adultos de la sala» e intentaron frenar los impulsos del presidente y mantener cierta apariencia de gobierno responsable. Poco a poco, estas figuras concienzudas fueron destituidas a raíz de desacuerdos con el Presidente, hasta que finalmente todo el gobierno se llenó de personas despiadadas y mendaces con rasgos de la tríada oscura.

Ahora Trump ha tomado el poder para un segundo mandato. Su irracionalidad, autoengaño y mendacidad parecen más extremos que la última vez, mientras que una cohorte aún más oscura de personalidades se ha reunido a su alrededor. Sin embargo, Andrej Lobaczewski señaló que las patocracias nunca son permanentes. En última instancia, están destinadas al fracaso, porque su brutalidad y amoralidad no son compartidas por la mayoría de la población, que es psicológicamente normal y posee empatía y conciencia. También acaban fracasando porque el público se cansa de su incompetencia. Los líderes hiperdesconectados prometen volver a hacer grandes a sus países, pero pronto se hace patente la realidad de su mala gestión y su caos, lo que provoca una sensación de aplastante decepción.

No creo que tengamos que esperar mucho para llegar a este punto.

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Es imposible que las patocracias vivan en paz. Tarde o temprano, siempre provocan conflictos con otros países, o los invaden o atacan. Como Hitler invadiendo Checoslovaquia y Polonia, o el presidente Putin invadiendo Crimea en 2014 y Ucrania en 2022, las patocracias se sienten impulsadas a robar territorio y a dominar a otros pueblos. Su territorio actual nunca es suficiente para ellos. Y no importa qué acuerdos hagan para limitar su territorio, nunca los cumplen....Y ahora la patocracia del gobierno de Trump está provocando conflictos económicos innecesarios con otros países, simplemente porque esa es la naturaleza de la patocracia [o lanzando anuncios de anexionarse territorios como Groenlandia o hacer de Canadá un nuevo Estado de EE.UU., etc.].

4 de marzo de 2025

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Hay una terrible destructividad en la esencia de la gente hiperdesconectada, ya sea Donald Ttrump y sus acólitos o cualquier otro fascista y psicópata de la historia. Se complacen perversamente en dañar la democracia, el medio ambiente, infligir sufrimiento a otros, causar conflicto... Algunas de sus acciones parecen gratuitas, sólo por el hecho de causar daños, como los niños pequeños que pisotean los juguetes de otros niños o derriban castillos de arena. También sienten un placer perverso en despreciar a las personas que tratan de luchar contra la injusticia, proteger el medio ambiente [respetar a las minorías o colectivos LGTBIQ+] o que actúan de forma altruista en un sentido general.

En mi opinión, estos rasgos destructivos provienen de sus estados extremos de separación [desconexión]. Esto significa que viven en un estado permanente de insatisfacción y frustración, como los presos que están atrapados dentro de sus celdas. Es imposible para ellos experimentar la verdadera felicidad, porque —al menos en gran medida— el bienestar humano proviene de una sensación de conexión con los demás, y con el mundo que nos rodea. Al igual que prisioneros que gritan y golpean las paredes de su celda, están desahogando su frustración, arremetiendo contra el mundo porque les ha infligido el sufrimiento de la separación.

12 de febrereo de 2025